SOY UN CALCETÍN
Esta mañana me he levantado
siendo un calcetín blanco, enrollado junto a mi gemelo y apretujado y calentito
entre la multitud de prendas en el diminuto cajón de lo que suele ser mi mesita
de noche. Por un hueco entra una rendija de luz amarilla, mi verdadero yo debe
de haber empezado ya el día y esa luz debe ser la de la lampara encima de la
mesita. Es curioso, ahora que miro los cajones desde el interior se me hace más
grande. Parece que no, pero tengo bastantes calcetines dentro de mi uso de
diario... Creo que tener bastante ropa interior ya te hace una persona más o
menos afortunada.
Entre las diversas telas
sintéticas y el algodón escucho un leve sollozo, provenía de otro de mis
compañeros calcetines, aunque el resto no parecía hacerle demasiado caso...
Un calcetín amarillo lloraba
la ausencia de su pareja y contaba que desde su aventura a la lavadora no le
había vuelto a ver.
En ese momento intenté
tranquilizarle diciéndole que quizá es que se había quedado rezagado en el
cesto de la ropa sucia en un descuido de su dueña, pero que seguramente en el
siguiente lavado se reencontrarían.
Dicen que un calcetín no es
nada sin su otra pareja, pero quizás eso no sea así. Uno puede ser muchas
cosas: una marioneta, un plumero, un peluche, un monedero, una bolsa... Raro,
pero no imposible si uno se reutiliza... La aventura de ser un solo individuo,
o en este caso una sola prenda te puede abrir más puertas.
Estuve un rato consolando al
pobre calcetín y el resto de telas coloridas se unieron para reconfortarle, no
había por qué ponerse en lo peor. Además seguro que su amigo se acordaba de él.
Parece que no somos gran
cosa al ser tan pequeños y permanecer tanto rato en contacto con tan curiosas y
olorosas partes del cuerpo como lo son los pies, pero siempre nos echan de menos
cuando llega el frío y nos cosen y nos quitan las bolitas para que sigamos
durando. Ser pequeño no es ser insignificante.
De repente se abre al cajón
de una forma muy brusca y ruidosa, una mano rebusca entre la el montoncito de
calcetines y coge otro par de color negro con bordados azules -creo que esos me
los regaló mi abuela...- y vuelve a cerrar.
Me da la impresión de que hoy no voy a
tener mucho que hacer dentro de este cajón salvo saber ponerme en el lugar de
las prendas cotidianas que suelo pasar por alto, pero, por lo menos hemos
conseguido que el calcetín amarillo no pierda la esperanza.
"La vida exige a todo individuo una contribución y depende del individuo descubrir en qué consiste."
(Viktor Frankl).

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