07 noviembre 2020

Ranas de chocolate - 3

 

 


3

 

Una noche fría de diciembre. 

Una noche de magia y elegancia. 

Estaba a punto de terminar una gran celebración en la que todo había sido música, baile, risas...

Era un 25 de diciembre en Hogwarts diferente, en medio de un torneo en el que cuatro posibles vencedores se ven enfrentándose esta vez en la pista de baile en lugar de con un dragón.

La noche para algunos se hizo muy corta, sobre todo, para un grupo de Slytherins que marchaban entre risas y con disimulo hacia la torre de Astrología para seguir con una fiesta privada antes de volver a su sala común.

Todos tenían esa especie de adrenalina por el cuerpo con una grata sensación al haberse escabullido de los prefectos esa noche. Entre ellos, el grupo de Draco Malfoy había movido hilos y sobornado a algunos para que les dejasen un rato más fuera de la cama.

Ni si quiera los profesores estarían al tanto de sus escaramuzas. Parecía que en realidad habían organizado el baile para ellos más que para los alumnos y a alguno se le había podido ver con una mirada más relajada de lo normal mientras sostenía su copa.

Seis jóvenes caminaban a paso despreocupado sintiéndose en ese momento los reyes del castillo, eso sí, procurando no alzar mucho la voz de todas formas. Comentaban los mejores momentos de la noche:

–Diggory ha quedado impresionado cuando he hecho el encantamiento para transformar el ponche en algo más fuerte –alardeó el joven y engalanado Malfoy.

–¿Y habéis visto lo patoso que estaba Potter bailando con Patil? –comentó Pansy Parkinson en tono burlón mientras se recogía la cola de su vestido gris con unas flores estampadas que remarcaban su pomposidad y la vez pretendían causar el efecto que buscaba en los chicos, en concreto en Draco, su pareja de baile- Qué patético...

–Y no me hagas hablar de la túnica de Weasley... -continúa él tomando a la muchacha del brazo con delicadeza mientras esta se ríe tontamente.

–Yo en su lugar habría quemado esa cosa –intervino Zabini haciéndoles reír a ellos y a su acompañante.

–Id subiendo. Pansy y yo vamos a por la bebida.

–¿Al final dónde la has escondido, Draco?

–En el baño de Myrtle la llorona –respondió compartiendo esa vez las risas con Crabbe y Goyle. El par de muchachos grandullones estaba custodiando bajo sus túnicas las últimas provisiones adquiridas en el Gran Comedor. Se sentían bastante entusiasmados de cambiar a sus parejas de esa noche por unos grandes pasteles de frutas, poco les importaba y parecían más satisfechos con el cambio-. Nadie entra ahí y ella estará callada. 

-¿Cómo puedes estar tan seguro? -preguntó esta vez la acompañante de Zabini y amiga de Pansy.

-Porque si no, le dije que me chivaría a la Dirección de que le da por espiar a los chicos en los baños de otras plantas... –Draco y sus guardaespaldas compartieron miradas cómplices y de suficiencia, sabiendo que no mentían pero que de todas formas exagerarían más esa amenaza.

–Esa gafotas me da escalofríos, Draco. Nos daremos prisa... -advirtió Pansy- No sea que se ponga a gimotear porque no ha podido ir al baile.

–Bueno, podemos dar un rodeo sin prisa...–le susurró a su pareja y ella volvió a soltar una risita bobalicona– Id tirando. Crabbe y Goyle vigilarán las escaleras de la torre por si acaso.

–No os demoréis demasiado, parejita, que no queremos que se estropeen las bebidas –les dijo Zabini empezando a alejarse por el pasillo con la pandilla.

–Vamos, Blaise, seguro que las bebidas aguantan aunque den un paseo -rio la otra chica de Slytherin guiñando un ojo a su amiga.

–Cuidado con ir dando voces por ahí– señaló Draco arqueando una ceja antes de desaparecer por otra esquina del pasillo de la mano de su pareja.

La noche no podía ir mejor para Malfoy. 

