3
Una noche fría de diciembre.
Una noche de magia y elegancia.
Estaba a punto de terminar una gran celebración en
la que todo había sido música, baile, risas...
Era un 25 de diciembre en Hogwarts diferente, en
medio de un torneo en el que cuatro posibles vencedores se ven enfrentándose
esta vez en la pista de baile en lugar de con un dragón.
La noche para algunos se hizo muy corta, sobre todo,
para un grupo de Slytherins que marchaban entre risas y con disimulo hacia la
torre de Astrología para seguir con una fiesta privada antes de volver a su
sala común.
Todos tenían esa especie de adrenalina por el cuerpo
con una grata sensación al haberse escabullido de los prefectos esa noche.
Entre ellos, el grupo de Draco Malfoy había movido hilos y sobornado a algunos
para que les dejasen un rato más fuera de la cama.
Ni si quiera los profesores estarían al tanto de sus
escaramuzas. Parecía que en realidad habían organizado el baile para ellos más
que para los alumnos y a alguno se le había podido ver con una mirada más
relajada de lo normal mientras sostenía su copa.
Seis jóvenes caminaban a paso despreocupado
sintiéndose en ese momento los reyes del castillo, eso sí, procurando no alzar
mucho la voz de todas formas. Comentaban los mejores momentos de la noche:
–Diggory ha quedado impresionado cuando he hecho el
encantamiento para transformar el ponche en algo más fuerte –alardeó el joven y
engalanado Malfoy.
–¿Y habéis visto lo patoso que estaba Potter bailando con Patil?
–comentó Pansy Parkinson en tono burlón mientras se recogía la cola de su
vestido gris con unas flores estampadas que remarcaban su pomposidad y la vez
pretendían causar el efecto que buscaba en los chicos, en concreto en Draco, su
pareja de baile- Qué patético...
–Y no me hagas hablar de la túnica de Weasley... -continúa él
tomando a la muchacha del brazo con delicadeza mientras esta se ríe tontamente.
–Yo en su lugar habría quemado esa cosa –intervino Zabini
haciéndoles reír a ellos y a su acompañante.
–Id subiendo. Pansy y yo vamos a por la bebida.
–¿Al final dónde la has escondido, Draco?
–En el baño de Myrtle la llorona –respondió
compartiendo esa vez las risas con Crabbe y Goyle. El par de muchachos
grandullones estaba custodiando bajo sus túnicas las últimas provisiones
adquiridas en el Gran Comedor. Se sentían bastante entusiasmados de cambiar a
sus parejas de esa noche por unos grandes pasteles de frutas, poco les
importaba y parecían más satisfechos con el cambio-. Nadie entra ahí y ella
estará callada.
-¿Cómo puedes estar tan seguro? -preguntó esta vez la
acompañante de Zabini y amiga de Pansy.
-Porque si no, le dije que me chivaría a la Dirección de que le
da por espiar a los chicos en los baños de otras plantas... –Draco y sus
guardaespaldas compartieron miradas cómplices y de suficiencia, sabiendo que no
mentían pero que de todas formas exagerarían más esa amenaza.
–Esa gafotas me da escalofríos, Draco. Nos daremos prisa...
-advirtió Pansy- No sea que se ponga a gimotear porque no ha podido ir al
baile.
–Bueno, podemos dar un rodeo sin prisa...–le susurró a su pareja
y ella volvió a soltar una risita bobalicona– Id tirando. Crabbe y Goyle
vigilarán las escaleras de la torre por si acaso.
–No os demoréis demasiado, parejita, que no queremos que se
estropeen las bebidas –les dijo Zabini empezando a alejarse por el pasillo con
la pandilla.
–Vamos, Blaise, seguro que las bebidas aguantan aunque den un
paseo -rio la otra chica de Slytherin guiñando un ojo a su amiga.
–Cuidado con ir dando voces por ahí– señaló Draco arqueando una
ceja antes de desaparecer por otra esquina del pasillo de la mano de su pareja.
La noche no podía ir mejor para Malfoy.
Quizá ese año fuera el más prometedor hasta la
fecha. Siempre evitaba pasar las vacaciones en el castillo, pero esa noche
podría autoproclamarse como el Rey de Slytherin, ya que toda su casa sabía que
él y su pandilla tenían grandes privilegios y habían gozado de gran influencia
en el baile. Alguno de los campeones —exceptuando a Potter, obviamente— habían
sido invitados con total discreción a su breve reunión en la torre, por ello
quería apresurarse en ir a ver si aparecían, pero a la vez no tenía ninguna
prisa en reencontrarse con el grupo, ya que se sentía bastante a gusto por el
momento con Pansy y no le importaba perderse con ella en algún pasillo de
camino al refugio de esa noche para continuar con la fiesta y en lo que volvían
del baño de las chicas.
