2
La lluvia
repiqueteaba en el cristal del vagón con fuerza por un lado y por el otro, tras
la puerta del compartimiento, se escucha el típico bullicio de los alumnos
preparados y emocionados por comenzar un nuevo curso. A ella no le molestaba ninguna de esas cosas,
se limitaba a seguir el traqueteo del tren concentrada en lo que estaba
dibujando en ese momento.
Parecía
increíble que todo hubiera regresado a la normalidad, ya que el curso anterior
Hogwarts estaba en peligro de ser clausurada para siempre... Corrieron
infinidad de rumores sobre el posible y el verdadero heredero de Slytherin,
sobre todos los mensajes que aparecían en las paredes, sobre la extraña chica
pelirroja de la casa Gryffindor que iba a su mismo curso y sobre el monstruo
que se escondía en las entrañas del castillo.
A Luna
Lovegood le habría encantado ver un basilisco de tamaño gigante con sus propios
ojos y pensaba que por un lado el famoso Harry Potter era de lo más afortunado.
Una vez hizo ese comentario en el viaje de regreso a casa el curso anterior
ante dos compañeras de su casa y la miraron arrugando el ceño y preguntándole
que qué clase de lunática era. Ella se limitó a encogerse de hombros.
No había sido
un curso escolar demasiado bueno en resumen. Porque si nada más llegar a un
castillo tan encantado descubres que puede ser que decidan cerrarlo justo
cuando sientes que te estás haciendo a la rutina y que ya has logrado memorizar
el horario y el nombre de tus compañeros de clase, de los profesores y los de
los fantasmas y que además ya habías encontrado tu sitio preferido para que
luego a mitad de año te digan que hay un peligro desconocido para aquellos que
tengan ascendencia muggle… acumulas muchas sorpresas pero bastante agridulces.
De todas
formas, todo salió bien… o eso parecía. Ella estaba concentrada en plasmar
todos esos pensamientos en su cuaderno mediante bocetos en tinta negra.
Dibujaba y dibujaba sin parar cuando tenía cualquier rato libre en Hogwarts. No
sabía si a la vuelta a su habitación en el castillo le habrían borrado los
dibujos que hizo en el cabecero de la cama, esperaba que no, pero por otro lado
si ya no estaban podría hacer otros nuevos. Sus compañeras siempre la miraban
raro y le decían que cómo se le ocurría hacer eso, que por su culpa las iban a
regañar a todas, ella respondía que era una forma de sentirse como en casa. Que
si les reñían ella lidiaría con las consecuencias porque era su cama, se
ofreció a hacerles unos dibujos también a pero al parecer la idea no les hizo
ninguna gracia. Esta vez estaba pensando en colocar algún amuleto que
ahuyentase a los Nargles para que sus cosas estuvieran a salvo. Pues desde que
llegó por primera vez al castillo no habían parado de desaparecerle objetos
como el material escolar o algunas zapatillas del pie izquierdo.
Estaba inmersa
en todos esos pensamientos a la vez que le daba sombreado a un dibujo del
águila de Ravenclaw, cuando de repente la luz del compartimiento comenzó a
parpadear muy seguidamente y se desconcentró. Miró a su alrededor y notó que
todo estaba extrañamente tranquilo y que el ritmo del vagón iba disminuyendo.
Pero aún les quedaba un buen rato para llegar al castillo.
Por la ventana
se veía un cielo gris encapotado, como si todo el campo que atravesaban en ese
momento estuviera lleno de humo de chimeneas, y sumergido en la oscuridad. Y
por un segundo pensó que su mente la engañaba y que había estado forzando mucho
la vista frente al cuaderno de dibujo, porque le dio la sensación de ver unas
enormes manchas o siluetas negras flotar por el horizonte que parecían hacerse
más grandes según levitaban.
Un escalofrío
le recorrió la columna y la piel se le erizó. Buscó su chaqueta gris y se la
colocó sobre los hombros casi de forma instintiva, como un signo de protección.
El ambiente era muy extraño… Poco a poco todo se iba tornando más frío y
oscuro, La lluvia seguía cayendo con fuerza pero ahora parecía que todo se
empezaba a sumergir en un inquietante silencio.
El tren se
paró por completo y ella miraba hacia la ventana esperando percibir algún ruido
del exterior.
