28 octubre 2019









8


YO SOLO QUERÍA UNA CAMA MULLIDA...

    
   No podía ser posible. Agitó el pañuelo un par de veces con brusquedad como si quisiera deshacerse de un bicho y después lo cogió con ambas manos y lo extendió para mirar cada costura por ambos lados. Las letras se fueron difuminando hasta desaparecer por completo de la tela. Ginny sabía lo que había visto, no podía haber sido un simple engaño de sus ojos; Primero el trozo de medallón ardiendo, luego la chimenea encendiéndose sola, después los extraños cristales de su ventana y luego el pañuelo. Eran demasiadas alucinaciones para añadir a esa noche. Y si le daba por hablar de ello con el resto seguramente le dirían que todo aquello se debería al cansancio. ¿Podría ser solo eso?
¿De verdad se lo estaba imaginando todo?
      Era tan absurdo... Y si a todo aquello le sumaba la extraña sensación de estar siendo observada y el completo silencio del desierto hotel, se sentía más confusa todavía. Todo debía de tener su lógica.
     Estaba verdaderamente agotada. Volvió a tapar la medalla con el pañuelo y regresó a paso lento hacia su cuarto cerrando de un portazo. Posó su mirada en el crepitante fuego de la chimenea y fue a depositar la medalla en la mesilla cercana a la cama.
    Le empezaba a doler la cabeza con tanta paranoia. Todo debía de tener su explicación, se lo repetía una y otra vez. Pero nadie había subido a su dormitorio a encender la chimenea, el cuarto se caldeó enseguida, y el hotel era antiguo para tener un control remoto de las ventanas y las cortinas por las cuales empezaba a sentir claustrofobia.
         Zyron estaba tardando demasiado, pensaba acostarse en cuanto terminasen la reunión que tenían pendiente con el gerente del hotel. Sabía que, tal como había transcurrido el día, el resto no tendría ganas de pasar la noche en vela, cada uno iría a lo suyo.El impacto con el coche y la lluvia solo les llevó a discusiones y a un profundo agotamiento, -por el cual ella estaba empezando a alucinar- y lo bueno era que Ron necesitaba dormir mucho para el día siguiente y Draco seguiría obstinado y ofendido en su habitación, por lo que ya no haría falta volver a sacar el hacha de guerra lo que quedaba de noche.
       Se puso a deambular de nuevo por la habitación. Vio un reloj pequeño encima del escritorio. Le resultaba casi increíble lo rápido que habían transcurrido las horas en el bosque, iba a ser la una de la madrugada. A ella el trayecto se le hizo más corto y juraría que al resto también, pero el cansancio ya hablaba por todos.
      Decidió sentarse en el sofá, el dolor de cabeza iba en aumento. Un escalofrió recorrió su cuerpo. Se dio cuenta de que sus pantalones seguían húmedos. Decidió cambiarse por fin antes de que Zyron les llamara.
-Vete. –escuchó un leve susurro a su espalda, lo que hizo que la joven sintiese un escalofrío y se diese la vuelta bruscamente. No había nadie en la habitación y afuera resonaban truenos. Sintió una punzada de dolor en la sien.
        Había sentido una presencia en el dormitorio, eso no lo se lo podía negar a ella misma. Estaba cansada de imaginar cosas. –Son solo estúpidas visiones por el cansancio, Ginny- se dijo a sí misma. Cogió su mochila y se metió en el cuarto de baño. –Estás encerrada con desconocidos en un hotel antiguo, empapada, y ahora ves y oyes cosas. Todo se pasará en cuanto te tomes una aspirina, descubras quién te está gastando una broma de cámara oculta y te metas en la cama...-.
      El cuarto de baño era más grande de lo que aparentaba y sus griferías iban acorde con el ambiente del hotel. Había una enorme bañera en el centro con un juego de palanganas al lado, y el lavabo era de los antiguos, de madera con un espejo oscilante, una cubeta y en la parte de abajo una jarra con un juego de toallas a ambos lados. Más que un cuarto de baño era un lavadero.
-Han cuidado cada detalle... -dijo en tono de sorpresa al no encontrar nada que se pareciera al cuarto de baño de su casa.
