Capítulo 7
☆☆ ¡Desastre! ☆☆
Todo Hogwarts dormía plácidamente. La paz y la tranquilidad solo
se hallaban en esos momentos en donde cada uno se dejaba perder en sus sueños
para descansar y prepararse para la mañana del miércoles. Había algún que otro profesor
de guardia deambulando por los inmensos y oscuros pasillos haciendo su guardia
correspondiente, pero la noche era muy tranquila. Algo fría tras un día entero
de lluvia. Reinaba el silencio hasta que, en la habitación de unos Slytherins
se escucharon varios maullidos que estropearon el sueño de alguno de los
chicos.
-Draco… ¡Draco! –exclamó Zabini a la cama que tenía a su lado
izquierdo- ¡Despierta y haz callar al peluche de Umbridge!
El rubio ni se inmutaba. Seguía durmiendo apierna suelta e incluso
dejaba escapar algún leve ronquido.
-¡Tú! Que te estoy hablando, Draco -dijo de nuevo, esta vez
levantándose de su cama. Movió un poco al chico para que despertara.
Se volvieron a oír los maullidos.
-¿Qué diablos? –respondió al fin el joven Malfoy- ¿Qué te pasa,
idiota? ¿Qué hora es?
-Son las tres de la mañana y la gata esa está haciendo ruido. Va a
despertar a todo el mundo –susurraba Blaise de mal humor.
-¿Y qué quieres que haga? Ya la he metido en el armario para que
no la vean y no moleste.
Blaise volvió a su cama, parecía que el animal había parado y
cuando ambos chicos estaban empezando a coger de nuevo el sueño, la gata volvió
a maullar y a hacer ruido. Zabini se dirigió de nuevo a la cama de Draco. Antes
echó un ojo a Crabbe y a Goyle, le daban mucha envidia porque ninguno se
despertaba, estaban durmiendo profundamente.
-Pues creo que ella sí que está molesta. ¿No te sabes algún
hechizo para insonorizar la habitación o algo así?
-Espera –dijo el rubio enfurruñado y muy adormecido.
Draco lanzó el hechizo, se levantó de la cama y abrió su nuevo
armario, que le había sido otorgado por la directora por sus eficientes tareas,
para sacar a Amatis. La pequeña y rechoncha gata parecía estar de mal humor, tanto,
que casi araña al rubio en la cara cuando la dejó libre del armario y del
pequeño cubículo donde se la podía llevar a todos lados.
-¿Tendrá hambre? –preguntó Zabini sentándose en la cama de Draco.
-No creo –se sentó también dejando caminar al animal-. Antes de la
cena, Lovegood guardó un montón de comida en su cesta, tiene que estar harta de
comer.
-¿Y por qué no se la ha llevado ella?
-Por que la verían con el bicho este por ahí y Umbridge se
enteraría de que me está ayudando. ¿No ves que ella duerme con otras chicas? No
quiero que haya más gente enterada de lo del trato con la Lunática, se podría
enterar San Potter. Bastante tengo con que lo sepas tú. Crabbe y Goyle sólo
saben lo del gato y no dirán nada.
-Pues vaya nochecita…
-Está bien, mañana le daré la gata a la Lunática cuando Umbridge
se haya ido de madrugada, le diré que la camufle de alguna manera, y podremos
volver a dormir bien.
-Mira, parece que está más tranquila –observó que Amatis se había
sentado en la cama del rubio.
-Ya, pues aquí no vas a dormir, bola de pelo.
-Echará de menos a la directora.
-Qué pena –puso una cara de pena muy falsa- ¡Fuera de mi cama,
bicho!
Cogió a la gata bruscamente, la puso en el suelo y se metió de
nuevo en la cama. Amatis, muy arisca y cabezota, volvió a subirse acurrucándose
a un lado. Zabini reía al ver la escena.
-Tú también a tu cama. Duérmete ya.
-Vale, vale –dijo entre risas.
La gata no volvió a molestar, sólo quería algo de compañía en la
primera noche lejos de su dueña, por suerte nadie la en las habitaciones
cercanas escuchó nada antes de que el rubio lanzara el hechizo para insonorizar
la habitación. La paz nocturna de antes volvió gobernar en el colegio.
La mañana apareció algo fría. Luna empezaba a despertar. Se
encontraba a gusto acurrucada entre las suaves sábanas. Las cortinas azules de
su cama estaban cerradas y la luz del Sol se posaba en ellas creando un
ambiente relajante para la chica. Se levantó perezosamente descorriendo las
cortinas y soltando un fuerte estornudo.
-Jesús –dijo una de sus compañeras que acababa de salir del baño,
era morena de pelo corto. Luna recordó su nombre, se llamaba Sora.
-Oh, gracias –respondió la rubia sonriendo frotándose la nariz.
-¿Encontraste tu libro? –le preguntó otra chica, esta tenía la el
pelo castaño y liso hasta la cintura. En eso otra chica rubia se estaba
despertando.
-Buenos días –saludó y las todas la respondieron.
