15 abril 2018

Cap19☆


Capítulo 19

Luciérnagas

        El sol empezaba a esconderse cambiando el color de los muros del castillo a un tono relajante, igual que esa tarde. No se oía ni un leve susurro, y no era raro ya que la directora tenía a sus alumnos a raya sin poder hacer mucho en ese especial castillo, por lo tanto, Draco se encontraba recostado en su cama después de cenar, aburrido sin saber qué hacer.

       Su mente estaba llena de preguntas:
      ¿Qué le había impulsado a actuar de una forma tan protectora con Luna Lovegood?

      ¿Por qué en todo el día no había podido dejar de pensar en ella?

      ¿Por qué con ella nunca ganaba una discusión?

      ¿Por qué se ponía tan nervioso cuando la miraba a los ojos?

     ¿Por qué si ella le pedía que no se dejara llevar por su carácter, como a la hora de querer vengarse del chico de Hufflepuff, el retrocedía y le hacía caso a sus frases y argumentos a veces llenos de lógica?

       ¿Por qué le importaba tanto la opinión que ella tuviera sobre su persona?

       ¿Por qué fue detallista y le regaló un ramo con sus flores favoritas?

     Nada de eso era propio de él. Sólo tenía respuesta para la primera y quizás  también para la última pregunta.

La conciencia.

     Muy en el fondo sabía que se estaba aprovechando demasiado de la joven desde el principio. La chantajeaba con un poderoso y delicado objeto apreciado por ella, que con fe ciega y paciencia hacía todo lo que él pedía para recuperarlo, lo que hacía que Draco sintiera una punzada de remordimiento y culpa, cosa que no sucedía nunca ya que esas palabras casi desaparecían de su vocabulario. Algo le decía que Luna no le había terminado de desvelar todos los secretos que se relacionaban con el diario, creía que no había escuchado la historia completa y no sabía por qué.

        No sabía nada. Eso le hizo lanzar un largo suspiro de cansancio y de frustración.

       También llevaba todo el día sin noticias de cómo se encontraba Luna y eso le quebraba la cabeza pensando en si era bueno o no ir a ver cómo se encontraba.

        ¿Qué hago? –pensaba- ¿Y a mí que más me da ya cómo se encuentre? He cumplido. 

        Debía de dejar de pensar en ello y ponerse a cumplir con sus deberes de prefecto, por lo que se levantó de la cama y se puso la túnica del uniforme dispuesto a salir a hacer su ronda. Tras recorrer buena parte del castillo, sin proponérselo, llegó a la enfermería. Alzó la vista y se quedó parado enfrente de la puerta pensando que ya que había llegado hasta allí de paso podría entrar y acabar con la incertidumbre que le reconcomía. Con discreción se colocó detrás de una columna y antes de entrar se fijó en si la señora Pomfrey estaba cerca, tuvo suerte porque en ese momento la vio salir apresurada con unos papeles hacia otro pasillo, cuando la vio lo suficientemente lejos corrió hacia la puerta de la enfermería y abrió despacio. Observó que sólo había luz en dos camas. Se aproximó con cuidado a la cama que tenía más cerca y vio por una esquina de la cortina a un niño que quizá estuviera en primer o segundo curso, con el pijama y profundamente dormido soltando leves ronquidos. Draco se apartó y decidió ir a ver a la otra cama que estaba más al fondo. Le venía bien si Luna estaba allí porque era un sitio apartado de la vista de la enfermera si ésta volvía a su oficina.

           Cuando llegó a al cubículo, volvió a mirar con discreción por la blanca cortina y por fin encontró a la dulce Ravenclaw. Se sorprendió al verla de pie recogiendo unas cosas en un bolso sosteniendo a la vez una revista que leía con gran atención y prisa. Sintió un gran alivio al notar que estaba así de activa, pero le extraño verla a la pata coja.

          Luna vestía un cómodo camisón rosa pastel de manga francesa hasta las rodillas y su melena, que tras el cambio de look de la fiesta que hizo Draco para Slytherin había adquirido un mejor aspecto y textura en los voluminosos rizos, estaba suelta cayendo en hermosos remolinos rubios en su espalda. En el pie sano tenía una zapatilla y en el otro tenía el tobillo vendado.

-Debo dame prisa -susurraba para ella misma-, están al caer –se la oía contenta y algo excitada. Se dio la vuelta para seguir guardando cosas y en ese momento Draco aprovechó para entrar al cubículo, acertándose con sigilo hacia la cama.

