07 noviembre 2020

Ranas de chocolate - 3

 

 


3

 

Una noche fría de diciembre. 

Una noche de magia y elegancia. 

Estaba a punto de terminar una gran celebración en la que todo había sido música, baile, risas...

Era un 25 de diciembre en Hogwarts diferente, en medio de un torneo en el que cuatro posibles vencedores se ven enfrentándose esta vez en la pista de baile en lugar de con un dragón.

La noche para algunos se hizo muy corta, sobre todo, para un grupo de Slytherins que marchaban entre risas y con disimulo hacia la torre de Astrología para seguir con una fiesta privada antes de volver a su sala común.

Todos tenían esa especie de adrenalina por el cuerpo con una grata sensación al haberse escabullido de los prefectos esa noche. Entre ellos, el grupo de Draco Malfoy había movido hilos y sobornado a algunos para que les dejasen un rato más fuera de la cama.

Ni si quiera los profesores estarían al tanto de sus escaramuzas. Parecía que en realidad habían organizado el baile para ellos más que para los alumnos y a alguno se le había podido ver con una mirada más relajada de lo normal mientras sostenía su copa.

Seis jóvenes caminaban a paso despreocupado sintiéndose en ese momento los reyes del castillo, eso sí, procurando no alzar mucho la voz de todas formas. Comentaban los mejores momentos de la noche:

–Diggory ha quedado impresionado cuando he hecho el encantamiento para transformar el ponche en algo más fuerte –alardeó el joven y engalanado Malfoy.

–¿Y habéis visto lo patoso que estaba Potter bailando con Patil? –comentó Pansy Parkinson en tono burlón mientras se recogía la cola de su vestido gris con unas flores estampadas que remarcaban su pomposidad y la vez pretendían causar el efecto que buscaba en los chicos, en concreto en Draco, su pareja de baile- Qué patético...

–Y no me hagas hablar de la túnica de Weasley... -continúa él tomando a la muchacha del brazo con delicadeza mientras esta se ríe tontamente.

–Yo en su lugar habría quemado esa cosa –intervino Zabini haciéndoles reír a ellos y a su acompañante.

–Id subiendo. Pansy y yo vamos a por la bebida.

–¿Al final dónde la has escondido, Draco?

–En el baño de Myrtle la llorona –respondió compartiendo esa vez las risas con Crabbe y Goyle. El par de muchachos grandullones estaba custodiando bajo sus túnicas las últimas provisiones adquiridas en el Gran Comedor. Se sentían bastante entusiasmados de cambiar a sus parejas de esa noche por unos grandes pasteles de frutas, poco les importaba y parecían más satisfechos con el cambio-. Nadie entra ahí y ella estará callada. 

-¿Cómo puedes estar tan seguro? -preguntó esta vez la acompañante de Zabini y amiga de Pansy.

-Porque si no, le dije que me chivaría a la Dirección de que le da por espiar a los chicos en los baños de otras plantas... –Draco y sus guardaespaldas compartieron miradas cómplices y de suficiencia, sabiendo que no mentían pero que de todas formas exagerarían más esa amenaza.

–Esa gafotas me da escalofríos, Draco. Nos daremos prisa... -advirtió Pansy- No sea que se ponga a gimotear porque no ha podido ir al baile.

–Bueno, podemos dar un rodeo sin prisa...–le susurró a su pareja y ella volvió a soltar una risita bobalicona– Id tirando. Crabbe y Goyle vigilarán las escaleras de la torre por si acaso.

–No os demoréis demasiado, parejita, que no queremos que se estropeen las bebidas –les dijo Zabini empezando a alejarse por el pasillo con la pandilla.

–Vamos, Blaise, seguro que las bebidas aguantan aunque den un paseo -rio la otra chica de Slytherin guiñando un ojo a su amiga.

–Cuidado con ir dando voces por ahí– señaló Draco arqueando una ceja antes de desaparecer por otra esquina del pasillo de la mano de su pareja.

La noche no podía ir mejor para Malfoy. 

Quizá ese año fuera el más prometedor hasta la fecha. Siempre evitaba pasar las vacaciones en el castillo, pero esa noche podría autoproclamarse como el Rey de Slytherin, ya que toda su casa sabía que él y su pandilla tenían grandes privilegios y habían gozado de gran influencia en el baile. Alguno de los campeones —exceptuando a Potter, obviamente— habían sido invitados con total discreción a su breve reunión en la torre, por ello quería apresurarse en ir a ver si aparecían, pero a la vez no tenía ninguna prisa en reencontrarse con el grupo, ya que se sentía bastante a gusto por el momento con Pansy y no le importaba perderse con ella en algún pasillo de camino al refugio de esa noche para continuar con la fiesta y en lo que volvían del baño de las chicas.

Las horas pasaron volando entre amigos; brindaron con cervezas de mantequilla, las cuales habían traído una para cada uno, y una botella grande de hidromiel con la que Malfoy pretendía agasajar al digo campeón del torneo que se pasara a saludar. Jugaron a las cartas con una baraja que guardaba Zabini en su túnica y a las adivinanzas encantadas haciendo siluetas con las varitas... Crabbe y Goyle se tomaron en serio su trabajo de custodiar la puerta y se sentían bastante satisfechos de su cometido, ya que por allí no pasó nadie para perturbar la fiesta.

Más brindis y cuando quisieron darse cuenta, la botella se había terminado y pensaron que nunca se habían ido tan tarde a la sala común, aunque tardasen después en acostarse. Para ellos seguía siendo una aventura. A pesar del frío, las chicas estaban eufóricas y habladoras y los chicos concentrados en el juego de cartas. 

Tuvieron que dar por terminada la noche. Y con un toque de varita transformaron las botellas en arena que arrojaron por la torre antes de escabullirse y así no dejar pruebas.

Cuando estaban casi llegando al último tramo de escaleras, Draco se percató de algo:

–Maldición...

