Capítulo
11
☆☆¿Esa es
Lovegood?☆☆
Esa misma tarde, mientras Draco hacía trámites con su amigo
Zabini, Luna se había ido a dar una vuelta al bosque prohibido en busca de sus
amados Thestrals para darles algo de comer ya que había terminado todos sus
deberes y los de Draco. Tras su paseo tenía pensado ir a un sitio tranquilo a
escribirle una carta a su padre y después a la lechucería, pero antes tuvo que
ir directa a su sala común puesto que había tenido un pequeño percance jugando
con una de sus mágicas criaturas cayendo al barro y ensuciándose todo el
uniforme quedando hecho un desastre. Otro uniforme sucio.
Mientras caminaba por los pasillos iba encontrando pequeñas hojas
del arbusto donde cayó entre los rizos de su larga y enmarañada melena rubia
consiguiendo ser objeto de las miradas burlonas de algunos estudiantes, pero a
ella poco le importaba. Al pasar por un pasillo del cuarto piso vacío, notó
cómo alguien le tomaba del brazo metiéndola en un aula cercana dejándola un
poco desconcertada. Ya dentro de la clase se dio cuenta de que era Draco Malfoy,
quien aún la sujetaba.
-¿Se puede saber qué rayos te ha pasado? –decía soltándola y limpiándose
la mano con escrupulosidad y lanzando a la chica una mirada de asco-. Estás
hecha un asco.
-Es que estaba jugando con un Thestral y…
-Déjalo, no me interesa.
-¿Entonces para qué preguntas? –le dijo confusa encogiéndose de
hombros.
-Porque seguro que me dirás que estabas haciendo una de tus muchas
locuras.
-Fue muy entretenido, tenías que haberlo visto. Hasta tú te
hubieses reído –decía la Ravenclaw entre risas.
-Claro que sí, de ver cómo haces el tonto.
-Te ríes poco, Draco.
-¡Que me llames Malfoy! –dijo poniendo los ojos en blanco-. Y no
es cierto, me río de los demás muy a gusto cuando hacen chorradas que les hacen
quedar como los pringados insignificantes que son.
-Sólo te ríes así, nuca te he visto reírte de verdadera felicidad,
te regocijas de lo malo que le pasa a la gente. No lo haces por ser
verdaderamente feliz o estar contento en realidad.
El chico se quedó un instante perplejo por la fluidez y verdad de
las palabras de la diminuta y embarrada chiquilla rubia.
-¿Pero y tú qué sabrás? –espetó.
-Sólo digo le que veo…
-¿Porqué no iba a estar feliz si soy popular, guapo y rico? –dijo lanzando
una mirada de superioridad.
La chica se le quedó mirando, después movió la cabeza y sonrió.
-Tú sabrás… Por cierto, ¿me has traído aquí por algo en especial?
-¿Eh? ¡Ah! Es verdad, ¡me haces irme por las ramas!
-¿Yo?
-Sí. Cállate y escucha. Como ya sabrás, mañana doy una fiesta.
-Sí, he visto como diez o doce carteles por los pasillos.
-No interrumpas, esto es serio. El estúpido de Zabini necesita una
acompañante.
-¿Y quieres que le consiga una?
-No exactamente,… quiere que le acompañes tú –dijo sintiendo cómo
le hervía la sangre de nuevo.
-¿Qué? –empezó a reír estrepitosamente- ¿Es una broma? –se seguía
riendo, tanto que se tuvo que sentar en el banco de un pupitre ante la mirada
de impaciencia de Malfoy.
-No. Sabe lo de nuestro acuerdo y quiere que le ayude con una
apuesta que ha hecho.
-¿Que lo sabe? ¿Y cómo es que se lo has contado? –no estaba muy
molesta que digamos sino extrañada de que el rubio se atreviera a hablar de
ella a un amigo suyo.
-Porque me vio con tu diario y es un cotilla asqueroso.
-Vaya, menos mal que es tu amigo –dijo la chica con una media
sonrisa.
-Es un amigo cotilla. Lo que debes hacer es acompañarle mañana por
la noche.
-¿Nada más? ¿Sólo estar allí de pie?
-Sí. La apuesta era que debía llevar a una chica o sino perderá
veinte galeones, el muy pringado no encuentra ninguna.
