24 abril 2018



SOY UN CALCETÍN




Esta mañana me he levantado siendo un calcetín blanco, enrollado junto a mi gemelo y apretujado y calentito entre la multitud de prendas en el diminuto cajón de lo que suele ser mi mesita de noche. Por un hueco entra una rendija de luz amarilla, mi verdadero yo debe de haber empezado ya el día y esa luz debe ser la de la lampara encima de la mesita. Es curioso, ahora que miro los cajones desde el interior se me hace más grande. Parece que no, pero tengo bastantes calcetines dentro de mi uso de diario... Creo que tener bastante ropa interior ya te hace una persona más o menos afortunada.
Entre las diversas telas sintéticas y el algodón escucho un leve sollozo, provenía de otro de mis compañeros calcetines, aunque el resto no parecía hacerle demasiado caso...
Un calcetín amarillo lloraba la ausencia de su pareja y contaba que desde su aventura a la lavadora no le había vuelto a ver.
En ese momento intenté tranquilizarle diciéndole que quizá es que se había quedado rezagado en el cesto de la ropa sucia en un descuido de su dueña, pero que seguramente en el siguiente lavado se reencontrarían.
Dicen que un calcetín no es nada sin su otra pareja, pero quizás eso no sea así. Uno puede ser muchas cosas: una marioneta, un plumero, un peluche, un monedero, una bolsa... Raro, pero no imposible si uno se reutiliza... La aventura de ser un solo individuo, o en este caso una sola prenda te puede abrir más puertas.
Estuve un rato consolando al pobre calcetín y el resto de telas coloridas se unieron para reconfortarle, no había por qué ponerse en lo peor. Además seguro que su amigo se acordaba de él.
Parece que no somos gran cosa al ser tan pequeños y permanecer tanto rato en contacto con tan curiosas y olorosas partes del cuerpo como lo son los pies, pero siempre nos echan de menos cuando llega el frío y nos cosen y nos quitan las bolitas para que sigamos durando. Ser pequeño no es ser insignificante.
De repente se abre al cajón de una forma muy brusca y ruidosa, una mano rebusca entre la el montoncito de calcetines y coge otro par de color negro con bordados azules -creo que esos me los regaló mi abuela...- y vuelve a cerrar.
Me da la impresión de que hoy no voy a tener mucho que hacer dentro de este cajón salvo saber ponerme en el lugar de las prendas cotidianas que suelo pasar por alto, pero, por lo menos hemos conseguido que el calcetín amarillo no pierda la esperanza.


"La vida exige a todo individuo una contribución y depende del individuo descubrir en qué consiste."  
(Viktor Frankl).


No hay comentarios:

Publicar un comentario