Capítulo 26:
☆☆Un
dragón demasiado protector☆☆
Ya habían pasado tres días desde el cumpleaños de Luna. Aún
se sentía abrumada y soñaba despierta recordando esa noche tan señalada, la
mirada y las palabras de Calista, su amada madre, y el sorprendente regalo de
Draco; ¡Lirios por toda la torre de Astronomía!, sonreía ampliamente y todavía
se sorprendía al recordar la escena. Siempre había sido él su chico de los
lirios, le llamaba así de cariño desde esa noche, él le dijo que se los dio
también cuando estuvo en la enfermería y le regaló un amuleto de madera en
forma de lirio con sus nombres por detrás, era, por tanto, su “chico lirio”,
aunque el muchacho no parecía acostumbrarse al apodo.
Jugueteaba con el preciado adorno entrelazado a sus amuletos
de corchos de cerveza de mantequilla mientras deambulaba por los pasillos,
abarrotados como siempre, para encontrarse con Draco en un aula vacía del
segundo piso tras haber terminado su clase de defensa con el E.D. de por la
tarde.
Además, en esa noche de ensueño tuvo otra extraña sorpresa,
que aún no terminaba de entender pero le gustaba, su diario había dado otro
similar y, si se quería, podían comunicarse entre sí en mensajes secretos, por
lo que le entregó el nuevo diario a Draco. Pasaban horas escribiéndose desde el
ajetreado lunes de clases; cuando no podían quedar y hasta altas horas de la
noche, eso hacía su relación más fácil y cómoda, ya que aún no se había quitado
el absurdo decreto por el cual los alumnos no podían mezclarse con personas de
distintas casas fuera de las aulas. Estaban absortos de todo en esas mágicas
páginas contándose anécdotas, cómo les había ido el día, lo mucho que se
echaban de menos cuando no podían verse y ni siquiera rozarse en los pasillos,
cuánto anhelaban sus besos...
Luna había descubierto un Draco sensible, mucho más de lo que
ella intuyó al principio. El extraño pacto con el que todo empezó había dado un ligero
cambio para ellos, Luna ya poseía su diario, pero aún ayudaba al muchacho con
algunas cosas hasta que terminase esa semana.
Ese día estaba muy contenta, tenía pensado darle un regalo
puesto que él había sido muy detallista, quería darle algo parecido al amuleto
en forma de su flor favorita que él le regaló, algo simbólico para él, no podía
esperar a ver su reacción.
Por otra parte, esa tarde había ocurrido algo muy especial
para Luna, había conseguido defenderse muy bien y ganar en un duelo en la clase
del E.D. Deseaba contarle a Draco sus progresos, pero aún estaba confusa de si
hacerlo o no, sentía que era demasiado pronto.
Ya casi estaba llegando al lugar acordado cuando oyó una voz
conocida a sus espaldas.
-Luna, espera –la llamaban desde una esquina del pasillo.
-Neville –dijo la chica dándose la vuelta observando cómo el
muchacho se aproximaba con rapidez-, ¿ocurre algo?
-Te has dejado esto en la sala de los... ya sabes –no quería
terminar de explicarse, consideraba que, a esas alturas, las paredes tenían
oídos dispuestos a chivar a Umbridge cualquier movimiento sospechoso, le enseñó
a la chica unos cuantos libros que había olvidado en la Sala de lo Menesteres.
-Oh, gracias, qué cabeza la mía –dijo Luna sonriente cogiendo
sus pertenencias e intentando guardarlas en su bolso, con tan mala suerte que
terminó por abrirse por completo dejando caer la mitad de las cosas al suelo.
-Te ayudo –dijo el chico agachándose a recoger junto a ella.
-Gracias.
Algo llamó la atención del joven Gryffindor, entre los libros
que iba a entregarle a Luna justo antes de que se le cayeran las cosas había
uno muy peculiar.
-Vaya, debes tener más cuidado, Luna, creo que has estado a
punto de perder tu diario de nuevo –dijo poniendo atención a las letras
grabadas en el lomo del mágico objeto indicándole que le pertenecía a la chica
por sus iniciales doradas-. Te lo digo porque, sé lo que se siente al descuidar
cosas tan personales, imagina que no lo llego a encontrar yo.