-¿Acaso tienes pensado fugarte, Lovegood? –susurró dando un susto de muerte a la chica, que pegó un leve grito seguido de un gran respingo mientras se daba la vuelta para observar quién estaba a su espalda, lo que hizo que se resbalara por estar a la pata coja. Casi se cae de no ser por él que, igual de sorprendido, la cogió por el brazo hasta sostenerla por la espalda y le tapó la boca para que no hiciera más ruido.

          Sus miradas chocaron y ambos sintieron cómo el corazón las daba un gran vuelco y se les erizaba el bello al notar el tacto del contrario. Seguidamente Draco fue ayudando a Luna a incorporarse poco a poco hasta que ésta quedó apoyada en la cama de nuevo con el pie malherido en el aire.

-Menudo susto, Malfoy –se quejó la chica lanzando un suspiro y poniéndose una mano en el pecho con los ojos como platos.

-Bueno, tampoco era para ponerse así –respondió confuso encogiéndose de hombros y frunciendo un poco el ceño- ¿Qué haces?

-Nada… -contestó Luna- Recojo un poco –se encogió de hombros y soltó una risa floja que reflejaba nerviosismo.

-Ya… ¿Qué haces con el pie así?

-Es bueno que no lo apoye hasta que no me baje la hinchazón, así que tengo que andar con muletas por unos días. Lo siento.

-¿El qué?

-Pues, que ahora no podré hacer los recados que me pidas con la misma eficiencia de antes.

-Bueno… mientras puedas.

-Por cierto, muchas gracias por ayudarme ayer por la tarde –sonrió más ampliamente.

-Ya, ya. Déjalo –respondió el chico mirando hacia otro lado-. Se supone que debes estar descansando.

-¿Por qué estás aquí? -preguntó cambiando de tema- ¿Estás enfermo?

          En ese momento a Draco le vino el rápido y fugaz pensamiento de que quizá lo estaba al comportarse de una manera tan extraña con Luna. Retomó su maraña de preguntas sin respuesta y confuso respondió:

-No. Estaba haciendo mi ronda y quise venir a ver si te habías despertado, porque si no, no te iba a poder mandar más cosas mañana. Sólo era para cerciorarme -intentaba convencerse a sí mismo de lo que decía.

-Bueno… -se acercó a Draco, que la miró confundido, y habló bajo- Oye, Malfoy, ahora que somos amigos por dos semanas, puedo confiarte mis curiosidades sobre las criaturas mágicas.

El chico se la quedó mirando un momento y soltó:

-¿Eres consciente de la cantidad de locuras que dices al día?
-Sí, suelo intentar encontrar una cosa imposible cada día, me gusta. Pero lo que voy a buscar esta noche es de verdad.

-¿Qué? ¿Pretendes salir en tu estado y encima diciéndoselo a un prefecto? –puso los ojos en blanco atónito por la forma de actuar de la joven- Lo dije antes y lo digo ahora, eres una Lunática.

-¿Entonces no quieres acompañarme? –preguntó cogiendo su bolso.

-¿Adónde? ¿Se puede saber qué locura quieres hacer?

-Voy a ver a las luciérnagas –dijo con voz misteriosa-. Necesito atrapar una lo antes posible.

-¿Qué? –Draco enfatizó inconscientemente el tono de su pregunta poniendo cara de atontado ya que le costaba creer lo que escuchaba.

-Que necesito encontrar luciérnagas lo antes posible –repitió Luna con naturalidad.

-¿Para qué?

-¿No te das cuenta de que la mayor parte del tiempo que llevas aquí sólo has estado haciendo preguntas?

-¿Y tú por qué no contestas a la mayoría y las evades? –arqueó una ceja al lanzar esa aguda pregunta.

-Era una simple observación –se encogió de hombros.

-Pues no observes tanto y vuelve a la cama.

-No puedo. Tengo que encontrar una luciérnaga.

-Y dale. ¿Para qué? –tuvo miedo al preguntar.

-Para un experimento que quizás ayude a una temprana recuperación de mi tobillo –sonrió.

-¿A estas horas?

-Bueno,  es mejor que esté oscuro, ¿no? -preguntó encogiéndose de hombros otra vez. 
Draco pensaba que la chica sólo sabía hacer ese gesto.