       Mientras rebuscaba en su mochila un pantalón deportivo con el que estar más cómoda sintió una quemazón en la pierna al moverse de un lado para otro. Era una especie de calor y urticaria en el muslo derecho. Al quitarse los pantalones mojados y arrojarlos al suelo comenzó a observarse con detenimiento las piernas por si el golpe con la camioneta le había dejado alguna señal. Cogió una sedosa toalla blanca y empezó a buscar el origen de esa molesta urticaria. Para añadir una sorpresa más a esa noche, encontró una marca con forma ovalada del tamaño del dedo pulgar en la parte del muslo cercana a su cadera. Al mirarla fijamente en el espejo del cuarto de baño pudo comprobar con exactitud que la marca era de color morado, como un moretón, con el dibujo de una rosa encerrada en el óvalo y en relieve. Perpleja, pasó los dedos por la marca sintiendo el calor que notó cuando llevaba la medalla en el bolsillo. Rápidamente volvió a buscar la medalla a la mesita para compararla con la señal de su pierna. El tamaño del extraño tatuaje en relieve coincidía con el del trozo de medalla con una foto borrosa. Sin podérselo creer, dio vueltas y paseó su mirada por el objeto y por sus piernas algo asustada, buscando por si acaso tuviera otra marca que hubiese pasado por alto.
      No sabía cómo, poco a poco fue llegando a la conclusión de que la medalla le había dejado una profunda marca al haberla llevado en el bolsillo del pantalón tanto tiempo. Como si la hubiesen marcado con un hierro candente. Pero, en su pierna tenía el dibujo de una rosa, y en la medalla se veía solo lo que parecía un retrato muy estropeado y mal definido.
¿Qué diablos estaba pasando?
    Se olvidó de todo lo demás por un rato y se quedó dado vueltas en el baño intentando borrar el moretón por todos los medios que se le ocurrían y con los pocos utensilios que tenía a mano. Pero se dio por vencida. Ese dibujo con la forma de una rosa abierta le molestaba como una quemadura, estaba definitivamente impregnado en su epidermis.
      Una vez que estuvo un poco más presentable salió del baño y guardo el trozo de medalla con el pañuelo en el cajón de la mesilla con otros objetos de aseo que llevaba en la mochila. Se sentó en la cama. Estaba al borde de un ataque de estrés.
     De repente, llamaron a la puerta. Tres toques pausados que la sacaron de su ensimismamiento. Al abrir se encontró el pasillo desierto. Tanto silencio empezaba a perturbarla. Pensaba en ir al cuarto de una de las chicas con tal de hablar con alguien. Dudaba en si comentar el descubrimiento del tatuaje, así la visita no la haría sentirse tan estresada, puesto que esa marca era bien visible, no podrían decirle que ese extraño suceso era producto de su imaginación, como lo del pañuelo, por ejemplo.
      De repente sintió como posaban una mano helada en su hombro. Eso era real. Sucedió muy deprisa. Al darse la vuelta bruscamente contuvo un grito. Notó cómo la puerta del dormitorio se cerraba sola y una extraña silueta grisácea con forma de mujer se materializaba ante sus ojos y se abalanzaba hacia ella tapándole la boca para que no gritara. Al volver a entrar en contacto con su piel tuvo una sensación extraña y desagradable, era como entrar en contacto con la mano de una persona corriente pero estaba helada y a la vez parecía casi transparente y áspera.
-No grites, por favor –susurró una voz rasgada y aguda. Su rostro aún no se definía, pero ahí estaba; la silueta luminosa y cetrina de una joven, no veía sus facciones pero notaba una mirada penetrante. En ese momento, Ginny supo que, aunque quisiera, no podría ni siquiera susurrar ante tal impresión—. Quiero advertirte. No debes estar aquí, muchacha. ¡Márchate, llévate a tus amigos y no mires atrás!
      La pelirroja Weasley sintió una punzada en el sitio en donde había aparecido el tatuaje de la rosa, y notó cómo el frio de las gélidas manos de la figura gris se expandía por todo su cuerpo. No movió un músculo, esperaba a que ella, o lo que eso fuera hablara antes:
-Voy a soltarte, pero prométeme que no vas a gritar. –imploró arrastrando con parsimonia las palabras de manera suave y taciturna-. Quiero ayudarte.
