08 julio 2021

Ranas de chocolate - 5


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Era una tarde oscura y lluviosa, las clases habían transcurrido con normalidad y parecía que a todo el mundo se le había ocurrido la misma idea de refugiarse de aquel temporal en la biblioteca. Todo eran murmullos, sonidos de páginas pasadas, plumas escribiendo, libros encantados saliendo y entrando de su sitio en las estanterías y el continuo y sonoro repiqueteo de las gotas de lluvia cayendo en los cristales junto con el crepitar de las velas y chimeneas que hacía que los estudiantes se envolviesen en un ambiente casi de tranquilidad y protección.

Aunque esa grata sensación no era igual para todos.

Malfoy no solía frecuentar mucho la biblioteca, no era su plan ideal para pasar la tarde. Sabía que en ese momento le venía bien estar en otro sitio más alejado, pero por un lado se decía con pesar que debía actuar con cautela y guardar las apariencias, aunque eso supusiera tener que aguantar otro año escolar en Hogwarts. Ya se había determinado un plan y un futuro para él y su familia… Debía centrarse en la misión o lo perdería todo… Entonces, ¿para qué perder el tiempo en un extenso y tedioso trabajo de Transformaciones? Sentía que estaba inmerso en una fachada, una doble vida, por un lado, la de alumno que perdía el tiempo y por otra, de lo que le depararía llevar esa nueva marca en el brazo… Y, aunque no lo diría jamás en voz alta, aunque hubiera empezado a odiar ese castillo, a veces le gustaba centrarse en su papel de alumno, olvidar la pesada carga que llevaba encima y centrarse en cosas cotidianas del antiguo Draco. Aunque fuera un absurdo y aburrido trabajo en la biblioteca.

Todo eso daba vueltas en su cabeza mientras jugueteaba con una pluma sin tinta entre los dedos. Estaba en ese momento rodeado de su grupo en la zona más alejada de la entrada y del gentío, cercana a la sección prohibida, así que pensaba que podía meditar con tranquilidad en sus siguientes pasos para su misión, ya que los deberes y el trabajo en grupo de aquella tarde en cierto modo le tenían sin cuidado, encontrarían la manera de acabarlo lo más rápido posible, copiando, plagiando o sobornando a alguien competente.

Crabbe y Goyle garabateaban en pergaminos, Zabini estaba inmerso en una obra de su autor favorito, Pansy parloteaba junto con Millicent Bulstrode  sobre el último cotilleo de la sala común de las serpientes y Draco permanecía apartado de todo eso en una esquina de la mesa.

Al principio se encontraba a gusto pero el estrés aumentó cuando empezaron a entrar grupos de estudio de otras casas y el murmullo iba a más. Para su pesar, a un grupo de Gryffindors no les quedó más remedio que ocupar la mesa que los Slytherin tenían a su izquierda y más incómodo fue que ese grupo estaba compuesto por el sucio Potter y su par de amigos. Ahora tendría que aguantar las miradas de desdén de Potter, que parecía que ese año se había propuesto ser una lapa y estar encima de él, espiándole como un detective. Le había dado por creerse el Elegido y Draco solo podía pensar en partirle la nariz otra vez. Además de él estaba viendo que tendrían que soportar a la pesada de la sangre sucia dando un sermón a la comadreja mientras se creía mejor que el resto enorgulleciéndose de ser una rata de biblioteca.

Uno de los motivos por los que había querido sentarse en esa zona era porque tenía la sección prohibida más cerca y podría colarse para buscar alguna idea o inspiración para su pesada misión, pero con esos tres ahora pensaba que le sería más difícil. No podría soportar al cotilla de Potter siguiéndole por las estanterías, pensaba que si se le llegaba a encontrar le lanzaría una maldición...

               Todo era más incómodo aún cuando se empezó a notar que a pesar de los susurros, ambas mesas escuchaban bien lo que se comentaba en la de al lado como si estuvieran todos sentados juntos.

Draco prefirió distraerse tachando libros de la lista que tenía en las manos pensando en un medio para ver cómo los podía coger de la biblioteca sin que nadie se enterase. Su paz se vio definitivamente rota cuando empezó a escuchar una tonta retahíla de comentarios entre Pansy y Granger.

