17 abril 2018

Cap26☆


Capítulo 26:

Un dragón demasiado protector

             Ya habían pasado tres días desde el cumpleaños de Luna. Aún se sentía abrumada y soñaba despierta recordando esa noche tan señalada, la mirada y las palabras de Calista, su amada madre, y el sorprendente regalo de Draco; ¡Lirios por toda la torre de Astronomía!, sonreía ampliamente y todavía se sorprendía al recordar la escena. Siempre había sido él su chico de los lirios, le llamaba así de cariño desde esa noche, él le dijo que se los dio también cuando estuvo en la enfermería y le regaló un amuleto de madera en forma de lirio con sus nombres por detrás, era, por tanto, su “chico lirio”, aunque el muchacho no parecía acostumbrarse al apodo.

         Jugueteaba con el preciado adorno entrelazado a sus amuletos de corchos de cerveza de mantequilla mientras deambulaba por los pasillos, abarrotados como siempre, para encontrarse con Draco en un aula vacía del segundo piso tras haber terminado su clase de defensa con el E.D. de por la tarde.

           Además, en esa noche de ensueño tuvo otra extraña sorpresa, que aún no terminaba de entender pero le gustaba, su diario había dado otro similar y, si se quería, podían comunicarse entre sí en mensajes secretos, por lo que le entregó el nuevo diario a Draco. Pasaban horas escribiéndose desde el ajetreado lunes de clases; cuando no podían quedar y hasta altas horas de la noche, eso hacía su relación más fácil y cómoda, ya que aún no se había quitado el absurdo decreto por el cual los alumnos no podían mezclarse con personas de distintas casas fuera de las aulas. Estaban absortos de todo en esas mágicas páginas contándose anécdotas, cómo les había ido el día, lo mucho que se echaban de menos cuando no podían verse y ni siquiera rozarse en los pasillos, cuánto anhelaban sus besos...

         Luna había descubierto un Draco sensible, mucho más de lo que ella intuyó al principio. El extraño pacto con el que todo empezó había dado un ligero cambio para ellos, Luna ya poseía su diario, pero aún ayudaba al muchacho con algunas cosas hasta que terminase esa semana.

           Ese día estaba muy contenta, tenía pensado darle un regalo puesto que él había sido muy detallista, quería darle algo parecido al amuleto en forma de su flor favorita que él le regaló, algo simbólico para él, no podía esperar a ver su reacción.

       Por otra parte, esa tarde había ocurrido algo muy especial para Luna, había conseguido defenderse muy bien y ganar en un duelo en la clase del E.D. Deseaba contarle a Draco sus progresos, pero aún estaba confusa de si hacerlo o no, sentía que era demasiado pronto.

       Ya casi estaba llegando al lugar acordado cuando oyó una voz conocida a sus espaldas.

-Luna, espera –la llamaban desde una esquina del pasillo.

-Neville –dijo la chica dándose la vuelta observando cómo el muchacho se aproximaba con rapidez-, ¿ocurre algo?

-Te has dejado esto en la sala de los... ya sabes –no quería terminar de explicarse, consideraba que, a esas alturas, las paredes tenían oídos dispuestos a chivar a Umbridge cualquier movimiento sospechoso, le enseñó a la chica unos cuantos libros que había olvidado en la Sala de lo Menesteres.

-Oh, gracias, qué cabeza la mía –dijo Luna sonriente cogiendo sus pertenencias e intentando guardarlas en su bolso, con tan mala suerte que terminó por abrirse por completo dejando caer la mitad de las cosas al suelo.

-Te ayudo –dijo el chico agachándose a recoger junto a ella.

-Gracias.

Algo llamó la atención del joven Gryffindor, entre los libros que iba a entregarle a Luna justo antes de que se le cayeran las cosas había uno muy peculiar.

-Vaya, debes tener más cuidado, Luna, creo que has estado a punto de perder tu diario de nuevo –dijo poniendo atención a las letras grabadas en el lomo del mágico objeto indicándole que le pertenecía a la chica por sus iniciales doradas-. Te lo digo porque, sé lo que se siente al descuidar cosas tan personales, imagina que no lo llego a encontrar yo.