      Ginny tenía la boca seca. Cuando la figura fue separándose de ella poco a poco, la pelirroja la miró de arriba abajo intentando asimilar lo que estaba pasando: Era una chica, definitivamente. Lo que mejor se definía eran sus ojos, de un blando perlado escalofriante sin pupilas. Levitaba, parecía estar sostenida por una pequeña ráfaga de viento, puesto que ondulaba a su alrededor una melena y una especie de vestido antiguo lleno de volantes, más o menos podían tener ambas la misma estatura, lo único que daba la impresión que llevaba al descubierto eran sus brazos esqueléticos; Era la figura de una muñeca fantasmagórica. Podía ver a través de ese extraño ser si permanecían quietas un instante.
-¡¿Q-quién eres?!... ¡¿Qué eres?! ¡¿Qué maldito sitio es este?! –preguntó atropelladamente la joven Weasley, por fin armada valor.
-Ahora necesitas saber que soy una amiga. Es mejor que te vayas antes de que den las dos en punto.
-Pero... ¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué pasa esa hora? –Ginny empezó a buscar lentamente y de manera inconsciente el pomo de la puerta.
-Ella vendrá. Si no te vas, no podrás volver a ver tu mundo.
        Daba la sensación de que la extraña aparición estaba tan intranquila y confusa como Ginny, como si dudara de sí misma. Intuía la desesperación en su fantasmal rostro.
-Por favor, confía en mí. No te haré daño. No te fíes de lo que hay más allá de esa puerta.
       De repente la figura se evaporó dejando ante los ojos de Ginny una leve capa de humo blanco, era como se le hubiese acabado la energía para permanecer en esa habitación. La pelirroja se quedó de nuevo estática mirando las ondas de humo que habían quedado mientras se le hacía un nudo en la garganta.
      Al salir al pasillo, la Weasley encontró todas las puertas de los dormitorios de sus compañeros abiertas de par en par. Miró a su alrededor, las habitaciones estaban desiertas por lo que se aventuró a asomarse al otro extremo del pasillo, y solo se escuchaba un leve "tic-tac" de lo que parecía un reloj grande y antiguo proveniente del pasillo cercano a la gran escalera.
¿Dónde demonios se habían metido los demás?
-¡Chicos! –camino a paso ligero dando zancadas. Definitivamente estaba harta de tantas sorpresas extrañas. El corazón le latía a ritmo frenético recordando la rasgada voz y los ojos de pena de la extraña silueta.
Se iba a volver loca.
       ¿Qué era esa visión vaporosa de una joven deprimida y por qué le advertía una y otra vez que se marchara? ¿Habría sido ella la que habría provocado los otros extraños sucesos?
-No seas tonta –se dijo a sí misma en voz alta-. Los fantasmas no existen.
"Los fantasmas no existen."
"Los fantasmas no existen."
"Los fantasmas no existen."
       De repente el "tic-tac" del reloj se escuchó con más intensidad, provenía de las primeras plantas. Bajó las escaleras decidida a buscar a Zyron Burke por toda la casa. Mientras pensaba cómo ver toda esa serie de absurdos desde una manera lógica y su enfado y frustración iban en aumento. Al llegar a la planta baja se encontró un ambiente muy cambiado: El amplio vestíbulo era más luminoso recargado en decoración, todo le pareció más grande y con una luz más cálida. Se topó en una esquina de un pasillo con el enorme y extravagante reloj de péndulo que en ese momento dio las dos de la madrugada en unas campanadas extrañamente largas y parsimoniosas haciendo vibrar las manecillas.
      Sintió un escalofrío al contemplar que la gran puerta principal se abría de par en par dejando entrar a través de la tormenta sombras y siluetas parecidas a la que había visto hace un instante en su dormitorio, pero con distinto aura. Daba la impresión de que entraba gente, pero eran juegos de sombras, esferas y siluetas transparentes cuyos ojos, de distinto color cada uno, centelleaban en la oscura noche. Eran sombras con rostros poco humanos.
Un violín empezó sonar desde el ala este de la mansión, y Ginny sintió otro vuelco en el corazón.
   ¿Eran fantasmas? Los susurros y bullicio que empezaban a emerger en el vestíbulo le hicieron olvidar por un momento de que había perdido a sus compañeros de viaje. Estaba sola en una sala que empezaba a llenarse de extraños seres traslucidos que parecían no notar su presencia a pesar de que empezó a deambular por el vestíbulo mirando incrédula a su alrededor sin dejar que nadie o nada la rozara.
Todo era tan absurdo.
Empezaba a sentirse tan cansada.
¿Por qué estaba sola?
