El
corazón le dio un vuelco de nuevo y lo único que se le ocurrió fue
volver rápidamente a aprisionarse entre esas sábanas y hacerse la
dormida. La
puerta se abrió sonoramente rechinando con lentitud.
Ahora
Ginny se guiaba solo por el oído, presentía que no estaba del todo
preparara para abrir los ojos, puesto que las siluetas que vio en el
recibidor del sombrío pasillo que recorrió la noche anterior
volvieron a su mente en ese mismo instante en el que escuchó la
cansina voz y los suspiros de una persona acercándose a su cama, y
lo que le pareció el tintineo de unos vasos y cubiertos en una
bandeja.
-Vaya
jornada la de hoy –dijo una voz femenina y apagada lanzando otro
suspiro.
-Mira
que lo tengo dicho –siguió la voz de otra mujer con más energía
y menos juvenil-, había que haber arreglado el techo de ese almacén
hace mucho. Con tanta gente entrando y saliendo, hasta que no hemos
tenido un disgusto, no nos hemos quedado a gusto. Y los seis, ni más
ni menos. No se ha librado ninguno.
-Ya
es casualidad. El techo ya estaba muy estropeado de otros
temporales...
-A
ver si después de esto se deciden a arreglarlo de una maldita vez.
Como si nos sobrara personal, como para que se lesionen.
La
misma mujer con la voz más severa se acercó a la cama en la que
Ginny permanecía inmóvil. Se escuchó cómo removía un líquido en
un barreño a su lado y después Ginny se estremeció levemente al
notar cómo posaban el paño de agua caliente en su frente, procuraba
que no se notara que se hacia la dormida, pero el paño desprendía
un olor extraño y desagradable. La dueña de la voz enérgica empezó
a limpiarle la cara.
-Vaya
golpe. ¿Crees que se pondrá bien? –volvió a hablar la voz
calmada y pausada, que parecía que se había ido al fondo de ese
extraño dormitorio.
-Claro
que sí. Además, mientras que pueda trabajar... El resto está bien,
solo son chichones. Quien juega con los cacharros es el que le los
rompe, pues con esto igual. Gajes del oficio.
-Ya...
-Pero
como no arreglen el techo vamos a ir apañados. ¡Y me van a oír!
Ginny
no entendía nada. No sentía dolor alguno, sólo unas ganas
tremendas de vomitar por el olor que desprendía el paño mojado con
el que la mujer le limpiaba la cara.
-Nunca
me han gustado las pelirrojas –escuchó murmurar a la que le
limpiaba, sin embargo hacía su apestoso oficio con delicadeza-. Como
nueva. Venga, luego vendremos a ver cómo sigue la muchacha. Tenemos
que arreglar la 25 para el huésped de mañana y limpiar la vajilla
del primer piso...
Cuando
la Weasley notó que se alejaban de la cama, al fin se decidió a
entreabrir los ojos y observó dos siluetas de efectivamente dos
mujeres de espaldas; una parecía más mayor más ancha que la otra y
ambas tenían el cabello recogido en un moño y vestían con colores
apagados y largos vestidos con mandil. Parecían extrañamente
normales.
Cuando
cerraron la puerta le pareció notar cómo echaban la llave, eso le
hizo incorporarse de nuevo y volver a mirar a su alrededor. Por un
momento dudó y no sabía si que la encerraran en ese sitio era algo
malo o algo bueno. Las siluetas, esos juegos de sombras, esferas y
siluetas transparentes con lo que parecían ojos o destellos de
distinto color regresaron como un chispazo a su mente y después
recordó la conversación que ambas mujeres habían tenido: Un
accidente, unos cuantos golpes, el personal lesionado, seis... Y ella
con manchas de sangre. Seis personas lesionadas.
No
lo había soñado. Poco a poco los recuerdos de la noche anterior se
fueron agolpando en su cabeza.
El
choque,... el bosque,... el hotel,... Zyron Burke, esa extraña mujer
Isobelle, y Ron y los demás inconscientes.
Sentía
cómo se le hacía un nudo en la garganta e inconscientemente se
llevó de nuevo una mano a la frente, ya limpia y seca.
Sentía
tanto miedo como furia en esos momentos.
Estaban
jugando con su mente, pero nada era una broma.