-¡Qué cabeza la mía!…Muchas gracias Neville, lo tendré en cuenta -se sintió algo disgustada no quería extraviarlo de nuevo y mucho menos cuando con él podía hablar tranquilamente con Draco-. Tuve suerte la última vez, fue una sorpresa… un alivio –pensó sonriente en Draco y lo afortunada que fue al haber sido él quién lo encontró.

-¿Y al final donde estaba?

-Los Nargles estaban enfadados conmigo y por eso me lo quitaron…

-Ah…-musitó algo desconcertado incorporándose al mismo tiempo que su amiga al terminar de recogerlo todo-. Esto, y ¿adónde vas?

-Pues… deambulo –mentía sin mostrar cambio alguno en su comportamiento ni en su tono de voz risueño, aunque por dentro no se sentía muy bien consigo misma. “Aunque esto sea emocionante, mentir a mis nuevos amigos es complicado…”- pensaba.

-Si quieres, damos una vuelta -sugirió poniéndose algo colorado.

-El caso es que…-fue interrumpida por una voz a sus espaldas que consiguió sobresaltar ligeramente a ambos.

-¡Vosotros! –exclamó un individuo al otro extremo alejado del pasillo dejando ver sólo una silueta, supuestamente se trataba de un prefecto-. No podéis hablar fuera de clase. Diez puntos menos para Gryffindor y cinco menos para Ravenclaw –el prefecto se aproximaba a paso firme hablando fría y severamente.

             Los otros dos permanecieron inmóviles, Neville sin terminar de reconocerle y  Luna sintiendo un vuelco en el corazón de sorpresa cuando el prefecto empezó a hablar. Éste se acercó una ventana, la luz del atardecer dejó ver a un Draco Malfoy con el semblante muy enfadado que miraba a los dos amigos sintiendo una especie de molestia mezclada con ira al observar que Neville aún sostenía el diario de Luna en las manos.

         La Ravenclaw en ese momento pensó que si las miradas matasen ambos chicos estarían fulminados por el contrario.

-Lárgate, Longbottom –dijo Draco en tono amenazante.

-Sólo estaba ayudando a mi amiga, Malfoy –respondió Neville  sorprendentemente muy seguro de sí mismo-. Toma, Luna –dijo entregándole el diario y mirando a Draco con el ceño fruncido.

-Eso está prohibido, zoquete. Separaos u os quitaré más puntos.

-Que fácil se le sube el poder a la cabeza al ojito derecho de Umbridge –ese comentario sorprendió a la chica, que abrió más los ojos con simulado pasmo, no solía ser propio de Neville-. Adiós, Luna –se despidió el chico acariciándole el hombro a la muchacha.

-¡Otros diez puntos menos! –exclamó el Slytherin lanzándole una mirada asesina.

-¿Por qué? –dijo molesto.

-Por imbécil y por volver a hablar con alguien que no sea un prefecto. ¡A ver si leemos los decretos!

            La chica miró fijamente a su novio, él paro de meterse con Neville solamente por esa penétrate mirada que le hacía sentir una especie de corriente eléctrica, contempló Luna con atención y sin quitar su expresión severa.

            Neville le ignoró por completo, aún nervioso por su comportamiento pero satisfecho, y se alejó por donde había venido cuando vio que Luna empezaba a caminar alejándose del Slytherin que se quedó solo en el pasillo.

           Draco esperó hasta estar seguro de que Neville estaba lo bastante lejos y no ser visto para ir tras Luna, que se había marchado por el mismo pasillo por dónde él mismo entró encontrando a los dos amigos hablando. Una parte de él le hizo analizar su comportamiento y sentirse estúpido, simplemente no podía estar celoso Neville Longbottom, pensaba que eso sería haber caído muy bajo, que Luna no podía preferir a semejante personaje en lugar de a él. Le molestó mucho encontrarla en esa situación, hacía tres días que no la veía y tenía que soportar encontrarla con Longbottom babeando por ella.

           Al pasar una esquina la vio caminar a paso lento, no lo pensó y fue casi corriendo, la tomó por la muñeca y la metió en unos baños con el letrero de “No funciona” en la puerta.

-¿Qué haces? –preguntó Luna tranquilamente sin oponer resistencia.