–¿Qué ocurre, Draqui? -preguntó Parkinson.

–Por favor, no me llames así... 

–Bueno, ¿qué pasa? -quiso saber la chica cruzándose de brazos.

–Me he olvidado la capa de gala en la torre. Tengo que ir a recogerla antes de que algún prefecto empiece a merodear por allí.

–Bueno, entonces mejor que te des prisa -advirtió Zabini mirando a todos los extremos del corredor.

–¿Quieres que te acompañe? -volvió intervenir Pansy encogiéndose de hombros. Aunque con un tono no muy convincente.

os demás chicos lanzaron una mirada pícara a su amigo y líder, como queriendo insinuarle que parecía haber olvidado la capa a propósito para pasar más tiempo a solas con su chica mientras buscaban.

–No, mejor descansa -respondió él pasando una mano por el hombro fe la jovrn y lanzando una mirada a sus amigos que les daba a entender que cortasen el rollo.

La verdad es que el chico comenzaba a sentirse algo agobiado de la persistencia de Pansy por permanecer a su lado durante toda la noche como una lapa y consideraba apropiado dejar por el momento un espacio y terminar la cita con la Slytherin hasta la próxima ocasión. La muchacha parecía estar de acuerdo porque no insistió mucho  Se notaba que no quería correr el riesgo de ser castigada aunque pudiera disfrutar más de la compañía de su galán y, al contrario que él, lo expresó con claridad:

–Pues creo que mejor si te esperamos dentro  No me gusta la idea de toparme con algún profesor o prefecto de otra casa -admitió mientras jugueteaba con un cordón de la túnica del chico- Pero vamos a seguir con la fiesta en la sala un ratito más, así que, date prisa...

-Claro.

Los Slytherin se deslizaron hacia las mazmorras con cara de cansancio mientras Draco Malfoy ahora se arriesgaba a ser más descubierto que antes.

Si lo meditaba, tampoco le hacía gracia que le viesen ya a esas horas fuera de su sala común. Por otro lado, pensaba que sus amigos podrían haber sido más insistentes como Pansy y ofrecerse a acompañarle.

Mientras desandaba el camino recorrido, su mente curiosa en ese momento iba a empezar a divagar sobre gestos que se supone que son de esperar de algunos amigos, no solo de chicas a las que robas un beso en los baños...

Sabía que Pansy y él buscaban lo mismo esa noche, una tentadora compañía pero de momento nada significativo, y, por otro lado, podría calificar esa velada como una reunión de amigos y no de compañeros... o eso esperaba en el fondo.  Tras muchas dudas podría calificarlo así... sí, Eran chicos con los mismos intereses, la misma clase social, las mismas ideas, no lo pasaban mal, gastaban bromas de su estilo y no se mezclaban con "sangre sucias".

Amigos.

Si, sabía que eran amigos.

No se planteaba dejar un hueco para nadie fuera de ese estilo de vida. Esa noche demostraba que se sentía más que a gusto estando como estaba. Aunque el sucio de Potter se empeñase en mancillar su nombre y el de su familia.

De repente, el chico es sorprendido saliendo de su maraña de pensamientos cuando por el pasillo una figura blanca y menuda con una mata de pelo largo y rubio enmarañado va acercándose poco a poco a la zona de las escaleras. Al principio habría dicho que era un menudo fantasma pero según se acercaba se dio cuenta de que era una alumna y no parecía venir del Gran Comedor, pues observaba que en vez de un lujoso vestido de gala, llevaba un pijama malva con nubes estampadas que parecía quedarle algo grande y en vez de zapatos de tacón, veía pasmado que caminaba a paso lento con unas botas al estilo australianas con forro por dentro que le hacían los pies mucho más grandes de lo normal. Pero lo que más le sorprendió no fue encontrarla así, sino que en una mano llevaba un calcetín grande de lana.

Todo eso junto con un par de rábanos colgantes y un collar de corchos de cerveza de mantequilla que le oscilaban por el pijama, le daban la pista definitiva acerca de quién podría tratarse:

-¿Qué diablos haces fuera de la cama, Lovegood? –le dijo a la niña entre risas y aún medio pasmado por la imagen- ¿Intentas colarte en una fiesta de mayores?

La chica no responde.

Tenía la piel blanca como la nieve y parecía estar helándose de frío. En ese momento Draco pensó que incluso podría estar hechizada.

–¡Lovegood!

–No tengo sueño –musitó por fin la aludida con una suave vocecilla medio balbuceando. A pesar de haber respondido no parecía salir del ensimismamiento y caminaba con el mismo ritmo pegándose a la pared sosteniendo el calcetín con una mano y guiándose inconscientemente con la otra en alto.

–Diablos, pero si está dormida...

–Y tú has bebido...

El chico en ese momento pegó un brinco:

–¿Cómo narices lo sabes si... estás... sonámbula?

La muchacha parecía analizar la voz que le hablaba y comenzó a seguir con los ojos entrecerrados la fuente del sonido. El chico comenzó a ponerse un poco nervioso cuando Lovegood pareció adivinar dónde estaba exactamente y le desconcertaba observar cómo le encontraba con la mirada perdida y comenzaba a acercársele. Él va retrocediendo ante todo eso de forma instintiva hasta quedarse pegado a la otra pared del pasillo.

La niña parece tan despierta y vulnerable al mismo tiempo...

–Hueles a hidromiel...

¿Sabría con quién estaba hablando?

–No pienso acompañarte a tu sala común, así que más vale que te despiertes y des media vuelta.

–¿Qué nos traerá Papá Noel? –soltó la joven de repente enfrascada en su mundo de sonambulismo.

–¡Por Merlín, esto es increíble! –exclamó el muchacho exasperado.

Aún así, pensó que esa situación era mejor que el encontrarse con algún prefecto, solo debía esperar a que la chica no despertase.

