24 mayo 2018


¿Cobardía?


-Me encanta esa pintura.
-Es “El almuerzo de los remeros”, de Renoir.
-Ah…
-Hago una copia por año desde hace veinte años… Lo más difícil son las miradas. A veces parece que cambian de expresión en cuanto me doy la vuelta.
-Ahora parecen felices.
-Naturalmente, este año comen liebre con setas. Y los niños gofres con mermelada.
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-¿Sabes? Después de todos esto años, el único personaje que aún me cuesta perfilar es la muchacha con el vaso de agua, está en el centro y, sin embargo, está como ausente.
-Quizá sea diferente a los demás.
-¿Eh?... ¿Y por qué?
-No lo sé.
-Quizás, cuando era niña no jugaba con los demás niños de su edad. Puede que nunca jugara.
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-Esa chica del vaso de agua…
-¿Sí?
-Creo que está distraída porque está pensando en alguien.
-¿Te refieres a alguien del cuadro?
-No. Quizá un chico con quien ella se cruzó y le dio la impresión de que los dos se parecían.
-Ah, o sea que ella prefiere imaginarse una relación con alguien ausente que tener una con los que están a su lado.
-No sé… Quizá sea lo contrario y ella se desvive por arreglar la vida de los demás…
-¿Y de ella? ¿De todos los desarreglos de su vida, quién se ocupará?
-En mi opinión, es mejor dedicarse a los demás que a un nomo de jardín.
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-El otro día fui un poco duro con la chica del vaso de agua. Cuéntame, el chico que se cruzó con ella el otro día… ¿le ha vuelto a ver?
-Creo que no le interesan las mismas cosas…
-La suerte es como el tour de Francia, lo esperas todo el año y luego pasa rápido. Las oportunidades hay que atraparlas deprisa, sin dudar.
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-De modo que es este hombre de aquí, el que alza la mano.
-Sí.
-Ya… ¿Está enamorada de él?
-Sí.
-Entonces, ha llegado el momento de que ella se arriesgue de verdad.
-Eso es lo que piensa. Está estudiando una estratagema para…
-Ya entiendo, le gustan las estratagemas.
-Sí…
-En realidad es una cobarde. Precisamente por eso me cuesta captar su mirada.






19 mayo 2018


NI FUERON FELICES NI COMIERON PERDICES...
Y NI FALTA QUE LES HACÍA

Miguel había vivido toda su vida como un escudero de una espléndida corte, con una vida llena de altibajos y marcada de humildad y el consuelo de poder ver mundo si lograba llegar a caballero de la corte.
Tenía un sueño.
Por otro lado, Elvira había pasado toda su infancia entre lujos y al cuidado de doncellas, arropada todas las noches en una mullida cama con dosel. También tenía un sueño en mente y era poder convertirse en la señora elegante de un apuesto señor feudal.
        Todas esas ideas se vieron descolocadas un buen día de verano en el que la doncella salió de paseo pensando en lo poco que le quedaba para casarse con lo que en vez de ser un apuesto señor feudal sería un anciano y burdo conde de unas tierras lejanas y oscuras. Pensaba en escapar esa misma tarde cuando en el camino se encontró con el escudero Miguel que se escondía de unos malhechores que perseguían a sus amigos. El muchacho le contó sus andanzas y cómo se había visto truncado su sueño de ser caballero, puesto que la corte de su rey estaba siendo corrompida por malos consejeros que amañaban torneos.
         Ante todo aquello, ambos jóvenes decidieron marchar esa misma tarde con la caída del sol y dejar que el camino les llevara a algo nuevo y desconocido que podría ser mejor que lo que en ese reino les prometían. Puesto que a Elvira la encerarían de por vida por faltar al cumplimiento de sus votos prematrimoniales t a Miguel le relegarían de puesto en la corte. Ambos anclados para siempre.
Al llegar a un puerto tras cuatro días de viaje entre bosques espesos, ambos habiendo forjado una buena amistad de cómplices que huían escuchando la historia del otro.
A lo mejor la felicidad no la encontraban caminando hacia un altar o a lomos de un corcel blandiendo una espada en varias batallas donde siempre perdían los mismos.
Miguel le regaló a su nueva amiga una daga y se despidió de ella posando un suave beso en su mano. A lo cual ella respondió dándole en un camafeo con  un mechón de la larga melena castaña que se había cortado nada más emprender su viaje y de la cual había conservando tan solo una pequeña trenza, un recuerdo de su transformación al mundo.
Separaron sus caminos deseándose la mejor de las suertes.