28 octubre 2019




9


ADIANEY Y LOS SIRVIENTES SIN NOMBRE



    El corazón le dio un vuelco de nuevo y lo único que se le ocurrió fue volver rápidamente a aprisionarse entre esas sábanas y hacerse la dormida. La puerta se abrió sonoramente rechinando con lentitud.

   Ahora Ginny se guiaba solo por el oído, presentía que no estaba del todo preparara para abrir los ojos, puesto que las siluetas que vio en el recibidor del sombrío pasillo que recorrió la noche anterior volvieron a su mente en ese mismo instante en el que escuchó la cansina voz y los suspiros de una persona acercándose a su cama, y lo que le pareció el tintineo de unos vasos y cubiertos en una bandeja.
-Vaya jornada la de hoy –dijo una voz femenina y apagada lanzando otro suspiro.
-Mira que lo tengo dicho –siguió la voz de otra mujer con más energía y menos juvenil-, había que haber arreglado el techo de ese almacén hace mucho. Con tanta gente entrando y saliendo, hasta que no hemos tenido un disgusto, no nos hemos quedado a gusto. Y los seis, ni más ni menos. No se ha librado ninguno.
-Ya es casualidad. El techo ya estaba muy estropeado de otros temporales...
-A ver si después de esto se deciden a arreglarlo de una maldita vez. Como si nos sobrara personal, como para que se lesionen.
     La misma mujer con la voz más severa se acercó a la cama en la que Ginny permanecía inmóvil. Se escuchó cómo removía un líquido en un barreño a su lado y después Ginny se estremeció levemente al notar cómo posaban el paño de agua caliente en su frente, procuraba que no se notara que se hacia la dormida, pero el paño desprendía un olor extraño y desagradable. La dueña de la voz enérgica empezó a limpiarle la cara.
-Vaya golpe. ¿Crees que se pondrá bien? –volvió a hablar la voz calmada y pausada, que parecía que se había ido al fondo de ese extraño dormitorio.
-Claro que sí. Además, mientras que pueda trabajar... El resto está bien, solo son chichones. Quien juega con los cacharros es el que le los rompe, pues con esto igual. Gajes del oficio.
-Ya...
-Pero como no arreglen el techo vamos a ir apañados. ¡Y me van a oír!
     Ginny no entendía nada. No sentía dolor alguno, sólo unas ganas tremendas de vomitar por el olor que desprendía el paño mojado con el que la mujer le limpiaba la cara.
-Nunca me han gustado las pelirrojas –escuchó murmurar a la que le limpiaba, sin embargo hacía su apestoso oficio con delicadeza-. Como nueva. Venga, luego vendremos a ver cómo sigue la muchacha. Tenemos que arreglar la 25 para el huésped de mañana y limpiar la vajilla del primer piso...
     Cuando la Weasley notó que se alejaban de la cama, al fin se decidió a entreabrir los ojos y observó dos siluetas de efectivamente dos mujeres de espaldas; una parecía más mayor más ancha que la otra y ambas tenían el cabello recogido en un moño y vestían con colores apagados y largos vestidos con mandil. Parecían extrañamente normales.
     Cuando cerraron la puerta le pareció notar cómo echaban la llave, eso le hizo incorporarse de nuevo y volver a mirar a su alrededor. Por un momento dudó y no sabía si que la encerraran en ese sitio era algo malo o algo bueno. Las siluetas, esos juegos de sombras, esferas y siluetas transparentes con lo que parecían ojos o destellos de distinto color regresaron como un chispazo a su mente y después recordó la conversación que ambas mujeres habían tenido: Un accidente, unos cuantos golpes, el personal lesionado, seis... Y ella con manchas de sangre. Seis personas lesionadas.
No lo había soñado. Poco a poco los recuerdos de la noche anterior se fueron agolpando en su cabeza.
      El choque,... el bosque,... el hotel,... Zyron Burke, esa extraña mujer Isobelle, y Ron y los demás inconscientes.
      Sentía cómo se le hacía un nudo en la garganta e inconscientemente se llevó de nuevo una mano a la frente, ya limpia y seca.
Sentía tanto miedo como furia en esos momentos.
Estaban jugando con su mente, pero nada era una broma.
