15 abril 2018

Cap22☆


Capítulo 22:

Tapiz, rarezas y sentimientos

          Luna desayunaba tranquilamente junto a sus compañeras de habitación, hablaba más que antes con ellas, su relación había mejorado hasta ese punto desde la fiesta de los Slytherins, pero estaba algo cansada y absorta de la conversación de esa mañana. Escudriñaba el Gran Comedor discretamente en busca de Draco, ya que debía informarle del problemilla con el tapiz. Se miró la mano derecha, le había quedado una extraña marquita morada en dedo índice donde se había pinchado cuando el tapiz se deshizo, era algo extraño, no parecía una herida, tampoco se hizo mucho daño al pincharse con la aguja. Intentaba buscarle una forma concreta a ese simbolito en su dedo, era muy pequeño, por lo que no llamaba la atención, sin embargo intuía algo, en el tapiz había un extraño hechizo y creía que era sólo para Draco como castigo.  No se trataba solo de coser. Debía hablar pronto con él por si Binns había llegado a hechizar el tapiz y estaba enterado de que lo tenía ella en ese momento, tenían que ser precavidos y considerar todas las posibilidades.

        Se avecinaba la mañana de un jueves lleno de tediosas clases, por lo que, tras terminar su desayuno, se reunió con Ginny en la puerta del Gran Comedor ya que les tocaba juntas Defensa Contra las Artes Oscuras. La clase se había convertido en la peor al ser impartida por la nueva directora. Sólo esperaba que el día terminara pronto ya que por la tarde había clase con el E.D. y le encantaba, se sentía animada e integrada entre todos esos chicos.

-Bueno –dijo Ginny con resignación acercándose a la puerta de la clase con los libros en la mano-, ¿lista para la tortura?

-Esperemos que se haga corta –intentó animar Luna posando los ojos en cierto chico rubio que pasó a su lado por el pasillo mirándola de reojo. La chica notó unos nervios extraños cuando sus miradas chocaron por unos segundos.

-¿Luna?... ¿Estás ahí? –rio Ginny.

-¿Eh? Lo siento. ¿Has dicho algo?

-Nada, no importa. Entremos.

         La directora impartió una tortuosa clase, todos apuntaban lo que anotaba en la pizarra, los Gryffindors suspiraban y los Ravenclaws ponían cara de resignación sin entender del todo lo que escribían, ya que la profesora no daba explicaciones. Mientras estaba escribiendo, Luna notó un pinchazo en el dedo con la marca morada otra vez. Al observar su mano vio que la mancha se estaba extendiendo con velocidad formando lo que parecían letras en su dedo. Eso le empezaba a inquietar. Con discreción cogió un pequeño pergamino en blanco y se dispuso a escribir un mensaje a Draco para enviárselo en el almuerzo.

-Luna, ¿estás bien? –le preguntó Ginny en susurro.

       Luna se inquietó levemente al acordarse de la presencia de su amiga. La Ravenclaw no se acostumbraba a tener compañía en el pupitre, y desde hacía ya unos días Ginny se sentaba con ella si coincidían en alguna clase, cosa que a Luna le parecía un bonito gesto ya que era la única que se sentaba voluntariamente con ella, pero pensó que sería bueno seguir con el mensaje para Draco en otro momento.

-Sí –susurró también poniendo su tono de naturalidad.

-Se te ha puesto el dedo morado –dijo examinándolo de cerca.

-Ya, anoche estudiando me manché de tinta y no se quita –evitó que Ginny se fijara demasiado en la mancha-. Era tinta muggle.

-Ah…

        Según iban transcurriendo las clases Luna iba distinguiendo las formas de la extraña mancha que iba creciendo haciendo que ya no pasase tan desapercibida. Comenzaban a formarse una “C”, una “A” y lo que parecía una media “J” o una “O” por todo el dedo índice.
Esto no me gusta… -pensaba caminando por los pasillos abarrotados de alumnos observando su mano- ¿Y si Binns se ha enterado de que he estado cosiendo yo? Se nos puede ocurrir algo… Pero, ¿y si…? -Estaba tan absorta en sus pensamientos que no se dio ni cuenta de que se había chocado con el hombro de alguien en las narices.

-¡Mira por dónde vas! –exclamó el alumno de mala manera con tono de indignación exagerando. Ella levantó la cabeza sobresaltada al reconocer la voz de Malfoy. En ese momento iba solo pero había gente por el pasillo por lo que la chica se limitó a disculparse cordial e indiferentemente mostrándole la mano con discreción. Él puso una mueca al parecer sin entender y arqueó una ceja, ella le susurró “Tapiz, luego hablamos” y el asintió con rapidez con cara de asombro.

¡Más problemas! –pensaba el chico estresado dirigiéndose a su próxima clase.

     Luna no pudo evitar sentirse algo tonta, sintió de nuevo esa emoción rara en el estómago al toparse con Draco, pero sabía que no debería sentirse así al haberla tratado con tanta grosería en el pasillo delante de la gente.