-¿Qué hacías tú? –dijo cerrando la puerta sin soltarla relajando un poco la mirada pero aún con tono de enfado- Si os llega a ver otro prefecto te quita más puntos y encima te castiga, ¿no te das cuenta? Encima dejas que vea el diario.

-Sólo me iba a devolver unas cosas –dijo encogiéndose de hombros-, ¿no crees que te has pasado? Y sólo nosotros conocemos la combinación de los diarios, no pasa nada porque lo sostenga un momento...

-Definitivamente no eres consciente de la gravedad de la situación…Eres demasiado descuidada…Pensé que ese era nuestro secreto…

-Claro que lo es –respondió con rapidez abriendo mucho los ojos-. No debiste ser tan duro, me estaba ayudando.

-Debemos guardar las apariencias, ¿recuerdas?

-Pero no hacía falta ser...

-Sabes cómo soy –interrumpió abruptamente-, más con los Gryffindors.

         Luna permaneció callada, él iba a seguir quejándose pero en ese momento se escucharon pasos en el pasillo cerca de la puerta de entrada a los baños, la pareja permaneció estática un instante, los pasos se hacían más audibles y se escuchó además un golpe a la puerta. En ese momento Draco, con cara de pánico, y Luna, aún agarrada a él mirando la puerta, corrieron a esconderse en uno de los retretes más próximos.

           El estrecho cubículo les hacía apretujarse bastante quedando frente a frente, aunque Draco le sacaba una cabeza a Luna. El chico le soltó la muñeca y se aventuró a mirar por una pequeña ranura.

              La puerta que daba a pasillo se abrió de golpe y Draco sintió más pánico aún al ver que se trataba de Filch, que entraba de muy mal humor con un cubo y una fregona y los pantalones calados de agua, parecía estar hablando con más gente.

-Malditos mocosos, ¡entrad! –dijo el conserje dirigiéndose a dos pequeños alumnos que podían ser de primer o segundo curso, al parecer, ambos de Ravenclaw, entraron con paso lento y nerviosos.

-Ha sido un accidente –comenzó a decir uno de ellos apresuradamente tartamudeando algo acongojado-, no queríamos tirarle el cubo, es que mi amigo se tropezó…

-El cubo no se va a llenar solo –interrumpió Filch- ¡Venga, llenadlo! Después quiero ver las escaleras como los chorros del oro y le daréis un repaso también al pasillo. Una tarea para cada uno.

-Pero tardaremos mucho, se acerca la hora de cenar -dijo el otro niño, aunque se arrepintió de haber abierto la boca al instante.

-¡Pues habedlo pensado antes de ir correteando como idiotas posesos por mi pasillo! –exclamó Filch de muy mal humor- Niñatos atrevidos…Si volvéis a ensuciar mi pasillo haré que la directora os cuelgue de los pulgares en las mazmorras.

            Los jóvenes Ravenclaw tragaron saliva y acentuaron su cara de pánico dirigiéndose a uno de los lavabos para llenar el cubo mientras sentían cómo el bedel les clavaba una mirada asesina en la nuca. Uno de ellos llenaba el cubo y el otro sostenía la fregona cuando el palo se le resbaló de las manos por los nervios y tras balancearse un poco, como la sujetaba al revés, le dio a Filch en la cabeza pasando los flecos del objeto de limpieza por la cara llenándole de agua sucia.

-¡Estúpido! –exclamó estallando por completo- ¡Ahora también limpiarás las ventanas el pasillo!

-Lo siento –dijo aterrado el muchacho.

          Draco y Luna compartieron una mirada, el chico intentó contener la risa y siguió espiando por la ranura, ella escuchaba con atención.

-Daos prisa, mocosos. Aprovechad que ahora no está aquí  esa fantasma llorica –dijo Filch-, nisiquiera sois capaces de sujetar una fregona.

Tras unos minutos los niños salieron seguidos de Filch, que dio un portazo al salir.

Al oír la puerta cerrarse Draco soltó un fuerte suspiro alivio. Volvía a reinar el silencio.

-Por qué poco…-dijo el chico.

-Pobrecitos -dijo Luna en voz baja.