    Volvió a desarroparse y se levantó del catre respirando hondo. Cuando dio un par de vueltas por la estancia recordando todo lo de la noche anterior y viendo los rostros de sus compañeros de viaje con nitidez regresaron las palabras de aquella mujer que parecía burlarse y comportarse como una total psicópata:
«Ni pasado, ni futuro, tan sólo este presente»
¿A qué demonios se refería?
Recordó haber sentido un dolor agudo en la frente por unos momentos y luego todo se volvió negro.
     Se acercó a la ventana y encontró un extraño alivio allí al ver el cielo, aunque este se mostrara triste y apagado había luz en el exterior. Fuera de divisaba, además de un triste cielo, un paisaje verde con árboles frondosos, había llovido, parecía que el cuarto daba a un patio con un jardín lleno de flores y estaba rodeado por caminos como el que la trajo hacia el hotel, con las mimas piedras y farolillos. Y al menos esa ventana no estaba tapiada. Por la altura debía de encontrarse en la primera planta. Lo poco que vio le resultaba extrañamente familiar.
    Si seguía en el Hotel Paradise, ¿cuánto tiempo había pasado desde que se desmayó? Y lo más importante, ¿dónde estaban los demás? Las mujeres habían mencionado a seis heridos, ¿pero y si ella la única que había conseguido aguantar la agresión de la mujer de ojos extraños? ¿Lo habría querido ella así? No, recalcó la palabra heridos en su mente, como si eso le fuera a dar una esperanza de que era todo una falsa alarma. Aunque por otro lado, podían haber estado hablando de cualquiera, pero de quién sino de ella y sus compañeros. Evidentemente, las dos mujeres que había visto esa mañana debían de ser empleadas, ¿por qué se tomaban la molestia de atenderla si la habían atacado la noche pasada?
     Eran demasiadas preguntas. Y le vino a la mente el rostro del menor de sus hermanos varones: Ron...
...Isobelle...
Soltó un suspiro que empañó el cristal de la ventana.
      Sentía -y esperaba- estar inmersa en un profundo sueño, esperaba que dentro de unas horas su madre la llamara desde pasillo para que se levantara. En realidad estaría en su cuarto tras haberse quedado la noche en vela leyendo o con los auriculares puestos y no en ese cuarto frio y encerrada.
Pero no era un sueño.
    Para convencerse de ello, en vez de darse el típico pellizco para despertar se levantó el camisón y, yendo hacia el espejo del lavadero, buscó la marca que le había dejado el medallón en su pierna derecha y ahí estaba; un poco más grande y ahora en vez de morado de color negro como la tinta de un tatuaje, la marca de una rosa dentro de un óvalo. Paseó los dedos por el dibujo sin sentir dolor alguno.
-Ginevra, no te asustes –escuchó una voz aguda y calmada a sus espaldas por la que sabía que se estremeció la noche anterior. Pero ahora sonaba menos rasgada.
     Ginny volvió a ponerse bien el camisón con rapidez y miró su reflejo en el espejo observando cómo a sus espaldas, al lado de la cama, se materializaba la misma imponente y traslucida figura de la chica envuelta en un largo vestido. El primer ser extraño que se puso en contacto con ella la noche pasaba, La Weasley notó el frio que desprendía la figura en cuanto la misma avanzó un poco hacia ella, pero esta vez la pelirroja no retrocedió, se giró para contemplarla y preguntó:
-¿Eres tú la que me ha hecho esto en la pierna? –susurró poniendo una mano en el camisón- ¿Y la que escribió eso en pañuelo donde guardaba la medalla?
    La silueta asintió. Su rostro era esta vez más definido, aunque seguía poseyendo unas escalofriantes pupilas, parecía un poco más humana y se la veía gesticular cuando hablaba. Seguía flotando en el aire con lentitud mientras que su vestido hacia leves ondas a su alrededor como en un baile interminable.
-Siento haberle asustado anoche, pero no podía comunicarme de otra manera hasta hace poco.
-¿Quién o qué eres? –preguntó la pelirroja con firmeza.
-Me llamo Adianey, y soy un fantasma.