       Ya en el almuerzo Luna podía distinguir en su mano, más morada que antes, la palabra “C A S T I G O” por toda la palma de la mano.

        En la mesa de Slytherin, Draco comía y hablaba animadamente con Zabini y Pansy hasta que un avioncito de papel le dio en la cabeza. Automáticamente sus ojos se dirigieron hacia la mesa de Ravenclaw pero no divisó a Luna por ningún lado.

-¿Qué es eso, Draqui? –preguntó Parkinson con la misma voz melosa que siempre ponía para él.

-Nada –respondió secamente levantándose de la mesa para dirigirse a las escaleras cerca 
del Gran Comedor. Cuando vio que no pasaba más gente, abrió el mensaje:


-       -    -
Reúnete  conmigo  en el aula  vacía  del  primer piso después  del  almuerzo. Por favor,  es  urgente.
L.L.
-       -    -

El chico empezaba a alarmarse.

¿Y si le ha pasado algo? –para su sorpresa fue lo primero en lo que pensó- Espera, ¿me preocupo por ella? -se sonrojó levemente sin darse cuenta- ¡Preocúpate de que no le ocurra nada al tapiz, Draco!

        Se sentía extraño consigo mismo. Lovegood empezaba a invadir sus pensamientos la mayor parte del tiempo, y eso era peligroso. No debía pensar en ella de otra manera que no fuera como la extraña y alocada chica del colegio, pero es que le empezaban a gustar sus locuras… No podía, se repetía para sí, eran diferentes y cuando el pacto acabara… No quería seguir dándole más vueltas. Llevaba días así de confuso. Dejó atrás sus extraños pensamientos y llegó a lugar acordado con Luna, donde la encontró sentada en un pupitre esperando.

-¿Qué sucede? –dijo él seriamente como saludo inicial.

-Hola –dijo ella levantándose algo dubitativa-. Quería hablar contigo de una cosa algo extraña.

-Oh, madre mía –suspiró él interrumpiéndola-. Si para ti es raro, debo preocuparme y mucho.

-Verás, anoche empecé a coser unos trozos del tapiz con normalidad, usando las agujas de mi propio costurero y todo, y cuando decidí dejarlo para irme a dormir los trozos se descosieron de sopetón volviendo a estar como antes de que empezara.

-¡¿Qué?! –exclamó alarmado el Slytherin sintiendo cómo la rabia se apoderaba de él temiendo lo que pasaba.

-Intenté volver a unir todo el trabajo pero cada vez que cosía los trozos se volvían deshacer y si seguía intentándolo, se descosían con más rapidez que antes.

-¡Qué fastidio! –exclamó él de nuevo iracundo, dándole una patada a un banco y sentándose de mala gana en un pupitre con los brazos cruzados- Está claro, el espectro ha puesto un hechizo para que sólo yo pueda coser esa tela andrajosa –miró a la chica que en ese momento tenía una expresión neutral pero ponía sus típicos ojos de niña pequeña y vio que su mano derecha estaba morada. Algo alarmado, se aventuró a preguntar con tono de indiferencia para que la chica no pensara que se preocupaba demasiado por ella- ¿Y qué te ha pasado?

-Ah, esto –se fijó de nuevo en las letras-. Ha sido lo más raro de todo, cuando estaba guardando los trozos me pinché con una aguja y esta mañana me he despertado con una pequeña señal que ha ido creciendo hasta formar esto- se acercó al chico sentándose a su lado en el pupitre para enseñarle la palma de su mano.

-¡Maldita sea! ¿Es que nunca podrás cumplir un encargo sin que pasen cosas extrañas?

        Draco contempló extrañado los símbolos y para identificar con más detenimiento lo que ponía, tomó la fina muñeca de la joven inconscientemente.

        Ambos notaron de nuevo algo raro. Levantaron sus miradas para contemplarse frente a frente y se dieron cuenta de que estaban bastante cerca el uno del otro, como la otra tarde ordenando y el día de el paseo al lago, pero ahora más nerviosos que antes.

¿Qué está pasándome? -se preguntaba él- Me gustan demasiado sus ojos…

       Luna por su parte no entendía sus propias reacciones pero estaba encantada de estar a esa distancia de él, como pensó la otra noche ¿Para qué iba a seguir engañándose?

-Supongo que ha sido entre Umbridge y Binns –dijo él más sosegado aún mirándola a los ojos-. Sabrás que ella tiene la costumbre de dejar marcas.

-Pero, ¿no crees que si ha aparecido esto es porque se han enterado de que no estabas cosiendo tú? ¿Y si…

-No creo, a lo mejor es que el hechizo reacciona así si cose otra persona que no sea yo –contestó algo más despreocupado alejándose más de ella pero sin soltarle la muñeca-. 

        Aunque, si han llegado a esa conclusión, les contaremos que te pedí las agujas para que me enseñaras a coser ya que yo no tengo ni idea y que luego iba a empezar yo por mi cuenta, ¿comprendes?