-Mmm,… ¿Veinte galeones?… Las tonterías que se hacen por dinero
–dijo mirando para otro lado-. Oye, ¿estás dispuesto a que tus amigos Slytherins
me vean por tu fiesta?
-Claro que no, ni en sueños. Irás disfrazada.
-¡Oh! ¿La fiesta es de disfraces? –se alegró levantándose del
pupitre- Porque tengo uno de calabaza hecho a mano del pasado Halloween.
-No, pero tú si debes ir disfrazada. Te he dicho que ni muerto
dejo que me vean contigo y menos en una fiesta sólo para Slytherins y unos
cuantos amigos de Hogsmeade.
-Se debería hacer una fiesta de disfraces en Hogwarts…-dijo pensativa
poniéndose un dedo en la barbilla.
-¿Me estás escuchando, Lunática? –dijo exasperado.
-Claro.
-Pues debes “camuflarte” bien. Arréglatelas como puedas.
-Está bien.
-Intenta vestirte de persona normal.
-¿Y eso qué tiene de divertido? Me gusta mi estilo, pero si el
disfraz lo requiere… ya buscaré algo –se encogió de hombros.
-No sé yo… Miedo me das. Otra cosa, Zabini y yo vendremos a
buscarte aquí a las ocho.
-Vale. ¿Eso es todo?
-No, siéntate aquí.
La chica obedeció sentándose en el pupitre de antes.
Draco sacó su varita, apuntó Luna desprevenida y formuló un
hechizo que hizo salir pequeñas chispas amarillas de la varita del Slytherin.
-¿Que me has hecho?
-Ahora, aunque quieras, no podrás decirle a nadie que vas a ir a
mi fiesta.
-No tenía pensado contarlo.
-Más vale estar prevenido.
-No te fías de nadie…
-¿No te lo he quedado bien claro ya? Este pacto es serio. No estoy
dispuesto a suspender ni a que Zabini largue lo que sabe de esto.
-Pero el pacto dice que estoy a tu servicio durante tres semanas.
Si me pides que me calle me tendré que callar. No era necesario lanzarme un
hechizo que me hiciera callar al hablar de ese tema. No lo has terminado de
entender. Si uno de los dos incumple el trato, el mismo trato nos obligará a
cumplirlo, en eso consiste.
-Bueno, sí ya hay un hechizo, entonces te quito el que te acabo de
poner. ¡Esto es un lío!
Las chispas volvieron a aparecer alrededor de los labios de Luna.
El chico no pudo evitar fijarse, la miraba y aunque en ese momento estuviera
envuelta en un uniforme de barro y hojas del bosque su sonrisa seguía siendo
muy bonita.
-¿Ya lo vas comprendiendo? –dijo la chica sacándolo de su
ensimismamiento.
-Que sí, ¡pero me lías con tus rarezas! Vete ya, necesitas una
buena ducha.
-A eso iba pero como me tienes aquí retenida…
-Pues ya no te retengo más hasta mañana. No te retrases y ve
arreglada. Eso será un gran reto para ti.
-Pues un poco sí. Nos vemos, Draco.
-¡Que me llames Malfoy!
El Slytherin procuró salir del aula con discreción después de que
Luna se marchara. Empezaba a oscurecer y pensó en dirigirse a su sala común antes de
la cena.
De repente se dio cuenta de que había olvidado hablar con Luna de
algo que, no sabía si era importante pero le tenía envuelto en una inmensa
curiosidad. Quería preguntarle qué le pasaba a su diario ya que esa tarde había
visto aparecer unas letras doradas con una dedicatoria muy extraña en la tapa.
"¿Pero y a mí
que más me da?" –se decía para sí mismo.
Un hora más tarde, Luna se terminó de duchar y se puso a rebuscar
en su baúl un vestido o algo adecuado para el evento de Draco.
Otra cosa era que aunque fuera vestida como él quería había que
pensar en una manera de cambiar temporalmente su aspecto; una pócima, una
careta, una peluca o algo.
Ya se había preparado para la cena y estaba desordenando un poco
su rincón del cuarto buscando por alrededor de su cama cuando llegaron sus
compañeras de habitación. Observó que una de ellas dejaba en su mesilla una
revista para brujas adolescentes, le sonaba el nombre, pudo leer: “Revista Corazón de Bruja. Esta semana: Un
plus en Secretos Mágicos de Belleza”.