Le daba la
sensación de haber caído en una rara ensoñación, que en realidad el trayecto
hacia el castillo continuaba tranquilamente y que se acababa de quedar dormida
en el asiento y de repente estaba en lo que podría ser un sueño lúcido. Pero se
empezaba a sentir muy sola en ese tren, por primera vez desde que montó en él.
-Tiene que haber alguien –murmuró
para sí misma.
En ese momento la puerta del
compartimiento se abrió y volvió a cerrarse con brusquedad haciendo que a la
chica le diera un vuelco el corazón del susto y que lanzase un leve grito.
-¡Tss! ¡Silencio, niña!
-Malfoy… ¿Qué estás haciendo en
mi sueño?
-¡Habla más bajo o vendrán hacia
aquí!
-¿Vendrán? ¿Quiénes?
-Dementores… Han subido al tren…
Cierra la boca.
-No sabía que podía soñar algo
tan triste… Pero ¿cómo es que has llegado hasta aquí…?
-¿Qué dices, estúpida? Esto no es
ningún sueño, es el mundo real y si no quieres que esos bichos entren lo mejor
es que te calles y no muevas un músculo o vendrán hacia lo primero que
perciban… -dijo el chico apresuradamente en susurros.
Ella observaba
cómo se sentaba casi agazapado con expresión de alerta en el asiento que tenía
en frente y cómo poco a poco se desplazaba hacia la ventana para pegarse a esa
esquina sin apartar la vista de la puerta, expectante.
De su boca
empezó a salir un leve vaho y al ver eso se dio cuenta de que ella misma
también empezaba a desprenderlo y le entró un escalofrío, pero no dijo nada. Se
limitó a analizar detalladamente la puerta y el recorrido que había hecho el
chico en el asiento hasta llegar a él y volver a recorrer la escena a la
inversa.
En ese momento
Luna Lovegood sintió cómo la tristeza empezaba apoderarse de ella. Fue algo que
le costó identificar al principio. Nada instantáneo. No sabía por qué, pero no
podía articular palabra y de repente algo dentro de ella se encogió un poco al
observar cómo una enorme sombra se materializaba a través del cristal de la
puerta. Y de una forma hipnótica no podía apartar la mirada. Una criatura
encapuchada se posaba frente a ellos y lo único
que les separaba era una fina puerta. No tenía ojos, pero sentía cómo
algo le atravesaba el alma y un vació la empezaba a invadir.
Entonces ella
dirigió una mirada de nuevo hacia Draco Malfoy, que por su expresión parecía
que estaba recordando e intentando asimilar que estaba allí con ella, en el
rostro del muchacho parecía leer que si esa criatura abría la puerta estarían
perdidos. En ese momento el se agachó y se sentó despacio en el suelo, sin que
le importara nada ensuciarse la túnica, buscando una forma de protegerse, y
ella le imitó.
No tenían una
expresión de miedo, sino de haber caído en una extraña ilusión que les dejaba
sin aliento. La mirada de aquel chico rubio era una mezcla de lo que ella
estaba sintiendo en ese momento pero su cara había dejado de tener esa alarma
para pasar a una expresión de tristeza que jamás imaginó ver en él; el chico
altanero y superficial de Slyherin al que nada le importunaba como para cambiar
el semblante delante de quienes consideraba inferiores, ahora temblaba como
ella y se delataba como humano.
-Malfoy… -susurró la niña
dejándose llevar por la pena que le transmitía verle así de perdido- Tranquilo…
Mírame… Estamos aquí –ella en un intento desesperado por reaccionar a esas
tristes sensaciones se acercó un poco y posó su mano en el hombro izquierdo del
chico para intentar que él también despertase.
Draco
permanecía inmóvil observando la figura que parecía mimetizarse con el cristal
y alcanzó a lanzar un leve murmullo casi inaudible y sus ojos comenzaron a
delatarle del todo frente a ella cuando dejó escapar una pequeña lágrima. Luna
no entendía aún del todo lo que estaba sucediendo, si había un ataque o hacía
tiempo que se había quedado dormida de verdad y caído dentro de una rara
pesadilla, y se preguntaba qué le estaría pasando al chico en ese momento por
la cabeza para mostrarse tan vulnerable. Al mismo tiempo sintió un impulso de
protección hacia ese ser tan extraño e indefenso sobre el que posaba su mano,
le dio unas palmaditas en el hombro y comenzó a susurrarle de una manera más
afectuosa:
-Draco… No llores…. Todo va a salir
bien.