-Ya, mentir. Bueno, si no hay más remedio…Pero son profesores al fin y al cabo…

-Mentir para salvar el pellejo –frunció el ceño-. No te quejes encima que te ayudo. Me puedo inventar cosas que te perjudiquen a ti.

Luna se soltó del chico.

-¿Y para qué iba yo a tener ganas de coser los trozos de un tapiz de casi dos metros?

-No lo sé. Como eres tan rara…-se encogió de hombros- Si nos llaman la atención les soltamos esa trola y punto.

-Entiendo, es mejor eso a que les tengamos que explicar lo del pacto. Solo espero que a la directora no le dé por hacernos uno de sus interrogatorios.

-No lo hará. Soy como su ojito derecho.

-Pero yo no.

Draco se limitó a encogerse de hombros de nuevo.

-Oye, entonces, si hay un hechizo, sí que debo enseñarte a coser –dijo la chica sonriendo.

-¡Maldición!... ¿Por qué pones esa cara?

-Es que no logró imaginarte cosiendo –rió.

-Pues será mejor que me enseñes bien. Si tú, que sabes coser, ibas a tardar varios días en terminar, yo, que no tengo ni idea, tendré que entregar el tapiz cuando termine el verano –suspiró enfadado-. Enséñame con rapidez, no pienso perder mi valioso tiempo haciendo tareas de chicas.

-Coser no es sólo para chicas Malfoy.

-Pero no es para mí.

-¿Y si después te gusta?

-Antes me pongo a escribir un cursi diario –se burló.

-Hablando de eso. Recuerda, por favor, que debes prestármelo el domingo.

-Que sí.

-Ah. Si quieres, puedo enseñarte a coser esta tarde.

-No puede ser, estaré ocupado con el Quidditch y tú con mis deberes –puso una cara de burla y regocijo entregándole a la muchacha unos pergaminos.

-Bueno, ahora que lo pienso, es verdad tengo que hacer deberes y también he quedado.

-¿Quedado?

-Sí, quedado. Aunque si te parece podemos quedar a partir de las... ¿siete? Antes de cenar.

-No, ya mejor mañana por la tarde que es viernes y no tenemos que preocuparnos tanto por los deberes. Habrá más tiempo.

-Vale, mejor. Pero Malfoy te aviso que a la hora de aprender hay que ser paciente, no te va a llegar todo en un pis-pas.

-Ya, ya. Déjalo. Bastante tengo con desperdiciar una tarde de viernes con esa chorrada. Me voy. Mañana aquí después del almuerzo.

-Está bien –sonrió.

-¡Ah! Y tápate la mano por precaución.

-Vale.

Draco salió con cautela del aula, de nuevo, con pensamientos extraños a su parecer hacia Luna.

¿Con quién habrá quedado?-pensaba- ¿¡Y qué más da!?

       Recordó el momento en el que ambos estaban sentados el uno frente al otro.
Esa maldita mirada suya…hace mella en mí. Encima voy a tener que pasar otra tarde entera con ella.

-¿Quién es ella Draco? –escuchó a un lado del pasillo. No se había percatado de que esa última frase la había dicho en voz alta por lo que se puso algo nervioso. Y más cuando se dio cuenta de quién le había hecho la pregunta.

-Pansy –musitó mirando a un lado del pasillo. La chica estaba apoyada en la pared con los brazos cruzados, algo seria y arqueando una ceja-. Sólo estaba pensando en voz alta –recuperó la compostura como si nada.

-¿A sí? Pero, ¿quién es ella? –se acercó a su amigo lentamente.

-Umbridge, que es una pesada con la Brigada Inquisitorial –dijo sin importancia-. Me marcho.

-Espera, voy contigo –dejó de ponerse seria y se acercó más a Draco como intentando tomarle del brazo, sin éxito.

-Pero si no sabes ni a dónde voy –dijo con cansancio.

-Da igual, te acompaño, no tengo nada que hacer.
Draco accedió con resignación. Ya se cansaría de ir persiguiéndole y de ser ignorada.

-Oye, una cosa ¿tú no sabías coser? –pensó que si su compañera Slytherin le enseñaba, no tendría que sentirse tan incómodo toda la tarde con Luna, no sabía por qué, una parte de él quería evitarla y por otra parte, su conciencia en ese momento salió de nuevo a “molestarle” diciéndole que le había pedido demasiado a Luna y ahora la chica tenía que soportar tener esa marca de castigo en la mano por tratar de coser el tapiz que debía arreglar él, pero a la conciencia no le hacía tanto caso.

-¿Yo? –rió la chica- No, ese no es un trabajo para mí- dijo como si el coser fuera un trabajo para la servidumbre-. Yo compro ropa de alta costura y tengo una modista. ¿Por qué lo preguntas?

-Por nada.

-Anda, dime, ¿por qué? –insistió.