-¡Qué cabeza la mía!…Muchas gracias Neville, lo tendré en
cuenta -se sintió algo disgustada no quería extraviarlo de nuevo y mucho menos
cuando con él podía hablar tranquilamente con Draco-. Tuve suerte la última vez,
fue una sorpresa… un alivio –pensó sonriente en Draco y lo afortunada que fue
al haber sido él quién lo encontró.
-¿Y al final donde estaba?
-Los Nargles estaban enfadados conmigo y por eso me lo
quitaron…
-Ah…-musitó algo desconcertado incorporándose al mismo tiempo
que su amiga al terminar de recogerlo todo-. Esto, y ¿adónde vas?
-Pues… deambulo –mentía sin mostrar cambio alguno en su
comportamiento ni en su tono de voz risueño, aunque por dentro no se sentía muy
bien consigo misma. “Aunque esto sea
emocionante, mentir a mis nuevos amigos es complicado…”- pensaba.
-Si quieres, damos una vuelta -sugirió poniéndose algo
colorado.
-El caso es que…-fue interrumpida por una voz a sus espaldas
que consiguió sobresaltar ligeramente a ambos.
-¡Vosotros! –exclamó un individuo al otro extremo alejado del
pasillo dejando ver sólo una silueta, supuestamente se trataba de un prefecto-.
No podéis hablar fuera de clase. Diez puntos menos para Gryffindor y cinco
menos para Ravenclaw –el prefecto se aproximaba a paso firme hablando fría y
severamente.
Los otros dos permanecieron inmóviles, Neville sin terminar
de reconocerle y Luna sintiendo un vuelco
en el corazón de sorpresa cuando el prefecto empezó a hablar. Éste se acercó
una ventana, la luz del atardecer dejó ver a un Draco Malfoy con el semblante
muy enfadado que miraba a los dos amigos sintiendo una especie de molestia
mezclada con ira al observar que Neville aún sostenía el diario de Luna en las
manos.
La Ravenclaw en ese momento pensó que si las miradas matasen
ambos chicos estarían fulminados por el contrario.
-Lárgate, Longbottom –dijo Draco en tono amenazante.
-Sólo estaba ayudando a mi amiga, Malfoy –respondió
Neville sorprendentemente muy seguro de
sí mismo-. Toma, Luna –dijo entregándole el diario y mirando a Draco con el
ceño fruncido.
-Eso está prohibido, zoquete. Separaos u os quitaré más
puntos.
-Que fácil se le sube el poder a la cabeza al ojito derecho
de Umbridge –ese comentario sorprendió a la chica, que abrió más los ojos con
simulado pasmo, no solía ser propio de Neville-. Adiós, Luna –se despidió el
chico acariciándole el hombro a la muchacha.
-¡Otros diez puntos menos! –exclamó el Slytherin lanzándole
una mirada asesina.
-¿Por qué? –dijo molesto.
-Por imbécil y por volver a hablar con alguien que no sea un
prefecto. ¡A ver si leemos los decretos!
La chica miró fijamente a su novio, él paro de meterse con
Neville solamente por esa penétrate mirada que le hacía sentir una especie de
corriente eléctrica, contempló Luna con atención y sin quitar su expresión
severa.
Neville le ignoró por completo, aún nervioso por su
comportamiento pero satisfecho, y se alejó por donde había venido cuando vio
que Luna empezaba a caminar alejándose del Slytherin que se quedó solo en el
pasillo.
Draco esperó hasta estar seguro de que Neville estaba lo
bastante lejos y no ser visto para ir tras Luna, que se había marchado por el
mismo pasillo por dónde él mismo entró encontrando a los dos amigos hablando. Una
parte de él le hizo analizar su comportamiento y sentirse estúpido, simplemente
no podía estar celoso Neville Longbottom, pensaba que eso sería haber caído muy
bajo, que Luna no podía preferir a semejante personaje en lugar de a él. Le
molestó mucho encontrarla en esa situación, hacía tres días que no la veía y tenía
que soportar encontrarla con Longbottom babeando por ella.
Al pasar una esquina la vio caminar a paso lento, no lo pensó
y fue casi corriendo, la tomó por la muñeca y la metió en unos baños con el
letrero de “No funciona” en la puerta.
-¿Qué haces? –preguntó Luna tranquilamente sin oponer
resistencia.