Las horas pasaron volando entre amigos; brindaron
con cervezas de mantequilla, las cuales habían traído una para cada uno, y una
botella grande de hidromiel con la que Malfoy pretendía agasajar al digo
campeón del torneo que se pasara a saludar. Jugaron a las cartas con una baraja
que guardaba Zabini en su túnica y a las adivinanzas encantadas haciendo
siluetas con las varitas... Crabbe y Goyle se tomaron en serio su trabajo de
custodiar la puerta y se sentían bastante satisfechos de su cometido, ya que
por allí no pasó nadie para perturbar la fiesta.
Más brindis y cuando quisieron darse cuenta, la
botella se había terminado y pensaron que nunca se habían ido tan tarde a la
sala común, aunque tardasen después en acostarse. Para ellos seguía siendo una
aventura. A pesar del frío, las chicas estaban eufóricas y habladoras y los chicos
concentrados en el juego de cartas.
Tuvieron que dar por terminada la noche. Y con un
toque de varita transformaron las botellas en arena que arrojaron por la torre
antes de escabullirse y así no dejar pruebas.
Cuando estaban casi llegando al último tramo de escaleras, Draco
se percató de algo:
–Maldición...
–¿Qué ocurre, Draqui? -preguntó Parkinson.
–Por favor, no me llames así...
–Bueno, ¿qué pasa? -quiso saber la chica cruzándose de brazos.
–Me he olvidado la capa de gala en la torre. Tengo que ir a
recogerla antes de que algún prefecto empiece a merodear por allí.
–Bueno, entonces mejor que te des prisa -advirtió Zabini mirando
a todos los extremos del corredor.
–¿Quieres que te acompañe? -volvió intervenir Pansy encogiéndose
de hombros. Aunque con un tono no muy convincente.
os demás chicos lanzaron una mirada pícara a su
amigo y líder, como queriendo insinuarle que parecía haber olvidado la capa a
propósito para pasar más tiempo a solas con su chica mientras buscaban.
–No, mejor descansa -respondió él pasando una mano por el hombro
fe la jovrn y lanzando una mirada a sus amigos que les daba a entender que
cortasen el rollo.
La verdad es que el chico comenzaba a sentirse algo
agobiado de la persistencia de Pansy por permanecer a su lado durante toda la
noche como una lapa y consideraba apropiado dejar por el momento un espacio y
terminar la cita con la Slytherin hasta la próxima ocasión. La muchacha
parecía estar de acuerdo porque no insistió mucho Se notaba que no quería
correr el riesgo de ser castigada aunque pudiera disfrutar más de la compañía
de su galán y, al contrario que él, lo expresó con claridad:
–Pues creo que mejor si te esperamos dentro No me gusta la
idea de toparme con algún profesor o prefecto de otra casa -admitió mientras
jugueteaba con un cordón de la túnica del chico- Pero vamos a seguir con la
fiesta en la sala un ratito más, así que, date prisa...
-Claro.
Los Slytherin se deslizaron hacia las mazmorras con
cara de cansancio mientras Draco Malfoy ahora se arriesgaba a ser más
descubierto que antes.
Si lo meditaba, tampoco le hacía gracia que le viesen
ya a esas horas fuera de su sala común. Por otro lado, pensaba que sus amigos
podrían haber sido más insistentes como Pansy y ofrecerse a acompañarle.
Mientras desandaba el camino recorrido, su mente
curiosa en ese momento iba a empezar a divagar sobre gestos que se supone que
son de esperar de algunos amigos, no solo de chicas a las que robas un beso en
los baños...
Sabía que Pansy y él buscaban lo mismo esa noche,
una tentadora compañía pero de momento nada significativo, y, por otro lado,
podría calificar esa velada como una reunión de amigos y no de compañeros... o
eso esperaba en el fondo. Tras muchas dudas podría calificarlo así... sí,
Eran chicos con los mismos intereses, la misma clase social, las mismas ideas,
no lo pasaban mal, gastaban bromas de su estilo y no se mezclaban con
"sangre sucias".
Amigos.
