28 octubre 2019



6

HOTEL PARADISE



          El frescor de una noche de lluvia veraniega empezaba a erizar la piel de Ginny, estaba exhausta y de vez en cuando notaba leves gotas de molesto chisporroteo en la cabeza al pasar bajo alguno de los frondosos árboles que aún reinaban en ese extraño camino empedrado.
         El grupo caminaba a paso más sosegado. Nadie dijo nada durante largo rato, de vez en cuando se escuchaba cómo alguno de ellos tomaba aliento. Ese camino de piedra que recorrían les había calmado a todos un poco tras la racha de mala suerte nada más subirse a furgoneta. Obviamente cada uno tenía su punto de vista respecto a lo que a mala suerte se trataba, pero todos coincidían en esos momentos en que el camino de faroles les conduciría a un sitio seguro.
-¿Alguno tenéis hora? –preguntó Harry de repente-. Se me ha estropeado el reloj.
-El mío tampoco va -comentó Hermione mirando su pequeño reloj de pulsera.
-Míralo en tu móvil, Potter –dijo una voz remarcando obviedad.
-Se me ha apagado, Malfoy, si no, no preguntaría.
-Yo no tengo hora... –intervino Luna- pero, a juzgar por la luz y la posición, y teniendo en cuenta lo iluminadas que están estas farolas, deben de ser más o menos las nueve o las diez. Sería más precisa si el cielo no estuviera tan encapotado ni los árboles nos hubieran tapado tanto el camino...
-Oíd –insistió Ron acercándose a sus dos amigos y aligerando el paso-, cuando lleguemos a donde sea que vayamos a llegar, creo que a quien deberíamos llamar primero es a Sirius, Harry –Por el tono de voz, Ginny pudo intuir que su hermano tenía miedo de la reacción del padrino de Harry tras el choque, pero quizás le tendría más miedo o se sentiría más agobiado al llamar a su propia madre, de la cual ambos pelirrojos sabían la reacción que tendría. En menos que cantase un gallo Molly se presentaría allí donde se encontraran, aunque eso supusiera abordar cualquier avión en Rumanía y exigirle al piloto que marcara las coordenadas exactas en donde se hallaban sus dos hijos pequeños-. O a tus padres, Hermione, que tienen coche. Mi familia está cada una por su lado, tardarán en responder.
-Sí, bueno, una vez que nos ubiquemos y si nos dejan llamar nos turnamos –dijo Hermione asintiendo algo insegura al pensar en la reacción de sus padres-. Cada uno tendrá que llamar a su casa. Seguro que mis padres no tendrán inconveniente en recogernos. Pero, de todas formas, deberías avisar a alguien de tu familia, Ron.
-Ya te digo que no creo que estén disponibles. Sólo nos daremos problemas mutuamente –comentó con aire desanimado y desinteresado-... Además, una llamada al extranjero...
-Ronald, son tus hermanos... No pienso que vayan a ignorar algo así.
-Bueno, pero...
-Bill quizá sí esté disponible –interrumpió Ginny despectivamente notando el desinterés de su hermano-, se quedaba en su casa este mes.
-De acuerdo, ya veremos qué hacer una vez que consigamos teléfono.
La chica Weasley parecía no acabar de dar crédito a la actitud de su hermano. No era algo que le sorprendiera en él, pero le irritaba esa capacidad que tenía para evitar a todos los miembros de su familia en situaciones complicadas.
-Es muy raro –decía Harry pensativo-, aún me quedaba batería en el móvil y no se ha dado ningún golpe y lo he mantenido seco en la mochila.
-A lo mejor con la tormenta la batería se ha estropeado –le dijo Ginny-. Tengo aquí el MP3 y he visto que tampoco me funciona.
-Esto es una pesadilla –soltó Draco-. ¿Si la tecnología empieza a fallar, cómo sabemos que el sitio al que nos dirigimos va a estar en buenas condiciones? –el rubio enfatizaba la pregunta con un mueca de disgusto mientras se echaba a un lado el flequillo mojado-. ¿En el caso de que hubiera teléfonos, y si resulta que se les habrán estropeado con la dichosa tormenta? A saber cuánto tiempo habrá que esperar...