-¿Qué hacías tú? –dijo cerrando la puerta sin soltarla
relajando un poco la mirada pero aún con tono de enfado- Si os llega a ver otro
prefecto te quita más puntos y encima te castiga, ¿no te das cuenta? Encima
dejas que vea el diario.
-Sólo me iba a devolver unas cosas –dijo encogiéndose de
hombros-, ¿no crees que te has pasado? Y sólo nosotros conocemos la combinación
de los diarios, no pasa nada porque lo sostenga un momento...
-Definitivamente no eres consciente de la gravedad de la
situación…Eres demasiado descuidada…Pensé que ese era nuestro secreto…
-Claro que lo es –respondió con rapidez abriendo mucho los
ojos-. No debiste ser tan duro, me estaba ayudando.
-Debemos guardar las apariencias, ¿recuerdas?
-Pero no hacía falta ser...
-Sabes cómo soy –interrumpió abruptamente-, más con los
Gryffindors.
Luna permaneció callada, él iba a seguir quejándose pero en
ese momento se escucharon pasos en el pasillo cerca de la puerta de entrada a
los baños, la pareja permaneció estática un instante, los pasos se hacían más
audibles y se escuchó además un golpe a la puerta. En ese momento Draco, con
cara de pánico, y Luna, aún agarrada a él mirando la puerta, corrieron a
esconderse en uno de los retretes más próximos.
El estrecho cubículo les hacía apretujarse bastante quedando
frente a frente, aunque Draco le sacaba una cabeza a Luna. El chico le soltó la
muñeca y se aventuró a mirar por una pequeña ranura.
La puerta que daba a pasillo se abrió de golpe y Draco sintió
más pánico aún al ver que se trataba de Filch, que entraba de muy mal humor con
un cubo y una fregona y los pantalones calados de agua, parecía estar hablando
con más gente.
-Malditos mocosos, ¡entrad! –dijo el conserje dirigiéndose a
dos pequeños alumnos que podían ser de primer o segundo curso, al parecer,
ambos de Ravenclaw, entraron con paso lento y nerviosos.
-Ha sido un accidente –comenzó a decir uno de ellos
apresuradamente tartamudeando algo acongojado-, no queríamos tirarle el cubo,
es que mi amigo se tropezó…
-El cubo no se va a llenar solo –interrumpió Filch- ¡Venga,
llenadlo! Después quiero ver las escaleras como los chorros del oro y le daréis
un repaso también al pasillo. Una tarea para cada uno.
-Pero tardaremos mucho, se acerca la hora de cenar -dijo el
otro niño, aunque se arrepintió de haber abierto la boca al instante.
-¡Pues habedlo pensado antes de ir correteando como idiotas
posesos por mi pasillo! –exclamó Filch de muy mal humor- Niñatos atrevidos…Si
volvéis a ensuciar mi pasillo haré que la directora os cuelgue de los pulgares
en las mazmorras.
Los jóvenes Ravenclaw tragaron saliva y acentuaron su cara de
pánico dirigiéndose a uno de los lavabos para llenar el cubo mientras sentían
cómo el bedel les clavaba una mirada asesina en la nuca. Uno de ellos llenaba
el cubo y el otro sostenía la fregona cuando el palo se le resbaló de las manos
por los nervios y tras balancearse un poco, como la sujetaba al revés, le dio a
Filch en la cabeza pasando los flecos del objeto de limpieza por la cara
llenándole de agua sucia.
-¡Estúpido! –exclamó estallando por completo- ¡Ahora también
limpiarás las ventanas el pasillo!
-Lo siento –dijo aterrado el muchacho.
Draco y Luna compartieron una mirada, el chico intentó
contener la risa y siguió espiando por la ranura, ella escuchaba con atención.
-Daos prisa, mocosos. Aprovechad que ahora no está aquí esa fantasma llorica –dijo Filch-, nisiquiera sois capaces de sujetar una fregona.
Tras unos minutos los niños salieron seguidos de Filch, que
dio un portazo al salir.
Al oír la puerta cerrarse Draco soltó un fuerte suspiro
alivio. Volvía a reinar el silencio.
-Por qué poco…-dijo el chico.
-Pobrecitos -dijo Luna en voz baja.