-Pues por el castigo de Binns.

-Ah, ya no me acordaba. Menudo fastidio, no lo conseguirás tú solo Draqui. Ojalá pudiera ayudarte –puso un puchero de fastidio- ¿Qué tienes pensado hacer?

-Pues buscar a alguien que me enseñe.

-Yo te puedo ayudar a buscar.

-Gracias, déjalo. Se terminaría enterando todo el castillo de lo que tengo que hacer.

-No diría nada –dijo mosqueada.

    Mientras caminaban hacia las escaleras medio enganchados del brazo, Pansy monopolizaba la conversación y él ponía poco interés en lo que decía.

        Caminaban apresuradamente hacia una escalera para bajar pero tuvieron que esperar ya que cambió su posición y, para sorpresa del chico, mientras avanzaba para que nos se les escapara la escalera, Pansy chocó con Luna  que había salido del aula con discreción por otro pasillo y también esperaba a que se abriera un camino entre las movedizas plataformas y en ese momento estaba tranquilamente hablando con un cuadro donde aparecía un grupo de lavanderas a la orilla de un río.

-Ten más cuidado, Lovegood –rió Pansy después de haber dado a Luna en el hombro con fuerza. Draco trató de ignorar eso.

       Luna miró de reojo al muchacho, que también la miraba con discreción de una forma un tanto anhelante y no pudo evitar volver a sentir esos celos incontrolados. Él notaba que estaba tan seria como cuando los vio el día anterior saliendo del Gran Comedor.

    La Ravenclaw prefirió ignorar el tonto comportamiento de Parkinson y continuar conversando con las cinco señoras del cuadro de la época del Medievo, agachadas con montones de ropa en cubos de madera, lavando mientras miraban de muy mala manera a Parkinson.

-¿Qué Lovegood? Como no tienes ni un amigo te intentas juntar con los cuadros ¿eh? –volvió a reír Pansy esta vez soltando una estúpida carcajada- Seguro que ni ellos te soportan.

-A quién no soportamos es a ti, niña –respondió enfadada una de las lavanderas del cuadro mirando mal a la Slytherin dejando sorprendidos a los tres jóvenes.

-Sí –respondió otra de las mujeres igual de seria que su compañera de cuadro acercándose en ese momento al marco del cuadro para hablar a Pansy directamente con los brazo en la cintura-. Y déjame decirte, joven, que interrumpir a la gente o meterse en una conversación en la que no has sido invitada es de mala educación.

Draco reía por lo bajo al ver la cara que puso Pansy tras esas respuestas.

-¡Callad garabatos! –exclamó la chica furiosa como defensa.

-Pídele disculpas a Luna –dijo una tercera mujer cruzándose de brazos.

-Dejadlo chicas –dijo Luna calmada.

-¡No!

-Vámonos, Draco –decía Pansy.

-¿Por dónde? –seguía riendo- Hay que esperarse.

-¡No te rías!

-Oblígame, si es gracioso –sonrió.

-Memo –masculló.

-No te enfades, has empezado tú.

-¡Defiéndeme!

-A mi no me metas –dijo soltándose de ella.

Luna se sintió mejor tras eso.

-Ya está aquí la escalera –dijo Pansy exasperada bajando.

-¡Maleducada! –exclamó la primera lavandera del cuadro.

-¡Garabatos mugrientos! –se escuchó desde abajo.

       Draco miró divertido a Luna antes de bajar y ella le sonrió, lo que hizo que muchacho sintiera algo raro.

      La chica bajó a la enfermería a por vendas para tapar la extraña marca morada del castigo para que pasara como una torcedura de muñeca o algo parecido.

        La tarde de ese jueves fue muy larga pero entretenida para Luna con el E.D., por fin había conseguido aturdir a un oponente, se batió tan bien en duelo que fue felicitada por Harry, Ginny y Neville. Al final de la clase Neville volvió a felicitarla.

-Hoy has estado muy bien, Luna –dijo el tímido muchacho sonrojándose saliendo por la puerta de la Sala de los Menesteres junto a la chica.

-Gracias, Neville –le sonrió- Tú también has estado muy bien.

-Bah –musitó cabizbajo-. No es cierto. Lo máximo que he conseguido ha sido un simple “Expeliarmus” y de ahí no paso.

-No te desanimes, estás mejorando. Todo el mundo lo nota. Ya quisieran muchos saber completar ese hechizo tan bien como tú.

-Gracias Luna…-puso una media sonrisa.

-Cada uno debe ir a su ritmo, tú demuestras ser una persona valiente y perseverante al no rendirte a la primera y practicar y practicar todo el rato.

-¿Valiente? –se sonrojó aún más- ¿qué piensas que tiene eso de valiente?

-Mucho, más de lo que crees ahora.

-¿Sabes? Me has alegrado el día…

     Ambos rieron pero por cosas distintas; ella por haber animado a un amigo y él maravillado por ella.