Si, sabía que eran amigos.
No se planteaba dejar un hueco para nadie fuera de
ese estilo de vida. Esa noche demostraba que se sentía más que a gusto estando
como estaba. Aunque el sucio de Potter se empeñase en mancillar su nombre y el
de su familia.
De repente, el chico es sorprendido saliendo de su
maraña de pensamientos cuando por el pasillo una figura blanca y menuda con una
mata de pelo largo y rubio enmarañado va acercándose poco a poco a la zona de
las escaleras. Al principio habría dicho que era un menudo fantasma pero según
se acercaba se dio cuenta de que era una alumna y no parecía venir del Gran
Comedor, pues observaba que en vez de un lujoso vestido de gala, llevaba un
pijama malva con nubes estampadas que parecía quedarle algo grande y en vez de
zapatos de tacón, veía pasmado que caminaba a paso lento con unas botas al
estilo australianas con forro por dentro que le hacían los pies mucho más
grandes de lo normal. Pero lo que más le sorprendió no fue encontrarla así,
sino que en una mano llevaba un calcetín grande de lana.
Todo eso junto con un par de rábanos colgantes y un
collar de corchos de cerveza de mantequilla que le oscilaban por el pijama, le
daban la pista definitiva acerca de quién podría tratarse:
-¿Qué diablos haces fuera de la cama, Lovegood? –le dijo a la
niña entre risas y aún medio pasmado por la imagen- ¿Intentas colarte en una
fiesta de mayores?
La chica no responde.
Tenía la piel blanca como la nieve y parecía estar
helándose de frío. En ese momento Draco pensó que incluso podría estar
hechizada.
–¡Lovegood!
–No tengo sueño –musitó por fin la aludida con una suave vocecilla
medio balbuceando. A pesar de haber respondido no parecía salir del
ensimismamiento y caminaba con el mismo ritmo pegándose a la pared sosteniendo
el calcetín con una mano y guiándose inconscientemente con la otra en alto.
–Diablos, pero si está dormida...
–Y tú has bebido...
El chico en ese momento pegó un brinco:
–¿Cómo narices lo sabes si... estás... sonámbula?
La muchacha parecía analizar la voz que le hablaba y
comenzó a seguir con los ojos entrecerrados la fuente del sonido. El chico
comenzó a ponerse un poco nervioso cuando Lovegood pareció adivinar dónde
estaba exactamente y le desconcertaba observar cómo le encontraba con la mirada
perdida y comenzaba a acercársele. Él va retrocediendo ante todo eso de forma
instintiva hasta quedarse pegado a la otra pared del pasillo.
La niña parece tan despierta y vulnerable al mismo tiempo...
–Hueles a hidromiel...
¿Sabría con quién estaba hablando?
–No pienso acompañarte a tu sala común, así que más vale que te
despiertes y des media vuelta.
–¿Qué nos traerá Papá Noel? –soltó la joven de repente
enfrascada en su mundo de sonambulismo.
–¡Por Merlín, esto es increíble! –exclamó el muchacho
exasperado.
Aún así, pensó que esa situación era mejor que el
encontrarse con algún prefecto, solo debía esperar a que la chica no
despertase.
–He pensado que, si no logro llenar mi calcetín de dulces, al
menos podría liberar a un elfo... –dijo la chica pausando su marcha y
balanceándose un poco.
–En Hogwarts no hay elfos –respondió el chico.
-Oh, sí que los hay. A veces he merendado con ellos. Pero los de
la cocina están bastante contentos, me gustaría saber si puedo liberar a algún
amigo suyo en otro lado.
-Imagino que con eso en la cabeza habrás empezado a moverte.
Cuanto más la observaba, la escena le parecía aún
más cómica, pero una parte de él pensaba que no podría ser real.
-Venga ya, Lovegood, estás fingiendo.
La chica no mostró respuesta alguna y siguió en la
misma posición. Parecía muy expresiva incluso con los ojos medio cerrados y eso
le inquietaba y le hacía desconfiar.
-Oye, ¿sabes quién soy? –le preguntó arqueando una ceja.
-Sé que no eres Santa Claus porque, si así fuera, me habrías
llenado el calcetín.
-¡Uff! ¿Por qué sigo hablando contigo?... Tú no me has visto,
niña.
-Vale... -respondió ella despidiéndose con la mano hacia la nada
y mostrando una media sonrisa.