-Tenías que haber viso cómo han puesto a Filch de agua–dijo
Draco riendo- pobres novatos, no saldrán de esta.
Luna se le quedó mirando analíticamente.
-Será mejor que salgamos –dijo en susurro.
-Aún no hemos terminado nuestra conversación -dijo el chico
en un tono relajado.
-Honestamente… no me apetece discutir.
-A mí tampoco…-susurró tomando a Luna de la cintura mientras
iba acercándose a sus labios, esos labios que tanto ansiaba desde que la había
vuelto a ver.
Se fundieron en un cálido beso olvidándose de lo que había a
su alrededor dándoles la impresión de que entraban en un universo distinto.
-Me gustan tus labios –le susurró Luna al separarse un poco,
con los ojos entrecerrados, sonriendo y abrazándole.
-Y a mí los tuyos –rió el muchacho mostrando una seductora
sonrisa-, los he estado echando mucho de menos estos días.
Volvieron a besarse más intensamente acompasando sus movimientos
y sintiendo cada caricia y toma de
aliento. Esta vez Luna se sorprendió, Draco separó sus labios para posarlos en
su suave y perlado cuello regalándole fugaces besos, algo nuevo para ella pero
placentero. Se sentían sedientos del contrario, el chico comenzó a bajar sus
manos un poco más y regresó a la boca de la joven para besarla con más fiereza
mientras sentía caricias en su fornida espalda. Sintieron calor, un estallido
en sus corazones que daba inicios de un placentero descontrol. Él volvió a
besar su cuello con más intensidad que antes provocando que Luna lanzara un
leve gemido de placer. Con todo ese frenesí pasional ella notó cómo Draco le acariciaba
el muslo subiendo un poco su falda, en ese momento reaccionó sintiendo una
especie de nervios, él parecía seguro pero ella no lo tenía del todo claro,
decidió separarse antes de que se dejaran llevar demasiado.
-Draco… -tomó aliento- espera –susurró abriendo los ojos
separándole un poco poniéndole una mano en el pecho.
El chico reaccionó algo contrariado pero esperando que ella
no se sintiese mal, la miró fijamente a los ojos observándola enternecido;
estaba sonrojada, con la mirada de una niña tímida e inocente penetrando en él
con sus hermosos ojos, nunca la había visto tan tímida y nerviosa.
-¿Qué ocurre? –dijo recobrando el aliento como ella.
-Creo que… deberíamos parar… –dijo entrecortadamente con
timidez y nervios desviando un poco la mirada.
-Sí, yo...perdona si…–dijo apartando la mirada y soltándola.
-Está bien, tranquilo.
Serio, el muchacho se apartó más y apoyó su espalda en la
pared al otro lado del cubículo.
-¿Estás enfadado? –pregunto Luna poniéndose un dedo en los
labios como señal de inseguridad, esta vez mirándole directamente.
-¿Enfadado? –preguntó con sorpresa- No. No…no quería hacerte
sentir incómoda –dijo avergonzado, sorprendiéndose de sí mismo al haber dicho
eso, nunca antes había sentido tanta preocupación por la otra persona.
Luna no dijo nada, se limitó a avanzar hacia él para darle un
cálido abrazo que el muchacho correspondió, permanecieron así un rato, atentos
a su respiración, sus latidos, ya más sosegados, y a sus caricias. A él le iba
costando menos acostumbrarse a esas muestras de afecto, sólo si eran con ella.
-Deberíamos marcharnos –dijo de pronto haciendo que Luna
subiera su cabeza para mirarle.
Se decían mucho con tan solo mirarse, ella intuía que habían
empezado adquirir esa forma de mostrar lo que sentían cuando esos días
empezaron a verse en los pasillos sin poder mantener otro contacto que no
fuesen los diarios.
-Saldré yo primero, no me dirán nada al ser prefecto.
La chica asintió, estaba más relajada, le gustó que Draco
fuese tan comprensivo con lo que sentía.
Una vez en el pasillo, con discreción, cada uno siguió por
una dirección diferente regalándose una última e intensa mirada antes
desaparecer de la vista del otro.
No volvieron a chocarse hasta esa noche en el Gran Comedor,
donde sólo se contemplaban desde sus respectivas mesas, pero, como siempre, esa
noche tenían pensado escribirse antes de irse a dormir.