               Al parecer, de repente, la Gryffindor sacó un gran grupo de pergaminos y los fue colocando con cuidado sobre su mesa sin percatarse de que se le había caído de entre el montón un pequeño y antiguo ejemplar de la revista El Quisquilloso, fue a recogerla pero para su pesar, cayó cerca de las chicas de Slytherin y se tuvo que levantar a por ella comenzando así una tonta discusión:

-Esa revista no vale ni para envolver pescado, como para hacer caso a la familia chiflada que la edita. ¿Cómo te puedes fiar de alguien que lleva rábanos en las orejas? –comentó Pansy esperando que la escuchasen bien. Su amiga soltó una leve carcajada y ambas lanzaron a Hermione una mirada de suficiencia.

-Dudo mucho que sepas envolver pescado, pero bueno… -respondió la muchacha. Una cosa era que los Gryffindor pusieran en duda a El Quisquilloso y otra que otros se metieran con Luna, a pesar de qie la chica no solía frecuentar mucho su grupo.

-Te la estás jugando, Granger –advirtió la grandullona de Milicient.

-No me digas –se encaró Ron en defensa de su amiga.

-Se acabó –Hermione lanzó un hechizo silenciador que hizo que los Slytherins no pudieran escuchar  lo que los Gryffindor comentaban en la mesa de al lado y solo se rompía si alguien entraba en contacto con la zona silenciada.

Eso les permitió estar a gusto otro rato, pero las miradas de desdén seguían siendo visibles. Y en ese momento, tras esas breves palabras y la imagen de la revista, Malfoy recordó el último contacto directo que tuvo con Lovegood y sintió algo en su interior que no le gustó.

-Vaya, como si me importase lo que esos leones piensen de nosotros –refunfuñó Pansy reconociendo de qué trataba el hechizo- ¡Pues si hacemos ruido os aguantáis! Que para eso hemos llegado aquí antes que vosotros.

-Pansy –interrumpió Malfoy queriendo que cesara su retahíla y que simplemente se limitara a ignorar a la chusma-. Tengo sed, tráeme agua.

-Enseguida, Draco –respondió la chica dando media vuelta para mirarle y cambiando por completo su estado de ánimo. La joven se levantó obediente.

 

((-Qué penoso es que los Slytherin se consideren tan superiores y que a la vez tengan aptitudes tan machistas –señaló Hermione pasando las páginas de un libro enorme con el ceño fruncido.))

 

-Oíd, no es por nada, pero deberíamos ponernos ya con el trabajo –comentó Zabini al cabo de un rato cerrando su libro.

-Ya te has terminado tu novela, ¿no? –asumió Pansy arqueando una ceja.

-No, me queda un poco, pero es que para leer aquí prefiero irme a los sofás de la sala común… Cuanto antes nos lo quitemos de encima mejor.

-¿Y por qué no lo acabas ya?

-Porque prefiero disfrutar de las cosas que me gustan poco a poco, Parkinson –dijo el chico mostrando una seductora media sonrisa.

-Vaya cosa, con un libro… -añadió Millicient y ambas chicas rieron junto con Crabbe y Goyle.

Aunque las serpientes no podían escuchar nada de la converdsación de los leones la cara de Hermione hablaba por sí sola tras el comentario:

((-¡Por Dios! ¡Esto es una biblioteca…! -dijo escandalizada de la reacción de los Slytherin.

-Pero ignórala -dijo Ron sorprendido de que su amiga entrase al trapo.

-Es que no puedo con ciertas estupideces… -le susurró con exasperación.

-¿Por qué susurras ahora? Si no te oyen –señaló Harry.

-Por respeto a la biblioteca –respondió la chica con solemnidad.))

 

-Vaya, este no es el ejemplar que nos hace falta –comento Milicient- tenemos que volver a por el siguiente número.

-Déjalo –dijo Draco cuando vio que estaban dispuestos a moverse para localizar el libro-, mejor lo busco yo, vosotros acabad de copiar ese pergamino.

Necesitaba ponerse en pie y alejarse de ese estúpido escenario y tanto de sus enemigos como de sus amigos, perderse un poco entre las estanterías, porque si no sentía que sería capaz de empezar un duelo con Potter aunque un hechizo silenciador reinase entre ambos. Aprovecharía para buscar libros sobre venenos y encantamientos que tenía en mente en lo que buscaba el ejemplar para el trabajo. Seguramente tendría que lanzar algún hechizo aturdidor a algún curioso.

zLlevaba ya un buen rato buscando entre varios pasillos y le agradó ir viendo menos gente. Cuando tuvo un par de libros de venenos en su poder y uno  sobre hechizos para la mente decidió buscar un sitio donde ojearlos sin ser observado. Encontró lo que parecía un recoveco una esquina de la biblioteca que formaba un acogedor cubículo de estanterías donde solo podías salir por donde habías entrado. El pequeño espacio estaba iluminado por una gran cristalera con un alfeizar lleno de objetos de decoración: bustos, un globo terráqueo que mostraba las fosas marinas más encantadas un pergamino enorme y  algún trofeo, debajo del mismo había una amplia mesa y una silla. Pensó que era un sitio bastante íntimo donde poder echar un vistazo a lo que había logrado seleccionar. Soltó su cartera en la mesa y empezó a sacar de la misma varios títulos.