-Menuda Lunática... -farfulló el muchacho lanzando un suspiro mientras
caminaba con las manos metidas en los bolsillos de los pantalones. Estaba
decidido a seguir su camino y dejarla a sus anchas por el pasillo.
Un momento...
En ese momento nota cómo un pequeño escalofrío le
recorre la espalda. De repente recordó que las escaleras habían vuelto a
cambiar a placer en el lado del pasilo por donde él había llegado a ese piso y
a donde la chica se dirigía en ese momento dando tumbos.
No puede estar tan dormida... ¿O sí?
Ya estaba bastante lejos del pasillo pero algo le
hizo volver sobre sus pasos, una sensación de inseguridad que se incrementó
cuando vio que el pasillo ya estaba vacío puesto que la melena rubia alborotaba
ya había girado la esquina y se asustó más al no verla.
Ahora le parecía que el pasillo era más largo al no
encontrar a esa extraña muchacha. Dando varias zancadas dio a parar al rellano
de las escaleras que justo antes él había subido con tanta tranquilidad y discreción
sintiéndose el rey de la fiesta. En ese momento se decía a sí mismo lo absurdo
que era todo evitando que una chica rara de Ravenclaw se despeñara por las
escaleras...
Apuró el paso y llegó al rellano de las escaleras
donde vio a la niña como una aparición y sin ninguna intención de parar de
deambular para esperar a la escalera.
Un paso más...
-¡Maldita sea, Lovegood!
El Slytherin consiguió coger a tiempo a la Ravenclaw
que en ese momento parecía creer que tenía alas como el animal de su casa.
Tirando primero del pijama con rapidez por la espalda, consiguió rescatarla
estrechándola entre sus brazos. Se sorprendió de lo menuda que era y lo poco
que pesaba. Pudo notar el frío en su piel cuando con un brazo la tomó por la
cintura y con el otro por el hombro derecho para retroceder un poco más a la
entrada del pasillo que habían dejado atrás.
-Venga, despierta.
-Hmmm....
El chico tenía el corazón acelerado y ella la carne de gallina.
Malfoy hizo que Lovegood se diera la vuelta para
mirarle y comprobar si con el sobresalto de haber frenado una caída se había
despertado o si al menos se había inmutado, pero ella seguía sumida en los
brazos de Morfeo.
Uno alterado y la otra impasible.
La tomó por los hombros y comenzó a darle leves
palmaditas en las mejillas. En ese momento pasó de parecerle un fantasma a una
estatua de hielo y descubrió la suavidad de su piel, algo que no le desagradó.
Ella parecía reaccionar al calor de las palmas de la
mano del chico pero no abría los ojos. Se había hecho un ovillo pegada al pecho
del chico que le sacaba casi dos cabezas, con los brazos entrelazados
protegiendo lo que llevaba como un tesoro y de repente dijo soltando un
balbuceo:
-Cuidado con el calcetín... -posa con poca delicadeza en los
brazos del chico el enorme adorno navideño. Pesaba y al abrirlo pudo comprobar
que al final resultaba que lo tenía lleno de dulces de muchos tipos.
-Madre mía –el chico soltó a Luna y comenzó a rebuscar en el
calcetín con asombro- Menudo arsenal, Crabbe y Goyle te aplaudirían y luego te
robarían todo esto.
-Dulces para los elfos... -musitó Luna como respuesta apoyando
la mano en una pared y posando su cabeza.
-Como para dejarte sola y que me delates... Maldición. Me vas a
hacer llevarte a buscar tu sala común...
-Mi cama...
-Sí, eso. Para qué habrás salido...
-Para felicitar la navidad a los elfos domest-
-Síii. Sí ya, cállate. Parece que solo habla cuando te interesa.
Como si estamparte la cabeza contra el último piso del castillo no fuera
importante. Y si te dejo a tus anchas podrían descubrirme –el chico hablaba en
voz baja y estaba alerta a cualquier esquina.
-Ahora no recuerdo esa canción de cuna...
Por un momento Draco se quedó otra vez perplejo e
indeciso. Una parte de él desistió de despertarla, por un lado si lo hacía ya
no correría el riesgo de que hubiera caídas por las escaleras y por otro, no
quería que la chica fuera consciente de con quién estaba hablando y fuera
testigo de su escapada.
-Mira, vamos a buscar tu sala común para que me dejes en paz y
no haya otro espectro en el castillo.
Pensaba que si le seguía la corriente y conseguía
redirigirla, a lo mejor lograba dejarla en algún sitio seguro.