Para sorpresa de todos, antes de empezar la cena, Umbridge
dio un nuevo comunicado informando que había decidido retirar el absurdo
decreto por el que se quejaban todos, dejando confraternizar a todos los
alumnos de diferentes casas fuera de las clases. Contentos, todos empezaron a
murmurar sorprendidos pero conformes y a levantar el tono hablando más
animadamente, como solían hacer normalmente en el comedor antes de que Umbridge
llegase al colegio. Parecía haber desaparecido un nubarrón del cielo tormentoso
que la nueva directora ofrecía en su mandato.
Al comenzar la cena los Gryffindors parecían estar más
habladores.
-Qué extraño –comentaba Hermione Granger- ¿por qué habrá
cambiado de opinión tan a la ligera?
-Se habrá dado cuenta al fin de que ese decreto es demasiado
estúpido incluso para que ella lo imponga –comentó Ron.
-Quizá con ello logre observar mejor nuestros movimientos con
ya sabéis qué.
-Puede…
-Nosotros seguiremos como siempre y alerta –dijo Harry.
Al terminar la cena, volvió a reinar en el colegio ese
ambiente de depresión, todos regresaban en silencio a sus salas comunes,
mientras Luna deseaba acomodarse en su cama cubrirse con las cortinas y
comenzar a escribir esperando respuesta de Draco.
Recordó lo que casi llega a suceder en los lavabos de Myrtle
la Llorona, esos intensos besos que nunca antes había probado de esa manera, la
adrenalina recorriendo su cuerpo por completo incitándola a que se dejase
llevar y los nervios a poder ser descubiertos. Sin ser consciente de ello se
sonrojó notablemente.
-Luna –le habló Cho-chang que la acompañaba por el pasillo-,
¿estás bien?
-¿Eh? –dijo la aludida
bajando de su nube.
-Es que, te has puesto muy colorada de repente.
-Ah -dijo acariciándose las mejillas- no es nada.
-Hoy has estado muy bien en clase
-Gracias, tú también.
Luna no terminaba de comprender del todo por qué Ginny
parecía hostil con esa chica, bueno, desde el principio se hacía una leve idea
relacionada con Harry pero no lo podía asegurar. Aunque ese curso Cho parecía
más melancólica y disgustada con todo lo que la rodeaba, como sumergiéndose en
un aura depresiva al no superar la atrocidad que le ocurrió a Diggory el año
pasado y lo que ocurría en el Ministerio, Luna la empezaba a conocer mejor con
el E.D y le parecía simpática y buena compañera, incluso la felicitó al lunes
por su cumpleaños.
Una vez en su cuarto, la dulce Ravenclaw se puso más cómoda y
se metió en su cama abrigándose con las sábanas. La noche empezaba ser su momento
preferido del día. Sus compañeras de cuarto ya metidas también en sus
respectivas camas, aún continuaban hablando de la noticia en la cena y lo
contentas que estaban al poder volver a charlar en los pasillos con más amigas
regresando a su grupo habitual.
Esa noche Draco al escribir parecía más reservado y tardaba
más en contestarla, ella intuía que aún pensaba en lo ocurrido en el baño, por
lo que se comportaba de una manera despreocupada y alegre quitando importancia
al asunto para relajar el ambiente. Se centraba en el tema de la anulación del
decreto, él le dijo que esa tarde antes de que quedasen estuvo en una reunión
con la B.I. para intentar convencerla de que la prohibición era demasiado
incluso para ellos, por lo que terminó cediendo.
Cansados tras dos horas escribiéndose, acordaron quedar en el
aula que tenían pensada la tarde anterior a la misma hora.
Al día siguiente se veía a todo el mundo algo más contento.
Tras sus tres primeras clases, Luna tenía una montaña de deberes que pensaba
hacer con Ginny en la biblioteca lo antes posible. Mientras caminaban ambas
chicas a paso lento y agobiadas, los pasillos parecían más llenos, el ajetreo y
tumulto era notable e incómodo, ya casi habían llegado cuando Luna, que hablaba
distraídamente con su amiga, chocó con alguien a la puerta de la biblioteca
haciendo que a ambos se les cayeran los libros.
-¡Ten más cuidado! –exclamó Draco de manera arrogante y
grosera, aunque por dentro se alegraba de topar por primera vez en todo el día
con su chica.