Volvió
a desarroparse y se levantó del catre respirando hondo. Cuando dio
un par de vueltas por la estancia recordando todo lo de la noche
anterior y viendo los rostros de sus compañeros de viaje con nitidez
regresaron las palabras de aquella mujer que parecía burlarse y
comportarse como una total psicópata:
«Ni
pasado, ni futuro, tan sólo este presente»
¿A
qué demonios se refería?
Recordó
haber sentido un dolor agudo en la frente por unos momentos y luego
todo se volvió negro.
Se
acercó a la ventana y encontró un extraño alivio allí al ver el
cielo, aunque este se mostrara triste y apagado había luz en el
exterior. Fuera de divisaba, además de un triste cielo, un paisaje
verde con árboles frondosos, había llovido, parecía que el cuarto
daba a un patio con un jardín lleno de flores y estaba rodeado por
caminos como el que la trajo hacia el hotel, con las mimas piedras y
farolillos. Y al menos esa ventana no estaba tapiada. Por la altura
debía de encontrarse en la primera planta. Lo poco que vio le
resultaba extrañamente familiar.
Si
seguía en el Hotel Paradise, ¿cuánto tiempo había pasado desde
que se desmayó? Y lo más importante, ¿dónde estaban los demás?
Las mujeres habían mencionado a seis heridos, ¿pero y si ella la
única que había conseguido aguantar la agresión de la mujer de
ojos extraños? ¿Lo habría querido ella así? No,
recalcó la palabra heridos en su mente, como si eso le fuera a dar
una esperanza de que era todo una falsa alarma. Aunque por otro lado,
podían haber estado hablando de cualquiera, pero de quién sino de
ella y sus compañeros. Evidentemente, las dos mujeres que había
visto esa mañana debían de ser empleadas, ¿por qué se tomaban la
molestia de atenderla si la habían atacado la noche pasada?
Eran
demasiadas preguntas. Y le vino a la mente el rostro del menor de sus
hermanos varones: Ron...
...Isobelle...
Soltó
un suspiro que empañó el cristal de la ventana.
Sentía
-y esperaba- estar inmersa en un profundo sueño, esperaba que dentro
de unas horas su madre la llamara desde pasillo para que se
levantara. En realidad estaría en su cuarto tras haberse quedado la
noche en vela leyendo o con los auriculares puestos y no en ese
cuarto frio y encerrada.
Pero
no era un sueño.
Para
convencerse de ello, en vez de darse el típico pellizco para
despertar se levantó el camisón y, yendo hacia el espejo del
lavadero, buscó la marca que le había dejado el medallón en su
pierna derecha y ahí estaba; un poco más grande y ahora en vez de
morado de color negro como la tinta de un tatuaje, la marca de una
rosa dentro de un óvalo. Paseó los dedos por el dibujo sin sentir
dolor alguno.
-Ginevra,
no te asustes –escuchó una voz aguda y calmada a sus espaldas por
la que sabía que se estremeció la noche anterior. Pero ahora sonaba
menos rasgada.
Ginny
volvió a ponerse bien el camisón con rapidez y miró su reflejo en
el espejo observando cómo a sus espaldas, al lado de la cama, se
materializaba la misma imponente y traslucida figura de la chica
envuelta en un largo vestido. El primer ser extraño que se puso en
contacto con ella la noche pasaba, La Weasley notó el frio que
desprendía la figura en cuanto la misma avanzó un poco hacia ella,
pero esta vez la pelirroja no retrocedió, se giró para contemplarla
y preguntó:
-¿Eres
tú la que me ha hecho esto en la pierna? –susurró poniendo una
mano en el camisón- ¿Y la que escribió eso en pañuelo donde
guardaba la medalla?
La
silueta asintió. Su rostro era esta vez más definido, aunque seguía
poseyendo unas escalofriantes pupilas, parecía un poco más humana y
se la veía gesticular cuando hablaba. Seguía flotando en el aire
con lentitud mientras que su vestido hacia leves ondas a su alrededor
como en un baile interminable.
-Siento
haberle asustado anoche, pero no podía comunicarme de otra manera
hasta hace poco.
-¿Quién
o qué eres? –preguntó la pelirroja con firmeza.
-Me
llamo Adianey, y soy un fantasma.
-Eso
último ya lo intuía... -murmuró para ella misma, ya sin signos de
desconcierto en la mirada- Entonces, es cierto lo que me dijo anoche
esa mujer. Esto es un... un hotel lleno de espíritus –esa frase la
hizo sentirse un poco ridícula, pero teniendo en cuenta la figura
fantasmagórica que tenía enfrente, todo iba teniendo cierta dosis
de realidad.