Pero de repente le vino un flash y empezó a pensar
en por qué le ponía tan nervioso la situación, si solo era una niña perdida y sonámbula...
El caso era que, al ver que casi se caía, algo en él despertó...
Un suspiro.
Un sentimiento de vergüenza.
Un balbuceo de Lovegood.
El chico estaba más perdido que nunca. Se colocó
detrás de la muchacha y la tomó de los hombros para comenzar a caminar.
Se asustó cuando doblaron la esquina y pudo ver su
propio reflejo y el de la chica en una vitrina de trofeos.
Ahora se le presentaba un problema más puesto que
desde el principio de la noche los chicos de Slytherin habían recorrido el
castillo estratégicamente procurando evitar los corredores donde había más
cuadros, y, aunque los personajes de los mismos ya estaban la mayoría o
dormidos o muy entretenidos celebrando la navidad en otros retratos del
castillo, había preferido no dejarse ver ante ningún ser mágico desde que
salieron del Gran comedor y el buscar ahora la sala de Ravenclaw podría ser
para el joven Malfoy un gran problema ya que estaba más expuesto para ser
reprendido a altas horas de la noche y la escena podría demasiado rara si le
encontraban empujando por los hombros a una muchacha menuda de un curso
inferior en pijama y aparentemente inconsciente... Pensaba que la imagen podría
hacer pensar mal a cualquiera y con lo cotillas que eran los personajes de los
retratos se imaginaba lo peor...
Llegaron al lugar donde supuestamente las águilas
buscaban su refugio, Ahoar solo quedaba encontrar el sitio concreto y para eso
Malfoy necesitaba a Luna.
-Oye, Lovegood, espabila. Tienes que volver a tu dormitorio, o
sino duermes en la calle.
.A veces duermo en sitios raros.
-Te creo.
-Una vez me desperté en un baúl.
-Mientras que no duermas cerca de mi sala, vete por donde
quieras. Tú no me has visto. Dime, cómo se entra a la sala de Ravenclaw.
-No puedo decirlo.
-¡No me fastidies! La contraseña, ¡dímela!
-La contraseña es tu mente.
-Pues como dependamos de la tuya, vas a terminar durmiendo en un
baúl.
-Tienes que responder.
-¿Responder a qué?
-No lo sé –Luna soltó una leve risita y se encogió de hombros.
-Por MerliiiiiiIn... -estaba cansado y suponía que no iba a
sacar nada de información de la muchacha
Iba darse por vencido cuando de repente en un salón
ancho del pasillo de la torre se toparon una gran estatua de un águila que daba
la impresión de que intentaba presidir la sala y por otr lado permanecer
discretamente en una zona.
Entonces Draco se dio cuenta de que no solía
frecuentar esa zona del castillo y eso le hizo intuir que estaba cerca del nido
de Ravenclaw.
-Lovegood, ¿por dónde se entra a tu sala común? Dime que está
cerca y así te vas a la cama.
-Pero, ¿hemos encontrado ya a los elfos?
-Sí claro –respondió siguiéndole la corriente- Hemos ido a
verles y les hemos dado los dulces. Ahora toca volver a la cama.
-¿Pero les hemos dado el calcetín? Eso era lo más importante.
-Que sí...
-¡Oh! ¡Qué bien!
-Oye, ¿esa estatúa con un águila es la entrada es importante
aquí?
-Es la que decide quien tiene buenas ideas para entrar....
-Sé que estás dormida, pero, ¿podrías ir al grano? Porque a este
paso el que se va a tirar por las escaleras voy a ser yo.
-Si no lo sabes no podrás descubrir los secretos de Ravenclaw.
El chico le pasó una mano a Luna arriba y abajo por delante de
su rostro para comprobar definitivamente que sus reflejos no estaban activos.
Si no la hubiera visto con la intención de
tirarse al vacío por las escaleras minutos atrás pensaría que le estaba
gastando una broma.
Esa podría haber sido hasta el momento la conversación más larga
que estaban teniendo y ella ni siguiera estaba siendo consciente y él prefería
olvidar todo lo ocurrido como ella y despertar de un extraño sueño.
Draco continuaba guiando a Luna coin poca delicadeza por los
hombros.
Tenía entendido que no era bueno despertar a la gente sonámbula
de una forma muy brusca pero a él le tenía sin cuidado.
Dieron los unos pasos hacia la estatua y esta pareció cobrar
vida y percatarse de su presencia:
-Buenas noches –habló con una voz grave para sorpresa del chico.