Él la miró sin mostrarse enfadado
por las palabras pero algo más serio y preocupado como dándose cuenta de que
quién era ella y que estaba frente al mismo peligro que él. La tomó de las
manos y apartó al mismo tiempo que ella la mirada de la puerta, fijando la
vista en el suelo y acercándose a la chica hasta que quedaron con las frentes
unidas.
Un impulso.
Unas manos entrelazadas buscando
dentro de cada uno una salida de la tristeza. Esa sensación de contacto era
reconfortante para ambos.
-No quiero tener miedo… -susurró
él con voz entrecortada.
-Yo tampoco.
De repente al
verse así, a Luna le vino a la mente el recuerdo de su madre, cuando le hacía
compañía en su habitación en los momentos en que de pequeña sentía miedo en las
noches de tormenta, cuando era muy pequeña y aún no comprendía el encanto del
tiempo y su madre le contaba historias de porqué las nubes lloraban y pegaban
alaridos que nos llegaban a nosotros como truenos. Entonces, ese momento,
acordarse de su sonrisa, se sintió tan tranquila como cuando la historia
terminaba y su madre apagaba la luz y hacía dibujos en el aire con su varita. Y
descubrió que eso mismo era lo que le quería transmitir a Draco; calma y apoyo.
No pensó en quién era él, sino en el sufrimiento que percibía en ese momento. Una
fragilidad nunca vista en ese chico, con unos ojos vacíos que a la vez parecían
pedir ayuda en silencio.
El Dementor
entonces pasó de largo por la puerta y no reparó en ellos más tiempo. Al
parecer había algo que le atraía más pero ese instante en el que se quedó
quieto en la puerta se les hizo eterno.
Era como si al
haberse tomado de las manos hubieran creado alguna especie de “escudo” porque
en ese momento Luna Lovegood se sintió menos sola y la expresión de Draco
pareció menos nerviosa… Algo extraño.
La muchacha sentía
que aún no podía mover un músculo hasta que volviera a haber un atisbo de luz.
Ambos se quedaron paralizados no supieron exactamente por cuánto tiempo. Pero
pensaban que si se movían el Dementor podría volver.
De repente,
las luces volvieron a encenderse poco a poco y se escuchó cómo varias personas
hablaban por los pasillos haciendo retomar la calma entre los alumnos, quizás
algunos prefectos. El tren volvía a retomar su macha poco a poco y al parecer
eso fue lo que a los dos jóvenes les hizo reaccionar y separarse por completo
el uno del otro evitando la mirada del contrario algo avergonzados, sobre todo
por la parte del Slytherin.
-Nunca había visto a una criatura
así tan de cerca –fue lo primero que a Luna se le ocurrió decir entre el asombro
y para intentar normalizar la situación y evitar el hecho del contacto tan
extraño que acababan de tener.
-Lovegood, si le cuentas esto a
alguien… -dijo el chico en tono amenazador y a la vez con un hilo tembloroso y
tomando aliento.
-Nadie me creería. Aún intento
asimilarlo –contestó ella incorporándose en el asiento mientras recogía sus
pertenencias, pues se dio cuenta de que con la entrada del chico habían quedado
algo revueltas y esparcidas por todo el compartimiento.
-En serio. Tú no me has visto en
todo el viaje, sino, puedo hacerte la vida imposible en el castillo. Y no
tendría que esforzarme mucho. Ya eres un caso perdido –le encaró mientras se
recolocaba la túnica y ponía de pie y le dio la espalda. Luna se dio cuenta
entre tanto mirando de reojo de que Draco se intentaba secar las pocas lágrimas
derramadas lo más disimuladamente posible mientras le decía:
-Será mejor que te tranquilices,
Malfoy. Mis silencios son poderosos para ti, a lo mejor no quieres amenazarme
tan a la ligera… -contestó ella con voz calmada sin dirigirle la mirada.
Prefería concentrarse en recoger todas las cosas que se habían caído de su
mochila.
El chico arqueó una ceja y le
dijo dándose la vuelta con con incredulidad:
-Espera, ¿me vas a chantajear por
lo que acaba de pasar?
-No todos somos tú, Malfoy.