-Bueno, de momento no se sabe qué vamos a encontrar, Malfoy –dijo Hermione intentando dar una nota de optimismo-. No hagamos suposiciones ni busquemos problemas si no estamos seguros.
-Hay que pensar en todo, y al paso que vamos, como para no ponerse en lo peor, Granger.
-Vale que haya que estar prevenidos, pero de ahí a formar problemas donde no los hay... Precisamente porque tiendo a pensar de esa manera, sé que no ayuda.
Harry y Ron se miraron algo extrañados. Empezaban a notar que el estrés de su amiga aumentaba y suponían que como Malfoy siguiese hablando, la tregua volvería a verse interrumpida.
-Ya, bueno, déjame con mis conjeturas y yo te dejo a ti con las tuyas –espetó el joven de mal humor.
El camino se les iba haciendo largo a pesar de estar libre de obstáculos.
-No sé vosotros, pero yo tengo los calcetines empapados –dijo Luna de repente.
Ron la miró de reojo con una expresión de desconcierto y empezó a pensar en sus propios pies.
-Cogeremos un resfriado si seguimos así mucho rato –afirmó Ginny-. El camino no parece acabar nunca...
      La tensión en el ambiente seguía fluyendo, ninguno había olvidado la bronca con la que casi Ron y Draco llegan a los puños, justo antes de que Ginny viera una de las farolas de ese camino a lo lejos. Ninguno de los dos había vuelto a hablar ni a mirar directamente a la chica, pretendían ignorar lo ocurrido, ya que era la primera vez que Ginny se mostraba tan alterada. A su vez, el grupo al completo quería obviar, además del enfado de la Weasley, lo ocurrido con el extraño objeto que ésta guardaba en uno de sus bolsillos, ese extraño suceso no les atraía nada. La pelirroja le daba vueltas en silencio al hecho de que el medallón que encontró al principio del camino comenzase a arder como si de un hierro candente recién sacado de una brasa se tratase, muy normal no era.
       Al cabo de unos minutos la luz de las farolas empezaba a cobrar más intensidad y el terreno iba mejorando. A pesar de estar todo mojado se notaba que los pocos árboles que tenían ya a su alrededor estaban mejor cuidados, al igual que las vallas y el césped.
-¡Mirad! –Exclamó Harry señalando hacia el cielo nocturno donde parecía divisarse la silueta de una torre iluminada por una débil luz amarillenta mucho más alta de la posición en la que se hallaban las farolas-. Quizá haya algún puesto de vigilancia.
        Dejando atrás los baldosines grises de piedra en los que resbalaron más de una vez, el grupo se dirigió a paso más ligero hacia la luz notando ahora la sensación de grava y tierra embarrada en sus pies. Empezaron a distinguir otro camino entre arbustos y setos mal recortados encontrando de vez en cuando, y para su sorpresa, pequeños farolillos desgastados a ambos lados del sendero, colocados encima de un pequeño muro que delimitaba el camino y que no les llegaba a las rodillas. Con eso se sintieron con un objetivo más fijo aún. Tras andar varios metros, lo que a lo lejos definieron como un puesto de vigilancia, poco a poco iba erigiéndose como la imponente y oscura fachada de una casa al parecer muy antigua. El paso de los seis jóvenes iba siendo más lento y dudoso a medida que se acercaban a la entrada cubierta por un porche bastante amplio con vigorosas columnas de piedra.
        La poca luz que se colaba por los nubarrones del cielo nocturno les permitió observar un poco mejor lo imponente que era esa casa. Era una mansión, rodeada de ventanales y balcones con una entrada y definida por grandes pero estropeados escalones de piedra y barandas que parecían conectar más caminos. Su fachada y extensiones pasaron al principio raramente desapercibidas para el grupo; parecía que todo iba tomando forma a medida que se acercaban, como si toda la casa hubiera permanecido escondida entre el frondoso bosque y se hubiera ido materializando en un claro, poco a poco, como un espejismo, pero ya más de cerca podían comprobar que era una mansión. Algo dudosos de no ver más luces, subieron los pocos escalones hacia la entrada y ya resguardados, suspiraron escurriendo un poco su ropa y el pelo empapado por la lluvia.