–He pensado que, si no logro llenar mi calcetín de dulces, al menos podría liberar a un elfo... –dijo la chica pausando su marcha y balanceándose un poco.

–En Hogwarts no hay elfos –respondió el chico.

-Oh, sí que los hay. A veces he merendado con ellos. Pero los de la cocina están bastante contentos, me gustaría saber si puedo liberar a algún amigo suyo en otro lado.

-Imagino que con eso en la cabeza habrás empezado a moverte.

Cuanto más la observaba, la escena le parecía aún más cómica, pero una parte de él pensaba que no podría ser real.

-Venga ya, Lovegood, estás fingiendo.

La chica no mostró respuesta alguna y siguió en la misma posición. Parecía muy expresiva incluso con los ojos medio cerrados y eso le inquietaba y le hacía desconfiar.

-Oye, ¿sabes quién soy? –le preguntó arqueando una ceja.

-Sé que no eres Santa Claus porque, si así fuera, me habrías llenado el calcetín.

-¡Uff! ¿Por qué sigo hablando contigo?... Tú no me has visto, niña.

-Vale... -respondió ella despidiéndose con la mano hacia la nada y mostrando una media sonrisa.

-Menuda Lunática... -farfulló el muchacho lanzando un suspiro mientras caminaba con las manos metidas en los bolsillos de los pantalones. Estaba decidido a seguir su camino y dejarla a sus anchas por el pasillo.

Un momento...

En ese momento nota cómo un pequeño escalofrío le recorre la espalda. De repente recordó que las escaleras habían vuelto a cambiar a placer en el lado del pasilo por donde él había llegado a ese piso y a donde la chica se dirigía en ese momento dando tumbos.

No puede estar tan dormida... ¿O sí?

Ya estaba bastante lejos del pasillo pero algo le hizo volver sobre sus pasos, una sensación de inseguridad que se incrementó cuando vio que el pasillo ya estaba vacío puesto que la melena rubia alborotaba ya había girado la esquina y se asustó más al no verla.

Ahora le parecía que el pasillo era más largo al no encontrar a esa extraña muchacha. Dando varias zancadas dio a parar al rellano de las escaleras que justo antes él había subido con tanta tranquilidad y discreción sintiéndose el rey de la fiesta. En ese momento se decía a sí mismo lo absurdo que era todo evitando que una chica rara de Ravenclaw se despeñara por las escaleras...

Apuró el paso y llegó al rellano de las escaleras donde vio a la niña como una aparición y sin ninguna intención de parar de deambular para esperar a la escalera.

Un paso más...

-¡Maldita sea, Lovegood!

El Slytherin consiguió coger a tiempo a la Ravenclaw que en ese momento parecía creer que tenía alas como el animal de su casa. Tirando primero del pijama con rapidez por la espalda, consiguió rescatarla estrechándola entre sus brazos. Se sorprendió de lo menuda que era y lo poco que pesaba. Pudo notar el frío en su piel cuando con un brazo la tomó por la cintura y con el otro por el hombro derecho para retroceder un poco más a la entrada del pasillo que habían dejado atrás.

-Venga, despierta.

-Hmmm....

El chico tenía el corazón acelerado y ella la carne de gallina.

Malfoy hizo que Lovegood se diera la vuelta para mirarle y comprobar si con el sobresalto de haber frenado una caída se había despertado o si al menos se había inmutado, pero ella seguía sumida en los brazos de Morfeo.

Uno alterado y la otra impasible.

La tomó por los hombros y comenzó a darle leves palmaditas en las mejillas. En ese momento pasó de parecerle un fantasma a una estatua de hielo y descubrió la suavidad de su piel, algo que no le desagradó.

Ella parecía reaccionar al calor de las palmas de la mano del chico pero no abría los ojos. Se había hecho un ovillo pegada al pecho del chico que le sacaba casi dos cabezas, con los brazos entrelazados protegiendo lo que llevaba como un tesoro y de repente dijo soltando un balbuceo:

-Cuidado con el calcetín... -posa con poca delicadeza en los brazos del chico el enorme adorno navideño. Pesaba y al abrirlo pudo comprobar que al final resultaba que lo tenía lleno de dulces de muchos tipos.

-Madre mía –el chico soltó a Luna y comenzó a rebuscar en el calcetín con asombro- Menudo arsenal, Crabbe y Goyle te aplaudirían y luego te robarían todo esto.

-Dulces para los elfos... -musitó Luna como respuesta apoyando la mano en una pared y posando su cabeza.

-Como para dejarte sola y que me delates... Maldición. Me vas a hacer llevarte a buscar tu sala común...

-Mi cama...

-Sí, eso. Para qué habrás salido...

-Para felicitar la navidad a los elfos domest-

-Síii. Sí ya, cállate. Parece que solo habla cuando te interesa. Como si estamparte la cabeza contra el último piso del castillo no fuera importante. Y si te dejo a tus anchas podrían descubrirme –el chico hablaba en voz baja y estaba alerta a cualquier esquina.

-Ahora no recuerdo esa canción de cuna...

Por un momento Draco se quedó otra vez perplejo e indeciso. Una parte de él desistió de despertarla, por un lado si lo hacía ya no correría el riesgo de que hubiera caídas por las escaleras y por otro, no quería que la chica fuera consciente de con quién estaba hablando y fuera testigo de su escapada.

-Mira, vamos a buscar tu sala común para que me dejes en paz y no haya otro espectro en el castillo.

Pensaba que si le seguía la corriente y conseguía redirigirla, a lo mejor lograba dejarla en algún sitio seguro.

Pero de repente le vino un flash y empezó a pensar en por qué le ponía tan nervioso la situación, si solo era una niña perdida y sonámbula... El caso era que, al ver que casi se caía, algo en él despertó...

Un suspiro.

Un sentimiento de vergüenza.