-Anda, que suerte –dijo en voz alta.
-¿Qué? –preguntó la dueña de la revista. Era la chica de pelo liso
y larga melena, Luna recordó que se llamaba Fiona.
-¿Podrías prestarme tu revista un momento?
-Sin problema –se la dio.
Luna la estuvo ojeando un buen rato, se quedó sorprendida al leer
muchos de los trucos, como que si se mezcla Té con zanahoria en un cuenco la mezcla
que se obtiene sirve como bronceador, y así muchas cosas más.
Sora y Fiona, las compañeras más simpáticas, cuyos nombres Luna
intercambiaba, la veían algo confusa, así que, decidieron preguntar.
-¿Necesitas que te echemos una mano? –se acercó Fiona a la cama de
Luna.
-La verdad, llevo tiempo observando que se os dan bien las cosas
del maquillaje y el estilismo, y yo no estoy muy puesta.
-No me digas –dijo sarcástica la chica rubia que tenía alergia
lanzándole una tonta media sonrisa.
-Amber, cállate un rato, anda guapa –respondió Sora lanzándola una
mirada de enfado. La aludida se limitó a levantarse de su cama y dirigirse al
baño.
-No hagas caso –le dijo Fiona a Luna.
-Tranquila. Sólo me gustaría saber que método es el mejor para
camuflarme por una noche.
-¿Camuflarte? –preguntaron la otras dos muy extrañadas.
-Eh… -Luna no había
improvisado una coartada para su ausencia del sábado por la noche, aunque
tampoco se creerían que Draco Malfoy o alguna otra persona de Slytherin la
hubiera invitado a su fiesta, pero así era y debía callárselo- Tengo que… -de
repente el pacto hizo su efecto. Cogió carrerilla y dijo inconscientemente-
hacer un book de fotos mágicas para una obra de teatro.
-¿A sí? –preguntó Fiona- No sabía que había un club de teatro, y
menos con la directora que tenemos este año…
-Bueno, es que no es del colegio, es del barrio dónde vivo. Para
navidad, todos los vecinos vamos a hacer una obra para representarla en un
albergue de niños enfermos y yo soy una de las asistentes y me ha tocado hacer
de…princesa de la primavera. Un evento benéfico.
-¿En serio? Qué divertido.
-Sí, lo malo es que no tengo maquillaje ni vestidos para las fotos
y los necesito porque puede que nos fichen en un buen teatro la navidad que
viene y tengo que enviar las fotos antes del domingo. Actuaríamos en presencia
de magos muy importantes.
-En se caso, podemos maquillarte para las fotos si quieres –dijo
Sora.
-¿Tanto que pueda llegar a parecer otra persona?
-Bueno… Tenemos nuestros recursos –dijo sonriente.
-¿De verdad?
-Por supuesto.
-Yo… no os quiero molestar, si con la revista creo que puedo
arreglármelas.
-No es molestia en absoluto, Luna -dijo Fiona-. A mí me gusta dar
este tipo de consejos. ¿Cuándo necesitas nuestra ayuda?
-Para mañana, antes de las ocho.
-Está bien.
-¡Oooh! Muchas, muchísimas gracias, de verdad –les dijo dándolas
un emotivo abrazo y le devolvió la revista a su dueña- ¡Gracias, gracias,
gracias!
Luna se marchó dando brincos al Gran Comedor.
-Es simpática, rara, pero simpática en el fondo –dijo Fiona.
-Sí –respondió Sora.
Mientras caminaba, la Ravenclaw iba pensativa en lo que acababa de
contar. Se sentía un poco mal por mentir de esa forma a sus compañeras, pero no
le hubieran creído si les llega a decir la verdad y el pacto le obligaba a
mentir u ocultar sus verdaderos motivos.
En el pasillo se encontró con Ginny.
-Hola, Luna. No te he visto en toda la tarde.
-Hola, Ginny. Estaba paseando –respondió sonriente.
-Yo he estado en la biblioteca y en el lago –le comento, lo
siguiente se lo susurró- Ah, y dando un vuelta por la sala de los Menesteres.