         Ginny recorría con la mirada los ventanales agrietados que rodeaban la gran puerta decorada con enormes aldabones metálicos y de repente un sentimiento de incomodidad comenzó a inundarla. Se sentía desconcertada, creía que ya había vivido antes ese momento. Comenzó a pasearse por el porche analizándolo todo a su paso para no perder detalle y así además acordarse de un extraño sueño. Las grandes columnas estaban talladas y decoradas de arriba abajo con detalles señoriales.
Lo poco que habían observado hasta el momento era típico de una casa victoriana en gran magnitud, pero descuidada, olvidada.
-Qué sitio tan... imponente... -comentó Hermione.
-¿Dónde diablos estamos? –soltó Ron haciendo salir a los demás de su breve ensimismamiento.
-Parece una casa particular –respondió Harry-. Debe de ser de gente importante.
-Pues no lo parece por el modo en el que está todo esto.
-Quizá la casa esté abandonada.
-¿Y entonces, por qué hay luz en los pisos de arriba? –cuestionó Draco.
-También hay luz en el piso de abajo –dijo Ginny observando uno de los ventanales- . Las luces no están apagadas, pero parece que tienen las ventanas entablilladas...
-Vaya... -suspiró Ron para seguir comentando con tono sarcástico:- Eso me hace sentir más seguro. ¿No pueden simplemente poner unas persianas o unas cortinas?
       Tras la observación de la joven, el resto siguió sus pasos hasta quedar frente a la misma ventana dónde Ginny se situaba y luego se fueron desplazando por el porche para poder comprobar por ellos mismos que todas las ventanas estaban cubiertas y que la mayoría dejaba entrever escasas y diminutas rendijas de tenue luz. Todos menos Ginny, iban saliendo a su ritmo del porche para comprobar el aspecto los dos pisos superiores que tenían a la vista, esas ventanas no parecían estar tapadas, dejaban entrever una luz naranja más apagada que la de las farolas, los cristales empañados no definían bien si había luz en todas las estancias o era el reflejo del camino empedrado que dejaron metros atrás.
-Es curioso, hay luces pero no se oye sonido alguno... -comentó Luna cruzándose de brazos.
-¿Qué esperas oír? –preguntó Harry.
-En una casa de este tipo lo suyo sería que siempre hubiera ajetreo, que estuviera siempre llena de gente, andando de arriba abajo, pero, o tiene buenas paredes insonorizadas, o aquí no reciben muchas visitas.
-Parece que a los dueños les gusta la intimidad –añadió Ginny aún sumergida en la fachada-. Espero que al menos nos dejen usar el teléfono...
-¿En serio os da buena espina una casa con las ventanas tapiadas en medio de la nada...? –volvió a cuestionar Malfoy en un tono más molesto.
-Hay luz, eso es una señal de que puede haber gente.
-Fíjate en el aspecto que tiene... Este sitio se cae a pedazos, Weasley.
-A lo mejor está abandonada y... -añadió Hermione sin poder terminar puesto que Malfoy volvió a intervenir en sus conjeturas.
-Si es así y hay luz, puede que dentro haya vándalos o niñatos haciendo una fiesta.
       Ron apartó la mirada de la fachada y en ese momento Ginny intuyó que su hermano empezaba a estar de acuerdo con la opinión de Draco, pero jamás lo admitiría.
-Bueno, Malfoy, si no llamamos está claro que no vamos a salir de dudas –opinó Harry- Te veo más alterado de lo normal... Si no me equivoco, diría que estás asustado –tras decir eso, miró a su rival con una ceja arqueada.
-¡No estoy asustado, Potter! –saltó enseguida el rubio, frunciendo el entrecejo como sólo él sabía- Intento pensar con lógica. Por mí, venga, llamad a la puerta -empezó a mascullar para sí mismo-. Veréis cuando mis padres se enteren de esto... Asustado, dice...
-Fijaos, aquí hay un letrero –dijo Hermione acercándose a la placa que había colocada en una de las puertas-. Con esta luz no veo nada, ¿tenéis algo que sirva para iluminar?
-Claro, Granger, por eso hemos venido a oscuras todo el camino... -volvió a atacar Draco con notas de sarcasmo- Eres aún más brillante bajo presión.
-Cierra la boca y préstame el mechero que tienes ahí guardado –le espetó Ron harto de que se metiera con su amiga y señalando al bolsillo de la camisa del joven quejica.
