08 abril 2018

Cap6☆


Capítulo 6

Madame Amatis

          La mañana siguiente apareció muy lluviosa. Draco salió de su cama y empezó a prepararse para bajar a desayunar. Se acercó a su estantería para coger unos apuntes de Herbología que le había quitado a Longbotton y vio entre todos los libros el diario de Luna, decidió guardarlo mejor en su mesilla de noche, ya que no se acababa de fiar de algunas serpientes y por el momento era demasiado valioso para perderlo. Eso le hizo recordar qué tarea le pondría ese día a la Ravenclaw, estaba indeciso pero pensó que no había prisa. De momento estaba satisfecho con el trabajo que hizo la chica el día anterior. Por otra parte, se acordó de que la directora ya había regresado de su viaje y tendría que pasarle un informe de conducta de algunos alumnos, la mayoría de Gryffindor, así que antes de ir a desayunar se fue a su despacho. Una vez allí la directora le recibió con una siniestra amabilidad.

-Joven Malfoy, me alegro de verle.

-Buenos días, directora Umbridge, aquí le traigo el informe que me pidió.

-Bien. Siéntese un momento querido.

          Draco obedeció, no pudo evitar soltar una leve risa al fijarse mejor en atuendo de su profesora. Consistía en una falda larga y un jersey de cuello vuelto con encaje, todo rosa cómo no, con pequeños gatitos blancos estampados. Daba a sensación de que si te quedabas mucho rato mirando, parecía que los dibujos se moviesen como en las fotografías que había en cada recoveco de las paredes de su despache, aunque en su atuendo no se movieran empezaban a molestar a la vista.

“¡Por Merlín! -pensaba Draco- Sabrá impartir orden pero parece que se viste a oscuras todos los días… o que solo tiene pijamas en su ropero”.

-¿Le ocurre algo joven? –preguntaba Umbridge sentándose frente a él, en la otra parte del escritorio.

-No, no, nada –intentó guardar la compostura.

-Bien. Como ya le dije, esta próxima semana estaré muy ocupada organizando los exámenes y me temo que tendré que salir otra vez al Ministerio, estaré fuera otros dos días y necesito a alguien que se encargue de mi mascota.

-¿Su… mascota? –preguntó Malfoy arqueando una ceja.

-Sí –decía mientras cogía algo de debajo de la mesa. Al verlo, a Draco le pareció una bola de pelo blanca con un lazo rosa- Señor Malfoy, le presento a Madame Amatis, más conocida como Amis –explicó soltando una leve, tonta y aguda risilla.

-Em... Un placer -carraspeó- ¿Qué se supone que quiere que haga yo? -ya se imaginaba la repuesta.

-Acabo de nombrarle su cuidador.

-¡¿Qué?! –intentó seguir guardando la compostura, aunque le estaban entrando ganas de lanzarle un Tragababosas, pero era su directora.

           Aún así no lo concebía, mandarle a él, a un Malfoy, al jefe de la Brigada Inquisitorial, un trabajucho como ese de hacer de niñera, y encima de niñera de un gato pomposo. Todos esos pensamientos se pasaron por la cabeza del rubio a la velocidad de la luz.

-¿Le supone algún problema? –dijo su superior arqueando una ceja.

-Pues…-no le dio tiempo a quejarse ya que Umbridge volvió a interrumpir.

-Porque, he dado por supuesto, que este encargo podría hacerlo alguien de “confianza”. Usted ha demostrado estar a la altura, joven, ha sido responsable y eficiente en todas las tareas que le he mandado. En este castillo no hay amantes de los gatos tan entregados como yo, y no le puedo encargar esto a cualquiera. Sé que mi fama, para la mayoría de los alumnos no es positiva –dijo sonriente-. Quién se sabe en qué estado me devolverían a mi duce   Amatis si se lo encargase a cualquier otro –hizo una pausa y empezó a acariciar a la gata, que ronroneaba pero -. No hace falta decir este encargo tan importante podría ayudarle en los temerosos exámenes… No sé si me entiende… A no ser que quiera suspender…

          Si no hacía el encargo suspendía rotundamente sin importar lo bien que hiciera el examen. No se lo pensó más y dijo:

-Está bien, directora –le dirigió una falsa sonrisa-, yo cuidaré a su mascota -¡Vieja bruja retorcida! –pensaba.
           