-¿Te vienes a merendar a casa de Hagrid con Ginny y conmigo? –se aventuró valientemente el muchacho poniéndose muchísimo más colorado.

-Vale, estaría bien –respondió pensando en que ya no tenía nada más que hacer pues había terminado todos los deberes.

-Esperaremos a Ginny abajo.

-Bien, oye Neville, ¿te encuentras bien? –dijo ella acercándose más al chico examinando su rostro.

-¿E-eh? –se puso nervioso- S-sí. ¿Por qué lo preguntas?

-Es que, estás muy rojo, da la impresión de que tienes fiebre.

-No tranquila se me pasará…Creo…Con el tiempo.

-Es mejor que te dé el aire un rato. Bajemos al patio a esperar a Ginny.

-Sí.

       Se dirigieron al patio hablando animadamente, Neville con más timidez que Luna, quien iba muy contenta con su compañía. Poco a poco habían cogido algo de confianza en uno con el otro.

       Al doblar una esquina tuvieron la “suerte” de encontrarse con Malfoy y su séquito de gorilas acompañados por Zabini charlando distraídos.

        Como siempre Crabbe y Goyle aprovecharon para meterse con Neville chocando con él y empujándolo hacia la pared con brusquedad haciendo que Luna se tropezara también. Los dos gorilas rieron de forma estúpida al ver cómo la pareja caía al suelo.

-Estúpido Longbottom –dijo Goyle aún riendo-, no sabe tenerse en pie.

       Draco rió ante la caída de Neville, pero se puso serio cuando vio a Luna caer también y sintió una especie de rabia y nervios descontrolados al contemplar cómo la chica ayudaba a su amigo a levantarse despacio susurrándole algo al oído.

-¿Qué? –vociferó Crabbe esta vez- ¿No dices nada?

-No, seguro que Lovegood le ha pegado su locura.

      En ese momento Goyle recibió una fuerte colleja de Draco, que no pudo contenerse al ver que estaban metiendo a Luna en la burla también. No sabía por qué, pero no podía soportarlo. Era la primera vez que la “defendía” así.

-¡Auch! ¿Y eso a qué viene? –se quejó el grandullón.

-No perdamos el tiempo con estos dos, hay profesores detrás de nosotros. Vámonos.

      Todos obedecieron sin rechistar y siguieron al chico por el pasillo. Antes de desaparecer por las escaleras, Draco compartió una nueva y discreta mirada con Luna, que en ese momento estaba atónita por lo sucedido pero a la vez en su propia nube.

     Neville por su parte estaba algo extrañado por el comportamiento del arrogante Slytherin, ya que siempre se unía a las burlas de sus amigos, sin importar de quién se burlaran o que algún profesor lo viera. Pero no le dio mucha importancia.

Luna seguía en su nube.

¡Me ha defendido! –no se lo terminaba de creer-. No directamente, pero ha evitado que sus propios amigos se metiesen otra vez conmigo, es la primera vez que lo hace…Bueno esta mañana cuando su amiga Pakinson se metió conmigo tampoco dijo nada… ¡Me ha defendido! ¿Por qué siento nervios en el estómago y calor en las mejillas?

-¿Luna?

-¿Sí? –dijo volviendo a la Tierra nerviosa y alegre.

-¿Te encuentras bien? Estás como ida -rió el chico.

-Sí, perfectamente –suspiró.

-¿Estás preocupada por los Slytherins?

-No, no les hago caso…No merece la pena.

Al menos no a todos…-pensó

-Ya pero… fastidia.

-Eso es lo que buscan Neville, fastidiar. No te preocupes –le sonrió.

-Hola chicos –dijo Ginny apareciendo por el patio.

-Hola, Gin. Luna también nos va acompañar.

-¡Genial! Pues, en marcha. Oye, Lu, ¿qué te pasa en la mano? –preguntó alarmada al verla vendada.

-Ah, tranquila, una simple torcedura.

         Los tres se dirigieron al lago a buscar una planta para Neville y seguidamente hacia la cabaña de Hagrid donde se reunieron con Ron, Hermione y Harry un rato.
El día había estado lleno de sorpresas para Luna.

        Ya en su sala común, después de haber disfrutado de una exquisita cena en compañía de sus compañeras de cuarto, se quitó las vendas de su mano derecha para observar cómo estaba su marca. Se desanimó un poco al ver que seguía igual pero tenía la esperanza de que cuando ayudara a Draco se le quitara, sino, habría que hablar con Binns.
Se dirigió a su cama somnolienta, tumbándose despacio mientras se acurrucaba entre las sábanas y, al caer en los brazos de Morfeo, dejó que un extraño pero hermoso sueño la invadiese:

       Se encontraba en el Gran Comedor, oscuro y vacío. Al mirar al techo encantado pudo observar que era de noche y que las estrellas brillaban con una mágica intensidad. Miró a su alrededor de nuevo e incluso a sí misma, se dio cuenta de que vestía ropa informal y no tenía la marca morada en su mano.