Quizá ese año fuera el más prometedor hasta la fecha. Siempre evitaba pasar las vacaciones en el castillo, pero esa noche podría autoproclamarse como el Rey de Slytherin, ya que toda su casa sabía que él y su pandilla tenían grandes privilegios y habían gozado de gran influencia en el baile. Alguno de los campeones —exceptuando a Potter, obviamente— habían sido invitados con total discreción a su breve reunión en la torre, por ello quería apresurarse en ir a ver si aparecían, pero a la vez no tenía ninguna prisa en reencontrarse con el grupo, ya que se sentía bastante a gusto por el momento con Pansy y no le importaba perderse con ella en algún pasillo de camino al refugio de esa noche para continuar con la fiesta y en lo que volvían del baño de las chicas.

Las horas pasaron volando entre amigos; brindaron con cervezas de mantequilla, las cuales habían traído una para cada uno, y una botella grande de hidromiel con la que Malfoy pretendía agasajar al digo campeón del torneo que se pasara a saludar. Jugaron a las cartas con una baraja que guardaba Zabini en su túnica y a las adivinanzas encantadas haciendo siluetas con las varitas... Crabbe y Goyle se tomaron en serio su trabajo de custodiar la puerta y se sentían bastante satisfechos de su cometido, ya que por allí no pasó nadie para perturbar la fiesta.

Más brindis y cuando quisieron darse cuenta, la botella se había terminado y pensaron que nunca se habían ido tan tarde a la sala común, aunque tardasen después en acostarse. Para ellos seguía siendo una aventura. A pesar del frío, las chicas estaban eufóricas y habladoras y los chicos concentrados en el juego de cartas. 

Tuvieron que dar por terminada la noche. Y con un toque de varita transformaron las botellas en arena que arrojaron por la torre antes de escabullirse y así no dejar pruebas.

Cuando estaban casi llegando al último tramo de escaleras, Draco se percató de algo:

–Maldición...

–¿Qué ocurre, Draqui? -preguntó Parkinson.

–Por favor, no me llames así... 

–Bueno, ¿qué pasa? -quiso saber la chica cruzándose de brazos.

–Me he olvidado la capa de gala en la torre. Tengo que ir a recogerla antes de que algún prefecto empiece a merodear por allí.

–Bueno, entonces mejor que te des prisa -advirtió Zabini mirando a todos los extremos del corredor.

–¿Quieres que te acompañe? -volvió intervenir Pansy encogiéndose de hombros. Aunque con un tono no muy convincente.

os demás chicos lanzaron una mirada pícara a su amigo y líder, como queriendo insinuarle que parecía haber olvidado la capa a propósito para pasar más tiempo a solas con su chica mientras buscaban.

–No, mejor descansa -respondió él pasando una mano por el hombro fe la jovrn y lanzando una mirada a sus amigos que les daba a entender que cortasen el rollo.

La verdad es que el chico comenzaba a sentirse algo agobiado de la persistencia de Pansy por permanecer a su lado durante toda la noche como una lapa y consideraba apropiado dejar por el momento un espacio y terminar la cita con la Slytherin hasta la próxima ocasión. La muchacha parecía estar de acuerdo porque no insistió mucho  Se notaba que no quería correr el riesgo de ser castigada aunque pudiera disfrutar más de la compañía de su galán y, al contrario que él, lo expresó con claridad:

–Pues creo que mejor si te esperamos dentro  No me gusta la idea de toparme con algún profesor o prefecto de otra casa -admitió mientras jugueteaba con un cordón de la túnica del chico- Pero vamos a seguir con la fiesta en la sala un ratito más, así que, date prisa...

-Claro.

Los Slytherin se deslizaron hacia las mazmorras con cara de cansancio mientras Draco Malfoy ahora se arriesgaba a ser más descubierto que antes.

Si lo meditaba, tampoco le hacía gracia que le viesen ya a esas horas fuera de su sala común. Por otro lado, pensaba que sus amigos podrían haber sido más insistentes como Pansy y ofrecerse a acompañarle.

Mientras desandaba el camino recorrido, su mente curiosa en ese momento iba a empezar a divagar sobre gestos que se supone que son de esperar de algunos amigos, no solo de chicas a las que robas un beso en los baños...

Sabía que Pansy y él buscaban lo mismo esa noche, una tentadora compañía pero de momento nada significativo, y, por otro lado, podría calificar esa velada como una reunión de amigos y no de compañeros... o eso esperaba en el fondo.  Tras muchas dudas podría calificarlo así... sí, Eran chicos con los mismos intereses, la misma clase social, las mismas ideas, no lo pasaban mal, gastaban bromas de su estilo y no se mezclaban con "sangre sucias".