-¿Q-qué...? –se acercó Malfoy titubeante- Esto…
Buenas noches.
-No me suena tu cara.
-Ya. Esto… Queremos entrar.
-Ella siempre responde bien a mis enigmas –dijo la estatua
reconociendo a Luna, la cual parecía volver a estar perdida en el sueño.
-Pues no sé si hoy lo hará igual, pero aquí la dejo –se sentía
intimidado al notar cómo la esaua hablaba de forma imponente sin necesidad de
alzar la voz y, a la vez, ambos jóvenes parerían unos ratones a su merced.
- No puede quedarse en el rellano.
-Ya bueno, si se despierta que diga la contraseña que sea. Yo
tengo prisa.
-Para entrar en mi sala no hay contraseña mejor que los entresijos
de tu mente.
-Ya, eso me lo ha ido dejando claro por el camino, pero no sé
qué significa y estoy muy cansado para averiguarlo.
-Entonces no crees ser digno de ciertos dones.
¿Qué? Por favor, no me insulte…
-¿Quieres pues probarte a ti mismo y ver si serías digno de
entrar?
-Que conste que no se me ha perdido nada, pero, adelante.
-Entonces, como es Navidad, el enigma es el siguiente: «Cinco trozos de carbón, una zanahoria y un
gorro están tirados en el césped del jardín. Nadie los tiró en el césped y, sin
embargo hay una razón perfectamente lógica para que se encuentren allí. ¿Cuál
es la razón?»
-¿En serio? –respondió asombrado el muchacho mientras meditaba
la respuesta- ¿Siempre haces este tipo de preguntas?
-¿Tienes la respuesta?
-Puede ser cualquier cosa, como basura que ha caído en la torre
de Gryffindor.
-Joven, si no te tomas en serio el enigma e insultas a otras
casas, no me quedará más remedio que mostrarte mi furia y cerrarte el paso
–advirtió la estatua indignada.
-Vale, vale…
-Son los restos de un muñeco de nieve -intervino la voz calmada
de Luna- Un día unos niños unos niños se pusieron a construirlo en un parque con
el tiempo se derritió.
Se produjo un breve silencio en el que el chico se
quedó pensativo y con cara de asombro ante la conclusión de Lovegood.
-Correcto –dijo la estatua.
-Bueno, yo también podría haber llegado a esa conclusión… -dijo
el muchacho.
-La próxima vez lo sabremos –le dijo la estatua.
-Lovegood, entra de una vez. Quiero que se acabe ya esta noche
tan rara.
–Gracias, niño enfadado, y feliz Navidad... –se dirigió a él la
muchacha y, rebuscando en el calcetín, le extendió una pequeña cajita en forma
de pentágono. El chico la cogió. Sus manos eran suaves y menudas y estaban
frías al tacto.
-A dormir –dijo lanzándole una última mirada a la estatua.
Y así la pequeña jovencita en pijama desapareció por
la entrada de la sala común de las águilas dejando al chico perplejo y con la
duda de si en verdad iba sonámbula.
Una vez que la entrada de selló, Malfoy salió de su
ensimismamiento y, mirando a su alrededor, volvió a caminar con la mayor
discreción por los pasillos hacia su sala común pensando en todo lo que acababa
de ocurrir desenvolviendo la cajita que le había entregado para hacer saltar la
rana de chocolate que se hallaba dentro. Al principio le daba miedo ver lo que
podría sacar del enorme calcetín, pero el dulce parecía estar en buen estado.
Pensaba que no había hecho nada en el fondo pero
estaba bien que por el susto del encuentro con Lovegood se hubiera llevado un
dulce.
Ya en las mazmorras se acordó de por qué había
retomado sus pasos hacia el pasillo de la torre de Astronomía y pensó que a
esas alturas ya le daba igual dónde se encontrara su capa de gala y que no le
interesaba contar este extraño encuentro en los pasillos a sus amigos.
Al entrar al calor del nido de las serpientes
observó que sus amigos aún seguían sentados charlando junto a la chimenea.
-Draco –susurró Pansy sentada en el sofá cuando la
puerta de la sala se abrió– ¿Dónde demonios estabas? Ya pensábamos que te había
pasado algo…
-Es que no encontraba la capa y me he encontrado…
algo raro en medio del camino.
-¿El qué? –preguntó Zabini.
-Un muñeco de nieve…
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