       En ese gran vestíbulo empezaban a entrar diversidad de siluetas hablando en lo que parecía una lengua desconocida para la chica, sus rostros eran apagados y daba impresión de que cada uno tenía distinto ropaje.
-Señorita –escucho una voz familiar a sus espaldas-, le dije que no saliese más allá del pasillo.
       Zyron Burke la cogió con suavidad de la muñeca. Ese hombre también tenía las manos gélidas, apretaba su muñeca firmemente y Ginny se dejó llevar al reaccionar tarde, no entendió por qué, pero en ese momento no fue capaz de hacer fuerza para alejarse.
-¿Y mis compañeros? –preguntó tomando aire y frunciendo el ceño evitando mostrarse en shock por todo lo que estaba viendo.
-Están reunidos con la señora de la casa. O el jefe, como han prefierido llamarla.
-Lléveme con ellos –exigió para luego perder la poca compostura que le quedaba volviendo a mirar a su alrededor-. ¿Qué pasa aquí? ¡¿Qué es todo esto?!
-Esto, es el precio de deambular por el hotel a altas horas de la noche. Le dije que no saliese del pasillo –parecía imperturbable-. Ahora, acompáñeme, señorita Weasley.
    Tras recorrer infinitos tramos de escalera junto a un siniestro y extrañamente contento Zyron Burke, Ginny fue observando impactada cómo el ajetreo y el bullicio empezaba inundar el Hotel Paradise, entre música, murmullos y gritos desgarradores en algunas estancias. Algunos objetos se movían solos a su alrededor, luego veía que eran las extrañas sombras las que los manejaban como si fuesen personas normales. Esas cosas sin embargo no parecían notar en ningún momento la presencia de la joven.
    La chica no entendía bien por qué se dejaba llevar agarrada por Zyron de la muñeca. En su mente aparte de del asombro con por todo lo que iba cruzando en el camino, no había hueco para otra cosa que para una gran sensación de rabia y no paraba de pensar qué habría sido de su hermano y de los demás.rE
    Todo el hotel parecía metamorfosearse mientras caminaban. Ella trataba de buscar señales que la acercasen a sus compañeros de viaje, e iba percatándose de que incluso las paredes habían cambiado de aspecto; ahora eran color crema y estaban llenas de cuadros con diversas caras y paisajes y candelabros grandes y dorados. El suelo que pisaba también era distinto, de baldosines negros y blancos, en cuya superficie los únicos pasos que resonaban eran los de Zyron y los suyos a pesar de que algunos pasillos estuviesen abarrotados de siluetas de gente con ojos penetrantes y a la vez perdidos.
-¡Chicos!... ¡Ron... ¿Dónde estás?! –exclamó la muchacha.
-Por favor, no alce la voz –dijo Zyron con seriedad-. Eso no les gusta.
-¿Dónde estáis todos? ¡Salgamos de aquí! –gritó a pleno pulmón ignorando al amo de llaves que la arrastraba en ese momento con paso más ligero.
-No le servirá de nada gritar. Así sólo molesta a nuestros huéspedes, señorita Weasley, será mejor que no se altere.
    Burke seguía teniendo ese aire de parsimonia y naturalidad, de la nada le hablaba por su apellido, debió de leerlo en los informes que rellenó con el resto al entrar al hotel.
     Llegaron al último piso donde una enorme puerta tallada en madera noble y con detalles en oro impedía el acceso al ala este de toda la planta. A Zyron le bastó con rozar levemente con los nudillos una de las puertas para que se abrieran de par en par resonando en el pasillo estruendosamente, lo que hizo que la Weasley se volviera a alterar. Pasaron un amplio salón recargado con colores oscuros y de estilo gótico, nada que ver con las partes del hotel que había visto antes. Esta zona era entre lúgubre y elegante. Volvieron a parar ante una puerta entreabierta, negra, menos recargada y con una mirilla extrañamente inquietante, con un ojo de gato verde colgando en un grueso cordel en el pomo de la puerta. Ginny notó una arcada al observarlo y ver que el ojo se movía de un lado a otro como si estuviera vivo.
-¿Es la última? –se escuchó una voz grave y femenina al otro lado.
-Sí, solo eran seis –respondió Zyron.
-Bien. Que entre ya...