Amigos.

Si, sabía que eran amigos.

No se planteaba dejar un hueco para nadie fuera de ese estilo de vida. Esa noche demostraba que se sentía más que a gusto estando como estaba. Aunque el sucio de Potter se empeñase en mancillar su nombre y el de su familia.

De repente, el chico es sorprendido saliendo de su maraña de pensamientos cuando por el pasillo una figura blanca y menuda con una mata de pelo largo y rubio enmarañado va acercándose poco a poco a la zona de las escaleras. Al principio habría dicho que era un menudo fantasma pero según se acercaba se dio cuenta de que era una alumna y no parecía venir del Gran Comedor, pues observaba que en vez de un lujoso vestido de gala, llevaba un pijama malva con nubes estampadas que parecía quedarle algo grande y en vez de zapatos de tacón, veía pasmado que caminaba a paso lento con unas botas al estilo australianas con forro por dentro que le hacían los pies mucho más grandes de lo normal. Pero lo que más le sorprendió no fue encontrarla así, sino que en una mano llevaba un calcetín grande de lana.

Todo eso junto con un par de rábanos colgantes y un collar de corchos de cerveza de mantequilla que le oscilaban por el pijama, le daban la pista definitiva acerca de quién podría tratarse:

-¿Qué diablos haces fuera de la cama, Lovegood? –le dijo a la niña entre risas y aún medio pasmado por la imagen- ¿Intentas colarte en una fiesta de mayores?

La chica no responde.

Tenía la piel blanca como la nieve y parecía estar helándose de frío. En ese momento Draco pensó que incluso podría estar hechizada.

–¡Lovegood!

–No tengo sueño –musitó por fin la aludida con una suave vocecilla medio balbuceando. A pesar de haber respondido no parecía salir del ensimismamiento y caminaba con el mismo ritmo pegándose a la pared sosteniendo el calcetín con una mano y guiándose inconscientemente con la otra en alto.

–Diablos, pero si está dormida...

–Y tú has bebido...

El chico en ese momento pegó un brinco:

–¿Cómo narices lo sabes si... estás... sonámbula?

La muchacha parecía analizar la voz que le hablaba y comenzó a seguir con los ojos entrecerrados la fuente del sonido. El chico comenzó a ponerse un poco nervioso cuando Lovegood pareció adivinar dónde estaba exactamente y le desconcertaba observar cómo le encontraba con la mirada perdida y comenzaba a acercársele. Él va retrocediendo ante todo eso de forma instintiva hasta quedarse pegado a la otra pared del pasillo.

La niña parece tan despierta y vulnerable al mismo tiempo...

–Hueles a hidromiel...

¿Sabría con quién estaba hablando?

–No pienso acompañarte a tu sala común, así que más vale que te despiertes y des media vuelta.

–¿Qué nos traerá Papá Noel? –soltó la joven de repente enfrascada en su mundo de sonambulismo.

–¡Por Merlín, esto es increíble! –exclamó el muchacho exasperado.

Aún así, pensó que esa situación era mejor que el encontrarse con algún prefecto, solo debía esperar a que la chica no despertase.

–He pensado que, si no logro llenar mi calcetín de dulces, al menos podría liberar a un elfo... –dijo la chica pausando su marcha y balanceándose un poco.

–En Hogwarts no hay elfos –respondió el chico.

-Oh, sí que los hay. A veces he merendado con ellos. Pero los de la cocina están bastante contentos, me gustaría saber si puedo liberar a algún amigo suyo en otro lado.

-Imagino que con eso en la cabeza habrás empezado a moverte.

Cuanto más la observaba, la escena le parecía aún más cómica, pero una parte de él pensaba que no podría ser real.

-Venga ya, Lovegood, estás fingiendo.

La chica no mostró respuesta alguna y siguió en la misma posición. Parecía muy expresiva incluso con los ojos medio cerrados y eso le inquietaba y le hacía desconfiar.

-Oye, ¿sabes quién soy? –le preguntó arqueando una ceja.

-Sé que no eres Santa Claus porque, si así fuera, me habrías llenado el calcetín.

-¡Uff! ¿Por qué sigo hablando contigo?... Tú no me has visto, niña.

-Vale... -respondió ella despidiéndose con la mano hacia la nada y mostrando una media sonrisa.