-Tenías que haber viso cómo han puesto a Filch de agua–dijo Draco riendo- pobres novatos, no saldrán de esta.

Luna se le quedó mirando analíticamente.

-Será mejor que salgamos –dijo en susurro.

-Aún no hemos terminado nuestra conversación -dijo el chico en un tono relajado.

-Honestamente… no me apetece discutir.

-A mí tampoco…-susurró tomando a Luna de la cintura mientras iba acercándose a sus labios, esos labios que tanto ansiaba desde que la había vuelto a ver.

Se fundieron en un cálido beso olvidándose de lo que había a su alrededor dándoles la impresión de que entraban en un universo distinto.

-Me gustan tus labios –le susurró Luna al separarse un poco, con los ojos entrecerrados, sonriendo y abrazándole.

-Y a mí los tuyos –rió el muchacho mostrando una seductora sonrisa-, los he estado echando mucho de menos estos días.

          Volvieron a besarse más intensamente acompasando sus movimientos y  sintiendo cada caricia y toma de aliento. Esta vez Luna se sorprendió, Draco separó sus labios para posarlos en su suave y perlado cuello regalándole fugaces besos, algo nuevo para ella pero placentero. Se sentían sedientos del contrario, el chico comenzó a bajar sus manos un poco más y regresó a la boca de la joven para besarla con más fiereza mientras sentía caricias en su fornida espalda. Sintieron calor, un estallido en sus corazones que daba inicios de un placentero descontrol. Él volvió a besar su cuello con más intensidad que antes provocando que Luna lanzara un leve gemido de placer. Con todo ese frenesí pasional ella notó cómo Draco le acariciaba el muslo subiendo un poco su falda, en ese momento reaccionó sintiendo una especie de nervios, él parecía seguro pero ella no lo tenía del todo claro, decidió separarse antes de que se dejaran llevar demasiado.

-Draco… -tomó aliento- espera –susurró abriendo los ojos separándole un poco poniéndole una mano en el pecho.

         El chico reaccionó algo contrariado pero esperando que ella no se sintiese mal, la miró fijamente a los ojos observándola enternecido; estaba sonrojada, con la mirada de una niña tímida e inocente penetrando en él con sus hermosos ojos, nunca la había visto tan tímida y nerviosa.

-¿Qué ocurre? –dijo recobrando el aliento como ella.

-Creo que… deberíamos parar… –dijo entrecortadamente con timidez y nervios desviando un poco la mirada.

-Sí, yo...perdona si…–dijo apartando la mirada y soltándola.

-Está bien, tranquilo.

Serio, el muchacho se apartó más y apoyó su espalda en la pared al otro lado del cubículo.

-¿Estás enfadado? –pregunto Luna poniéndose un dedo en los labios como señal de inseguridad, esta vez mirándole directamente.

-¿Enfadado? –preguntó con sorpresa- No. No…no quería hacerte sentir incómoda –dijo avergonzado, sorprendiéndose de sí mismo al haber dicho eso, nunca antes había sentido tanta preocupación por la otra persona.

         Luna no dijo nada, se limitó a avanzar hacia él para darle un cálido abrazo que el muchacho correspondió, permanecieron así un rato, atentos a su respiración, sus latidos, ya más sosegados, y a sus caricias. A él le iba costando menos acostumbrarse a esas muestras de afecto, sólo si eran con ella.

-Deberíamos marcharnos –dijo de pronto haciendo que Luna subiera su cabeza para mirarle.

           Se decían mucho con tan solo mirarse, ella intuía que habían empezado adquirir esa forma de mostrar lo que sentían cuando esos días empezaron a verse en los pasillos sin poder mantener otro contacto que no fuesen los diarios.

-Saldré yo primero, no me dirán nada al ser prefecto.

        La chica asintió, estaba más relajada, le gustó que Draco fuese tan comprensivo con lo que sentía.

     Una vez en el pasillo, con discreción, cada uno siguió por una dirección diferente regalándose una última e intensa mirada antes desaparecer de la vista del otro.

     No volvieron a chocarse hasta esa noche en el Gran Comedor, donde sólo se contemplaban desde sus respectivas mesas, pero, como siempre, esa noche tenían pensado escribirse antes de irse a dormir.