-Eso último ya lo intuía... -murmuró para ella misma, ya sin signos de desconcierto en la mirada- Entonces, es cierto lo que me dijo anoche esa mujer. Esto es un... un hotel lleno de espíritus –esa frase la hizo sentirse un poco ridícula, pero teniendo en cuenta la figura fantasmagórica que tenía enfrente, todo iba teniendo cierta dosis de realidad.
-¿Recuerdas todo lo que te dijo esa mujer de ojos cambiantes anoche?
-S-sí... ¿Por qué?
-Bien. Sé que tienes muchas dudas y debes de estar nerviosa... Pero es bueno que lo recuerdes todo. Significa que hay esperanza.
-¿Esperanza, para qué?
-Para que salgas de aquí con tus amigos con vida.
-¿Qué sabes de ellos? –preguntó atropelladamente notando cómo volvía a darle un vuelco el corazón- ¿Por qué estoy aquí sola?
-Verás, anoche tus amigos y tú fuisteis víctimas de un conjuro muy antiguo que Isobelle utiliza con todos aquellos humanos que irrumpen en la propiedad, Pero al parecer has conseguido salir de su hipnotismo y conservas tus recuerdos, lo más importante, tu identidad –el fantasma hizo una pausa observando con detenimiento los gestos de la pelirroja que poco a poco iba endureciendo su expresión reflexionando- Ellos están bien. Solamente os han separado. Pero debo prepararte para algo más, Ginevra. Es cierto, esto es un hotel para espíritus de El Otro lado, pero no siempre ha sido así. Y que una humana como tú haya resistido al hechizo de anoche significa que la maldición que asola este lugar puede romperse. Significa que se ha respondido a mis plegarias.
-¿Tus plegarias?
-Anoche, cuando tus amigos y tú tuvisteis el accidente de automóvil y chocasteis contra un gran cúmulo de rocas liberasteis mi tumba. Sé que puede ser difícil de asimilar, pero yo no he sido capaz de acercarme lo suficiente a los muros de este hotel, ni permanecer mucho tiempo observando desde mi muerte. Llevo años, siglos, observando desde la lejanía cómo Isobelle, una bruja, desataba su magia y se apoderaba de lo que un día fue un cálido hogar para mí. He permanecido aislada, vagando por un rincón del bosque retenida por ella para que pudiese manejar el hotel a su antojo y permanecer joven, hasta que tú cogiste el trozo de medallón y lo trajiste contigo... a mi antigua casa.
-Entonces... el hechizo o maldición, o lo que sea que esa mujer haya lanzado no me afecta por haberte traído y por haber sostenido el medallón.
-Sí, pero ella no debe enterarse de que el hechizo no ha surtido efecto contigo, de lo contrario, se librará de ti de una forma más drástica y cruel.
-Me matará.
Adianey volvió a asentir y levitando se acercó un poco más a la joven:
-Podemos ayudarnos mutuamente, Ginevra Weasley. Ella no sólo se ha apoderado de esta casa, también hizo desaparecer a mi hermano gemelo –su rostro fantasmal se llenó de melancolía y si no hubiera tenido las pupilas blancas Ginny pudo haber notado que sus ojos se volvían vidriosos conteniendo el lloro por un instante, simplemente por un destello en la mirara de la ta Adianey-. A ambas nos han arrebatado la memoria de un ser querido. Pero tú tienes la oportunidad de ser libre y volver a ver a tu hermano y al resto.
      Ginny en ese momento visualizó de nuevo el rostro de Ron y no supo qué sentir, era un rostro que le irritaba; hermano y desconocido.
-Está bien, te ayudaré. Pero sigo teniendo muchas dudas. ¿Era necesario hacerme una marca imborrable en la pierna?
-Lo siento, buscaba una forma clara de manifestarme y que a la vez no te asustases demasiado, pero no controlaba del todo mi condición. Mi espíritu ha estado anclado mucho tiempo.
-Ya, bueno... Si no es indiscreción. ¿Puedo preguntar cuándo moriste? ¿Desde cuándo está el hotel en estas condiciones?
-Bueno, sé que nací en 1869... Y mi fallecimiento... es difuso. Una mañana desperté en un claro del bosque, cerca del camino viejo a la mansión, con las ropas de viaje rasgadas. Empecé a dar vueltas por los lindes de la finca hasta que se hizo de noche. No tenía frio, ni calor, ni hambre... no sentía nada. Salvo un vacío. Y poco a poco me fui dando cuenta de que algo no iba bien, mi recuerdo más vivo era mi hermano, Andrew. Y luego sentí la presencia de la bruja. Ella vino a mi tumba y se echó a reír, me miró con una lástima fingida cuando me vio sentada en la roca, esperando respuestas. Desde entonces me ha ignorado. Por eso creo que ella es la que me hace olvidar.