Un balbuceo de Lovegood.

El chico estaba más perdido que nunca. Se colocó detrás de la muchacha y la tomó de los hombros para comenzar a caminar.

Se asustó cuando doblaron la esquina y pudo ver su propio reflejo y el de la chica en una vitrina de trofeos.

Ahora se le presentaba un problema más puesto que desde el principio de la noche los chicos de Slytherin habían recorrido el castillo estratégicamente procurando evitar los corredores donde había más cuadros, y, aunque los personajes de los mismos ya estaban la mayoría o dormidos o muy entretenidos celebrando la navidad en otros retratos del castillo, había preferido no dejarse ver ante ningún ser mágico desde que salieron del Gran comedor y el buscar ahora la sala de Ravenclaw podría ser para el joven Malfoy un gran problema ya que estaba más expuesto para ser reprendido a altas horas de la noche y la escena podría demasiado rara si le encontraban empujando por los hombros a una muchacha menuda de un curso inferior en pijama y aparentemente inconsciente... Pensaba que la imagen podría hacer pensar mal a cualquiera y con lo cotillas que eran los personajes de los retratos se imaginaba lo peor...

Llegaron al lugar donde supuestamente las águilas buscaban su refugio, Ahoar solo quedaba encontrar el sitio concreto y para eso Malfoy necesitaba a Luna.

-Oye, Lovegood, espabila. Tienes que volver a tu dormitorio, o sino duermes en la calle.

.A veces duermo en sitios raros.

-Te creo.

-Una vez me desperté en un baúl.

-Mientras que no duermas cerca de mi sala, vete por donde quieras. Tú no me has visto. Dime, cómo se entra a la sala de Ravenclaw.

-No puedo decirlo.

-¡No me fastidies! La contraseña, ¡dímela!

-La contraseña es tu mente.

-Pues como dependamos de la tuya, vas a terminar durmiendo en un baúl.

-Tienes que responder.

-¿Responder a qué?

-No lo sé –Luna soltó una leve risita y se encogió de hombros.

-Por MerliiiiiiIn... -estaba cansado y suponía que no iba a sacar nada de información de la muchacha

Iba darse por vencido cuando de repente en un salón ancho del pasillo de la torre se toparon una gran estatua de un águila que daba la impresión de que intentaba presidir la sala y por otr lado permanecer discretamente en una zona.

Entonces Draco se dio cuenta de que no solía frecuentar esa zona del castillo y eso le hizo intuir que estaba cerca del nido de Ravenclaw.

-Lovegood, ¿por dónde se entra a tu sala común? Dime que está cerca y así te vas a la cama.

-Pero, ¿hemos encontrado ya a los elfos?

-Sí claro –respondió siguiéndole la corriente- Hemos ido a verles y les hemos dado los dulces. Ahora toca volver a la cama.

-¿Pero les hemos dado el calcetín? Eso era lo más importante.

-Que sí...

-¡Oh! ¡Qué bien!

-Oye, ¿esa estatúa con un águila es la entrada es importante aquí?

-Es la que decide quien tiene buenas ideas para entrar....

-Sé que estás dormida, pero, ¿podrías ir al grano? Porque a este paso el que se va a tirar por las escaleras voy a ser yo.

-Si no lo sabes no podrás descubrir los secretos de Ravenclaw.

El chico le pasó una mano a Luna arriba y abajo por delante de su rostro para comprobar definitivamente que sus reflejos no estaban activos. Si no la hubiera visto con la intención de  tirarse al vacío por las escaleras minutos atrás pensaría que le estaba gastando una broma.

Esa podría haber sido hasta el momento la conversación más larga que estaban teniendo y ella ni siguiera estaba siendo consciente y él prefería olvidar todo lo ocurrido como ella y despertar de un extraño sueño.

Draco continuaba guiando a Luna coin poca delicadeza por los hombros.

Tenía entendido que no era bueno despertar a la gente sonámbula de una forma muy brusca pero a él le tenía sin cuidado.

Dieron los unos pasos hacia la estatua y esta pareció cobrar vida y percatarse de su presencia:

-Buenas noches –habló con una voz grave para sorpresa del chico.

-¿Q-qué...? –se acercó Malfoy titubeante- Esto… Buenas noches.                         

-No me suena tu cara.

-Ya. Esto… Queremos entrar.

-Ella siempre responde bien a mis enigmas –dijo la estatua reconociendo a Luna, la cual parecía volver a estar perdida en el sueño.

-Pues no sé si hoy lo hará igual, pero aquí la dejo –se sentía intimidado al notar cómo la esaua hablaba de forma imponente sin necesidad de alzar la voz y, a la vez, ambos jóvenes parerían unos ratones a su merced.

- No puede quedarse en el rellano.

-Ya bueno, si se despierta que diga la contraseña que sea. Yo tengo prisa.

-Para entrar en mi sala no hay contraseña mejor que los entresijos de tu mente.

-Ya, eso me lo ha ido dejando claro por el camino, pero no sé qué significa y estoy muy cansado para averiguarlo.

-Entonces no crees ser digno de ciertos dones.

¿Qué? Por favor, no me insulte…

-¿Quieres pues probarte a ti mismo y ver si serías digno de entrar?

-Que conste que no se me ha perdido nada, pero, adelante.

-Entonces, como es Navidad, el enigma es el siguiente: «Cinco trozos de carbón, una zanahoria y un gorro están tirados en el césped del jardín. Nadie los tiró en el césped y, sin embargo hay una razón perfectamente lógica para que se encuentren allí. ¿Cuál es la razón?»

-¿En serio? –respondió asombrado el muchacho mientras meditaba la respuesta- ¿Siempre haces este tipo de preguntas?

-¿Tienes la respuesta?

-Puede ser cualquier cosa, como basura que ha caído en la torre de Gryffindor.