           Lovegood iba a estar muy ocupada.

         Al salir del despacho de Umbridge se llevó consigo la pequeña caseta de Madame Amatis y algunos de sus accesorios más indispensables, según le indicó su dueña.

-¡Muy bien, ¿y ahora dónde te dejo yo, bola de pelo?!

        La gata maulló. Malfoy iba descargando en ella toda su ira mientras caminaba hacia su cuarto.

-¿Para qué necesitas tú un perfume de marca?

           La gata volvió a maullar malhumorada.

           A esas horas de la mañana la sala común de Slytherin estaba vaciándose, todos los alumnos se dirigían al Gran Comedor a desayunar. Miró a su alrededor y entró con rapidez por si quedaba algún rezagado. Al entrar en su habitación se sobresaltó al encontrarse con Blaise.

-Vaya, Draco. No sabía que tuvieras esos gustos tan raros tan femeninos… -dijo su compañero observando los perfumes y los accesorios de baño en una cestita de flores y una caseta para gatos rosa- ¿Qué, es que vienes de compras?

-Sí, fui a buscarte un cerebro pero no quedaban, así que te he traído esto.

-Qué generoso, amigo mío –contesto siguiéndole el juego en tono burlón-. Dime, ¿para qué es todo esto?

-Ya te lo he dicho, Zabini, para ti, que sé que te gusta acicalarte -seguía burlándose el rubio.

           El otro chico se asomó a la rejilla de la caseta rosa y vio a Madame Amatis.
-¿Un gato?

-No. ¡Un dinosaurio! ¿A ti qué te parece, genio?

-Oye, ¿por qué te pones de mal humor? Sólo te he gastado un par de bromas, no creo que sea para tanto…

-Es que la pesada de Umbridge me ha pedido que la cuide, si no suspendo.

-Espera, ¿entonces este gato es de la directora? –preguntó con más incredulidad acercándose a la jaula del felino.

-Gata.

-¡Podríamos fingir un secuestro y obligarle a que apruebe a toda la casa Slytherin si quiere volver a verla!

-Pues yo no quiero estar cerca cuándo te lluevan las tortas y las maldiciones imperdonables de la directora –dijo Draco con cara de espanto cruzándose de brazos.

-Qué egoísta eres -dijo Zabini haciendo un puchero-, sólo quieres aprobar tú.

-La gata tiene un emblema mágico en el collar. Si se pierde y si el animal se siente solo se activa y manda una señal a otro emblema que tiene Umbridge.

-Eso cambia las cosas.

-Además, ese plan es absurdo.

-Sí, bueno, ha sido uno de mis desvaríos. Pero, ¿estás dispuesto a cuidar a esta gata durante dos días? Si ni supiste cuidar a tus peces de colores cuándo eras pequeño.

-¡No me recuerdes a los peces de colores! –exclamó lanzado una mirada asesina.

-Pero Draco, si es verdad. No duraron ni dos semanas.

-¡Cállate ya! No seré yo el que lidie con esto.

-Oh. Así que vas a mandar a la sirvienta.

El rubio se limitó a sonreír con malicia.

-No puedo creer que haya accedido a eso.

-Por la cuenta que le trae. Es increíble lo que una chica puede llegar a hacer por su diario. No me imaginaba que Lovegood tuviera esa costumbre.

-Más que por su diario, creo que es por los secretos que pueda contener.

-Ni se te ocurra decir nada de este asunto, Blaise –advirtió Malfoy poniéndose serio- . A Lovegood la manejo yo, ¿entendido? Y nadie debe enterarse de que estoy relacionado con la Lunática de ninguna manera.

-Prometido, si a mí esto ni me va ni me viene, sólo he querido darte una idea, por compañerismo... A mí tampoco me vendría bien que se me relacione con ella…

           Ambos bajaron al Gran Comedor dejando en la habitación a la pequeña gata blanca.