-Pase, señorita Weasley –dijo el amo de llaves soltando por fin la muñeca de la joven y abriendo la puerta por completo. La chica le lanzo una mirada de odio antes de verse obligada a entrar. De todas formas, a pesar del miedo que empezaba a sentir, tenía una inmensa curiosidad por ver quién se escondía tras esa puerta.
Sin embargo no estaba preparada para lo que vio:
   Una amplia sala con paredes de un color naranja intenso con estampados en negro y unas extrañas pinturas. Era como un despacho antiguo de oficina, con un gran ventanal tapado con cortinas grises, las estanterías y las mesas estaban repletas de extraños artilugios, joyas, libros, cajas y baúles. De los candelabros colgaban extraños amuletos y la chimenea negra con detalles desprendía un fuego crepitante. De alguna parte emanaba olor a incienso. En la alfombra se hallaban tendidos los cinco jóvenes con la mirada perdida y tres manchas de sangre en sus frentes. A Ginny se quedó helada. Estaba tan impactada intentando asimilar lo que veía que no se dio cuenta de que alguien la observaba con atención desde la butaca del escritorio.
-¿Te ha gustado el paseo por mi hotel?
    La voz grave y femenina sonaba tranquila y despreocupada. Se escuchaba el tamborileo de sus dedos en la mesa. Parecía que quien fuera se deleitaba con la escena y que había estado esperando a Ginny mucho rato.
       La pelirroja tardó en reaccionar y tras un instante tuvo algo de miedo pensando en si girarse para ver quién era la mujer que reclamaba su presencia.
-No seas tan tímida, eso no te pega, Ginevra Molly Weasley.
     La mujer se puso en pie y dio la vuelta al escritorio para hacerse ver con claridad a la luz de las velas, lo que hizo que Ginny se sintiese aún más intimidada; Era esbelta y hermosa, con una mirada firme y segura, de pómulos prominentes y largas pestañas, sus impactantes ojos eran tan extraños como todo lo que la rodeaba, tenía el ojo derecho de un color verde intenso y el izquierdo de color azul. Sus finos labios carmesí esbozaban una tenebrosa media sonrisa. Tenía una expresión tranquila. Su melena, de un rubio oscuro, estaba firmemente recogida en una larga y gruesa trenza, pero su mirada se escondía entre dos anchos mechones sueltos de pelo con mechas color negro. Llevaba un vestido antiguo y largo de color negro y morado con volantes y encaje en la falda y mangas estrechas y lisas que le hacían los brazos delgados. Estaba cubierta de collares extraños y en cada dedo llevaba un anillo distinto y llamativo. Era una imagen muy gótica.
¿Quién era esa llamativa mujer con ese aire de seguridad que hacía pensar que se burlaba de la chica?
-¿Qué les ha hecho a mis amigos? –dijo por fin Ginny en voz baja, con una nota de furia en su interior al verlos a todos tendidos.
-Tranquila, no están muertos –dijo con una nota de aburrimiento al final-. Están inconscientes... Despertarán al amanecer.
Al oír eso Ginny sintió cómo se le quitaba un peso de encima y miró a Ron un momento y se sintió impotente.
-Ya, claro, ¿cómo puedo fiarme? ¿Quién es usted y qué quiere de nosotros? ¿¡Qué sitio este!?
-Haces demasiadas preguntas... Calla un poco –la mujer empezó a pasearse por el cuarto analizando a Ginny con la mirada-. Yo soy Isobelle la gerente de este hotel. ¿Quién te crees que eres para venir a imponer tus normas en una casa ajena y tan prestigiosa como ésta?
-¿Prestigiosa, en serio? Este sitio es...
-Efectivamente, este es un prestigioso hotel donde millones de espíritus anclados en el mundo de los mortales vienen a relajarse y a buscar su camino. Y en el que los brujos del otro lado vienen a reponerse de los estragos que este mundo les causa.
-Espíritus... Brujos... Qué de sandeces... ¡Está loca, y pienso decirle a todo el mundo que usted ha agredido a mis amigos!
-Eres demasiado escéptica para algunas cosas. A pesar de que has visto a mi selecta clientela no te fías de lo que digo... Así que, Ginevra, te crees que puedes irrumpir en mi propiedad con tus extraños amigos, pedir una habitación sin poderla pagar, y deambular a tus anchas cuando se te pide que te quedes en la zona que se asignó. Pues bien, ya has visto lo que es este hotel... Para una vulgar mortal es normal que te asustes.