-¡Pfffff! Qué pérdida de tiempo, ¿no podemos llamar y ya? –bufó Malfoy de nuevo, poniendo los ojos en blanco a la vez que sacaba su mechero. Ginny pensaba que, en el fondo, él también tenía ganas de saber qué decía el letrero antes de aventurarse a nada más, si no, nunca le hubiera prestado nada a Ron.
      El pelirrojo Weasley prendió el mechero y con cuidado lo acercó a la placa, Hermione empezó a leer en voz alta frotando un poco las estropeadas letras grabadas con la manga de su chaqueta:
-Pone: 'Hotel Paradise, Hospedaje de la familia Reeve desde 18— '... Hmm... La fecha está borrosa.
-¿No os parece que se ven siluetas? –pregunto Luna pegada de nuevo a una ventana.
-Sí que parece haber gente –afirmó Harry poniéndose al lado de la chica-, puede que sea un hotel rural.
-Pues, como no se esmeren en dar un arreglo a la fachada, me parece que van a perder mucha clientela –señaló Ron-. En fin... tanto si les funciona el teléfono como si no, nos pueden dar referencias de dónde estamos, seguro.
-Esto de "paraíso" no tiene nada –farfulló Draco.
      Todos estaban extrañamente aliviados, a pesar de los desperfectos de la maleza y la fachada. Sin embargo, Ginny no tenía muy buenas vibraciones respecto a ese sitio, pero era consciente de que no tenían una mejor opción que llamar, era eso o caminar perdidos, exhaustos y empapados en la oscuridad sin saber qué podrían encontrar más adelante. Un impulso -motivado por el cansancio de la discusión del grupo- le incitó a llamar a la puerta. Los aldabones no eran muy pesados y resonaron captando la atención de los otros cinco jóvenes que no esperaban que Ginny terminara de decidir tan pronto.
       La respuesta en el interior de la casa no se hizo de rogar y ambos portones se abrieron lentamente y resonando. La luz les cegó por un instante a todos, y cuando los ojos de Ginny se acostumbraron al cambio lumínico, pudo ver la esbelta silueta de un hombre muy alto, vestido con un jersey verde oscuro encima de una camisa blanca y pantalón y zapatos negros.
-Buenas noches –les dijo con voz grave pero más agradable de lo que se esperaba-. ¿En qué puedo ayudarles?
       El hombre era de mediana edad, no parecía fornido pero era muy alto y de pelo castaño y liso bien recogido en una pequeña coleta que le llegaba hasta los hombros. Parecía que el cansancio también había hecho mella en él, ya que se le notaban unas leves ojeras.
Se produjo un instante de silencio y confusión en el que los seis jóvenes intercambiaron miradas esperando buscar un portavoz. Finalmente Harry se decidió y dijo:
-Buenas noches... Verá, mis amigos yo nos hemos perdido. Íbamos de camino a un campamento cuando nos desviamos de la ruta y hemos tenido un accidente con la furgoneta en el bosque, pasando el camino empedrado, cuando ha empezado a llover. Estábamos totalmente perdidos hasta que dimos con su casa. Nos preguntábamos si sería tan amable de dejarnos llamar por teléfono para avisar a nuestras familias de que vengan a recogernos...
Ginny pensó en la templanza y formalidad que desprendía Harry en ese momento.
El hombre cambió levemente su expresión con un mínimo movimiento de sus cejas y dijo:
-Vaya, qué mala suerte han tenido, jóvenes. Pero por favor, pasen. Para este tipo de emergencias está nuestro negocio –mostró una media sonrisa algo forzada. Ciertamente, por su expresión, en un principio no se esperaban tanta amabilidad.
        En cuanto pisó el vestíbulo a Ginny le invadió un calor muy agradable. Todos se sorprendieron, ya que por dentro la estancia era completamente diferente a la impresión que daba desde fuera; La entrada era grande, todo estaba elegantemente decorado con muebles antiguos pero bien conservados, los candelabros centelleaban en la pared a ambos lados del vestíbulo, que llevaba a dos estancias a izquierda y derecha, en el medio se imponía una mesa redonda y al fondo una escalera cubierta por una elegante alfombra morada con detalles en dorado. Se observaba que el ambiente no estaba recargado pero no faltaban detalles florales en las mesas, esculturas y una lámpara de araña. Sumamente impactante a primera vista.