-¿Recuerdas
todo lo que te dijo esa mujer de ojos cambiantes anoche?
-S-sí...
¿Por qué?
-Bien.
Sé que tienes muchas dudas y debes de estar nerviosa... Pero es
bueno que lo recuerdes todo. Significa que hay esperanza.
-¿Esperanza,
para qué?
-Para
que salgas de aquí con tus amigos con vida.
-¿Qué
sabes de ellos? –preguntó atropelladamente notando cómo volvía a
darle un vuelco el corazón- ¿Por qué estoy aquí sola?
-Verás,
anoche tus amigos y tú fuisteis víctimas de un conjuro muy antiguo
que Isobelle utiliza con todos aquellos humanos que irrumpen en la
propiedad, Pero al parecer has conseguido salir de su hipnotismo y
conservas tus recuerdos, lo más importante, tu identidad –el
fantasma hizo una pausa observando con detenimiento los gestos de la
pelirroja que poco a poco iba endureciendo su expresión
reflexionando- Ellos están bien. Solamente os han separado. Pero
debo prepararte para algo más, Ginevra. Es cierto, esto es un hotel
para espíritus de El Otro lado, pero no siempre ha sido así. Y que
una humana como tú haya resistido al hechizo de anoche significa que
la maldición que asola este lugar puede romperse. Significa que se
ha respondido a mis plegarias.
-¿Tus
plegarias?
-Anoche,
cuando tus amigos y tú tuvisteis el accidente de automóvil y
chocasteis contra un gran cúmulo de rocas liberasteis mi tumba. Sé
que puede ser difícil de asimilar, pero yo no he sido capaz de
acercarme lo suficiente a los muros de este hotel, ni permanecer
mucho tiempo observando desde mi muerte. Llevo años, siglos,
observando desde la lejanía cómo Isobelle, una bruja, desataba su
magia y se apoderaba de lo que un día fue un cálido hogar para mí.
He permanecido aislada, vagando por un rincón del bosque retenida
por ella para que pudiese manejar el hotel a su antojo y permanecer
joven, hasta que tú cogiste el trozo de medallón y lo trajiste
contigo... a mi antigua casa.
-Entonces...
el hechizo o maldición, o lo que sea que esa mujer haya lanzado no
me afecta por haberte traído y por haber sostenido el medallón.
-Sí,
pero ella no debe enterarse de que el hechizo no ha surtido efecto
contigo, de lo contrario, se librará de ti de una forma más
drástica y cruel.
-Me
matará.
Adianey
volvió a asentir y levitando se acercó un poco más a la joven:
-Podemos
ayudarnos mutuamente, Ginevra Weasley. Ella no sólo se ha apoderado
de esta casa, también hizo desaparecer a mi hermano gemelo –su
rostro fantasmal se llenó de melancolía y si no hubiera tenido las
pupilas blancas Ginny pudo haber notado que sus ojos se volvían
vidriosos conteniendo el lloro por un instante, simplemente por un
destello en la mirara de la ta Adianey-. A ambas nos han arrebatado
la memoria de un ser querido. Pero tú tienes la oportunidad de ser
libre y volver a ver a tu hermano y al resto.
Ginny
en ese momento visualizó de nuevo el rostro de Ron y no supo qué
sentir, era un rostro que le irritaba; hermano y desconocido.
-Está
bien, te ayudaré. Pero sigo teniendo muchas dudas. ¿Era necesario
hacerme una marca imborrable en la pierna?
-Lo
siento, buscaba una forma clara de manifestarme y que a la vez no te
asustases demasiado, pero no controlaba del todo mi condición. Mi
espíritu ha estado anclado mucho tiempo.
-Ya,
bueno... Si no es indiscreción. ¿Puedo preguntar cuándo moriste?
¿Desde cuándo está el hotel en estas condiciones?
-Bueno,
sé que nací en 1869... Y mi fallecimiento... es difuso. Una mañana
desperté en un claro del bosque, cerca del camino viejo a la
mansión, con las ropas de viaje rasgadas. Empecé a dar vueltas por
los lindes de la finca hasta que se hizo de noche. No tenía frio, ni
calor, ni hambre... no sentía nada. Salvo un vacío. Y poco a poco
me fui dando cuenta de que algo no iba bien, mi recuerdo más vivo
era mi hermano, Andrew. Y luego sentí la presencia de la bruja. Ella
vino a mi tumba y se echó a reír, me miró con una lástima fingida
cuando me vio sentada en la roca, esperando respuestas. Desde
entonces me ha ignorado. Por eso creo que ella es la que me hace
olvidar.