       Era como si estuviera en un día normal en el colegio pero de repente todo se hubiese quedado desierto. Unas cuantas velas alumbraban las esquinas del comedor. Hubo algo en la gran mesa de los profesores que llamó su atención y cuando se aventuró a dar unos pasos hacia adelante las velas próximas a la mesa se iluminaron más dejando ver la silueta de una mujer rubia de espaldas a ella y a quien reconoció al instante.

-Mamá –susurró feliz y dispuesta a acercarse más hacia ella.

       Mientras Luna se aproximaba, la mujer se iba desvaneciendo en un voluminoso montón de hermosas chispas doradas que comenzaron a levitar hacia un libro, el cual a Luna le resultaba familiar, expuesto en el atril en el que se daban los discursos en el Gran Comedor. Las chispas se introdujeron en el libro sellándolo completamente en cuanto la muchacha había llegado a rozar una de sus páginas en blanco.

-¡No! –dijo entristecida intentando abrirlo-. Por favor. Sólo un momento.

-Tranquila Lovegood –escuchó tras de sí un tono de voz sereno y tranquilizador para ella.

          Luna se dio la vuelta con seguridad de saber quien la había hablado. 

         Era Draco quien la llamó su atención apareciendo de repente enfrente de la mesa de los profesores al lado de un pastel de cumpleaños con quince velas dejando sorprendida a Luna. El chico caminó hacia ella situándose a su derecha.

-Draco –musitó emocionada sonriendo levemente- ¡Te has acordado de mi cumpleaños!

        Luna sintió cómo el corazón le daba un vuelco al notar que el muchacho la tomaba de las manos con delicadeza y se acerba más a su rostro.

-En eso quedamos –le dijo-. Hicimos un trato. Que ahora me alegra haber cumplido. Feliz cumpleaños...Luna.

      Ya estaban a escasos centímetros cuando, de repente… Luna despertó sobresalta por el ruido que había en la habitación. Entreabrió los ojos y por la poca atención que puso, parecía que se había caído algo pesado al suelo.

-¡Mira lo que has hecho, torpe! –oía quejarse- Te pedí una camiseta, no el baúl entero.

-Tranquilízate Amber. No hace falta que hagas tanto ruido.

-Eso –oyó a una tercera-. Si quitases el baúl de en medio y lo dejaras bien en el suelo, no pasarían esas cosas.

-Bueno, ayudadme a recoger.

        Luna abrió los ojos despacio y observó que el sol asomaba por su ventana. Era hora de ir a clase y sus compañeras ya habían empezado a movilizarse como casi todos los días, chocando con uno de los baúles de Amber que obstruían el paso hacia la salida de la habitación.

         No tenía ganas de levantarse, quería recuperar ese extraño sueño y terminarlo. No lo entendía, pero le había encantado. Le encantó ver a Draco en sus sueños, al auténtico, el mismo que se puso serio la tarde anterior con sus amigos al notar que empezaban a meterse con ella.

        Reaccionó.
       
       Debía darse prisa y estaba hambrienta, por lo que se levantó, se vistió y comenzó su rutinaria mañana recodando que la tarde sería interesante, ya que la pasaría con Draco, cosiendo, y tenía la impresión de que iba a ser divertido.

        Al bajar al Gran Comedor no pudo evitar recordar el sueño de esa noche. Observaba con atención todos los recovecos de la sala como si fuera la primera vez que entraba allí, maravillada y sorprendida de lo que ella misma había sentido.

        Estaba de nuevo en su nube hasta que alguien llamó su atención:

-Buenos días, Luna –saludó Ginny acompañada por Neville quien la sonrió con timidez.

-Hola chicos –suspiró- ¿No os parece que hoy hace un magnifico día?

-Bueno, está algo nublado.

-Seguro que sale el sol. Hay que ser optimista –rió.    

-Te noto más animada que de costumbre –lo cual era mucho decir tratándose de Luna, pensaba su amiga extrañada.

-Es que he dormido muy bien.

-Qué suerte –comentó esta vez Neville-. Yo estoy algo nervioso, tengo que presentarle un trabajo a Snape y no he pegado ojo.

-No te obsesiones –intentó calmarlo la pelirroja.

-Bueno chicos, ¿entramos a desayunar? –preguntó Luna hambrienta.

-Sí. Oye a Hagrid le has caído muy bien. Ha dicho que si quieres acompañarnos esta tarde a buscar plantas exóticas por el bosque y almorzar algo.

-¿De verdad? –sonrió Luna- Estaría bien. Me encanta hablar con él sobre criaturas mágicas.

-Sería sobre la misma hora que ayer –dijo esta vez Neville.

-Oh. Esperad, no voy a poder…-respondió desanimada- Tengo cosas que hacer. Creo que estaré ocupada hasta el domingo.

-Vaya, lástima –se apenó el chico.