-Estás chiflada. Cualquier otro prefecto te pillará y restará puntos a tu casa por tus fantasías, ¿y sabes qué? Que yo me carcajearé y te repetiré que ya te lo dije.

-Tendré cuidado. Debo dar un pequeño paseo, será divertido. ¿Estás seguro de que no quieres venir?

-No vas a llegar muy lejos si estás medio coja y es de noche. ¿No te vale con los remedios que te dan en la enfermería?

-Esto también te beneficia a ti, ya que si el experimento funciona podré hacer mejor tus encargos.

El chico meditó un momento las últimas palabras de la excéntrica Ravenclaw.

-Está bien, te acompañaré, pero debes estar callada y debemos volver enseguida, ¿entendido?

-Entendido –dijo contenta mientras se colgaba el bolso en el hombro y se acercaba a la mesita de noche para coger la muleta que estaba apoyada al lado.

-Anda, trae, si no, volverás a caerte y harás más ruido –dijo Draco cogiendo el bolso para facilitarle la movilidad a Luna.

-Gracias.

-Date prisa, antes de que Pomfrey regrese.

         Los jóvenes lograron salir con discreción de la enfermería cruzando varios pasillos que se tornaban silenciosos ya que a esa hora ya se estaba mandando a todo el mundo a la cama.

-¿Se puede saber a dónde vamos? –preguntó él mirando precavido hacia todas las esquinas.

-Hacia un pasillo cercano a los invernaderos.

-¡Pero eso está muy lejos, Lunática!

-No pasa nada. Si alguien nos ve, tú, al ser prefecto, dices que me has encontrado vagando sonámbula por los pasillos y nos damos la vuelta hacia la enfermería tranquilamente mientras me hago la dormida.

-Hmmm… Ahora acabas de sacar a la Ravenclaw que llevas dentro –dijo mostrando una media sonrisa, era un buen plan y le sorprendió al escucharlo de Luna-. Y roza la astucia de Slytherin.

-Gracias –rió la chica.

         Pasaron un rato caminado y con paso moderado para que Luna se moviera mejor con la muleta en silencio, hasta que ésta preguntó de nuevo:

-Oye, ¿entonces no quieres saber mi curiosidad acerca de las luciérnagas?

-No –dijo secamente.

-Tienes suerte ¿sabes? No hay mucha gente que consiga ver a la especie que vamos a coger ahora.

-¡Qué ilusión! Mi vida ahora tiene verdadero sentido gracias a esos bichos enanos con luz –
dijo con sarcasmo.

-Ríete si quieres, pero esta especie es mágica.

-¿Tan mágica como la araña que te pico? Porque entonces me doy la vuelta.

-¿Sabes? Para ser un mago, eres bastante escéptico con todo lo que te rodea.

-Calla –dijo mirando a un punto en la pared.

-Lo siento si te ofendo, pero es lo que pienso.

-Calla, Lovegood, viene alguien.

         La chica se percató y miró hacia la misma dirección que Draco, vio la luz de una varita y una difuminada silueta aproximándose.

-Escondámonos –susurró él agarrándola con rapidez del brazo que le quedaba libre de la muleta para dirigirse hacia una columna oscura donde se quedaron bastante pegados el uno del otro frente a frente, aunque Draco la sacaba una cabeza de alto. Estuvieron atentos escuchando pasos rápidos que se oían más fuertes a medida que el sujeto se acercaba a la columna.

          La silueta oscura carraspeó un poco al pasar cerca del escondite de los jóvenes, que le reconocieron al verle de perfil. Severus Snape estaba rondando por los pasillos comprobando que todo estuviese en orden y con un silencio imperante. Había odio unos leves murmullos por esa zona, así que esperaba que, si encontraba a algún alumno, fuera un Gryffindor a quien quitarle puntos.