-Sí… Fueron los Nargles –dijo Luna tranquilamente disimulando.
-Oh. Bien, bueno es saberlo… -dijo de nuevo la chica castaña.
No se demoró más y empezó a prepararse para ir a clase. Entrando
en el baño escuchó decir a la chica rubia preguntar a las otras dos que porqué
hablaban con “la Lunática de Hogwarts”. Ella no quiso darle importancia. No
escucho si las otra dos respondían. Se quedó pensando en su apodo, que siempre
le había sido indiferente, y le empezaba a gustar. Lo veía original. No dejaría
que las críticas le afectaran pues venían de gente que no la conocía.
Ya en el Gran Comedor estaba terminando su desayuno cuando recibió
otra nota parecida a la del día anterior.
---
Lovegood. En la segunda planta después de
las clases.
D.M.
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Guardó la nota y dirigió una mirada a la mesa de Slytherin. Pudo
ver que a Malfoy se le notaba algo de cansancio. Se acordó de la gata y se compadeció
de ella. Pensaba que debía der ser duro para la pobre pasar una noche sin su
dueña y no verla hasta el viernes, aunque fuera Umbridge, Luna supuso que algo
de afecto debía de tener con su mascota, si no estaría totalmente vacía de
sentimientos.
Las clases fueron menos tediosas sin la presencia de la directora,
ya que no había exámenes inventados por ella y los maestros estaban más sus
anchas.
Después de comer, la Ravenclaw se dirigió al lugar acordado con
unas cuantas cosas para Madame Amatis. Ya hacía un poco de frío en el castillo.
Se quedó en el pasillo de la segunda planta esperando, contemplando la
majestuosidad del paisaje por una ventana hasta que Malfoy apareció.
-Lovegood, ten –dijo entregándole la cesta de la gata.
-¡Hola preciosidad! –exclamó ella muy contenta sosteniendo la
cesta.
-Ya sé que te alegras de verme –dijo el chico con aire de
superioridad- Es comprensible, soy el chico con más admiradoras del colegio.
Pero me eres indiferente y muy molesta, además estás loca. Ni en sueños te
funcionarán esas palabras conmigo –dijo mofándose.
-No te hablo a ti, le hablo a Amatis –dijo riéndose la chica y
haciendo carantoñas a la gata.
-Ya lo sé.
-¿De verdad eres el chico con más admiradoras de Hogwarts?
–preguntó alzando la vista hacia Malfoy.
-Pues claro, Lovegood. No
tienes ninguna posibilidad –se cruzó de brazos y arqueó una ceja.
-Qué raro…
-¿Raro? ¿Por qué?
-No, nada. Supongo que para gustos los colores –dijo encogiéndose
de hombros.
-No empecemos a hablar de gustos porque saldrías perdiendo –dijo
enfadado- ¿Acaso te has mirado alguna vez al espejo? ¿Sabes cómo vistes?
-Sí, a mi gusto. Como ya he dicho, cada uno elije…
-Déjalo, Lunática. Sígueme.
Luna sonrió al escuchar su apodo de nuevo.
-¿Qué? -cuestionó el muchacho esperando a que se pusiera en
marcha.
-Nada. Te sigo.
Entraron en aula vacía Luna dejó la puerta entreabierta y Draco
dejó las cosas de Amatis y su cesta encima del pupitre más próximo.
-¿Por qué estamos aquí?
-Voy a darte más deberes.
-Qué bien –dijo sarcástica- ¿Qué tal está mi diario?
-No hablo con los libros, pero está bien guardado.
El comentario hizo reír a la Ravenclaw.
-Escucha –dijo entregándole unos papeles como la otra vez-, tienen
que estar acabados pasado mañana.
-Entendido. Oye, te noto cara de cansancio.
-¡Es por culpa de esta bola pomposa! Empezó a hacer ruido a las
tres de la mañana -miraba amenazante a Amatis que también le miró muy arisca.
-Veo que no habéis empezado con buen pie.
-Es un bicho mimado y tiquismiquis.
-Anda, mira, ya tenéis algo en común.
-Hoy vienes muy animada, Lunática –dijo serio mientras se acercaba
a ella- y te la estás ganando.
Se quedó muy cerca de la chica para intentar intimidarla, casi
invadiendo su espacio personal. Estuvieron un momento mirándose fijamente. En
los ojos de Draco había impaciencia y un poco de ira mezclada con frustración.
Se llevó una sorpresa al mirar los de Luna, seguía habiendo seguridad y
paciencia. Ambos pares de ojos eran del mismo color pero emanaban sensaciones
muy diferentes. Empezaban a acercarse más cuando de repente se escuchó un ruido
en un pupitre.
-Malfoy, la gata –reaccionó Luna mirando a Amatis.
-¿Q-qué? –se separó algo desconcertado.
-Se escapa –decía muy tranquila mirando cómo saltaba de la mesa
donde estaba su cesta y se iba por la puerta.
-¡Diablos!
Ambos jóvenes se miraron un instante espantados y corrieron tras
ella.

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