-No estoy asustada, quiero que me deje marchar con mis amigos.
-Has visto demasiado para que os deje marchar. Y no me engañas... Yo me alimento de miedos... y apestas a miedo ahora mismo, Ginevra. No me mientas.
      Ginny se la quedó mirando desafiante y confusa a la vez. No podía creerse nada, no asimilaba nada más que el hecho de que sus compañeros y su hermano estaban aparentemente heridos. Isobelle siguió hablando:
-Al llegar, tú y tus amigos firmasteis un poder para solicitar una habitación, lo que me hace responsable y a vosotros vulnerables.
-¡Explíquese! No dice más que locuras.
La mujer parecía estar jugando con Ginny y disfrutar de su confusión.
    La Weasley estaba muy harta y solo quería encontrar respuestas y una salida segura. Pero con el resto inconsciente todo le iba a resultar aún más difícil.
-Acabo de hacerles a tus amigos una oferta que no han podido rechazar. La misma que te voy a proponer a ti.
-¡Yo no hago tratos con nadie!
-Tanto si te gusta, como si no, ahora todos vosotros trabajaréis para mí.
-¡Deje que me vaya con mis amigos o se arrepentirá!
-¡A mí no me levantes la voz, pequeña arpía pelirroja! –exclamó cambiando a un semblante iracundo para luego soltar una carcajada-. No estás en condiciones de exigir nada en mi casa. Después de acogerte a ti y tu tropa... Desagradecida e ingenua. Lo tienes todo.
Ginny, por un impulso, se acercó a su hermano y le zarandeó intentando que reaccionase.
-¡Deje que nos marchemos! –intentó mover al resto uno por uno como pudo hacia la puerta, pero no reaccionaban. No sabía qué hacer y esa mujer solo le provocaba desagrado y desconfianza. Cuando pasó uno por uno entre sus compañeros pudo estar completamente segura que nada de eso era una broma pesada y que se estaba volviendo loca de remate-. ¡Tenéis que despertaros! Venga...
-Calla de una vez –Isobelle, cansada de tanto melodrama e histeria ante sus ojos, la cogió por el cuello y Ginny sintió cómo le clavaba las uñas en la garganta.
      La joven contuvo un grito e intentó zafarse pero le fue imposible. Volvió a sentir el frio que sintió con el tacto de la fantasmagórica figura que se le presentó en su dormitorio y a la vez notaba el calor en el tatuaje de la pierna.
-Ya he jugado bastante contigo. Hasta nunca, Ginevra Molly Weasley. A partir de ahora serás, "Bonnie"- Isobelle puso la otra mano en su frente-. Ni pasado, ni futuro, tan sólo este presente.
El pasillo quedó en penumbra y Ginny se desvaneció cayendo en la alfombra con el resto.
"Ni pasado, ni futuro, tan sólo este presente."
***
      Despertó sobresaltada en una habitación de paredes de un verde grisáceo que le impactó en los ojos. Inhalando y exhalando con rapidez. Sentía que el corazón se le iba a salir del pecho en medio de tanta confusión.
    El ambiente era deprimente y extraño; se hallaba en un catre cochambroso, frente a ella había un lavadero y un gran armario estropeados con el tiempo y a su lado otras dos camas una mesilla. Estaba sola, por suerte o por desgracia.
-Un sueño –musitó Ginny mirando a su alrededor y observando la tranquilidad tan inquietante que ambientaba aquel desconocido dormitorio-... Ha tenido que ser un sueño... ¿Pero dónde estoy?
     De repente se dio cuenta de que no llevaba su ropa de la noche anterior, tenía puesto un extraño camisón azul claro, con unos flecos que le rozaban en el cuello y que le apretaban las muñecas haciéndola sentir aprisionada.
       Las cortinas de la habitación estaban abiertas de par en par dejando que entrara la luz de una mañana muy clara. Se escuchaba el canto de los pájaros y se veía un cielo gris claro encapotado. 
        Se vio reflejada en el espejo del lavabo y hubo algo en su rostro que llamó su atención. Tenía la frente manchada de sangre, una sangre seca expandida en tres líneas horizontales. Se desarropó con dificultad, la colcha era muy áspera y pesada, y tenía más de una sábana. Bajó con brusquedad de la cama con el hundido colchón. En el momento en el que sus pies descalzos notaron la madera escuchó girar el picaporte de la puerta.


Continuará









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