-Bienvenidos al Hotel Paradise, soy Zyron Burke, uno de los amos de llaves. Debo decirles que han tenido suerte. Esta lluvia tan repentina al parecer ha causado varios destrozos por la zona. Si esperan un momento aquí, les proporcionaré un teléfono.
-Gracias –dijeron los seis chicos más o menos al unísono.
En cuanto Zyron Burke cruzó la esquina derecha del vestíbulo todos empezaron a recorren la estancia despacio sin perder detalle aún con el extraño semblante del aquel hombre grabado en la mente.
-Qué señor tan atento. Y qué lugar tan elegante –comentó Luna-, lástima lo del jardín...
-Esto no parece una casa rural –opinó Ron-, más bien un lugar de reposo para gente mayor, una residencia de ancianos...-hizo un gesto en el que daba la impresión estar olfateando la estancia- Pareciera que hubiésemos viajado en el tiempo.
-Pero es precioso –insistió Hermione fijándose en los detalles de la lámpara de araña- Puede que sea un hotel exclusivo.
-Si así fuera, me sonaría de algo –alardeó Malfoy-. Mi familia y yo siempre hemos frecuentado los mejores hoteles.
-A nadie le importa, Malfoy –cortó Ron.
-Se nos ha olvidado preguntarle qué hora es –recordó Hermione.
-Ahora cuando vuelva le decimos que nos ponga al corriente de hora y lugar.
-Es un poco raro que siendo un hotel exclusivo y bien cuidado por dentro, esté tan estropeado por fuera –dijo Harry.
       Ginny observó que había cortinas de terciopelo morado cubriendo los ventanales a juego con las alfombras, y hubo algo que llamó su atención; le extrañó ver que el cristal de las ventanas estaba en un buen estado y no había signos de tablas de madera por el porche. Estaba oscuro pero en el vestíbulo se podía distinguir bien que desde su posición las ventanas no estaban entablilladas fuera. Al pegar un poco la cara al cristal creía incluso distinguir la luz de la luna brillando en un cielo ya despejado. Eso la desconcertó un poco. Y de repente notó una extraña sensación. Metió una mano en el bolsillo y sintió cómo la medalla que tenía guardada empezaba a arder de nuevo, no lo suficiente como para molestarla pero sentía que algo cambiaba en el objeto. No obstante no lo sacó del bolsillo. Ese objeto le era familiar y no veía motivo de peso para deshacerse de él, pensaba que quizá podía llevar algún tipo de circuito. En ese momento el amo de llaves regresó -era absurdo hacer conjeturas de eso cuando tenían cosas más importantes de las que preocuparse-, el hombre con el semblante apesadumbrado informó:
-Lamento el infortunio, muchachos, pero tras la tormenta la línea telefónica se ha averiado. Me temo que no les queda más remedio que esperar a que la arreglen o pasar la noche aquí.
El semblante del grupo volvió a ensombrecerse. No podían creer la mala racha que estaban teniendo.
-Precisamente queríamos preguntarle la hora –dijo Hermione amablemente-. Sabemos más o menos que estábamos cerca de una de las carreteras principales del este, pero una vez que chocamos y nos adentramos en el bosque, entre el agua y mala cobertura, nos hemos desorientado por completo.
-Son las doce en punto –informó Zyron consultando su reloj de pulsera.
¿Tanto tiempo habían estado caminando? Se preguntó Ginny sorprendida, soltando inmediato la medalla en el interior del bolsillo, en ese instante dejó de desprender calor.
Todos compartían miradas de desconcierto.
-Si quieren pueden entrar a asearse y pasar al ala oeste a tomar una taza de té o café, les vendrá bien algo caliente tras el paseo bajo la lluvia. Nuestro servicio está disponible las veinticuatro horas.
-¿Podemos pasar sin registrarnos? –preguntó esta vez Ron.
-Por supuesto, tenemos un servicio de restaurante aparte.
-En ese caso, sí, nos gustaría, gracias.