               Ambos jóvenes vieron cómo miraba por el pasillo y empezaba a hurgarse la nariz, lo que hizo que se miraran de reojo extrañados e intentando contener la risa. Draco observó con inquietud que, en el momento en que Snape pasaba al lado de la columna, Luna iba a empezar a estornudar, ya que la chica empezaba a hacer leves aspavientos y a taparse la nariz sin éxito de que el comienzo del leve e inoportuno ataque nasal frenase, así que, con un rápido movimiento de muñeca le tapó la nariz y la boca también pegándose más a ella hasta que sus ondulados mechones de pelo le rozaran la cara y, para que no se cayera al suelo al estar únicamente agarrada a la muleta, con el otro brazo la cogió de la cintura con firmeza y Luna se quedó con las manos en la nariz entrelazadas en las de el chico y la cabeza medio apoyada en el hombro del Slytherin. Se quedaron estáticos hasta que el profesor se marchó y, una vez pasado el incómodo peligro, les costó un poco separarse ya que se quedaron hipnotizados sintiendo esa extraña tensión en el ambiente, el aroma del otro, el dulce tacto y casi escuchando el latido de sus corazones, agitados latiendo al mismo tiempo y con nervios. Al cabo de un momento Luna comenzó a mover la cabeza con rapidez rompiendo la escasa magia entre ambos para darle señales a Draco de que necesitaba respirar. Éste se percató y la soltó con rapidez.

-Gracias –susurró Luna recobrando el aliento-, empezaba a asfixiarme.

-Sal ya –dijo apartándola de la columna.

-Pobrecillo, a ambos se nos pegó el picor de nariz –dijo Luna riendo suspirando aliviada-. Sigamos –susurró decidida, con la naturalidad que la caracterizaba.

-Pero en silencio –repitió él algo serio pero terminó riendo sin querer al recordar la cara de Snape al picarle la nariz.

-Oye -dijo Luna preocupada-, ¿qué te pasa en la mano?

-¿Eh? Creo que me he raspado al chocar con la columna cuando nos hemos escondido –dijo mirando un leve corte en la palma de su mano.

-Creo que tendrá solución.

-Tampoco es para tanto, solo es un roce –dijo por si a la chica se le ocurría experimentar también con él. Se extraño aún más.

          Con la mochila de Luna a cuestas y a paso no muy ligero lograron llegar hacia un pequeño patio con una fuente en el centro, el chico ya conocía el lugar pero era poco transitado por los alumnos ya que de día no daba mucho el sol y la fuente no se activaba casi nunca, pero el estado de las pocas plantas que había era muy bueno. Quizá tenía algo que ver con que el patio estuviese cerca de los invernaderos. No era un lugar desagradable, después de todo, nunca lo había visto de noche, y eso que conocía los exteriores del castillo. En el centro de la fuente pululaban unas bonitas luces de colores brillantes que parecían decorar la fuente.

-Ahí están –susurró la chica entusiasmada por el descubrimiento mientras se acercaba a Draco para pedirle el bolso.

-¿Y ahora qué?

-Ahora, las herramientas –dijo sacando un tarro de la bolsa en cuanto el muchacho la puso en sus manos.

           Luna fue a la pata coja a sentarse en el único banco que había, pequeño y de piedra con espacio para otra persona más. Comenzó a maniobrar con la muleta y el tarro entre sus brazos, el tarro era pequeño con un poco de agua con azúcar en su interior para atraer a los insectos. Llegó hacia la fuente donde con mucha paciencia y dulzura comenzó a hablar con los pequeños coleópteros que desprendían hermosas líneas luminosas a su paso. Poco a poco Luna fue metiendo unas cuantas luciérnagas en el tarro y lo tapó con rapidez, poniendo una tapa con agujeritos. Mientras, Draco observaba la escena desde el banco con sorpresa. Luna regresó a su lado y una vez sentada, comenzó a quitarse la venda del tobillo hinchado y muy morado.

-Tiene muy mala pinta –comentó el chico que no lo volvió a ver desde la última vez que la dejó reposando en la enfermería.

-Veamos si funciona –Luna se echó un poco de azúcar en el pie y abrió un poco el tarro acercándolo a la herida. Una luciérnaga se posó encima y poco a poco, ante la mirada de felicidad de Luna y la de pasmo de Draco, fue desprendiendo una luz amarilla verdosa que empezaba a cambiar a varios colores más con rapidez e hizo que el tobillo de la chica comenzara a deshincharse y a recuperar su color.

-Por el amor de Merlín… -fue lo único que logró decir el chico cuando vio que el insecto se marchaba volando y vió el tobillo de Luna curado.

-¡Sabía que iba a funcionar! –sonrió la Ravenclaw alzando los brazos con entusiasmo en señal de victoria.-. Dame la mano.

-¡¿Co-como?!

           La chica se levantó de nuevo y puso un poco de azúcar en la mano del Slytherin, sacó otra luciérnaga del tarro para acercarla a la herida del muchacho y la curó haciendo que él sintiera un cosquilleo.