-Bueno, si salimos otra vez el domingo o hacemos algo, te avisamos –dijo Ginny dando un leve codazo al muchacho sin que Luna se diese cuenta. Él se sonrojó.

-Vale, estaría muy bien–Luna pensaba que era afortunada al haber conocido a Ginny y a Neville. Eran unos amigos amables y atentos que tenían verdadero interés en conocerla sin juzgarla a primera vista.

-Bien, Lu –sonrió Ginny-. Nos vemos luego.

        Cuando la Ravenclaw se alejó, Ginny se aceró un poco a Neville mientras le conducía hacia la mesa de Gryffindor.

-Es perfecto, tenemos tiempo de sobra hasta el domingo –susurró.

-Seguro que le hace ilusión.

-Sí. Pero Nev, podrías haber sido más espabilado y sugerirle más días o cosas para quedar.

-Bueno, no tengo tanta confianza con ella como tú –se encogió de hombros.

-Pero te necesito para que la entretengas, te has ofrecido.

-Lo sé, pero…

-Ya, te cuesta. Lo entiendo –se quedó pensativa-. Es curioso -dijo sentándose a la mesa al lado del muchacho listos para desayunar- la chica a la que menos le cuesta ser ella misma y la que te da más conversación, es a la que más te cuesta hablar… ¿No será que te pone nervioso? –rió poniendo una mirada pícara- ¿Te gusta?

-¿Qué? –la cara del muchacho pasó por varias tonalidades hasta que logró contestar- No. D-de-de verdad q-que no, Gin.

-¡Es broma, hombre! –reía su amiga-. Tranquilízate.

         En otra parte del comedor Draco desde la mesa de Slytherin había presenciado cómo Luna entraba con los dos Gryffindors animadamente. Se fijó en su mirada, la veía más contenta que de costumbre, y cuando se dirigieron a sus respectivas mesas la siguió con la mirada. La veía radiante, extrañamente radiante, aun teniendo enredada su extensa y desordenada mata de pelo y sus collares y amuletos desentonasen con su descolocada túnica, la veía de otra forma…y le gustaba.

        Ya no le interesaba entender por qué se comportaba como lo hacía con ella, por qué se embelesaba en su mirada, por qué la defendió ante su séquito, creía tener la respuesta de ello... Le daba miedo admitirlo.

         Le vino a la mente otro pensamiento.

        Ayer quedó con Longbottom, seguro –sintió una extraña rabia en su interior.

       Esa mañana de viernes no tuvo nada de especial.

       Ya en el almuerzo Draco observó que Luna salía del Gran Comedor. Pensó en seguirla puesto que cuanto antes terminase con el encargo de Binns, mejor. Terminó de comer y se marchó sin decir nada a sus amigos.

       Por el pasillo oyó cómo le llamaba una voz chillona.

-¡Draqui! –exclamaba Pansy Parkinson desde la puerta- ¿A dónde vas?

-Estoy ocupado.

-¿Pero, vas a venir luego?

-No, voy a estar ocupado toda la tarde –dijo con fastidio- ¡Déjame tranquilo!

-¡Pues como quieras! –se enfurruñó como una niña pequeña cruzando los brazos y entrando de nuevo en el Gran Comedor.

-Qué pesada –masculló él dirigiéndose hacia el aula vacía del primer piso.
Por el camino se topó con el profesor Binns, al que prefirió ignorar pero no pudo ya que el fantasma llamó su atención.

-¡Ah! Señor Malfoy –dijo con seriedad-, ¿cómo va el encargo de mi preciado tapiz?

-Estoy en ello –respondió. Se quedó más aliviado tras esa pregunta puesto que le daba a entender que ni el profesor ni Umbridge parecían saber nada de la marca de Luna.

-Más le vale –dijo el espectro igual de severo.

¡Fantasmón! –pensó Draco.

        Por fin llegando al aula procuró entrar sin ser visto, pero para su sorpresa no había nadie dentro.

-¿Lovegood? –preguntó sin obtener respuesta alguna- ¿Donde estará? Si la he visto salir.
Impaciente, se sentó en un pupitre cerca de la puerta.

      Estaba confuso. Todo lo que últimamente sentía le hacía no estar seguro de cómo seguir tratando a la chica.

-¡Es una estupidez que me sienta así! –se dijo- Encima…por ella.

 Al cabo de unos cinco minutos escuchó la puerta.

-Hola Malfoy –saludó Luna asomando la cabeza por la puerta.

-¿Por qué has tardado tanto? –dijo algo mosqueado- Te he visto salir antes que yo. ¿Sabes que no aguanto las esperas?

-Lo sé –suspiró alegre-. Tenía que coger la bolsa con los trozos del tapiz y mi costurero, ¿con qué íbamos a trabajar sino?

-Vale, empecemos.

         La chica se sentó a su lado colocando todo lo necesario en la mesa, sacando los trozos del tapiz extendiéndolo con cuidado. Todo con una parsimonia que desesperaba al muchacho.