Sacó además una cajita de ranas de chocolate, que llevó esa mañana a clase y que se le había olvidado guardar en su dormitorio antes de ir a la biblioteca y se quedó observándola con sorpresa un momento. La dejó apartada a un lado de la mesa y cuando se dispuso a sentarse para leer el índice del primer libro con rapidez una vocecilla le sobresaltó:

-Me parece que, según las normas de la biblioteca, está prohibido comer.

-¡Pero, qué diablos! –exclamó Draco. El chico pegó un salto en su silla y maldijo en voz alta buscando a la causante de su sobresalto, al parecer no se había dado cuenta de que ese rincón ya estaba ocupado, pero podía jurar que al principio no había visto a nadie. Miró a su izquierda y la vio en el suelo:

Luna Lovegood y sus rarezas…

La chica estaba tumbada boca arriba y tenía las piernas apoyadas en alto en la estantería que tenía de frente y sin zapatos: Parecía leer absorta de todo y sin importarle lo que dijesen los que por allí pudieran pasar a buscar algún libro o si por sorpresa decidía pasar la bibliotecaria. Tenía el pelo suelto y desparramado por el suelo y la túnica en sendos tirabuzones rubios, sostenía en sus manos un libro no muy liviano y por lo que él podía apreciar lleno de ilustraciones. Sus piernas alzadas y en cruz, eran delgadas y estaban cubiertas por unas medias negras tupidas y por los pliegues de su falda. Estaba ridículamente cómoda. Y dejaba ver una silueta que al chico no le desagradaba sino que le dejaba extrañado preguntándose por qué la estaba contemplando tanto rato. De repente ella apartó la vista de su libro y le lanzó una mirada que al estar del revés hacía que sus ojos fueran más saltones y el Slytherin reaccionó sintiendo cómo ella le lanzaba un enorme interrogante el cual no supo ni quiso responder, en su lugar se puso a la defensiva:

-No estaba comiendo, pero, ¿qué más te da a ti? –Cuestionó Malfoy esta vez en susurro moderando su sobresalto anterior- ¿Es que acaso vas a delatarme?

-Para nada. Estoy demasiado entretenida leyendo un capítulo sobre las sirenas mitad ave y mitad mujer –dijo Lovegood volviendo a su libro.

-¿Por eso estas bocabajo? ¿Estás esperando a que te salgan alas o aletas? –preguntó el chico con sorna.

-Sería interesante, pero mejor un día que no llueva tanto...

Ahora Malfoy estaba indeciso; por un lado la chica entorpecía su momento para echar un vistazo a los libros, no sabía hasta qué punto podía quedarse ahí sin que ella le observara, y por otro ya había pasado bastante tiempo desde que había dejado a su grupo de Slytherins y no le hacía gracia que la gente le viera compartiendo espacio con Lovegood y se hicieran ideas equivocadas.

Se quedó pensando un instante tapando los libros con discreción por si a la chica le daba por volver a alzar la vista. Aunque se notaba que había bastante distancia entre ellos y que no estaban tampoco a la misma altura para que la chica pudiera ver todo lo que había en la mesa no se quería arriesgar. Sí había visto la cajita de dulces podía darle por curiosear o ponerse en pie.

Draco deliberaba qué hacer mientras contemplaba inquieto la lluvia a través de la ventana.

-Me parece que algo a parte de la tormenta ha interrumpido un importante pensamiento en ti –volvió a comentar la Ravenclaw.

-Lovegood, necesito estar solo –le respondió finalmente en un tono serio.

-Tranquilo. Las tormentas nos afectar a todos, no me molestas –respondió la Ravenclaw pasando una página.

-¡Pero tú a mí sí! Y la biblioteca está llena.

-¿No se te ha ocurrido que podríamos compartir el espacio? Aquí hay sitio para al menos tres estudiantes.