       Los demás asintieron y Zyron les indicó el camino. En fila fueron cruzando por la estancia de la derecha hasta llegar a un pasillo amplio y extenso lleno de candelabros y divanes. Los suelos eran de madera fuerte y los pasos resonaban de manera incómoda e irregular. Tras cruzar un par de salones llegaron al umbral de un lujoso y acogedor salón con una pequeña chimenea en la que crepitaba un fuego de lo más agradable. Atraídos, los seis jóvenes se acercaron a la chimenea en cuanto el amo de llavez les indicó dónde podían encontrar aseos, les tomó nota de lo que iban a tomar y se marchó a por unas toallas.
     Ese cuarto era más pequeño y recargado, había estantes repletos de todo tipo de objetos decorativos y bajillas de un aspecto lujoso que al parecer nadie usaba en mucho tiempo, pues tras los cristales de los armarios se distinguían algunas capas de polvo, al fondo un mini-bar con tres taburetes, al que Malfoy le hecho ojo de inmediato, y en el extremo próximo a la chimenea había un sofá de aspecto poco confortable pero amplio con sillas alrededor en corro a una gran ventana tapada con cortinas verdes. Ginny sintió curiosidad y se acercó a ese lado del cuarto con el fin asomarse por la ventana y ver qué paisaje se le ofrecía, pero Zyron regresó en ese momento con toallas. Tras tener cada uno una toalla esponjosa en sus manos se pusieron cómodos en un asiento cercano al fuego.
   Se produjo un extraño silencio. Ginny en ese momento se preguntaba qué demonios hacían allí y lo rápido que habían surgido todos esos acontecimientos. Estaban los seís en corro, sin saber o sin querer tener nada más que decirse.
De repente desde fuera se escuchó un fuerte trueno que los sacó de su ensimismamiento. La tormenta había vuelto y esta vez parecía peor.
-Bueno, al menos hemos llegado hasta aquí –dijo Harry de repente-. Esperaremos a que amaine, no tenemos opción...
-Qué remedio... Debemos ser los únicos pringados que se hayan accidentado y estén sin coche –intervino Malfoy- . Aunque tampoco se oye mucho movimiento alrededor.
-¿Cuánto crees que nos cobrará por las bebidas? –preguntó Ron a Harry en voz baja, el aludido se encogió de hombros.
-Habréis traído la cartera, porque no estoy para invitar a nadie y menos a vosotros.
-Aunque quisieras, recuerda que papi y mami te han cortado el grifo.
    Hermione puso los ojos en blanco viendo que se avecinaba otra serie de rebuscados insultos entre los chicos y empezó a doblar su toalla húmeda.
-El sitio tiene pinta de caro, eso está claro –dijo Harry- Pero el tal señor Burke parece que entiende nuestra posición... Propongo que nos quedemos esta noche.
-¿En serio? –soltó Ron dubitativo.
-Estoy de acuerdo –dijo Hermione-. Está visto que la tormenta no va a parar y aunque tuviésemos línea de teléfono, para nuestras familias sería más complicado dar con la dirección concreta del hotel y a la vez que tus hermanos y Sirius se ocupasen de recoger el coche estampado en Dios sabe dónde... Además es tardísimo. Nos resultará más fácil hacerlo todo por la mañana con más luz aunque lloviera.
-¿Y si mañana línea teléfono sigue averiada?
-Podríamos esperar un poco.
-Sí, y sino cada uno tiene lo esencial a mano –volvió a intervenir Harry-, podemos buscar el pueblo más cercano y avisar desde allí de alguna manera a emergencias o a alguien.
-Nosotros de todas formas ya llegamos tarde al campamento, así que, por mí bien –dijo Luna.
-Bueno –dijo Ron aún sin estar muy convencido-, ¿y si por lo que sea, la estancia se nos sale de precio?
-Podemos acordar con Burke una especie de señal de pago –opinó Harry.
-Sí -dijo Hermione rebuscando en su mochila-, bueno, obviamente debemos preguntar primero el precio de... ¡Oh! ¡Pero a mí me falta el bolso con la dichosa cartera! -La chica volvió a poner una mueca de desesperación escondida tras abombados mechones de pelo rizado estropeados por la lluvia.
-Cuando contactemos con nuestras familias podemos pedirles que nos traigan el resto del dinero...
-Parece que en vez de una estancia de hotel vayáis a pedir el rescate de un secuestro –interrumpió Malfoy otra vez-. Patético.
-Cierra la boca, Malfoy –le espetaron Harry y Ron al unísono.