-Menuda Lunática... -farfulló el muchacho lanzando un suspiro mientras caminaba con las manos metidas en los bolsillos de los pantalones. Estaba decidido a seguir su camino y dejarla a sus anchas por el pasillo.

Un momento...

En ese momento nota cómo un pequeño escalofrío le recorre la espalda. De repente recordó que las escaleras habían vuelto a cambiar a placer en el lado del pasilo por donde él había llegado a ese piso y a donde la chica se dirigía en ese momento dando tumbos.

No puede estar tan dormida... ¿O sí?

Ya estaba bastante lejos del pasillo pero algo le hizo volver sobre sus pasos, una sensación de inseguridad que se incrementó cuando vio que el pasillo ya estaba vacío puesto que la melena rubia alborotaba ya había girado la esquina y se asustó más al no verla.

Ahora le parecía que el pasillo era más largo al no encontrar a esa extraña muchacha. Dando varias zancadas dio a parar al rellano de las escaleras que justo antes él había subido con tanta tranquilidad y discreción sintiéndose el rey de la fiesta. En ese momento se decía a sí mismo lo absurdo que era todo evitando que una chica rara de Ravenclaw se despeñara por las escaleras...

Apuró el paso y llegó al rellano de las escaleras donde vio a la niña como una aparición y sin ninguna intención de parar de deambular para esperar a la escalera.

Un paso más...

-¡Maldita sea, Lovegood!

El Slytherin consiguió coger a tiempo a la Ravenclaw que en ese momento parecía creer que tenía alas como el animal de su casa. Tirando primero del pijama con rapidez por la espalda, consiguió rescatarla estrechándola entre sus brazos. Se sorprendió de lo menuda que era y lo poco que pesaba. Pudo notar el frío en su piel cuando con un brazo la tomó por la cintura y con el otro por el hombro derecho para retroceder un poco más a la entrada del pasillo que habían dejado atrás.

-Venga, despierta.

-Hmmm....

El chico tenía el corazón acelerado y ella la carne de gallina.

Malfoy hizo que Lovegood se diera la vuelta para mirarle y comprobar si con el sobresalto de haber frenado una caída se había despertado o si al menos se había inmutado, pero ella seguía sumida en los brazos de Morfeo.

Uno alterado y la otra impasible.

La tomó por los hombros y comenzó a darle leves palmaditas en las mejillas. En ese momento pasó de parecerle un fantasma a una estatua de hielo y descubrió la suavidad de su piel, algo que no le desagradó.

Ella parecía reaccionar al calor de las palmas de la mano del chico pero no abría los ojos. Se había hecho un ovillo pegada al pecho del chico que le sacaba casi dos cabezas, con los brazos entrelazados protegiendo lo que llevaba como un tesoro y de repente dijo soltando un balbuceo:

-Cuidado con el calcetín... -posa con poca delicadeza en los brazos del chico el enorme adorno navideño. Pesaba y al abrirlo pudo comprobar que al final resultaba que lo tenía lleno de dulces de muchos tipos.

-Madre mía –el chico soltó a Luna y comenzó a rebuscar en el calcetín con asombro- Menudo arsenal, Crabbe y Goyle te aplaudirían y luego te robarían todo esto.

-Dulces para los elfos... -musitó Luna como respuesta apoyando la mano en una pared y posando su cabeza.

-Como para dejarte sola y que me delates... Maldición. Me vas a hacer llevarte a buscar tu sala común...

-Mi cama...

-Sí, eso. Para qué habrás salido...

-Para felicitar la navidad a los elfos domest-

-Síii. Sí ya, cállate. Parece que solo habla cuando te interesa. Como si estamparte la cabeza contra el último piso del castillo no fuera importante. Y si te dejo a tus anchas podrían descubrirme –el chico hablaba en voz baja y estaba alerta a cualquier esquina.

-Ahora no recuerdo esa canción de cuna...

Por un momento Draco se quedó otra vez perplejo e indeciso. Una parte de él desistió de despertarla, por un lado si lo hacía ya no correría el riesgo de que hubiera caídas por las escaleras y por otro, no quería que la chica fuera consciente de con quién estaba hablando y fuera testigo de su escapada.

-Mira, vamos a buscar tu sala común para que me dejes en paz y no haya otro espectro en el castillo.

Pensaba que si le seguía la corriente y conseguía redirigirla, a lo mejor lograba dejarla en algún sitio seguro.