Aunque en realidad tampoco sé cómo acabas de ser…-dijo esto último ahora
dirigiéndole una mirada tranquila y encogiéndose se hombros- Pero, simplemente,
no tengas miedo…
Entonces ese
momento sabía que él quería haberle gritado un “No tengo miedo” o lanzarle
algún insulto, pero después de lo que ambos acababan de presenciar en ese tren
y después de sentir cómo se le helaba la sangre… ninguno se atrevía a ser muy
impulsivo.
-Haremos un trato –rompió el
silencio la Ravenclaw.
-Un trato… contigo…
-Yo no le diré a nadie lo que
acaba de pasarnos, si me dices en qué estabas pensando cuando entró la criatura.
-¿Y para qué mierda quieres saber
eso? –espetó él incrédulo- ¿Para usarlo en mi contra? ¿Acaso me lo vas a decir
tú?
-No lo quiero usar en tu contra,
pero es la primera vez que me ha atacado uno de ellos. Necesito entender bien
hasta dónde puede llegar…
- Como si hubieras podido
concentrarte en una sola cosa…
-Yo me he acordado de mi madre
–contestó sin ningún reparo-. Solo podía ver su rostro, me estaba sonriendo...
y luego todo se volvió muy oscuro... Pensaba que yo también me había muerto y
que estaba preparada para reunirme con ella. Creo que casi podía tocarla pero
de repente me sonrió y eso hizo que estuviera menos triste, y luego te vi a ti
de frente, y me preguntaba si habías visto algo parecido, porque como tenías
los ojos abiertos. Solo quería saber si has tenido una sensación parecida… No
es malo tener miedo, ni llorar.
-No he visto ni sentido nada más
que frío, Lovegood, solo eso –esta vez bajó su tono a uno que no sonaba
amenazador sino desconcertado por la descripción que ella acababa de dar en la
cual parecía haberse enterado de media vida de la extraña chica-. Así que, no
vuelvas a mencionar nada de esto. Los Dementores pueden volver, pero si se han
marchado es que han encontrado a alguien más interesante a quien darle su beso.
No le des más vueltas y agradece que no te hayan absorbido el alma.
Con esa última frase el chico se
dirigió a la puerta vigilando por si pasaba alguien por el pasillo antes de
abrir, se disponía a marcharse pero la Luna le retuvo:
-Espera, toma.
-¿Qué quieres ahora? –volvió
sobre sus pasos en un tono de exasperación.
-Acabo de encontrarla en mi
mochila –le lanzó una cajita con forma de pentágono que contenía una rana de
chocolate-. Te has quedado bastante paliducho, deberías comer algo.
-No pienso comer nada que salga
de tu mochila, Lovegood –respondió el con gesto de indignación mirando la
cajita en la palma de su mano.
-Está sin abrir, pero como
quieras…
-¡Bah! Recuerda, tú no me has
visto –con esa última frase abrió despacio la puerta mirando a cada lado con
inquietud y una vez fuera procuraba mantener la compostura y colocarse uno
mechones de pelo que le caían por la frente.
Ella le siguió con la mirada y se
acercó a la puerta para cerrarla de nuevo ya que el chico la había quedado
entreabierta con las prisas que llevaba y se asomó para ver el ambiente en el
pasillo. Percibía que había mucho alboroto en los otros compartimientos y
observaba cómo el Slythein volvía con sus serpientes. Él no volvió sobre sus
pasos ni puso la vista atrás, sin embargo, Luna vio cómo se guardaba la rana de
chocolate en el bolsillo de la túnica.
Qué chico tan bobo –pensó ella negando con la cabeza-. ¿Por qué le costará tanto decir un
“gracias” cuando se ve lo quiere decir de verdad?
Decidió que ya era hora de
ponerse la túnica y prepararse para cuando llegaran al castillo.
Esa noche
encontró su cuarto en Hogwarts tan aburrido como cuando llegó el curso pasado,
decidió que ya le daría su toque al rinconcito que le correspondía a la mañana
siguiente. Estaba cansada y empachada
después de una copiosa cena. No quiso correr las cortinas de su cama como
habían hecho el resto de sus compañeras, quería ver la luz de la luna
atravesando su ventana ahora que el cielo había dado tregua y no llovía.