-Joven, si no te tomas en serio el enigma e insultas a otras casas, no me quedará más remedio que mostrarte mi furia y cerrarte el paso –advirtió la estatua indignada.

-Vale, vale…

-Son los restos de un muñeco de nieve -intervino la voz calmada de Luna- Un día unos niños unos niños se pusieron a construirlo en un parque con el tiempo se derritió.

Se produjo un breve silencio en el que el chico se quedó pensativo y con cara de asombro ante la conclusión de Lovegood.

-Correcto –dijo la estatua.

-Bueno, yo también podría haber llegado a esa conclusión… -dijo el muchacho.

-La próxima vez lo sabremos –le dijo la estatua.

-Lovegood, entra de una vez. Quiero que se acabe ya esta noche tan rara.

–Gracias, niño enfadado, y feliz Navidad... –se dirigió a él la muchacha y, rebuscando en el calcetín, le extendió una pequeña cajita en forma de pentágono. El chico la cogió. Sus manos eran suaves y menudas y estaban frías al tacto.

-A dormir –dijo lanzándole una última mirada a la estatua.

Y así la pequeña jovencita en pijama desapareció por la entrada de la sala común de las águilas dejando al chico perplejo y con la duda de si en verdad iba sonámbula.

Una vez que la entrada de selló, Malfoy salió de su ensimismamiento y, mirando a su alrededor, volvió a caminar con la mayor discreción por los pasillos hacia su sala común pensando en todo lo que acababa de ocurrir desenvolviendo la cajita que le había entregado para hacer saltar la rana de chocolate que se hallaba dentro. Al principio le daba miedo ver lo que podría sacar del enorme calcetín, pero el dulce parecía estar en buen estado.

Pensaba que no había hecho nada en el fondo pero estaba bien que por el susto del encuentro con Lovegood se hubiera llevado un dulce.

Ya en las mazmorras se acordó de por qué había retomado sus pasos hacia el pasillo de la torre de Astronomía y pensó que a esas alturas ya le daba igual dónde se encontrara su capa de gala y que no le interesaba contar este extraño encuentro en los pasillos a sus amigos.

Al entrar al calor del nido de las serpientes observó que sus amigos aún seguían sentados charlando junto a la chimenea.

-Draco –susurró Pansy sentada en el sofá cuando la puerta de la sala se abrió– ¿Dónde demonios estabas? Ya pensábamos que te había pasado algo…

-Es que no encontraba la capa y me he encontrado… algo raro en medio del camino.

-¿El qué? –preguntó Zabini.

-Un muñeco de nieve…

  


20 junio 2020

Ranas de chocolate - 2






2
             
La lluvia repiqueteaba en el cristal del vagón con fuerza por un lado y por el otro, tras la puerta del compartimiento, se escucha el típico bullicio de los alumnos preparados y emocionados por comenzar un nuevo curso.  A ella no le molestaba ninguna de esas cosas, se limitaba a seguir el traqueteo del tren concentrada en lo que estaba dibujando en ese momento.

Parecía increíble que todo hubiera regresado a la normalidad, ya que el curso anterior Hogwarts estaba en peligro de ser clausurada para siempre... Corrieron infinidad de rumores sobre el posible y el verdadero heredero de Slytherin, sobre todos los mensajes que aparecían en las paredes, sobre la extraña chica pelirroja de la casa Gryffindor que iba a su mismo curso y sobre el monstruo que se escondía en las entrañas del castillo.

A Luna Lovegood le habría encantado ver un basilisco de tamaño gigante con sus propios ojos y pensaba que por un lado el famoso Harry Potter era de lo más afortunado. Una vez hizo ese comentario en el viaje de regreso a casa el curso anterior ante dos compañeras de su casa y la miraron arrugando el ceño y preguntándole que qué clase de lunática era. Ella se limitó a encogerse de hombros.

No había sido un curso escolar demasiado bueno en resumen. Porque si nada más llegar a un castillo tan encantado descubres que puede ser que decidan cerrarlo justo cuando sientes que te estás haciendo a la rutina y que ya has logrado memorizar el horario y el nombre de tus compañeros de clase, de los profesores y los de los fantasmas y que además ya habías encontrado tu sitio preferido para que luego a mitad de año te digan que hay un peligro desconocido para aquellos que tengan ascendencia muggle… acumulas muchas sorpresas pero bastante agridulces.

De todas formas, todo salió bien… o eso parecía. Ella estaba concentrada en plasmar todos esos pensamientos en su cuaderno mediante bocetos en tinta negra. Dibujaba y dibujaba sin parar cuando tenía cualquier rato libre en Hogwarts. No sabía si a la vuelta a su habitación en el castillo le habrían borrado los dibujos que hizo en el cabecero de la cama, esperaba que no, pero por otro lado si ya no estaban podría hacer otros nuevos. Sus compañeras siempre la miraban raro y le decían que cómo se le ocurría hacer eso, que por su culpa las iban a regañar a todas, ella respondía que era una forma de sentirse como en casa. Que si les reñían ella lidiaría con las consecuencias porque era su cama, se ofreció a hacerles unos dibujos también a pero al parecer la idea no les hizo ninguna gracia. Esta vez estaba pensando en colocar algún amuleto que ahuyentase a los Nargles para que sus cosas estuvieran a salvo. Pues desde que llegó por primera vez al castillo no habían parado de desaparecerle objetos como el material escolar o algunas zapatillas del pie izquierdo.

Estaba inmersa en todos esos pensamientos a la vez que le daba sombreado a un dibujo del águila de Ravenclaw, cuando de repente la luz del compartimiento comenzó a parpadear muy seguidamente y se desconcentró. Miró a su alrededor y notó que todo estaba extrañamente tranquilo y que el ritmo del vagón iba disminuyendo. Pero aún les quedaba un buen rato para llegar al castillo.