Pero de repente le vino un flash y empezó a pensar en por qué le ponía tan nervioso la situación, si solo era una niña perdida y sonámbula... El caso era que, al ver que casi se caía, algo en él despertó...

Un suspiro.

Un sentimiento de vergüenza.

Un balbuceo de Lovegood.

El chico estaba más perdido que nunca. Se colocó detrás de la muchacha y la tomó de los hombros para comenzar a caminar.

Se asustó cuando doblaron la esquina y pudo ver su propio reflejo y el de la chica en una vitrina de trofeos.

Ahora se le presentaba un problema más puesto que desde el principio de la noche los chicos de Slytherin habían recorrido el castillo estratégicamente procurando evitar los corredores donde había más cuadros, y, aunque los personajes de los mismos ya estaban la mayoría o dormidos o muy entretenidos celebrando la navidad en otros retratos del castillo, había preferido no dejarse ver ante ningún ser mágico desde que salieron del Gran comedor y el buscar ahora la sala de Ravenclaw podría ser para el joven Malfoy un gran problema ya que estaba más expuesto para ser reprendido a altas horas de la noche y la escena podría demasiado rara si le encontraban empujando por los hombros a una muchacha menuda de un curso inferior en pijama y aparentemente inconsciente... Pensaba que la imagen podría hacer pensar mal a cualquiera y con lo cotillas que eran los personajes de los retratos se imaginaba lo peor...

Llegaron al lugar donde supuestamente las águilas buscaban su refugio, Ahoar solo quedaba encontrar el sitio concreto y para eso Malfoy necesitaba a Luna.

-Oye, Lovegood, espabila. Tienes que volver a tu dormitorio, o sino duermes en la calle.

.A veces duermo en sitios raros.

-Te creo.

-Una vez me desperté en un baúl.

-Mientras que no duermas cerca de mi sala, vete por donde quieras. Tú no me has visto. Dime, cómo se entra a la sala de Ravenclaw.

-No puedo decirlo.

-¡No me fastidies! La contraseña, ¡dímela!

-La contraseña es tu mente.

-Pues como dependamos de la tuya, vas a terminar durmiendo en un baúl.

-Tienes que responder.

-¿Responder a qué?

-No lo sé –Luna soltó una leve risita y se encogió de hombros.

-Por MerliiiiiiIn... -estaba cansado y suponía que no iba a sacar nada de información de la muchacha

Iba darse por vencido cuando de repente en un salón ancho del pasillo de la torre se toparon una gran estatua de un águila que daba la impresión de que intentaba presidir la sala y por otr lado permanecer discretamente en una zona.

Entonces Draco se dio cuenta de que no solía frecuentar esa zona del castillo y eso le hizo intuir que estaba cerca del nido de Ravenclaw.

-Lovegood, ¿por dónde se entra a tu sala común? Dime que está cerca y así te vas a la cama.

-Pero, ¿hemos encontrado ya a los elfos?

-Sí claro –respondió siguiéndole la corriente- Hemos ido a verles y les hemos dado los dulces. Ahora toca volver a la cama.

-¿Pero les hemos dado el calcetín? Eso era lo más importante.

-Que sí...

-¡Oh! ¡Qué bien!

-Oye, ¿esa estatúa con un águila es la entrada es importante aquí?

-Es la que decide quien tiene buenas ideas para entrar....

-Sé que estás dormida, pero, ¿podrías ir al grano? Porque a este paso el que se va a tirar por las escaleras voy a ser yo.

-Si no lo sabes no podrás descubrir los secretos de Ravenclaw.

El chico le pasó una mano a Luna arriba y abajo por delante de su rostro para comprobar definitivamente que sus reflejos no estaban activos. Si no la hubiera visto con la intención de  tirarse al vacío por las escaleras minutos atrás pensaría que le estaba gastando una broma.

Esa podría haber sido hasta el momento la conversación más larga que estaban teniendo y ella ni siguiera estaba siendo consciente y él prefería olvidar todo lo ocurrido como ella y despertar de un extraño sueño.

Draco continuaba guiando a Luna coin poca delicadeza por los hombros.

Tenía entendido que no era bueno despertar a la gente sonámbula de una forma muy brusca pero a él le tenía sin cuidado.

Dieron los unos pasos hacia la estatua y esta pareció cobrar vida y percatarse de su presencia:

-Buenas noches –habló con una voz grave para sorpresa del chico.