-Tú ni siquiera sabes estar bien sentada, ¿cómo me aseguras que no me vas a molestar?

-Sin embargo, creo que yo estaba aquí antes. Es curioso, porque creo que ya hemos tenido una conversación parecida en otra ocasión… -comentó Luna con la atención puesta en su libro y con un tono más pensativo.

-Oye, no estoy de humor y tengo prisa –obviando el último comentario de la joven con algo de vergüenza.

-Ya veo, parece que estás como la tormenta de afuera. Pero si de verdad necesitas este espacio para trabajar igual que yo, creo que le podrás sacar partido independientemente de que yo esté leyendo en una esquina.

-¿Y eso cómo me lo aseguras? –preguntó él arqueando una ceja cansado.

-Tendrás que fiarte de que puedo ser invisible como algunos me consideran.

-Sí, pero no he hecho más que poner un pie aquí y ya me estás quitando tiempo y cotilleando lo que hago y leo.

-Doy por hecho que tienes libros porque estamos en la biblioteca, pero lo demás es cosa tuya.

-Por Merlín, ¿es que tienes respuestas para todo?

-Según lo que me planteen –contestó la joven encogiéndose de hombros.

               Malfoy sabía que no tenía tiempo que perder. Se limitaría a copiar en un pergamino encantado que solo pudiera leer él algunos títulos de los libros que había seleccionado con mucha discreción, lo que le hizo tardar unos minutos en recopilar algunas notas sin quitar ojo a Lovegood, que parecía que podía evadirse por completo e ignorarle. Pero él trataría continuamente de mostrar una fachada de alumno normal sin sacar nada más de su cartera. No era prudente darle a una chica que frecuentaba la compañía de Potter ningún tipo de información, ni siquiera visual, por lo que debía ser rápido y devolver los ejemplares a su sitio en la biblioteca y regresar con su grupo cuanto antes con alguna escusa.

Por un momento se sintió muy inquieto y observado, pero el resto del tiempo que el chico pasó ahí pareció que la joven mantenía su palabra de que no le iba a molestar más. De vez en cuando él le lanzaba alguna mirada sospechando y reacio a que se pudiera acercar, pero la chica parecía absorta en su lectura y no sabía por qué, pero había conseguido contagiarle un poco esa tranquilidad.

De toda la gente que ese día le andaba dando la lata Luna Lovegood parecía que era de lo menos pesado, aunque por su forma de hablar tan impertinente para él, en otra ocasión en la que no estuviera tan comprometido buscando libros prohibidos o que le dejasen en evidencia, podría haberla amenazado para salirse con la suya y que le dejase en paz, hasta podía haberse quejado a la bibliotecaria para decir que la chica estaba montando un espectáculo con su tonta manera de ponerse a leer.   

Al terminar su tarea, el joven Malfoy simplemente se alejó de ella recogiendo sus cosas discretamente y mirando a la chica con extrañeza cruzó el pasillo, le parecía increíble que pudiera estar ahí tumbada como si nada tanto rato. No obstante, se quedó observándola por un hueco de la estantería para ver qué hacía. En ese momento se dio cuenta de que se había olvidado de recoger la cajita de ranas de chocolate que había sacado de su cartera, pero no le dio importancia a unos simples dulces.

Lovegood en ese momento se empezó a incorporar mirando a su alrededor como si buscase algo o a alguien. Parecía que se acababa de dar cuenta de que el muchacho se había marchado y observando su libro comenzó a ponerse en pie y a buscar mirando entre las cosas que había dejado por el suelo. Se acercó a la mesa y observó la caja de chocolatinas de Draco. Este seguía sus acciones atentamente desde fuera del cubículo en la estantería, viendo cómo se movía de forma patosa y distraída y pensando que se llevaría la caja para ella y se sorprendió al ver que solamente cogió un envoltorio de una de las ranas que ya estaba vacío y lo utilizó como marca páginas para su libro aplastando un poco el cartón. Sonriente, se puso los zapatos, cogió su bolso y se marchó tranquilamente hacia la entrada de la biblioteca con el libro con la página señalada.

El joven Malfoy la siguió con la mirada con incredulidad pensando en el uso tan raro que le daba a algunas cosas y se sorprendió a sí mismo lanzando una leve risa tras toda esa escena presenciada.

“Esa chica es un cuadro…” -pensó                                      

Decidió que definitivamente era momento de regresar con las serpientes y ya volvería a darle vueltas a su plan. 

A lo mejor era cierto eso de que las tormentas afectaban a todos.

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