-Recordé en la enfermería que mi padre publicó un artículo en “El Quisquilloso” el mes pasado hablando de esta especie de luciérnagas y decidí comprobar su investigación.

-Espera, ¿tu padre es el dueño de esa revistilla?

-Sí.

-Ese dato se me escapó… Ahora entiendo muchas más cosas…-dijo poniendo los ojos en blanco y luego mirando a otro lado esquivando mirarla. Se volvió a fijar en la fuente con sumo detenimiento-. Con estos insectos cualquiera puede hacerse de oro vendiendo el método para curar a  cualquiera de cualquier cosa sin necesidad de ungüentos o pociones. 

Acabas de descubrir una mina de oro, Lovegood.

-En todo caso, el mérito es suyo –dijo señalando la fuente-. Si me hubieras dejado explicártelo antes ahora no tendrías tantas dudas. Este tipo de luciérnagas son curativas, inteligentes, sólo curan cuando una persona es buena con ellas y logra conectar, si se las pone nerviosas se espantarán como cualquier otro insecto y cambiarán el tono del abdomen. Cada una puede curar solo una vez a una persona. Ya hay muy pocas, se van a extinguir.

-Menuda locura…

-Bueno, a mí también me sorprendió cuando lo leí. Por eso ya que me surgió el problemilla del tobillo, decidí probar si era verdad.

-Y por eso has cogido a más de una, porque cada insecto solo cura a cada persona una vez.

-Sí.

        Draco siguió mirando un rato la fuente con atención e incredulidad en lo que Luna guardaba sus cosas y se ponía la otra zapatilla en el pie ya sano.

-Espera –dijo- ¿Y cómo sabías que estaban aquí?

-En el artículo y pone que suelen aparecer en sitios llenos de magia, estanques, fuentes… 
Decidí probar aquí primero porque este pequeño jardín, al estar cerca de los invernaderos, está repleto de insectos que muchos no suelen ver. Más de una noche me he encontrado cosas extrañas volviendo a mi cuarto después de despertar sonámbula en otro pasillo.

-O sea, que ha sido un poco de suerte…

-¿Se te ha quitado un poco el escepticismo? –preguntó la chica ya de pie y con el bolso.

-Pues… entiende que es mucho para asimilar… Tú estás más acostumbrada a estas cosas.

-Pero ahora este tipo de cosas nos han sido útiles.

-Eso sí…

-Y alucinantes –sonrió Luna.

-Nadie más creería esto si no lo viese –musitó Draco con un leve tono de disgusto.

-Lo sé, es por eso que en parte lo hace algo más especial –dijo soltando a las demás luciérnagas del tarro-. No suelen quedarse en el mismo sitio una vez que saben que han sido vistas…

         Se pusieron en marcha de regreso a la enfermería. Caminaron más a prisa ya que el pie de Luna estaba curado y así evitaban ser vistos. Cuando todo parecía tranquilo, la dulce muchacha decidió romper el silencio: 

-Malfoy.

-¿Qué?

-Cuéntame lo más alucinante que hayas oído en tu vida.

-Contigo al lado es difícil contar algo “alucinante” –señaló las comillas al hablar-. Con lo de las luciérnagas me has ganado.

-Algo habrá más increíble…

-Yo que sé…

-Si se te ocurre algo me avisas, ¿vale?

-Vale –dijo lanzando un suspiro.

        Durante el resto del trayecto ella estuvo contándole más cosas sobre criaturas y el debatiendo que la mayoría serían difíciles de ver mientras le hacían gracia sus comentarios. Cuando llegaron de nuevo a la enfermería, Madame Pomfrey estaba buscando a Luna por todos lados, así que, a la chica se le ocurrió una idea:

-Gracias por acompañarme, Malfoy –dijo en voz baja–. Ahora me haré la sonámbula y entraré metiéndome en la cama como si nada.

-Astuta, para que luego me llames a mí tramposo.

-Me alegra que hayamos cooperado con el experimento, hasta mañana.

-Adiós.

         Luna entró con el bolso y la muleta dando zancadas fingiendo soñar enfrente de la enfermara preocupada, mientras Draco miraba la cómica escena desde fuera. Se dispuso a irse también a la cama pensando en lo más alucinante que había visto u oído nunca y pensó en apuntar esa noche como la más asombrosa y extraña. Pero seguiría pensando en ello.
  Continuará



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