-Lo siento –fue lo único que se le ocurrió decir a la Weasley al escucharla, notando cómo se le caía el mundo encima un poco más con esa breve descripción de lo que era un paseo eterno.
-Durante estos años he ido comprendiendo algunas cosas de la forma de ser de Isobelle, pero a la vez siento como si ella misma se hubiera encargado de borrar algunos recuerdos, o tal vez solo lo hizo la cruel eternidad... Soy un espíritu condenado al lamento, congelada y sin la mayoría de mis recuerdos, pero haré lo posible con lo que tengo para liberarnos.
-¿Soy la única que puede verte?
-La marca del medallón nos conecta, y no puedo asegurarlo del todo, pero me verá todo aquel que tenga contacto con el dorso de la medalla y tú lo tienes grabado.
-¿Y cómo estás tan segura, si afirmas que no controlas tu condición? Es decir, siento si te molesta, pero sin la mayoría de los recuerdos y habiendo permanecido años en el mismo sitio...
-Pero he podido ponerme en contacto con El Otro lado. Los espíritus han respondido a mi súplica por algo y la conexión que siento con el medallón es fuerte, por ellos. De alguna manera, guían a las almas perdidas, y el hotel es un medio de guía. Pero Isobelle además tiene planes aparte con la energía que desprende.
-Ya veo... Sí que es demasiado para asimilar en un solo día. Lo que está claro, es que las dos estamos en el mismo barco.
-No comprendo...
-Me refiero a que como dices tenemos a quien liberar y si lo podemos hacer permaneciendo alejadas de esa bruja, mejor. Tienes que decirme dónde están los demás: Ron y sus amigos, Harry, Hermione, y mis compañeros, Luna y Draco.
-Debemos ir con mucho cuidado, Ginevra. La búsqueda será fácil, lo difícil será hacerlos salir del trance en el que se encuentran. Ahora, tanto ellos como tú, sois personal oficial del Hotel Paradise. Para el resto de los trabajadores lleváis aquí mucho tiempo, como si os hubieseis criado algunos de vosotros en estas tierras. Los días en un portal de espíritus transcurren de manera distinta. El tiempo que permanezcas aquí debes aparentar ser otra persona, la identidad que ella te ha dado. Sus sirvientes son como sus juguetes.
-¿Cómo me llamó? –se preguntó empezando a dar vueltas por el dormitorio frunciendo el ceño- Era algo con B... "Bonnie". Ahora me llamo Bonnie –se dijo a si misma con decisión.
-Debemos averiguar qué nuevo nombre se les ha dado a tus amigos y hacerles reencontrarse con su verdadera identidad.
-¿Cómo lo haremos?
-El medallón ha deshecho mi cautiverio, está conjurado para deshacer el mal. Por él también es por lo que he podido conocerte un poco.
-El problema es que me han quitado mis cosas, y el medallón lo dejé en la primera habitación que me dieron.
-Esperemos que nadie más sea capaz de cogerlo. Al parecer ya a quien obedece es a ti.
-Además, puede que si te paseas por aquí Isobelle te reconozca.
-Tenemos la protección de la medalla. Simplemente debemos de recogerla del cuarto del segundo piso lo antes posible. La noche es el momento de más trabajo en el hotel, si me escondo ella no se fijará en mi entre tanta clientela. Para ella no soy importante, soy un recuerdo. Pero sé que si le ha hecho algo a mi hermano puedo serle un obstáculo.
-Bien, necesito ponerme algo con lo que pasar desapercibida y salir de aquí antes de que alguien me eche de menos.
    En ese mismo momento la puerta volvió a resonar y la mujer mayor que le limpio la cara hace unos instantes, entro con unas llaves en la mano y arqueando una ceja le dijo a la joven Weasley:
-Ah, ya te has despertado, bien. Será mejor que te vistas y te prepares para desayunar, hay mucho trabajo.


Continuará








No hay comentarios:

Publicar un comentario