-Lo siento –respondió la rubia con tranquilidad, volvieron a
mantener esa extraña comunicación visual entre ambos.
La Ravenclaw no pudo evitar mostrar una media sonrisa que
sólo notó él borrándola al instante y agachándose a recoger sus cosas del
suelo, imitada por el muchacho pero este sólo se ocupaba de sus cosas, claro.
El chico, al terminar, soltó un bufido y se marchó junto a sus guardaespaldas
como si nada.
-No le hagas caso, Luna –dijo Ginny ayudándola con su bolsa-
es bobo por naturaleza.
-Lo sé –dijo sonriente, cosa que a la pelirroja le extrañó.
Entraron a la biblioteca consiguiendo milagrosamente un sitio
apartado del mostrador de la señora Pince, dispuestas a empezar a trabajar.
-Es increíble lo que me contó ayer Neville –siguió hablando
Ginny-, os quitó puntos como lo haría Snape, quitando más a Gryffindor sólo por
ayudarte. No es que lo de perder puntos me moleste principalmente, pero sí como
os trató a vosotros. No hay derecho, se aprovecha demasiado.
-Olvídalo, Neville supo cómo defenderse a sus ataques.
-¿A qué te refieres?
-¿No te lo ha contado? Le contestó de una manera poco común
en él, diciéndole más o menos lo que acabas de decir tú, que el poder se le
había subido a la cabeza al ojito derecho de Umbridge…
-¿En serio? –preguntó sorprendida.
-Eso hizo que Malfoy estallase, creo que casi llega a sacar
su varita de no ser por… -pensó en lo que iba a decir midiendo sus palabras,
Ginny no creería que Draco paró de meterse con Neville sólo porque Luna le miró
“hablándole” de nuevo con su mirada suplicante- Le quitó más puntos.
-Pues hizo bien en contestarle, Malfoy y su séquito le toman
como si no fuese nadie o un chico débil, pero Neville es capaz de mucho, ya era
hora de que se impusiera al menos un poco.
-Lo sé –dijo Luna sonriente.
En otra parte del castillo Draco se dirigía hacia su sala
común tranquilamente y charlando con sus compañeros. Tenían hora libre, por lo
que podrían relajarse. Fue un momento a su cuarto para dejar los libros que no
necesitaba más para ese día cuando, de repente, se dio cuenta de algo.
-Pero si este es el diario de Luna –dijo poniendo todos los
libros en su mesa y contemplando ese en sus manos en particular-. Lo ha vuelto
a sacar para nada de su cuarto –dijo para sí lanzando un suspiro de
exasperación- mira que se lo habré dicho.
Decidió guardarlo
junto al que él tenía donde siempre, en el cajón cerrado en su mesa de noche
para después cuando quedasen, entregárselo de nuevo.
Se sentó en la cama contemplando el escondite cerrado. Algo
descabellado pasó por su mente en ese momento, ahora poseía la combinación de
los diarios, la curiosidad le volvió a embargar como al principio. Le estuvo
dando vueltas; Luna había estado comportándose de forma extraña cuando él
seguía a los amigos de Potter con la B.I. desde siempre, aunque ya la conocía
un poco mejor no se imaginaba en qué ocupaba sus horas por la tarde
últimamente, nunca la encontraba si espiaba a Potter. Por otro lado su diario
era un objeto poderoso, muy poderoso, capaz de invocar a un alma en una fecha
señalada del año, lo pudo ver de cerca, ¿qué más escondía? ahora lo más
importante para él, los íntimos secretos de SU chica, lo que pensaba de él,
como era su vida dentro y fuera del colegio contada más profundamente, ya que
ella se la había contado grosso modo, qué pensaba de Potter y de Neville...¿En
verdad era Draco el único que ocupaba su corazón? Tenía que serlo. Era su chica
y para ella no debía haber nadie más que él. Sentía un sentimiento de
protección que jamás tuvo con nadie, era la única persona con la que sufría si
la veía llorar, le abrió un mundo distinto le hacía sacar su lado “bueno” o más
bien diferente.
Debía saber más.
Se vio inundado de dudas y desconfianza. Y aún contemplaba el
cajón cerrado con los tesoros y secretos más preciados de Luna Lovegood.
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