Por la ventana se veía un cielo gris encapotado, como si todo el campo que atravesaban en ese momento estuviera lleno de humo de chimeneas, y sumergido en la oscuridad. Y por un segundo pensó que su mente la engañaba y que había estado forzando mucho la vista frente al cuaderno de dibujo, porque le dio la sensación de ver unas enormes manchas o siluetas negras flotar por el horizonte que parecían hacerse más grandes según levitaban.

Un escalofrío le recorrió la columna y la piel se le erizó. Buscó su chaqueta gris y se la colocó sobre los hombros casi de forma instintiva, como un signo de protección. El ambiente era muy extraño… Poco a poco todo se iba tornando más frío y oscuro, La lluvia seguía cayendo con fuerza pero ahora parecía que todo se empezaba a sumergir en un inquietante silencio.

El tren se paró por completo y ella miraba hacia la ventana esperando percibir algún ruido del exterior.

Le daba la sensación de haber caído en una rara ensoñación, que en realidad el trayecto hacia el castillo continuaba tranquilamente y que se acababa de quedar dormida en el asiento y de repente estaba en lo que podría ser un sueño lúcido. Pero se empezaba a sentir muy sola en ese tren, por primera vez desde que montó en él.

-Tiene que haber alguien –murmuró para sí misma.

          En ese momento la puerta del compartimiento se abrió y volvió a cerrarse con brusquedad haciendo que a la chica le diera un vuelco el corazón del susto y que lanzase un leve grito.

-¡Tss! ¡Silencio, niña!

-Malfoy… ¿Qué estás haciendo en mi sueño?

-¡Habla más bajo o vendrán hacia aquí!

-¿Vendrán? ¿Quiénes?

-Dementores… Han subido al tren… Cierra la boca.

-No sabía que podía soñar algo tan triste… Pero ¿cómo es que has llegado hasta aquí…?

-¿Qué dices, estúpida? Esto no es ningún sueño, es el mundo real y si no quieres que esos bichos entren lo mejor es que te calles y no muevas un músculo o vendrán hacia lo primero que perciban… -dijo el chico apresuradamente en susurros.

Ella observaba cómo se sentaba casi agazapado con expresión de alerta en el asiento que tenía en frente y cómo poco a poco se desplazaba hacia la ventana para pegarse a esa esquina sin apartar la vista de la puerta, expectante.

De su boca empezó a salir un leve vaho y al ver eso se dio cuenta de que ella misma también empezaba a desprenderlo y le entró un escalofrío, pero no dijo nada. Se limitó a analizar detalladamente la puerta y el recorrido que había hecho el chico en el asiento hasta llegar a él y volver a recorrer la escena a la inversa.

En ese momento Luna Lovegood sintió cómo la tristeza empezaba apoderarse de ella. Fue algo que le costó identificar al principio. Nada instantáneo. No sabía por qué, pero no podía articular palabra y de repente algo dentro de ella se encogió un poco al observar cómo una enorme sombra se materializaba a través del cristal de la puerta. Y de una forma hipnótica no podía apartar la mirada. Una criatura encapuchada se posaba frente a ellos y lo único  que les separaba era una fina puerta. No tenía ojos, pero sentía cómo algo le atravesaba el alma y un vació la empezaba a invadir.

Entonces ella dirigió una mirada de nuevo hacia Draco Malfoy, que por su expresión parecía que estaba recordando e intentando asimilar que estaba allí con ella, en el rostro del muchacho parecía leer que si esa criatura abría la puerta estarían perdidos. En ese momento el se agachó y se sentó despacio en el suelo, sin que le importara nada ensuciarse la túnica, buscando una forma de protegerse, y ella le imitó.

No tenían una expresión de miedo, sino de haber caído en una extraña ilusión que les dejaba sin aliento. La mirada de aquel chico rubio era una mezcla de lo que ella estaba sintiendo en ese momento pero su cara había dejado de tener esa alarma para pasar a una expresión de tristeza que jamás imaginó ver en él; el chico altanero y superficial de Slyherin al que nada le importunaba como para cambiar el semblante delante de quienes consideraba inferiores, ahora temblaba como ella y se delataba como humano.

-Malfoy… -susurró la niña dejándose llevar por la pena que le transmitía verle así de perdido- Tranquilo… Mírame… Estamos aquí –ella en un intento desesperado por reaccionar a esas tristes sensaciones se acercó un poco y posó su mano en el hombro izquierdo del chico para intentar que él también despertase.

Draco permanecía inmóvil observando la figura que parecía mimetizarse con el cristal y alcanzó a lanzar un leve murmullo casi inaudible y sus ojos comenzaron a delatarle del todo frente a ella cuando dejó escapar una pequeña lágrima. Luna no entendía aún del todo lo que estaba sucediendo, si había un ataque o hacía tiempo que se había quedado dormida de verdad y caído dentro de una rara pesadilla, y se preguntaba qué le estaría pasando al chico en ese momento por la cabeza para mostrarse tan vulnerable. Al mismo tiempo sintió un impulso de protección hacia ese ser tan extraño e indefenso sobre el que posaba su mano, le dio unas palmaditas en el hombro y comenzó a susurrarle de una manera más afectuosa:

-Draco… No llores…. Todo va a salir bien.

       Él la miró sin mostrarse enfadado por las palabras pero algo más serio y preocupado como dándose cuenta de que quién era ella y que estaba frente al mismo peligro que él. La tomó de las manos y apartó al mismo tiempo que ella la mirada de la puerta, fijando la vista en el suelo y acercándose a la chica hasta que quedaron con las frentes unidas.

Un impulso.

       Unas manos entrelazadas buscando dentro de cada uno una salida de la tristeza. Esa sensación de contacto era reconfortante para ambos.

-No quiero tener miedo… -susurró él con voz entrecortada.

-Yo tampoco.