-Lo
siento –fue lo único que se le ocurrió decir a la Weasley al
escucharla, notando cómo se le caía el mundo encima un poco más
con esa breve descripción de lo que era un paseo eterno.
-Durante
estos años he ido comprendiendo algunas cosas de la forma de ser de
Isobelle, pero a la vez siento como si ella misma se hubiera
encargado de borrar algunos recuerdos, o tal vez solo lo hizo la
cruel eternidad... Soy un espíritu condenado al lamento, congelada y
sin la mayoría de mis recuerdos, pero haré lo posible con lo que
tengo para liberarnos.
-¿Soy
la única que puede verte?
-La
marca del medallón nos conecta, y no puedo asegurarlo del todo, pero
me verá todo aquel que tenga contacto con el dorso de la medalla y
tú lo tienes grabado.
-¿Y
cómo estás tan segura, si afirmas que no controlas tu condición?
Es decir, siento si te molesta, pero sin la mayoría de los recuerdos
y habiendo permanecido años en el mismo sitio...
-Pero
he podido ponerme en contacto con El Otro lado. Los espíritus han
respondido a mi súplica por algo y la conexión que siento con el
medallón es fuerte, por ellos. De alguna manera, guían a las almas
perdidas, y el hotel es un medio de guía. Pero Isobelle además
tiene planes aparte con la energía que desprende.
-Ya
veo... Sí que es demasiado para asimilar en un solo día. Lo que
está claro, es que las dos estamos en el mismo barco.
-No
comprendo...
-Me
refiero a que como dices tenemos a quien liberar y si lo podemos
hacer permaneciendo alejadas de esa bruja, mejor. Tienes que decirme
dónde están los demás: Ron y sus amigos, Harry, Hermione, y mis
compañeros, Luna y Draco.
-Debemos
ir con mucho cuidado, Ginevra. La búsqueda será fácil, lo difícil
será hacerlos salir del trance en el que se encuentran. Ahora, tanto
ellos como tú, sois personal oficial del Hotel Paradise. Para el
resto de los trabajadores lleváis aquí mucho tiempo, como si os
hubieseis criado algunos de vosotros en estas tierras. Los días en
un portal de espíritus transcurren de manera distinta. El tiempo que
permanezcas aquí debes aparentar ser otra persona, la identidad que
ella te ha dado. Sus sirvientes son como sus juguetes.
-¿Cómo
me llamó? –se preguntó empezando a dar vueltas por el dormitorio
frunciendo el ceño- Era algo con B... "Bonnie". Ahora me
llamo Bonnie –se dijo a si misma con decisión.
-Debemos
averiguar qué nuevo nombre se les ha dado a tus amigos y hacerles
reencontrarse con su verdadera identidad.
-¿Cómo
lo haremos?
-El
medallón ha deshecho mi cautiverio, está conjurado para deshacer el
mal. Por él también es por lo que he podido conocerte un poco.
-El
problema es que me han quitado mis cosas, y el medallón lo dejé en
la primera habitación que me dieron.
-Esperemos
que nadie más sea capaz de cogerlo. Al parecer ya a quien obedece es
a ti.
-Además,
puede que si te paseas por aquí Isobelle te reconozca.
-Tenemos
la protección de la medalla. Simplemente debemos de recogerla del
cuarto del segundo piso lo antes posible. La noche es el momento de
más trabajo en el hotel, si me escondo ella no se fijará en mi
entre tanta clientela. Para ella no soy importante, soy un recuerdo.
Pero sé que si le ha hecho algo a mi hermano puedo serle un
obstáculo.
-Bien,
necesito ponerme algo con lo que pasar desapercibida y salir de aquí
antes de que alguien me eche de menos.
En
ese mismo momento la puerta volvió a resonar y la mujer mayor que le
limpio la cara hace unos instantes, entro con unas llaves en la mano
y arqueando una ceja le dijo a la joven Weasley:
-Ah,
ya te has despertado, bien. Será mejor que te vistas y te prepares
para desayunar, hay mucho trabajo.


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