-Bien –se quedó parada enhebrando una aguja-. Cógela –dijo ella extendiendo su mano con el objeto.

Draco observó que aun llevaba la venda en la mano derecha.

-¿Sigue igual? –preguntó.

Ella se miró la mano.

-Ah, sí –dijo sin importancia quitándose la venda dejando al descubierto la señal morada.

-Me he encontrado con Binns en el pasillo –dijo cogiendo la aguja-. Parece no saber nada de la marca.

-Bien –sonrió Luna-. Entonces probaremos a ver si se quita cuando cosas tú.

-Te noto más rara de lo normal –dijo Draco arqueando una ceja.

-Me encuentro bien –le contestó sonriente y suspirando.

-Pues estás como atolondrada…

La chica soltó una fuerte carcajada dejando al chico alucinado por su reacción.

-Parece mentira que no me conozcas ya Malfoy.

        Luna comenzó a explicarle la “técnica” para coser con toda la paciencia del mundo. Pasadas unas cuantas horas el chico de enfadaba al ver que los trozos del tapiz no quedaban bien.

-Cuidado –le corregía Luna observando con detenimiento-. Vas a hacerte un lio.

-¡¿Más?! ¡Esto es una pérdida de tiempo! Binns lo sabe. Lo que pasa es que es un espectro vengativo.

-A ver –dijo la chica sentándose más cerca de él tomándole las manos.

-¿Qué haces? No puedes coser por mí.

-Ya –sus finos dedos pasaron por los del chico casi entrelazándolos y rozando la aguja- Es así.

-Entiendo. Me vas a manejar como a una marioneta –habló calmado.
         
         Luna nunca había sentido tantos nervios. Recordó el sueño que tuvo esa noche.

       Otra vez volvían a estar a esa crítica e intensa distancia a la que ambos en el fondo deseaban estar.

         Así pasaron varias horas más, hasta que la luz tenue del atardecer que se reflejaba en las ventanas empezaba a desaparecer. Permanecieron muy callados, concentrados en su tarea y en los gestos del otro. Draco le había cogido el tranquillo y Luna estaba hipnotizándose al mirarle.

-Ves como no es tan difícil –susurró.

-Ya, así sí…da gusto aprender -la miraba de una forma que puso nerviosa a la chica. Era una mirada un tanto seductora.

Ella rió levemente.

-Te noto más nerviosa de lo normal, Lovegood.

-Por… ¿por qué? –la pilló desprevenida.

-Tú sabrás… –se encogió de hombros.

-Como ya te dije una vez, se me pega tu máscara de emociones.

Él chico puso los ojos en blanco.

-Es broma –rió-. Bueno, no del todo.

-Sólo los locos te entienden. No sé ni para qué me molesto en fijarme en ti –el comentario era propio de él, pero la forma de decirlo era natural, más calmada y con esa nota extraña de seducción.

-Es que soy  muy Lunática y hoy tengo un día lunático –dijo risueña.

-Necesito descansar. ¿Qué hora es? –reaccionó volviendo a la realidad.

-Pues no lo sé –se alejó soltándole las manos. Draco echó de menos el cariñoso y suave tacto de las manos de la joven.

Se estaba dejando llevar por sus impulsos de nuevo.

-Es la hora de cenar –dijo levantándose sorprendido.

-Cómo pasa el tiempo... Mira. Hemos conseguido avanzar bastante con el tapiz- lo extendió en el pupitre.

-Vaya. Pues sí. Soy demasiado bueno –dijo satisfecho en tono de superioridad.

-Claro…-dijo ella poniendo los ojos en blanco- A este paso, puede que el domingo esté terminado.

-Ni hablar Lovegood. No pienso taladradme más la vista en eso –señaló el tapiz-. Seguro que podemos terminar hoy.

-Pero si te manejo como a una marioneta. Iremos más despacio.

-Me da igual. Tengo hambre y estoy cansado. Pero me libraré de esto de una vez.

-Como quieras, ya le vas cogiendo el tranquillo.

      Luna se levantó y con su varita comenzó a encender diversas lámparas por el  aula y sacó de su bolsa naranja unos bocadillos y dos dulces.

-¿Y eso? –se sorprendió el muchacho.

-Los cogí esta mañana para merendar, ya que íbamos a pasar la tarde entera aquí. Pero como se nos ha ido el santo al cielo trabajando se me olvidó sacarlos.

-¿Trajiste también para mí? –preguntó extrañado.

-Pues…sí –se encogió de hombros y sonrió-. La tarde es larga y ¿ves como nunca se sabe? Ahora podremos cenar.

        Draco no pudo evitar sentirse halagado de que la chica mostrara tanta atención por él.

-Pues, gracias….a cenar, ¿no?

-A cenar.

          Volvieron a sentarse, y algo extrañados pero a gusto comenzaron su descanso.
Sabían que la noche iba a ser larga pero en ese momento les importaba poco. 

Continuará





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