      Para sorpresa de todos, antes de empezar la cena, Umbridge dio un nuevo comunicado informando que había decidido retirar el absurdo decreto por el que se quejaban todos, dejando confraternizar a todos los alumnos de diferentes casas fuera de las clases. Contentos, todos empezaron a murmurar sorprendidos pero conformes y a levantar el tono hablando más animadamente, como solían hacer normalmente en el comedor antes de que Umbridge llegase al colegio. Parecía haber desaparecido un nubarrón del cielo tormentoso que la nueva directora ofrecía en su mandato.

Al comenzar la cena los Gryffindors parecían estar más habladores.

-Qué extraño –comentaba Hermione Granger- ¿por qué habrá cambiado de opinión tan a la ligera?

-Se habrá dado cuenta al fin de que ese decreto es demasiado estúpido incluso para que ella lo imponga –comentó Ron.

-Quizá con ello logre observar mejor nuestros movimientos con ya sabéis qué.

-Puede…

-Nosotros seguiremos como siempre y alerta –dijo Harry.

       Al terminar la cena, volvió a reinar en el colegio ese ambiente de depresión, todos regresaban en silencio a sus salas comunes, mientras Luna deseaba acomodarse en su cama cubrirse con las cortinas y comenzar a escribir esperando respuesta de Draco.

         Recordó lo que casi llega a suceder en los lavabos de Myrtle la Llorona, esos intensos besos que nunca antes había probado de esa manera, la adrenalina recorriendo su cuerpo por completo incitándola a que se dejase llevar y los nervios a poder ser descubiertos. Sin ser consciente de ello se sonrojó notablemente.

-Luna –le habló Cho-chang que la acompañaba por el pasillo-, ¿estás bien?

 -¿Eh? –dijo la aludida bajando de su nube.

-Es que, te has puesto muy colorada de repente.

-Ah -dijo acariciándose las mejillas- no es nada.

-Hoy has estado muy bien en clase

-Gracias, tú también.

             Luna no terminaba de comprender del todo por qué Ginny parecía hostil con esa chica, bueno, desde el principio se hacía una leve idea relacionada con Harry pero no lo podía asegurar. Aunque ese curso Cho parecía más melancólica y disgustada con todo lo que la rodeaba, como sumergiéndose en un aura depresiva al no superar la atrocidad que le ocurrió a Diggory el año pasado y lo que ocurría en el Ministerio, Luna la empezaba a conocer mejor con el E.D y le parecía simpática y buena compañera, incluso la felicitó al lunes por su cumpleaños.

         Una vez en su cuarto, la dulce Ravenclaw se puso más cómoda y se metió en su cama abrigándose con las sábanas. La noche empezaba ser su momento preferido del día. Sus compañeras de cuarto ya metidas también en sus respectivas camas, aún continuaban hablando de la noticia en la cena y lo contentas que estaban al poder volver a charlar en los pasillos con más amigas regresando a su grupo habitual.

           Esa noche Draco al escribir parecía más reservado y tardaba más en contestarla, ella intuía que aún pensaba en lo ocurrido en el baño, por lo que se comportaba de una manera despreocupada y alegre quitando importancia al asunto para relajar el ambiente. Se centraba en el tema de la anulación del decreto, él le dijo que esa tarde antes de que quedasen estuvo en una reunión con la B.I. para intentar convencerla de que la prohibición era demasiado incluso para ellos, por lo que terminó cediendo. 

       Cansados tras dos horas escribiéndose, acordaron quedar en el aula que tenían pensada la tarde anterior a la misma hora.

         Al día siguiente se veía a todo el mundo algo más contento. Tras sus tres primeras clases, Luna tenía una montaña de deberes que pensaba hacer con Ginny en la biblioteca lo antes posible. Mientras caminaban ambas chicas a paso lento y agobiadas, los pasillos parecían más llenos, el ajetreo y tumulto era notable e incómodo, ya casi habían llegado cuando Luna, que hablaba distraídamente con su amiga, chocó con alguien a la puerta de la biblioteca haciendo que a ambos se les cayeran los libros.

-¡Ten más cuidado! –exclamó Draco de manera arrogante y grosera, aunque por dentro se alegraba de topar por primera vez en todo el día con su chica.