-¡Exacto! –dijo Luna dando un brinco contenta.
-¿Exacto qué?
-Ginny, ¿crees que podría tomar algo prestado de la sala?
-Pues no sé…
-Es algo importante.
Luna le contó a Ginny lo mismo que a sus compañeras de habitación.
-¿Entonces ya sólo te queda el vestido? –preguntó la pelirroja.
-Sí.
-Bueno y alguien que te eche las fotos, ¿no?
-En la sala habrá una cámara mágica o algo así.
-Se supone que para eso está.
-Entonces iré mañana por la mañana a ver qué hay.
-Sí quieres te acompaño.
-Vale, si quieres, pero iré temprano, después de un rápido
desayuno.
-Está bien, pues nos vemos aquí.
Ambas chicas entraron a cenar y se colocaron en sus respectivas
mesas.
Todos disfrutaron de una aburrida cena silenciosa por cortesía de
Umbridge, tan protocolaria que no dejaba pasar el vuelo de una mosca para que
sus alumnos cenaran como es debido.
-
- -
A la mañana siguiente la dulce Ravenclaw abría sus ojos ayudada
por la brillante luz del amanecer. Se levantó lentamente y observó que sus
compañeras no estaban. Después de asearse se dirigió a su baúl y eligió la ropa
de ese día; unos leotardos grises con pequeñas flores rojas estampadas, unos
pantalones hasta las pantorrillas de color marrón, una camiseta blanca de
cuello alto con una sudadera rojo oscuro con capucha por encima y unas
zapatillas deportivas con los cordones
marrones, tampoco faltaban sus habituales accesorios. No reparó mucho en su
pelo, sólo se lo atusó un poco haciendo que pareciera más abombado.
Bajó a desayunar, al ser sábado no había mucha gente en el Gran
Comedor, la mayoría solía llegar más tarde. En la puerta se encontró con Ginny y con Hermione.
-Buenos días, chicas –las saludó.
-Hola, Luna. ¿Cómo estás? –intentó ser amable la castaña.
-Bueno, no me puedo quejar…
-Nos vemos aquí cuando acabes de desayunar –le dijo Ginny.
-Está bien.
Vio cómo las chicas Gryffindor caminaban hacia su mesa hablando
animadamente y se sentaban con Harry, Ron y Neville y pensó que tenían mucha
suerte, ella no tenía a nadie con quien charlar en su mesa. Más bien, nadie
parecía interesado.
En la mesa de los Slytherins Zabini observaba a Luna
discretamente. La veía caminar, sentarse en su sitio, mirar a su alrededor como
si hubiera alguna especie mosquito zumbando por su desayuno y sonriendo por
ello pero a la vez tratando de espantarlo y pensaba que casi mejor era perder
la apuesta y darle los veinte galeones a Nott.
-Draco –llamó a su compañero, quien desayunaba a gusto a su lado.
-¿Qué?
-No sé si quiero ir a tu fiesta con “eso” –dijo señalando a Luna-.
¿Has visto la pinta tan ridícula que tiene?
-Oye, ¿acaso quieres perder la apuesta y ser al hazmerreir de Nott
toda la noche? No seas bobo. Además, ya la he avisado y la he obligado
disfrazarse en la fiesta.
-Es que…
-Te comprendo. Es de Lunática de quien estamos hablando, pero
puedes presentarte un rato con ella en la fiesta y estar por ahí un rato y después
decirle que se vaya y seguir el resto de la noche tú solo.
-Sí, pondré alguna escusa. Que mi acompañante debía irse pronto a
casa o algo así…
-Exacto, luego podrás divertirte y encima habrás ganado la apuesta.
-Sí, es perfecto –dijo poniendo una mirada malvada.
Al cabo de un rato Luna y
Ginny se dirigían a la sala de los Menesteres procurando no ser vistas.
-No hay moros en la costa –dijo la pelirroja mirando a su
alrededor-. Entremos.
De repente la sala empezó a transformarse dejando a las chicas
asombradas:
La sala de entrenamiento del ED había pasado a ser una bonita y
amplia boutique con un estilo antiguo pero muy elegante, con las paredes de
color crema con flotes grises estampadas y en el suelo una moqueta azul
haciendo juego con los cojines de las grandes y cómodas sillas, y también con
una hermosa lámpara de araña que colgaba del techo. Todo estaba lleno de
estanterías y percheros llenos de ropa de todo tipo; zapatos, joyas y una
sección de probadores.