-¿Q-qué...? –se acercó Malfoy titubeante- Esto… Buenas noches.                         

-No me suena tu cara.

-Ya. Esto… Queremos entrar.

-Ella siempre responde bien a mis enigmas –dijo la estatua reconociendo a Luna, la cual parecía volver a estar perdida en el sueño.

-Pues no sé si hoy lo hará igual, pero aquí la dejo –se sentía intimidado al notar cómo la esaua hablaba de forma imponente sin necesidad de alzar la voz y, a la vez, ambos jóvenes parerían unos ratones a su merced.

- No puede quedarse en el rellano.

-Ya bueno, si se despierta que diga la contraseña que sea. Yo tengo prisa.

-Para entrar en mi sala no hay contraseña mejor que los entresijos de tu mente.

-Ya, eso me lo ha ido dejando claro por el camino, pero no sé qué significa y estoy muy cansado para averiguarlo.

-Entonces no crees ser digno de ciertos dones.

¿Qué? Por favor, no me insulte…

-¿Quieres pues probarte a ti mismo y ver si serías digno de entrar?

-Que conste que no se me ha perdido nada, pero, adelante.

-Entonces, como es Navidad, el enigma es el siguiente: «Cinco trozos de carbón, una zanahoria y un gorro están tirados en el césped del jardín. Nadie los tiró en el césped y, sin embargo hay una razón perfectamente lógica para que se encuentren allí. ¿Cuál es la razón?»

-¿En serio? –respondió asombrado el muchacho mientras meditaba la respuesta- ¿Siempre haces este tipo de preguntas?

-¿Tienes la respuesta?

-Puede ser cualquier cosa, como basura que ha caído en la torre de Gryffindor.

-Joven, si no te tomas en serio el enigma e insultas a otras casas, no me quedará más remedio que mostrarte mi furia y cerrarte el paso –advirtió la estatua indignada.

-Vale, vale…

-Son los restos de un muñeco de nieve -intervino la voz calmada de Luna- Un día unos niños unos niños se pusieron a construirlo en un parque con el tiempo se derritió.

Se produjo un breve silencio en el que el chico se quedó pensativo y con cara de asombro ante la conclusión de Lovegood.

-Correcto –dijo la estatua.

-Bueno, yo también podría haber llegado a esa conclusión… -dijo el muchacho.

-La próxima vez lo sabremos –le dijo la estatua.

-Lovegood, entra de una vez. Quiero que se acabe ya esta noche tan rara.

–Gracias, niño enfadado, y feliz Navidad... –se dirigió a él la muchacha y, rebuscando en el calcetín, le extendió una pequeña cajita en forma de pentágono. El chico la cogió. Sus manos eran suaves y menudas y estaban frías al tacto.

-A dormir –dijo lanzándole una última mirada a la estatua.

Y así la pequeña jovencita en pijama desapareció por la entrada de la sala común de las águilas dejando al chico perplejo y con la duda de si en verdad iba sonámbula.

Una vez que la entrada de selló, Malfoy salió de su ensimismamiento y, mirando a su alrededor, volvió a caminar con la mayor discreción por los pasillos hacia su sala común pensando en todo lo que acababa de ocurrir desenvolviendo la cajita que le había entregado para hacer saltar la rana de chocolate que se hallaba dentro. Al principio le daba miedo ver lo que podría sacar del enorme calcetín, pero el dulce parecía estar en buen estado.

Pensaba que no había hecho nada en el fondo pero estaba bien que por el susto del encuentro con Lovegood se hubiera llevado un dulce.

Ya en las mazmorras se acordó de por qué había retomado sus pasos hacia el pasillo de la torre de Astronomía y pensó que a esas alturas ya le daba igual dónde se encontrara su capa de gala y que no le interesaba contar este extraño encuentro en los pasillos a sus amigos.

Al entrar al calor del nido de las serpientes observó que sus amigos aún seguían sentados charlando junto a la chimenea.

-Draco –susurró Pansy sentada en el sofá cuando la puerta de la sala se abrió– ¿Dónde demonios estabas? Ya pensábamos que te había pasado algo…

-Es que no encontraba la capa y me he encontrado… algo raro en medio del camino.

-¿El qué? –preguntó Zabini.

-Un muñeco de nieve…

  


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