De repente al verse así, a Luna le vino a la mente el recuerdo de su madre, cuando le hacía compañía en su habitación en los momentos en que de pequeña sentía miedo en las noches de tormenta, cuando era muy pequeña y aún no comprendía el encanto del tiempo y su madre le contaba historias de porqué las nubes lloraban y pegaban alaridos que nos llegaban a nosotros como truenos. Entonces, ese momento, acordarse de su sonrisa, se sintió tan tranquila como cuando la historia terminaba y su madre apagaba la luz y hacía dibujos en el aire con su varita. Y descubrió que eso mismo era lo que le quería transmitir a Draco; calma y apoyo. No pensó en quién era él, sino en el sufrimiento que percibía en ese momento. Una fragilidad nunca vista en ese chico, con unos ojos vacíos que a la vez parecían pedir ayuda en silencio.

El Dementor entonces pasó de largo por la puerta y no reparó en ellos más tiempo. Al parecer había algo que le atraía más pero ese instante en el que se quedó quieto en la puerta se les hizo eterno.

Era como si al haberse tomado de las manos hubieran creado alguna especie de “escudo” porque en ese momento Luna Lovegood se sintió menos sola y la expresión de Draco pareció menos nerviosa… Algo extraño.

La muchacha sentía que aún no podía mover un músculo hasta que volviera a haber un atisbo de luz. Ambos se quedaron paralizados no supieron exactamente por cuánto tiempo. Pero pensaban que si se movían el Dementor podría volver.

De repente, las luces volvieron a encenderse poco a poco y se escuchó cómo varias personas hablaban por los pasillos haciendo retomar la calma entre los alumnos, quizás algunos prefectos. El tren volvía a retomar su macha poco a poco y al parecer eso fue lo que a los dos jóvenes les hizo reaccionar y separarse por completo el uno del otro evitando la mirada del contrario algo avergonzados, sobre todo por la parte del Slytherin.

-Nunca había visto a una criatura así tan de cerca –fue lo primero que a Luna se le ocurrió decir entre el asombro y para intentar normalizar la situación y evitar el hecho del contacto tan extraño que acababan de tener.

-Lovegood, si le cuentas esto a alguien… -dijo el chico en tono amenazador y a la vez con un hilo tembloroso y tomando aliento.

-Nadie me creería. Aún intento asimilarlo –contestó ella incorporándose en el asiento mientras recogía sus pertenencias, pues se dio cuenta de que con la entrada del chico habían quedado algo revueltas y esparcidas por todo el compartimiento.

-En serio. Tú no me has visto en todo el viaje, sino, puedo hacerte la vida imposible en el castillo. Y no tendría que esforzarme mucho. Ya eres un caso perdido –le encaró mientras se recolocaba la túnica y ponía de pie y le dio la espalda. Luna se dio cuenta entre tanto mirando de reojo de que Draco se intentaba secar las pocas lágrimas derramadas lo más disimuladamente posible mientras le decía:

-Será mejor que te tranquilices, Malfoy. Mis silencios son poderosos para ti, a lo mejor no quieres amenazarme tan a la ligera… -contestó ella con voz calmada sin dirigirle la mirada. Prefería concentrarse en recoger todas las cosas que se habían caído de su mochila.

El chico arqueó una ceja y le dijo dándose la vuelta con con incredulidad:

-Espera, ¿me vas a chantajear por lo que acaba de pasar?

-No todos somos tú, Malfoy. Aunque en realidad tampoco sé cómo acabas de ser…-dijo esto último ahora dirigiéndole una mirada tranquila y encogiéndose se hombros- Pero, simplemente, no tengas miedo…

Entonces ese momento sabía que él quería haberle gritado un “No tengo miedo” o lanzarle algún insulto, pero después de lo que ambos acababan de presenciar en ese tren y después de sentir cómo se le helaba la sangre… ninguno se atrevía a ser muy impulsivo.

-Haremos un trato –rompió el silencio la Ravenclaw.

-Un trato… contigo…

-Yo no le diré a nadie lo que acaba de pasarnos, si me dices en qué estabas pensando cuando entró la criatura.

-¿Y para qué mierda quieres saber eso? –espetó él incrédulo- ¿Para usarlo en mi contra? ¿Acaso me lo vas a decir tú?

-No lo quiero usar en tu contra, pero es la primera vez que me ha atacado uno de ellos. Necesito entender bien hasta dónde puede llegar…

- Como si hubieras podido concentrarte en una sola cosa…

-Yo me he acordado de mi madre –contestó sin ningún reparo-. Solo podía ver su rostro, me estaba sonriendo... y luego todo se volvió muy oscuro... Pensaba que yo también me había muerto y que estaba preparada para reunirme con ella. Creo que casi podía tocarla pero de repente me sonrió y eso hizo que estuviera menos triste, y luego te vi a ti de frente, y me preguntaba si habías visto algo parecido, porque como tenías los ojos abiertos. Solo quería saber si has tenido una sensación parecida… No es malo tener miedo, ni llorar.

-No he visto ni sentido nada más que frío, Lovegood, solo eso –esta vez bajó su tono a uno que no sonaba amenazador sino desconcertado por la descripción que ella acababa de dar en la cual parecía haberse enterado de media vida de la extraña chica-. Así que, no vuelvas a mencionar nada de esto. Los Dementores pueden volver, pero si se han marchado es que han encontrado a alguien más interesante a quien darle su beso. No le des más vueltas y agradece que no te hayan absorbido el alma.

            Con esa última frase el chico se dirigió a la puerta vigilando por si pasaba alguien por el pasillo antes de abrir, se disponía a marcharse pero la Luna le retuvo:

-Espera, toma.

-¿Qué quieres ahora? –volvió sobre sus pasos en un tono de exasperación.

-Acabo de encontrarla en mi mochila –le lanzó una cajita con forma de pentágono que contenía una rana de chocolate-. Te has quedado bastante paliducho, deberías comer algo.