-Luna, mira –dijo Ginny dirigiéndose al fondo de la habitación
admirando un enorme tocador de estilo barroco de color blanco y detalles en
dorado. La chica abrió los cajones y encontró todo tipo de accesorios de
maquillaje; peines, horquillas, diademas e incluso perfumes.
-Esto es… un sueño –decía asombrada.
-Parece el tocador de una princesa –decía la rubia sonriendo.
-Seguro que más de una chica en Hogwarts accedería encantada a
quedarse encerrada aquí unas cuantas horas -ambas rieron por el comentario e
impactadas por todo lo que había a su alrededor.
Se pasaron allí prácticamente todo el día entretenidas buscando
algo adecuado para Luna, quien seguía aferrada a su peculiar estilo, por eso a
las chicas a veces les costaba ponerse de acuerdo. Ginny tampoco desaprovechó
la oportunidad de probarse algún que otro vestido. Hablaron de muchas cosas, se
gastaron bromas y almorzaron allí dentro. Luna se sintió cómoda notando cómo su
amistad con Ginny iba aumentando, se sintió feliz por ello.
Al cabo de unas tres horas:
-Ese, ese es el vestido perfecto –dijo Ginny estando al fin de
acuerdo con la elección de su nueva amiga.
-Sí, creo que sí –dijo guardándolo en su gran bolsa naranja junto
a unos zapatos y un collar.
-La pena es que yo no puedo maquillarte, no se me da muy bien… No
tanto como para hacerte parecer más
mayor. No soy una experta en la materia
-Lo sé –sonrió-, no te preocupes. Ya te he dicho que mis
compañeras me ayudarán.
-¿Y qué harás para las fotos?
-Bueno, cuando me maquille vendré aquí de nuevo a ver qué hay. Si
quieres puedes venir luego.
-Bien pensado, lo siento pero es mejor que tus compañeras no se
enteren de la existencia de esta sala.
-Sí, es mejor así.
-Entonces cuando termines me mandas un mensaje o algo y vengo a
ayudarte con las fotos.
-Vale, hasta luego.
Ambas chicas salieron con suma discreción de la mágica sala.
Ya eran las dos de la tarde. Luna caminaba con su bolsa a cuestas,
observó que el ambiente en castillo era algo apagado, la gente hablaba poco y
la mayoría tenían cara de no saber qué hacer ya que Umbridge los tenía a todos
retenidos.
También pensaba que se tendría que acabar echando las fotos.
"Bueno las
guardaré para mí" –pensaba-. "Un curioso
recuerdo."
Al llegar su sala común pudo encontrar a sus compañeras
entretenidas leyendo, comiendo chucherías o haciendo los deberes.
-Hola –saludó Luna sentándose en su cama y dejando la bolsa.
-Hola, ¿qué tal? –preguntó Sora intentando entablar algo de
conversación.
-Bien ya tengo sitio para hacer el book de fotos y un vestido.
-Que bien.
-Oye -intervino Fiona-, ¿cuándo necesitas nuestra ayuda?
-Pues, si vosotras no tenéis nada que hacer…
-¿Ahora? –dijo la castaña emocionada incorporándose en su cama-
Verás, es que me encanta maquillar. Pienso ser estaticen, entre otras cosas.
-Bueno, si quieres. No quiero molestar.
-En las manos de Fiona quedarás genial –le dijo Sora muy segura.
Luna sonrió.
Se pasaron un buen rato en
el baño de las chicas. Luna se lavó la cabeza y después Fiona le moldeó un poco los rizos
quedándole la melena con menos volumen y bien peinada, con mejor textura, más
brillante y suave que antes, y seguidamente roció una especie de tinte marrón
por encima.
-¿Qué es eso?
-Es un tinte mágico que dura hasta que te vuelvas lavar el pelo. A
diferencia de los muggles, este parece que te da brillantina por algunos
mechones.
-Oh, qué bonito –dijo Luna contenta.
Fiona siguió con el maquillaje ayudada por Sora. Definitivamente,
Luna estaba cambiada. Incluso se puso unas lentillas verdes que cogió de la
Sala de los Menesteres.
-Vaya –dijo mirándose al espejo asombradísima-, haces verdadera
magia.
-No es nada. Me alegro de haber podido ayudar.
-De verdad muchas gracias. No sé cómo…
-No tienes que hacer nada, Luna –sonreía poniendo los brazos en
jarras- .Para mí, el orgullo de un trabajo bien hecho es una gran recompensa en
estas cosas.
-Realmente has conseguido que parezca una princesa de la primavera
-dijo Sora muy sorprendida y contenta de haber ayudado.
-Gracias, gracias –se inclinó Fiona con delicadeza como si
saludara al público.
Las tres rieron.
-Chicas sabéis que podéis pedirme lo que sea –dijo Luna.
-Para eso estamos.
Al volver a la habitación encontraron a Amber tumbada en su cama
leyendo una revista.
-Am –llamó Fiona su atención.
-¿Qué pasa?
-¿Qué te parece el cambio?
-¿Qué cambio? –preguntó quitando su atención de la revista para
mirarlas.
-El suyo –dijo señalando a Luna, ahora teñida morena y con un
maquillaje que resaltaba.
-¿Quién es esta chica?
-¿En serio que no sabes quién es? –preguntó Sora.
-Pues no… lo siento.
-Es Luna.
-¡¿Queeeeé?! –musitó dejando caer la revista.
-Sí. La hemos ayudado con el maquillaje.
-No, no me lo creo. Lovegood es… ¡Pero, Lovegood!
-Creo que el cambio ha surtido efecto –dijo Luna al fin.
-¿En serio? –seguía Amber atónita arqueando una ceja- Bueno, por
la ropa sí. ¡Eres Lovegood!
Luna se limitó a ignorar las caras de pasmo y los comentarios de
Amber para mandarle un mensaje volador a Ginny.
-Bueno, me tengo que ir. De nuevo gracias por todo chicas –dijo
cogiendo su bolsa naranja.
-Nos vemos, Luna –se
despidió Sora.
-A ver qué tal quedan las fotos –dijo Fiona –. Luego nos las
enseñarás, ¿no?
-Esto, sí, claro –dijo saliendo del cuarto–. Hasta luego.
-¡¿Cómo lo habéis hecho?! –oyó decir a Amber– ¿Es que la Lunática
está intentando encajar?
Como sabía que abajo había gente, en las escaleras se cubrió la
cabeza con la capucha de su sudadera roja.
Estaban dando las seis mientras Luna salía de la sala común y
empezaba a recorrer los pasillos con discreción hacia la Sala de los Menesteres.
Mirando a una esquina distraída se chocó con alguien y se le retiró un poco la
capucha hacia atrás.
-¡Aunch! Lo siento –dijo el chico con quien se había chocado.
-¡Oh! –Luna le miró de frente y vio que era Ronald Weasley. Este
se quedó embobado al cruzar su mirada con la de la chica desconocida para él-. No
pasa nada –se fue corriendo tapándose mejor la cara.
Harry estaba llegando al encuentro de Ron en ese momento.
-¿Qué pasa? –dijo mirando a su amigo quien tenía cara de sorpresa
mirando la nada.
-Acabo de ver pasar a un ángel… -musitó Ron mostrando una media
sonrisa.
-¿A sí? –dijo Harry mirando
le extrañado.
- Era hermosa…
-¿Era una chica?
-Una preciosa chica –le corrigió.
-Pues vale…
-Nunca la había visto antes.
-Ron, ¿te encuentras bien?
-Esto… sí. Dejémoslo –dijo aún mirando el pasillo por el que la
“desconocida” chica se fue.
Los chicos siguieron su camino.
Luna fue esquivando a la gente y en la puerta de la Sala de los
Menesteres encontró a Ginny.
-Hola, Ginny, ya estoy –se quitó la capucha.
-¿Luna? –se sorprendió su nueva amiga- ¿Eres tú?
-Sí…-rio la muchacha observando que su amiga ponía la misma cara
que Amber.
-¡Estás fantástica! Pareces un poco más mayor, no te ofendas.
Luna rió estrepitosamente.
-Está bien, entremos.
La sala había vuelto a cambiar transformándose en un salón del
mismo estilo que la habitación anterior pero con menos ropa y estanterías, con
más perchas y con un par cámaras en una mesa. La Ravenclaw se puso el vestido
en un tono rosa pastel de tirantes, unos zapatos gris claro y los accesorios.
Una vez lista, Ginny le echó las fotos. Parecía toda una modelo.
-¡Listo! –dijo la Gryffindor contenta- Sales genial.
-Muchas gracias, GInny. Es verdad que parezco algo más mayor…
-Estás bien.
-Bueno, creo que debo irme a mandar esto cuanto antes.
-Sí. Yo he quedado.
-Entonces nos vemos en la cena…
-Sí, hoy habrá menos gente, los Slytherins se van de fiesta… Qué
morro.
-Sí, ¿verdad?…
-Nos vemos, Luna. Me alegra haber servido de ayuda –dijo Ginny
chocando los cinco con su nueva amiga.
Luna hizo con que iba a cambiarse a un probador hasta que Ginny se
marchó de la sala, entonces salió y se puso una chaqueta gris a juego con sus
zapatos.
-No me hago a verme así. No es mi estilo… pero bueno, sólo será
por esta noche... -dijo mirándose al espejo.
Faltaba una hora para reunirse con su acompañante en el aula
acordada, así que, optó por quedarse en la sala a hacer tiempo ya que no podía
arriesgarse a ser vista.
-
- -
Al cabo de una hora Draco y Zabini esperaban impacientes en el
aula vestidos con trajes muy modernos a la par que elegantes y, ¿para qué
negarlo? ambos estaban muy atractivos. La fiesta sería para adolescentes pero
todos los Slyhterins se consideraban muy de clase alta (algo pijos) y les
gustaba vestir bien en todo momento.
A esa hora ya no debía haber nadie en ese pasillo, faltaba poco
para la cena.
-¿Se puede saber por qué tarda tanto esa Lunática? –decía Draco
exasperado caminando de acá para allá.
-Seguro que me deja en ridículo. Si lo llego a saber, no te digo
nada –respondió el otro chico apoyándose en un pupitre con los brazos cruzados.
-¡A buenas horas! Ahora te fastidias.
-Está bien voy un rato con
ella, gano la apuesta y luego le digo que se vaya.
-Eso.
En ese momento llamaron a la puerta. Draco abrió cauteloso y al
mirar de frente se quedó maravillado al contemplar a la chica que saludaba con
una voz leve y sonreía mirándole con sus ojos verdes.
-¿Malfoy? –el chico la reconoció por la voz
-¿Lo- Lovegood? –musitó tardando en reaccionar. -"¿Esa es Lunática Lovegood?"-pensaba.
Le
parecía un hermoso espejismo. No pudo evitar mostrar una media sonrisa
inconsciente que escondió enseguida pero que Luna consiguió ver y se sonrojó un
poco.
-Perdón si os he hecho esperar –dijo la chica.
-No te preocupes –dijo Zabini amablemente acercándose a ella con
la misma cara de embelesado que su amigo.
A Draco se le había olvidado por un momento que el otro muchacho estaba
ahí, y no sabía por qué pero sintió mucha rabia al verle cogerle la mano a la chica
y saludarla cortésmente después de haber soltado pestes de ella esa misma
mañana. Aunque, por otra parte, él también lo había hecho. Se empezaba a
arrepentir por ello, y mucho. Incluso una parte de él se arrepentía de no
haberla cogido como acompañante.
-¿Qué te has hecho?
–preguntó intentando borrar todos esos pensamientos.
-Dijiste que me camuflara y lo he hecho –dijo Luna encogiéndose de
hombros.
-Pues estás muy cambiada, buen trabajo –dijo Zabini igual de
atontado que Draco, aunque reaccionaba un poco más que él.
-¿Nos vamos ya?
-Cuando quieras –dijo su amigo sin apartar la vista de la chica–
¿Lista, Luna? Te puedo llamar así, ¿verdad?
-Así me llamo –rió.
Draco seguía hipnotizado. Era ella, pero a la vez no lo era. Aun
así le gustaba… Se acordó de que debían ir a recoger a su acompañante.
La noche iba a ser larga.



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