-Bueno, entonces, decidido...Nos quedamos una noche... -dijo Hermione.
-¿Estamos todos de acuerdo, no? –se aseguró Ron- Ginny... Ginny, reacciona, vuelve a la realidad –chasqueó los dedos delante de su hermana para llamar su atención.
-¡Sí, claro, estoy de acuerdo! –protestó frunciendo el ceño- ¿Qué otras opciones tenemos...?
-No has dicho nada desde que hemos entrado –observó Hermione- ¿Estás bien?
-Sí, es solo que empiezo a estar algo cansada... -todos parecían haber notado la extraña reacción de la chica a la hora de llamar a la puerta y al cruzar esos enormes salones. Ginny quería evadir el tema, le gustaba ese sitio pero a la vez había algo en el ambiente que le daba malas vibraciones, no estaba segura de ser la única, por lo que se había limitado a observar y a escuchar. Sabía de sobra que lo único que le preocupada a Ron el era el dinero que tendría que gastarse en "cuidar de su hermana pequeña" y eso era algo que a la chica le molestaba mucho, ella sabía cuidarse sola.
      En ese momento Zyron regresó con las bebidas calientes y unas tostadas con mantequilla y mermelada con las que los jóvenes se relamieron.
-¿Se les ofrece algo más? –preguntó el amo de llaves complacido de ver a gusto a los chicos.
-Dígame, ¿suelen tener este tipo de averías con frecuencia? –volvió a cuestionar Hermione-. Es que, pensamos que al ser tan tarde, nos da igual esperar a que vuelva la línea cuando la lluvia cese por completo, lo hemos hablado y queríamos saber si quedan habitaciones libres...
-Bien pensado jóvenes, justamente les iba a proponer pasar la noche, ya que, tal y como avanza la tempestad, lo más seguro es que el río crezca e inunde el camino. Si es difícil pasearse de día, imagínense de noche. Mañana podrán acercarse al pueblo más cercano, si el tiempo lo permite.
      Ron puso una mueca de aprehensión y Ginny le leyó el pensamiento; el chico estaba visualizando su furgoneta en medio del camino hecha polvo.
-Supongo que querrán una habitación para cada uno –observó Zyron.
-Sí, a poder ser –dijo Draco-. Nos gustaría algo sencillo, tal y como estamos, nos gustaría saber el precio de...
-Por el precio de las habitaciones no se preocupen. Han tenido un día muy duro, he consultado con mi jefe, y ya que vienen en grupo y se tienen que encargar de reparar su vehículo, podemos ofrecerles un precio que se acomode a su presupuesto. Pero mi jefe prefiere hablarlo con ustedes en persona, más tarde –se produjo un extraño silencio solapado con el leve tintineo de la cucharilla de té de Luna-. Tienen suerte además, al ser temporada baja, tenemos pocos huéspedes.
-Es muy amable por su parte –volvió a decir Harry- pero nos gustaría aclarar el tema del precio de la habitación cuanto antes, no quisiéramos molestar a su jefe.
-En cuanto esté libre podrán consultar ese tema con él, no se preocupen, de momento les acompañaré a sus habitaciones.
      En cuanto hubieron terminado el refrigerio, Zyron les volvió a llevar al vestíbulo y se acercó a un gran armario cercano a las escaleras, de allí sacó seis juegos de llaves, en la mesa del centro pidió a los jóvenes que firmaran cada uno un documento solicitando habitación, les fue pasando una pluma y un tintero y estos, extrañados, rellenaron sus datos, lo vieron normal, simple burocracia en un sitio antiguo. Después los chicos siguieron a Zyron Burke, que llevaba los papeles en la mano, por la escalera principal. Esta se levantaba en forma "Y" en el primer piso y tenía un gran ventanal en el medio tapado con otra gran cortina morada y tupida. Más candelabros de pared, ningún cuadro, sólo el repetitivo estampado floral de la pared de fondo azul cobalto y detalles en amarillo apagado tirando a marrón, suelos oscuros y parqué, un pasillo interminable en el primer piso y divanes sueltos. Lo único que se escuchaba ahora era el tintineo de las llaves y el repiqueteo de la lluvia en los cristales próximos.
-Estoy seguro de que encontrarán la estancia acogedora.

Continuará






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