Había sido un
comienzo de curso extraño, como todo en el fondo. Y una parte de ella seguía
con miedo y tristeza en el cuerpo. Y al mismo tiempo otra parte recordaba con
asombro al Dementor, intentaba comprender de dónde nacía tanta oscuridad…
Imaginaba que nunca lo sabría aunque fuera bruja y su curiosidad la llevara a
lugares y momentos insospechados como el de esa tarde. Sabía que no todo tiene
una explicación lógica y que cuando buscara la respuesta de la forma más
extraña, encontraría la respuesta a algo diferente...
Oscuridad…
Malfoy no
rechazó tomarla de la mano. Al final podría ser que todo hubiera sido un sueño
rarísimo, pero, ¿por qué habría de soñar con ese muchacho? O a lo mejor quien
había tenido un sueño era él, o puede que tuvieran a la vez la misma pesadilla…
No. Le parecía estúpido que uno de los dos pudiera soñar con el otro aunque al
mismo tiempo dudada de si lo vivido en aquel vagón habría sido real… Y fuera o
no una pesadilla, ¿debía significar algo? En esos momentos se contradecía.
También ella misma para ser bruja pensaba que no debería dejarse llevar por el
escepticismo. Porque si no si que se consideraría realmente una bruja aburrida
si andaba intentando buscar el origen de todo
sin dejar nada a la imaginación ni a la magia
Por su parte
Malfoy no parecía muy afectado durante el resto de la cena en el gran comedor.
Una vez que llegaron al castillo pudo verle más que recuperado del tétrico
incidente con el Dementor desde que se empezó a correr por el camino al
castillo el rumor de que Harry Potter se desmayó en el tren. Le parecía muy
raro escuchar al Slytherin cómo cambiaba su versión de la historia para su
conveniencia. Sabía que lo haría, pero le sorprendía que normalizase tanto el
encuentro con la criatura dejándolo pasar como una anécdota sin importancia,
porque podría haber sido un héroe en su propia historia si hubiera querido, ella
no habría sacado a nadie de su error porque básicamente le daba igual lo que
Draco contase. Pero por lo que Luna había presenciado, una parte de ella sabía
que si el chico no se había atrevido a dar muchos detalles de cómo y dónde se
había encontrado con el ataque de los Dementores era porque en él quedaba un
residuo de miedo al recordarlo y se escudaba con regocijo en lo que le ocurrió
a Potter. En la historia que les contaba a sus colegas de Slytherin lo único
verdadero era que vio de lejos a un Dementor en el pasillo mientras daba una
vuelta por su cuenta. Con la conciencia tranquila también se hace magia…
Es tan extraño… -meditaba mientras se arropaba y colocaba su cabeza en
la almohada mullida, quizá lo que más
había echado de menos del cuarto- Porque
los Dementores son seres horribles, pero en ese momento he logrado ver un lado
más humano de quien tenía frente a mí, que haya tenido que ser a través de esas
criaturas... Sin máscaras ni apariencias, solo lágrimas y respiración agitada.
Un cuerpo indefenso y humano como el mío. Si en el momento del ataque le
pasaron recuerdos tristes por la mente como a mi y acabó llorando, debe de
sentir una gran tristeza, miedo o frustración en el fondo y muchas dudas, o
todo a la vez. Quiere ser tan frío como los Dementores que llega a ser absurdo.
Y luego la rara soy yo por decir lo que se me pasa por la cabeza. Creo que por
eso las criaturas se acercan más a él. Tiene toda la cabeza llena de Torposplos.
Pero no pensé que me fuera a tomar la mano como lo hizo. Parecía que con eso
intentaba tener algo con lo que sostenerse a la realidad, espero haberle
servido de ayuda. Porque sus ojos la necesitaban. Mientras que el frio del
Dementor no haya entrado en su corazón, a lo mejor tras esta experiencia hay
poco más de empatía en Draco Malfoy… y si no me seguirá dando mucha lástima.
Una cosa si estaba
clara para Luna, su madre había sido su apoyo y consuelo en momentos difíciles
y ese sentimiento de cariño sería lo que la ayudaría a dormir esa noche
creyendo aún más en la magia. Aún no acababa de entender del todo bien qué hizo
retroceder a la criatura. Pero, como más adelante sabría que los recuerdos
felices serían muy poderosos.
Al fin y al
cabo alguien le dijo, con razón, que “la felicidad se puede hallar hasta en los
más oscuros momentos, si somos capaces de usar bien la luz”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario