Capítulo 27:
☆☆Secretos desvelados☆☆
Esa tarde
de estudio había sido muy próspera para Luna y Ginny, aunque también aburrida
entre las montañas de deberes. Salían charlando animadamente de la biblioteca
cuando por el camino a Ginny le llamó la atención un cartel de anuncios.
-Mira, Luna, Umbridge ha programado
por fin una nueva salida a Hogsmeade este fin de semana –dijo contenta
señalándole a su amiga el cartel.
-Qué bien –respondió Luna pensando
en que podría quedar con Draco. Intentaba no parecer muy emocionada a ojos de
Ginny para que no notase nada especial.
-¿No te apetece que quedemos?
–preguntó algo confundida la pelirroja.
-Sí, sí, claro, estaría bien –dijo
mostrando una media sonrisa.
-Es que, siempre que salías a
Hogsmeade te veía o sola o con el grupito de Chang –dijo entornando levemente
los ojos al acordarse de la novia de Harry-, pero no parecía que te integrases
mucho con ellas… -miró con un pelín disgusto a su nueva amiga pensando que no
debería estar sola.
-No, no lo hacía –explicó Luna
tranquilamente-, soy más de pasear sola, me gusta, da tiempo para reflexionar.
-¿Entonces, quieres venirte conmigo
y los demás Gryffindors? Lo pasaremos bien.
-Sí.
-Genial –ambas sonrieron-, tendremos por fin un
momento de libertad.
-Ya iba siendo hora.
-Me extraña que de la noche a la
mañana Umbridge haya decidido quitar un decreto y programar una salida así por
las buenas, pero no me quejo, bueno está lo bueno –rió.
-Sí, es algo poco común en ella
–decía Luna posando un dedo en su fina barbilla-, a lo mejor es que se está
dando cuenta de que sus métodos de enseñanza no son muy efectivos…
-A eso ni siquiera se les pueden
llamar métodos. En cualquier caso, aprovecharemos la salida.
Luna estaba
muy emocionada con el plan, sería su primera salida con amigos verdadera, no
con compañeros de casa, amigos con todas las letras, y cabría la posibilidad de
buscar hueco para estar con Draco. Hogsmeade tenía sitios apartados para que
pudiesen estar tranquilos un rato sin ser vistos y sin levantar sospechas.
Recordó el
encontronazo con él un momento antes de entrar a la biblioteca y la mirada del
chico, a ella le parecía que fingía muy bien, no pudo evitar reír un poco con
la situación.
Las dos
chicas se dirigieron al Gran Comedor para la cena, Luna rebuscaba en su bolsa
por el camino, en cada recoveco, pero no encontraba su diario.
-Otra vez…-pensó- se me
habrá caído al chocar con Draco, esta vez estoy segura de que no lo he sacado
en la biblioteca. Luego me lo devolverá…-recobró la tranquilidad, estaba
segura de que lo tenía él.
Esa vez no
se preocupó ya que había caído en las manos de su novio, no en las del
Slytherin interesado y arrogante con “máscara” que conoció al principio.
Minutos
después, durante la cena, Luna comía en silencio ajena a las conversaciones
triviales de su mesa y contemplando la de las serpientes. No conseguía
localizar a Draco por ningún lado, su grupo de amigos estaba al completo, esperaba
que estuviese bien. Necesitaba hablarle para que le devolviese el diario y para
que pudiesen hablar sobre la excursión que Luna tenía tantas ganas de hacer. Sus
diarios eran la única conexión segura que tenían, necesitaba recuperarlo cuanto
antes. Recordó que esa noche a Draco le tocaba ronda de prefecto, sabía que
pasaría cerca de la sala común de Ravenclaw ya que en alguna ocasión él se lo
comentó para intentar quedar, por lo que sólo era cuestión de esperarle.
La noche invadió al castillo
trayendo consigo algo de frío.
La soñadora
Ravenclaw caminaba despacio siguiendo a algunos compañeros de casa hacia su
sala común. En la habitación se puso el pijama, compuesto por unos pantalones
azules y una fina camiseta de manga larga verde manzana, quedándose con los
zapatos del uniforme. Esperó a que el ambiente abajo se relajase y la mayoría
se metiese en sus habitaciones mientras escuchaba de fondo el parloteo de sus
compañeras de habitación. Se sentó en su mullida cama a esperar un poco ojeando
El Quisquilloso, hasta que notó que
el ambiente en su habitación ya se había calmado, dos de sus compañeras ya se
habían dormido y a las otras les faltaba muy poco, no la echarían de menos ni
le querrían preguntar hacia dónde se dirigía, poco les importaba, por lo que
Luna se levantó y al llegar a las escaleras que daban paso a la sala común
agilizó el paso. Varita en mano murmuró el hechizo “Lumos”, el reloj de la chimenea le indicó que habían dado las doce
menos cuarto, salió de la guarida de las águilas con sumo sigilo logrando
esconderse entre una gran columna y el alfeizar de una ventana que mostraba el
cielo nocturno cubierto de nubes definidas por el intenso candor de la luna.
Una vez
segura en su escondite, se agachó a esperar en el alfeizar y apagó su varita
para no llamar la atención, fue sólo en ese momento cuando recordó que hubiese
sido conveniente haber traído una chaqueta consigo ya que el pasillo estaba
helado. Intentó contrarrestar el frío haciéndose un ovillo con su cuerpo
protegiendo sus brazos y el torso.
Permaneció
así lo que para otros hubieran sido unos minutos eternos y desesperantes, de
vez en cuando miraba por la ventana y se quedaba embelesada contemplando el
cielo, pero no absorta de lo que podría ocurrir por los pasillos. Se llevó un
susto al ver a Peeves flotar y brincar en círculos mientras tarareaba una
curiosa canción que daba a entender que buscaba a alumnos desprevenidos para
tirar libros encima de sus diminutas e insignificantes cabezas, de vez en
cuando paraba de canturrear para carcajearse de sus propias ocurrencias. Luna
agachó su cabeza cuando el posterguéis pasó cerca de su escondrijo con la
suerte de que este no se percató de su presencia, absorto en su cancioncilla,
que Luna tuvo que reconocer que era bastante pegadiza.
Minutos
después, cuando parecía que el pasillo volvía a estar en calma, se empezaron a
escuchar unos pasos lentos, Luna se asomó un poco, la luz de la noche iba
mostrando la silueta de un joven, lo reconoció bien.
El rostro
de Draco se iluminó al pasar por una de las ventanas, estaba serio. En ese
momento Luna se levantó al fin y salió de su estrecho escondite, contenta y
medio adolorida por la mala postura al haber estado agachada tanto rato y con
frío.
Dracó se
sobresaltó al observar cómo alguien salía de entre las sombras, levantó su
varita en signo de protección, al estar encendida y al haberse acercado a una
de las ventanas próximas al escondrijo de la chica, pudo ver mejor de quien se
trataba.
-Hola –saludó Luna con su típico y fino
tono de voz mientras se acercaba a él a paso lento.
-Me has dado un susto de muerte
–contestó él lanzando un suspiro y frunciendo el ceño.
-Lo siento.
-¿Se puede saber qué haces aquí a
estas horas?
-Necesitaba hablar contigo.
El chico no
dijo nada, simplemente mantuvo el semblante serio y se limitó a contemplarla.
Luna intuía que le ocurría algo, lo notaba en sus ojos, decidió continuar.
-Esta mañana, cuando nos chocamos y
se nos cayeron los libros, debiste de coger mi diario porque no lo encuentro.
Como hoy no te he visto en la cena, quería esperarte a que pasases por aquí
haciendo la ronda para que me dijeras cuando me lo podías devolver y que
pudiésemos seguir hablando.
Draco
arqueó una ceja, apartó la mirada de ella y se dirigió hacia la ventana que
había a su lado dando la espalda a la joven, no tenía ganas de hablar.
Sin embargo,
Luna se acercó más a él, iba a posar una mano en su hombro pero algo le hizo
desistir.
-También quería decirte que este
fin de semana va a haber una salida a Hogsmeade. Voy a ir con…
-¿La chica Weasley y compañía,
verdad? –interrumpió el chico cruzándose de brazos y aún sin mirarla- Supongo
que también ira Potter.
-No lo sé, pero Ginny y Neville,
sí.
-¿Por qué te juntas con Longbottom?
–preguntó de sopetón dándose al vuelta hacia ella de nuevo.
-¿Por qué no habría de hacerlo?
–preguntó ella con tranquilidad como respuesta.
-Porque… ¡porque no lo entiendo!
–frunció el ceño-. Es un zoquete en todo, Luna, tú estás por encima de él. No
me gusta cómo te mira –empezaba a hablar algo abruptamente, notaba cómo le
empezaba a hervir la sangre.
-¿Estás celoso?
Él chico no
se atrevió a contestar, simplemente se limitó a continuar en su postura.
Se produjo
un prolongado silencio, Luna se quedó mirando a Draco detenidamente
procesándole una intensa y pensativa mirada, escudriñando su rostro.
-Neville y Ginny son de las pocas
personas que han sabido conocerme y han tenido interés en mí –contestó hablando
sin muestra de enfado, sino más bien en una nota de decepción o disgusto-, los
únicos amigos que me ayudan aquí. Te agradecería que no les insultases más sí… me
aprecias como dices.
-¿Y qué quieres que haga? ¿Que los
trate como mis amigos del alma? ¿Es que no sabes ya cómo me llevo con todos
ellos? Tengo mis motivos para tratarles así.
-¿Y son buenos motivos de verdad?
–siguió tranquila.
-¡Lo son!
-No pretendo que te lleves bien con
ellos, sino que los respetes, que no les ataques, por mí… Al igual que yo
aguanto otras cosas…
-¿Qué cosas? -dijo enseguida con seriedad,
sentía su rabia aumentar.
-Parkinson…-dijo apartando la
mirada.
El chico
suspiró con exasperación y miró hacia otro lado también. Era cierto, la amiga
de Draco seguía igual de pesada que siempre esos días atrás desde el cumpleaños
de Luna, y él no parecía dar muchas señales de que su comportamiento le
disgustase. Mientras, Luna, que no podía hablar ni estar con él siempre que
quería, tenía que aguantar cómo Pansy le intentaba tratar como si fuese su
novio, en las clases, en el comedor… Definitivamente, los celos eran la peor sensación
para Luna, nunca se había visto a sí misma de esa manera.
-Ya lo hemos hablado –dijo ella de
nuevo, mirando al suelo-. Sé que para ti sería complicado decir que estás
conmigo, nadie a tu alrededor lo aceptaría –se encogió de hombros hablando con
naturalidad-. Se supone que tenemos una tapadera, que cada uno va por su lado
como si nada, como si no nos conociésemos, que nuestros entornos y las personas
que están en él no se llevan bien con las del otro, pero ya que esto va a ser
difícil, lo lógico es que cada uno siga con sus amigos y que nos tratemos de
entender. Ya lo sabes, no pretendo que aceptes a ninguno de mis amigos, ya que
con quien estás es conmigo no con ellos, pero sí que no me impidas seguir a su
lado, igual que haces tú con los tuyos. No pretendo meterme más en lo que te
pase con Harry, tampoco creo que pueda hacerte cambiar de opinión, pero somos
de entornos e ideas distintas y si, sorprendentemente, nos…gustamos –no se
atrevía a poner una calificación más importante a lo sentían de momento- por lo
menos creo debemos respetar eso.
-Haces una maraña de todo –dijo él tras
un momento de silencio, cansado por ese discurso y con menos enfado en la voz.
-No he encontrado otra forma de
explicarlo –se encogió de hombros-. No has contestado a mi pregunta –alzó la
mirada hacia los ojos del chico de manera inocente.
-¿Cual? –la miró de reojo.
-¿Estás celoso?
-Puede…- dijo apartando la mirada
por completo de ella y escuchándola avanzar hacia él.
-Pues no hay motivo –dijo mucho más
cerca, al oído del muchacho, algo preocupada.
-Vete a dónde quieras…-dijo para
después alejarse con rapidez del apartado rincón del pasillo desapareciendo de
la vista de la chica.
Luna se quedó estática contemplando
su decidida marcha con los ojos muy abiertos, quedándose con el rostro confuso
del chico en la mente. Parecía cansado, enfadado pero a la vez muy dubitativo,
todo ello en sus facciones.
¿Qué acababa de pasar?
¿Estaría Draco muy enfadado con
ella? Tan sólo quería poner las cosas claras y ser justa.
Sí el podía estar
con sus amigos, ¿por qué ella no?
¿Por qué esos celos?
-¡Draco, espera! –corrió tras él
sin pensarlo, simplemente un impulso le decía que debía aclararlo todo en ese
mismo instante o, si no, se arrepentiría.
No tuvo que
darse demasiada prisa, sin embargo corría nerviosa. Al pasar una esquina pudo
encontrarle caminando a paso ligero. Él trataba de resistirse a su llamada, se
resistía a caer, sentía que si Luna se volvía a acercar y le susurraba de nuevo
al oído como había hecho con una dulzura y una tierna sensualidad de la que
ella no era en absoluto consciente, no podría evitar estrecharla entre sus
brazos y tomar como suyos esos finos labios que conseguían llevarle hacia la
más extrema de las locuras. Cuando la chica pronunciaba su nombre algo le impulsaba
parar, era el mismo sentimiento que hacía que Luna le buscase a él con ansias
de aclarar las cosas.
Decidió
parar y darse la vuelta con lentitud. Luna tras eso frenó un poco el paso. El
duro genio del Slytherin parecía debilitarse al contemplarla de esa manera; la
chica caminaba decidida, con los ojos y el rostro inocente, la luz de la luna
iluminada su pálida piel y su larga y rizada melena rubia ondeante, desordenada
hasta la cintura, sus mejillas estaban algo sonrosadas por el frío y tiritaba
levemente, había pasado demasiado tiempo en el pasillo.
-Draco… ¿te encuentras bien? Sé que
te ocurre algo…-afirmaba parándose frente a él-, lo noto… Ya sabes que me lo
puedes contar…
-Lo sé… -respondió fríamente el
muchacho, mirándola directamente, apartando ese sentimiento de debilidad que
Luna le hacía sentir-, guardas muy bien tus secretos cuando te interesa.
La chica se extrañó.
-¿A qué te refieres?
-¡Eres una descuidada! –exclamó
furioso, sus ojos grises centelleaban encontrándose con los de una Luna sobresaltada,
nunca le había visto así.
-¿Pero, qué he hecho?
-No… qué no has hecho. ¡Se te ha
olvidado contarme muchas cosas! –Draco sentía que estaba a punto de lanzar un
grito que conseguiría despertar a todo el castillo.
Luna ya
estaba muy segura de que algo importante sucedía. Al observar bien el
comportamiento de Draco desde esa tarde, su mirada y sus palabras, empezaba a
sospechar algo que ella creía descabellado. Algo en su interior le decía que
cabía la posibilidad de que su novio hubiera cometido un acto poco considerado,
no pensaba que él, después de todo lo que habían pasado juntos, hubiera hecho
lo que se estaba temiendo en ese momento, más bien, no quería creerlo.
Entonces
fue cuando volvieron a hablarse con la mirada, Luna había hallado el motivo por
el cual el chico estaba enfadado. Un sentimiento de dolor y decepción comenzaba
a apoderarse de ella, se le hacía un nudo en la garganta por la congoja y el
corazón le dio un vuelco doloroso.
-Dime, Luna –dijo decidiendo que
era el momento de romper el silencio tras unos segundos manteniendo sus miradas
fijas en el contrario-, ¿cuándo pensabas decirme que eres miembro de ese grupo
al que llamas E.D. junto a esos traidores que siguen a Potter y a Dumbledore?
No se te ocurra negarlo. ¡Sé todo lo que hacéis!
La chica
permaneció en silencio con los ojos muy abiertos, bajó un poco la cabeza sin
mostrar emoción alguna en sus facciones rompiendo la conexión de miradas que la
pareja tenía durante largo rato. Tras eso, pareció estar petrificada.
Él por su
parte se ponía nervioso, por más que lo intentó no pudo evitar delatarse. La
poca resistencia y respeto que tenía hacia la chica se vieron reducidos a
cenizas esa tarde, la desconfianza le llevó a sumergirse en las páginas del
diario secreto de Luna, dónde pudo conocerla mejor, meterse en sus pensamientos
y llevarse una decepción, una señal más clara de que eran muy diferentes, eso
le dolía, pero jamás lo iba admitir, le dolía porque, tras todo lo que pudo
descubrir en el diario, también él ocupaba buena parte de esas páginas que
demostraban que Luna le quería, y mucho, guardaba para él los mejores y más puros
sentimientos de su inocente corazón, sólo comparados a los sentimientos de
amistad que señalaba que eran para algunos de los nuevos amigos que Luna estaba
haciendo ese curso, lo que le hacía sentirse algo celoso. Quedó maravillado al
leer lo que la chica sentía por él en el fondo, pero sentía que eso no bastaba,
le había ocultado que era miembro del ese E.D, que pertenecía a los “traidores
a la sangre”. Ya no sabía qué sentir ni que esperar de ella.
Un silencio
sepulcral volvía a invadir el pasillo, Luna aún permanecía inmóvil y Draco la
miraba con una mezcla explosiva de emociones en su interior.
-¿Por qué lo has leído? –musitó al
fin la chica.
-¿Y tú por qué no me lo has contado?
-Necesitaba tiempo –respondió sin
cambiar el tono de voz.
-¿Tiempo? Tiempo para que os echen
a todos. ¡Es una insensatez! -se acercó a ella- ¡Esto era lo que la directora y
la Brigada llevábamos todo el curso buscando! –la tomó por los hombros y,
alterado, la agitó levemente– No te das cuenta de la gravedad de la situación.
Te van a expulsar por seguir al idiota de Potter.
-¿Por qué lo has leído? –repitió la
joven alzando el rostro, decepcionada e inundada en lágrimas, Draco sintió de
nuevo esa molesta punzada en el corazón que tanto odiaba sentir al verla
llorar-… ¿Por qué?
Él la soltó
con lentitud intentando sosegarse y algo sorprendido de que ella no saliera de
esa pregunta, cualquier otra persona habría comenzado a explicarse
agitadamente. Continuaron contemplándose en silencio. Las cristalinas lágrimas
de Luna se multiplicaban por su perlado rostro rompiendo en ese momento el
aspecto distraído, soñador e impasible que solía caracterizarla. Continuaba
preguntándole “¿por qué lo has leído?”
a través de su mirada, lo que hacía despertar de nuevo la conciencia en Draco y
que esa punzada que sentía se volviese más dolorosa.
-Ya está bien –dijo él tras un
prolongado silencio– deja de llorar –casi iba a empezar a suplicar.
-Explícame porque –respondió Luna
recobrando un poco la compostura pero aún sollozante-. Tú sabías su
significado, su valor sentimental…
Él no respondió, simplemente
frunció un poco el ceño y bajó su mirada, no se atrevía a enfrentase a esos
ojos. Luna continuó hablando.
-No pretendía ocultarte nada sólo
buscaba la forma de hacerte entender las cosas… ¿Sabes por qué?
El
Slytherin seguía en las mismas, giró un poco el cuerpo para posar su vista en
la ventana más próxima que tenía evitando a la chica por completo. Los leves
sollozos que lanzaba parecían despertar el frío corazón del muchacho por unos
instantes, pero su orgullo y su genio eran más fuertes, por eso evitaba sus
ojos, porque si la volvía a mirar tan herida y decepcionada como se sentía en
ese instante él caería, se tendría que rendir, pero también se sentía decepcionado,
por lo que aguantaría.
-¿Sabes porque me has llegado a
gustar, Draco? –siguió Luna con la voz más serena secándose las lágrimas con la
manga de la camiseta. Permaneció un instante en silencio para tomar aire y sin
esperar respuesta alguna- Con todo lo que nos ha pasado desde el pacto, me
alegra decir que he llegado a quitarte esa máscara que tienes, como me propuse
desde un principio, y me ha gustado el Draco que he conocido. Aunque tú no
quieras admitirlo, no eres en absoluto como te muestras ante todos los demás… Por
eso… has llegado a mi corazón… y pensaba que el verdadero Draco Malfoy, como me
ha estado demostrando desde nuestro primer y verdadero beso, sabría entenderme,
porque haces que me sienta especial. Tenía la esperanza de que con todo lo que
te he contado sobre el diario, lo respetases. Pensé que yo también te importaba
de la misma manera que tú me importas a mí… No pretendía esconderte nada…
porque te quiero… y lo sabes.
-Puede que ese sea el problema…
-habló por fin el muchacho arrastrando las palabras, entristecido, sin muestra
de enfado-, que tú y yo no debemos querernos, que somos demasiado diferentes
–hablaba con nervios en su interior-. Te engañas –dijo dándose la vuelta
haciendo ahínco de la poca valentía que tenía para mirarla a la cara-, no hay
dos Draco Malfoy. Y estoy cansado de que nos hagamos daño.
-¡Sí que hay dos Draco!
–interrumpió ella de repente con algo de brusquedad, cosa que a ambos extrañó.
Estaba nerviosa, se temía hacia dónde quería ir a parar.
-Esto sólo nos va a dar problemas.
Como has dicho antes, somos de entornos distintos. No está bien. Es demasiado…
El
semblante de Luna volvió a petrificarse, sólo el intenso brillo de sus llorosos
ojos mostraban lo que sentía, esas ganas de estallar en llanto como nunca había
hecho por nadie desde el fallecimiento de su madre. Ahora notaba como su mundo
se iba a derrumbar de nuevo en cuanto el chico que más le importaba dijera
directamente lo que se estaban transmitiendo por la mirada.
-Se acabó el juego…-dijo el
Slytherin mirándola impasible.
Sin
embargo, ninguno quería moverse de allí, ansiaban abalanzarse a los brazos del
otro pudiendo olvidarlo todo, sintiendo que no existía nadie más que ellos. Su
cariño era más fuerte.
Él sabía,
después de todo lo que había leído y ella le había dicho, que Luna no mentía,
le quería y él a ella también, pero, si lo pensaba, jamás se lo había
dicho…Siempre era ella la que pronunciaba los “te quiero”. Él sólo la
obsequiaba con cosas materiales o se limitaba a perderse en las sensaciones que
le hacían sentir sus besos, no estaba en su carácter decir muchas palabras de
afecto. A pesar de todo lo que sabía de ella, quería a Luna Lovegood como jamás
quiso a nadie, pero su miedo a lo que a ambos les rodeaba era más fuerte, por
lo que le dolió decir lo que en ese momento dijo, aunque pensaba que era lo
justo y lo adecuado para que todo eso terminase y para que ella no quisiera
volver a acercarse a él. Tomó aire y:
-Nunca debí robarte el diario.
Esas palabras cayeron como un balde
agua fría para los dos.
-¿Qué? –intentó preguntar con un
finísimo tono de voz, rota por la emoción.
-Piénsalo, eres amiga de Potter…
Sólo debía acercarme a ti, buscar algo sospechoso, y ya tengo todo lo que
necesito para que lo expulsen –era la primera vez que Draco Malfoy se sentía
como una vil basura, y encima siendo sincero, confesando lo que en verdad
pretendía hacer al principio mucho antes de llegar a conocerla mejor-. Pero las
cosas se han descontrolado…
A Luna le
dio un vuelco el corazón, su perfecto mundo con el chico que logró introducirse
en sus sueños se rompió en mil pedazos y se transformó en un vulgar teatro en
el que ella fue la protagonista tentada por las farsas, todo cobraba sentido.
¿De qué otra forma Draco Malfoy se hubiese fijado en ella y hubieran colaborado
juntos?
-¿Me estás diciendo que todo ha
sido mentira? ¿Has intentado que me
enamorara de ti para averiguar cosas de Harry?
Él guardó silencio con los puños
apretados.
Por otro
lado si Luna lo pensaba, no entendía por qué Draco se indignó tanto al
descubrir que ella estaba involucrada con el E.D, si lo que él decía era
verdad, ella de alguna forma habría entrado también el frió corazón del chico, si
no, no hubiese protestado tanto…o quizás sólo fuese una estratagema para que
ella le dijese más cosas. Ya no entendía nada, no sabía qué pensar. Solo veía
que lo perdía, que había sido traicionada y que le habían arrebatado el objeto
más preciado que poseía.
-No quiero saber nada más de ti,
Lovegood –dijo con la voz algo quebrada, se detuvo para recuperar la
compostura-, estoy cansado… y el qué dirán…pesa.
Guardó
silencio, quería alejare de allí lo antes posible, sentía que si volvía a ver
un lágrima recorrer las mejillas de Luna su mundo se derrumbaría por completo.
Luna iba
empezar a llorar de nuevo, estaba cabizbaja, con los hombros caídos y
aguantando todo lo que podía sus sollozos.
Un nuevo
impulso de acercarse a Luna intentó apoderarse del chico, se limitó a caminar
hacia el final del pasillo para desaparecer por una esquina. Cuando se alejó de
la ventaba y pasó al lado de Luna, no pudo evitar tener un último contacto con
ella, intuía que era el último, tan sólo un simple roce con sus suaves y
heladas manos al tenerla de lado, breve pero sólo eso bastó para que ambos
volviesen a sentir el latido de sus corazones.
Ella no se
movió sólo abrió más los ojos con sorpresa por ese acto, no sabía si lo hizo a
posta por lo que no quiso y no pudo reaccionar más que de esa manera. Escuchaba
los apresurados pasos del muchacho tras de sí y le daba mil vueltas a todo lo
que se habían dicho quedándose otra vez
sola en el pasillo.
Él
intentaba huir de todo; de la mirada de Luna, de ese dolor que parecía
apuñalarle el pecho. Un piso más abajo, entró en el aula más cercana y fue en
ese momento cuando toda la rabia, la tristeza, la impotencia, el miedo
terminaron apoderándose de él… estalló en llanto y empezó a golpear con furia
los muebles de la estancia, maldecía y se repetía mil veces lo miserable que
era y el daño que acababa de hacer a la personas más especial y única que se
dignó a mirarle con otro ojos e intentar comprenderle.
Se sentó en
el banco de un pupitre apoyando los codos en las rodillas y tapándose la cara
con las manos, lloraba como hacía mucho que no lo hacía por nada ni por nadie.
Le resultó
muy difícil mirar a Luna a la cara mientras ponía la excusa de que intentó
sonsacarle información metiéndose en su corazón sólo por hundir a Potter. Pero
tras pasarse toda la tarde leyendo el diario veía muy claramente que ella no
merecía a alguien como él, como dijo, las diferencias eran demasiado grandes y
aún le costaba admitir que pertenecía al E.D. Sabía que a ella lo que la gente
dijera le daba igual, que podría aguantar el entorno en el que él vivía y se
callaría muchas cosas, por lo que no vio otra forma que hacerla daño para
alejarla y “abrirle” los ojos.
Se quedó
pensativo y estático en el banco con la mirada perdida y es rostro de Luna en
la mente unos minutos eternos.
Por otra
parte, un instante después de que Draco desapareciese del pasillo Luna se giró
contemplando de nuevo el camino tomado por el chico esta vez sin intención
alguna de seguirle. Se secó de nuevo las lágrimas, ya no había nada que hacer
en esos oscuros y fríos corredores. Comenzó a caminar a paso lento hacia su
sala común, cuantas más lágrimas enjugaba más brotaban. Resolvió el enigma
planteado en la entrada de la sala de las águilas y al entrar el cambio de
temperatura era notable. Agilizó el paso buscando su dormitorio echando de
menos la calidez de las sábanas. Estaba agotada, hundida, lo único que quería
era llorar no podía borrar el rostro de enfado y decepción de Draco cuando le
encontró en el pasillo para luego tornarse impasible y decirla que no quería
volver a saber nada de ella, despreciándola como si fuese la persona más
insignificante del mundo, así se sentía en ese momento. Se quitó los zapatos y
se tumbó en la cama acurrucándose con las gruesas sábanas por fin. Lloraba en silencio
observando el cielo nocturno por la ventana mientras recordaba todo lo vivido
con Draco, los momentos que tanto atesoraba habían sido mentira junto a los
besos regalados…
No podía
haber sido todo una mentira, una parte de ella se negaba a creerlo. Algo le
decía que Draco no estaba siendo del todo sincero, lo veía en él, su mirada le
delataba. La había utilizado y aún así quería esperar a que él mismo se
aclarase con lo que le pasaba y lo que sentía, ella no podría hacer nada más
que dejar pasar el tiempo y ver las reacciones del chico.
Su
preocupación aumentaba al acordase de sus nuevos amigos, si todo lo confesado
por Draco era cierto, al día siguiente el E.D. sería descubierto gracias a
ella, tras eso terminaría de hundirse por completo perdiendo a más personas que
la importan.
Quizás
Draco tuviera razón y era verdad que no poseía una máscara de sentimientos.
Ya no sabía
qué esperar, ni qué sentir, ni qué hacer, ni qué pensar tan solo quería llorar
para desahogarse.
Lloró alumbrada por la luz de la
luna hasta que se vio rendida por el sueño.
Al día
siguiente despertó tarde, con un punzante dolor de garganta y se sentía
mareada. La noche fue horrible en todos los sentidos. Y esperaba que a esas
alturas sus compañeras de habitación estuvieran cuchicheando sobre la formación
de un grupo de clandestino llamado Ejército de Dumbledore que había sido
interceptado por Umbridge, y no sólo ellas, sino todo el colegio suponía que
Harry estaría haciendo la maleta o estaría siendo torturado por la suma
inquisidora mientras la Brigada estaría regocijándose en su trabajo bien hecho
mientras los demás integrantes del E.D estarían enterándose de quién fue la
traidora, pero para su sorpresa no fue así. Pudo notar desde que salió de la
sala común que era un día normal.
Caminaba
hacia el Gran Comedor con lentitud, aún tenía mucho sueño, no pudo disimular
sus ojeras ni la hinchazón de sus ojos. No se había preocupado en arreglarse
demasiado el cabello y se había puesto por encima la bufanda del uniforme para
cuidarse la garganta. Hacía mucho frío esa mañana, recordó cómo pasó la espera
en el pasillo helado sentada al alfeizar de la ventana. Sentía migraña. No
tenía ganas de nada, pensaba incluso en regresar a su cuarto para no tener que
toparse con Draco en el Gran Comedor nada más empezar la mañana. Lo pensó, iría
a ver cómo estaba el ambiente en comedor para terminar de asegurarse de que no
había ocurrido nada extraño con E.D. cuando de repente se topó con Ginny.
-Buenos días, Luna –saludó la joven
bastante cordial empezando a caminar junto a ella. No parecía preocupada y la
recibió con una sonrisa a la que Luna respondió con disimulada naturalidad y
serena- ¿Qué tal?
-Hola.
-Tienes mala cara –la miró
preocupada.
-Bueno, no he dormido bien.
-¿Y eso?
-He tenido pesadillas, parecían
demasiado reales… Y creo que me estoy constipando.
-Vaya, será mejor que desayunes
bien, verás cómo te encuentras mejor.
-Sí...-musitó desganada.
Ginny le
dio el indicio de que no había ocurrido nada grave al avisarla de que esa tarde
había reunión con el E.D. Más aliviada, hablaron de trivialidades hasta que
llegaron a la entrada del Gran Comedor y cuando se separaron contempló la mesa
de Gryffindor, observó que Harry y sus amigos empezaban el día con normalidad.
Al acercarse a buscar un sitio en la mesa de Ravenclaw no pudo evitar buscar a
Draco con la mirada, como había estado haciendo días atrás, no le encontró a
pesar de que ella ya llegaba tarde al desayuno. Decidió no torturarse y
centrarse en pasar el día esperando que no hubiese incidentes.
De repente
un pequeño avión de papel aterrizó en su plato vacío mientras se disponía a
servirse un poco de zumo de calabaza. Extrañada, lo abrió enseguida con
discreción, conocía la figura de sobra. Dentro venían las señas de un aula en
el segundo piso, debía estar allí antes de que empezase la primera clase, no
ponía nombre alguno. Luna se levantó con rapidez y salió del Gran Comedor
dejando de lado el desayuno, quedaba muy poco para la primera clase.
Una vez
enfrente del aula tomó aire antes de abrir la puerta, entró con decisión pero
la clase estaba vacía. Algo situado en el pupitre de la última fila llamó su
atención, había un maletín de cuero marrón entreabierto del que salía un
destello.
Sorprendida
por el descubrimiento, se acercó a por el objeto y lo terminó de abrir con
lentitud a la vez que reconoció a quién pertenecía. Su corazón volvió a dar un
vuelco al contemplar el contenido del maletín, Draco le había devuelto el
diario. No venía solo, también estaba su réplica, la que sólo tenía escrita las
conversaciones del chico con ella. Cabizbaja, los recogió dejando el maletín
vacío y donde estaba.
Ese acto
daba entender que todo había terminado,
que ya no hablarían ni compartirían ese vínculo. Draco pretendía olvidarla por
completo, por lo que sólo era cuestión de tiempo que le contara a Umbridge todo
lo que había averiguado.
Salió en silencio del aula con los diarios en
la mano derramando una lágrima traicionera.
El resto
del día fue muy pesado y aburrido para la Ravenclaw, las clases se le hacían eternas
y se distraía con facilidad, hasta que por la tarde, después de las últimas
clases y de almorzar obligada por Ginny, que notaba que a su amiga le ocurría
algo serio. Empezaba a encontrarse mejor, pero en su interior era una maraña de
tristeza, nervios y dudas.
Se dirigió
a su clase de defensa con el E.D. junto con Ginny. Le extrañó que el pasillo
estuviera más silencioso que de costumbre mientras caminaba hacia la Sala de
los Menesteres. No entendía nada, si Draco pensaba confesar ¿por qué no lo había
hecho ya con la mínima ocasión?
La clase empezó bien, consiguió
distraerse durante un momento.
De repente,
un estruendo hizo silenciar a todos los presentes. Aturdidos comenzaron a
escuchar las indicaciones de Harry para que saliesen deprisa de la sala y se
dispersasen.
En ese
momento Luna, con los ojos fijos en la entrada, notó cómo la tomaban del brazo.
-Corre, Luna –le dijo Ginny
nerviosa seguida de Neville junto con los gemelos Fred y George.
La chica
reaccionó y el grupo salió corriendo despavorido buscando un lugar seguro y
dividiéndose poco a poco. Estuvieron horas sin tener noticias de si había
pasado el peligro pero una cosa estaba clara, el E.D había sido descubierto,
aunque no fue como Luna pensaba.
Como más
tarde se supo, Draco y unos cuantos más divisaron a Harry, ella sabía que no
dejaría pasar la oportunidad, pero lo que más le sorprendió fue que el delator
había sido una compañera de su misma casa, la amiga de Cho Chang, Marietta
Edgecombe, quien recibió su castigo al instante encerrándose en la enfermería.
Dumbledore había escapado y todos los miembros del E.D. debían prepararse para
un severo castigo por, la oficialmente proclamada por el Ministerio, directora
Umbridge.
En esos momentos
Luna sólo era capaz de preguntarse por qué Draco no hizo lo que pretendía desde
un principio, lo que le hizo aumentar su esperanza respecto a si ocupaba o
había ocupado un espacio en el frío corazón del Slytherin.

No hay comentarios:
Publicar un comentario