-Lo siento –respondió la rubia con tranquilidad, volvieron a mantener esa extraña comunicación visual entre ambos.

         La Ravenclaw no pudo evitar mostrar una media sonrisa que sólo notó él borrándola al instante y agachándose a recoger sus cosas del suelo, imitada por el muchacho pero este sólo se ocupaba de sus cosas, claro. El chico, al terminar, soltó un bufido y se marchó junto a sus guardaespaldas como si nada.

-No le hagas caso, Luna –dijo Ginny ayudándola con su bolsa- es bobo por naturaleza.

-Lo sé –dijo sonriente, cosa que a la pelirroja le extrañó.

         Entraron a la biblioteca consiguiendo milagrosamente un sitio apartado del mostrador de la señora Pince, dispuestas a empezar a trabajar.

-Es increíble lo que me contó ayer Neville –siguió hablando Ginny-, os quitó puntos como lo haría Snape, quitando más a Gryffindor sólo por ayudarte. No es que lo de perder puntos me moleste principalmente, pero sí como os trató a vosotros. No hay derecho, se aprovecha demasiado.

-Olvídalo, Neville supo cómo defenderse a sus ataques.

-¿A qué te refieres?

-¿No te lo ha contado? Le contestó de una manera poco común en él, diciéndole más o menos lo que acabas de decir tú, que el poder se le había subido a la cabeza al ojito derecho de Umbridge…

-¿En serio? –preguntó sorprendida.

-Eso hizo que Malfoy estallase, creo que casi llega a sacar su varita de no ser por… -pensó en lo que iba a decir midiendo sus palabras, Ginny no creería que Draco paró de meterse con Neville sólo porque Luna le miró “hablándole” de nuevo con su mirada suplicante- Le quitó más puntos.

-Pues hizo bien en contestarle, Malfoy y su séquito le toman como si no fuese nadie o un chico débil, pero Neville es capaz de mucho, ya era hora de que se impusiera al menos un poco.

-Lo sé –dijo Luna sonriente.

          En otra parte del castillo Draco se dirigía hacia su sala común tranquilamente y charlando con sus compañeros. Tenían hora libre, por lo que podrían relajarse. Fue un momento a su cuarto para dejar los libros que no necesitaba más para ese día cuando, de repente, se dio cuenta de algo.

-Pero si este es el diario de Luna –dijo poniendo todos los libros en su mesa y contemplando ese en sus manos en particular-. Lo ha vuelto a sacar para nada de su cuarto –dijo para sí lanzando un suspiro de exasperación- mira que se lo habré dicho.

         Decidió guardarlo junto al que él tenía donde siempre, en el cajón cerrado en su mesa de noche para después cuando quedasen, entregárselo de nuevo.

      Se sentó en la cama contemplando el escondite cerrado. Algo descabellado pasó por su mente en ese momento, ahora poseía la combinación de los diarios, la curiosidad le volvió a embargar como al principio. Le estuvo dando vueltas; Luna había estado comportándose de forma extraña cuando él seguía a los amigos de Potter con la B.I. desde siempre, aunque ya la conocía un poco mejor no se imaginaba en qué ocupaba sus horas por la tarde últimamente, nunca la encontraba si espiaba a Potter. Por otro lado su diario era un objeto poderoso, muy poderoso, capaz de invocar a un alma en una fecha señalada del año, lo pudo ver de cerca, ¿qué más escondía? ahora lo más importante para él, los íntimos secretos de SU chica, lo que pensaba de él, como era su vida dentro y fuera del colegio contada más profundamente, ya que ella se la había contado grosso modo, qué pensaba de Potter y de Neville...¿En verdad era Draco el único que ocupaba su corazón? Tenía que serlo. Era su chica y para ella no debía haber nadie más que él. Sentía un sentimiento de protección que jamás tuvo con nadie, era la única persona con la que sufría si la veía llorar, le abrió un mundo distinto le hacía sacar su lado “bueno” o más bien diferente.

Debía saber más.

         Se vio inundado de dudas y desconfianza. Y aún contemplaba el cajón cerrado con los tesoros y secretos más preciados de Luna Lovegood.

Continuará



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