          En otra parte, en uno de los pasillos del castillo, Luna estaba repasando un poco más para su examen. No estaba muy nerviosa, sabía que los nervios eran traicioneros, así que se limitó a desayunar bien y a tranquilizarse. Después de las clases fue a la entrada del Gran Comedor con Ginny para consultar un tablón de notas que había puesto directora para que se vieran las calificaciones con más rapidez, estaba al lado de los famosos decretos, y ambas se empezaron a temer lo peor al ver las caras de sus compañeros de clase mirando sus notas.

-Luna, míralo tú por mí, por favor –suspiró Ginny estresada.

-Tranquila, Ginny –le dijo tranquilamente la rubia-, piensa que lo peor que te puede pasar es suspender.

-Emm… Sí, ya tengo conciencia de ello... -dijo arqueando una ceja.

Luna le ofreció una sonrisa a su amiga, se acercó al tablón y…

-¡Vaya!

Vio que el lado del nombre de Ginny había una “A”, de aceptable y al lado de su nombre “S”, supera las expectativas.

-¡Enhorabuena, Ginny!

-¡Qué!

La pelirroja se acercó al tablón.

-Bueno –se apoyó en una columna aliviada.

-¿Más tranquila?

-¿Tú qué crees? Enhorabuena a ti también –dijo sonriendo- Bueno, y después de estas horas de suspense, ¿me acompañas a la biblioteca? Harry los demás están ahí.

-Vale –dijo encogiéndose de hombros.

-Es una lástima que no podamos salir –dijo Ginny mirando por la ventana-. Qué fastidio de lluvia.

        Bajaron las escaleras hablando tranquilamente y cuando estaban llegando a la entrada de la biblioteca se les cruzó una lechuza marrón que posó un pequeño sobre verde en las manos de Luna y siguió el vuelo hacia el exterior.

-¿Qué es eso? –preguntó su amiga.

-No lo sé –mintió la Ravenclaw. La siguiente tarea de Malfoy- pensó reconociendo la letra- Perdona, Ginny. Acaba de recordar que tengo que ir a mi cuarto a por una cosa. Nos vemos luego, ¿vale?

           No podía decirles a sus nuevos amigos nada sobre el pacto. Luna sabía de sobra que la relación de los Gryffindors con Malfoy nunca había sido nada buena, y él no quería que la gente se enterara que se relacionaba con la Lunática de Hogwarts.

-Sí, como quieras –dijo la joven Weasley algo extrañada.

         Las chicas tomaron cada una un camino y cuando Luna se aseguró de que Ginny entró en la biblioteca abrió la carta.
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Lovegood, reúnete conmigo enfrente de las mazmorras. ¡¡Ya!!

D. Malfoy.
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           Luna fue al lugar acordado y no tuvo que esperar mucho. Le extrañó que el chico Slytherin apareciera con una cestita, pero observó que no estaba de muy buen humor, así que decidió no preguntar.

-Hola, Malfoy –qué raro, ¿tendrá pensado ir de picnic? No creo, ha empezado a llover de nuevo… Qué chico este… Y luego yo soy la rara…

-¿Tienes los apuntes? –preguntó en un tono muy borde.

-Aquí están –dijo rebuscando en su bolso.

-Bien. Toma -dijo entregándole la cesta.

-¿Qué es?

-Un regalo -dijo con guasa.

Luan asomó la cabeza a la pequeña ranura de la cesta…

-¡Oooohhhh! ¡Qué monaaadaaa! -abrió la caja y cogió a Madame Amatis y empezó a acariciarla. La gata no opuso resistencia.

-¡Baja la voz, Lunática! –la tomó del brazo y la llevó a un pasillo cerda de la entrada de la sala común de Slytherin, ya que por allí a esas horas después del almuerzo no había nadie.

-¿Es tuya?

-No –dijo el rubio secamente-. Umbridge me ha nombrado su cuidador durante dos días, si no, me suspende –dijo de mal humor-. Y tú me vas a ayudar.

-¡Encantada! -exclamó acariciando a la gata que se encontraba bastante a gusto en sus brazos.


 Continuará   





                  

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