-No pienso comer nada que salga de tu mochila, Lovegood –respondió el con gesto de indignación mirando la cajita en la palma de su mano.

-Está sin abrir, pero como quieras…

-¡Bah! Recuerda, tú no me has visto –con esa última frase abrió despacio la puerta mirando a cada lado con inquietud y una vez fuera procuraba mantener la compostura y colocarse uno mechones de pelo que le caían por la frente.

           Ella le siguió con la mirada y se acercó a la puerta para cerrarla de nuevo ya que el chico la había quedado entreabierta con las prisas que llevaba y se asomó para ver el ambiente en el pasillo. Percibía que había mucho alboroto en los otros compartimientos y observaba cómo el Slythein volvía con sus serpientes. Él no volvió sobre sus pasos ni puso la vista atrás, sin embargo, Luna vio cómo se guardaba la rana de chocolate en el bolsillo de la túnica.

Qué chico tan bobo –pensó ella negando con la cabeza-. ¿Por qué le costará tanto decir un “gracias” cuando se ve lo quiere decir de verdad?

Decidió que ya era hora de ponerse la túnica y prepararse para cuando llegaran al castillo.

Esa noche encontró su cuarto en Hogwarts tan aburrido como cuando llegó el curso pasado, decidió que ya le daría su toque al rinconcito que le correspondía a la mañana siguiente.  Estaba cansada y empachada después de una copiosa cena. No quiso correr las cortinas de su cama como habían hecho el resto de sus compañeras, quería ver la luz de la luna atravesando su ventana ahora que el cielo había dado tregua y no llovía.

Había sido un comienzo de curso extraño, como todo en el fondo. Y una parte de ella seguía con miedo y tristeza en el cuerpo. Y al mismo tiempo otra parte recordaba con asombro al Dementor, intentaba comprender de dónde nacía tanta oscuridad… Imaginaba que nunca lo sabría aunque fuera bruja y su curiosidad la llevara a lugares y momentos insospechados como el de esa tarde. Sabía que no todo tiene una explicación lógica y que cuando buscara la respuesta de la forma más extraña, encontraría la respuesta a algo diferente...
Oscuridad…

Malfoy no rechazó tomarla de la mano. Al final podría ser que todo hubiera sido un sueño rarísimo, pero, ¿por qué habría de soñar con ese muchacho? O a lo mejor quien había tenido un sueño era él, o puede que tuvieran a la vez la misma pesadilla… No. Le parecía estúpido que uno de los dos pudiera soñar con el otro aunque al mismo tiempo dudada de si lo vivido en aquel vagón habría sido real… Y fuera o no una pesadilla, ¿debía significar algo? En esos momentos se contradecía. También ella misma para ser bruja pensaba que no debería dejarse llevar por el escepticismo. Porque si no si que se consideraría realmente una bruja aburrida si andaba intentando buscar el origen de todo  sin dejar nada a la imaginación ni a la magia

Por su parte Malfoy no parecía muy afectado durante el resto de la cena en el gran comedor. Una vez que llegaron al castillo pudo verle más que recuperado del tétrico incidente con el Dementor desde que se empezó a correr por el camino al castillo el rumor de que Harry Potter se desmayó en el tren. Le parecía muy raro escuchar al Slytherin cómo cambiaba su versión de la historia para su conveniencia. Sabía que lo haría, pero le sorprendía que normalizase tanto el encuentro con la criatura dejándolo pasar como una anécdota sin importancia, porque podría haber sido un héroe en su propia historia si hubiera querido, ella no habría sacado a nadie de su error porque básicamente le daba igual lo que Draco contase. Pero por lo que Luna había presenciado, una parte de ella sabía que si el chico no se había atrevido a dar muchos detalles de cómo y dónde se había encontrado con el ataque de los Dementores era porque en él quedaba un residuo de miedo al recordarlo y se escudaba con regocijo en lo que le ocurrió a Potter. En la historia que les contaba a sus colegas de Slytherin lo único verdadero era que vio de lejos a un Dementor en el pasillo mientras daba una vuelta por su cuenta. Con la conciencia tranquila también se hace magia…

Es tan extraño… -meditaba mientras se arropaba y colocaba su cabeza en la almohada mullida,  quizá lo que más había echado de menos del cuarto- Porque los Dementores son seres horribles, pero en ese momento he logrado ver un lado más humano de quien tenía frente a mí, que haya tenido que ser a través de esas criaturas... Sin máscaras ni apariencias, solo lágrimas y respiración agitada. Un cuerpo indefenso y humano como el mío. Si en el momento del ataque le pasaron recuerdos tristes por la mente como a mi y acabó llorando, debe de sentir una gran tristeza, miedo o frustración en el fondo y muchas dudas, o todo a la vez. Quiere ser tan frío como los Dementores que llega a ser absurdo. Y luego la rara soy yo por decir lo que se me pasa por la cabeza. Creo que por eso las criaturas se acercan más a él. Tiene toda la cabeza llena de Torposplos. Pero no pensé que me fuera a tomar la mano como lo hizo. Parecía que con eso intentaba tener algo con lo que sostenerse a la realidad, espero haberle servido de ayuda. Porque sus ojos la necesitaban. Mientras que el frio del Dementor no haya entrado en su corazón, a lo mejor tras esta experiencia hay poco más de empatía en Draco Malfoy… y si no me seguirá dando mucha lástima.

Una cosa si estaba clara para Luna, su madre había sido su apoyo y consuelo en momentos difíciles y ese sentimiento de cariño sería lo que la ayudaría a dormir esa noche creyendo aún más en la magia. Aún no acababa de entender del todo bien qué hizo retroceder a la criatura. Pero, como más adelante sabría que los recuerdos felices serían muy poderosos.

Al fin y al cabo alguien le dijo, con razón, que “la felicidad se puede hallar hasta en los más oscuros momentos, si somos capaces de usar bien la luz”.