15 abril 2018

Cap25☆


Capítulo 25:

Feliz cumpleaños

         Tras un profundo y placentero sueño Luna despertaba poco a poco algo deslumbrada por la clara luz de esa mañana de un domingo que prometía estar repleto de sorpresas. Era su decimocuarto cumpleaños, volvería a ver a su madre por un momento, sonrió aún con los ojos cerrados pensando en ello.

       Desperezándose, contenta, su segundo pensamiento nada más incorporarse en la cama fue que el día anterior Draco y ella se habían hecho oficialmente novios, novios secretos, pero al fin y al cabo dispuestos a estar unidos. Ella lo sentía así, sabía que costaría, pero por otra parte, pensó que sería emocionante ir en secreto por un tiempo, veía ese aspecto de la relación bastante atractivo. Draco estaba dispuesto a estar con ella, correspondía a esos locos y maravillosos sentimientos que sólo sentía con él. Pensaba que lo sucedido el día anterior era como si le hubiesen dado un regalo de cumpleaños anticipado. No se entendía a sí misma, pero esa era la realidad y le encantaba, Draco Malfoy estaba entrando de lleno en su corazón. Nunca pensó que ambos pudieran sentirse así. Se le dibujó una sonrisa más amplia en el rostro.

     Se levanto dispuesta a prepararse para bajar a desayunar, lamentablemente su uniforme estaba en la lavandería y el segundo de repuesto seguía sin aparecer, por lo que tendría que volver a vestirse con ropa de calle, como muchas veces hacía, incluyendo el día anterior. No entendía para qué querrían los Nargles un uniforme de Ravenclaw de talla pequeña, sólo esperaba que se cansasen de las cosas que se habían llevado y que las devolviesen pronto, sí no, podrían castigarla por no llevar uniforme. Tenía pensado poner carteles.

        Una vez vestida, se dirigió hacia el baño más cercano y tras asearse se miró al espejo –Ya tengo catorce años…Cómo pasa el tiempo- pensaba observando su reflejo con atención muy contenta, decidió cepillarse bien el pelo y recogerlo en un voluminoso moño –Quizás a él le guste, además, ahora se me ven más los pendientes- mostró una sonrisa.

      Comenzó a caminar hacia el Gran Comedor pensando en su desayuno, por una esquina del amplio pasillo le pareció divisar una larga melena pelirroja, se detuvo un momento pensando que podría ser Ginny, por lo que se disponía a saludarla, pero cuando retrocedió en sus pasos para ver de quién se trataba logró escuchar “¡Ahí está!” y unos pasos apresurados de varias personas alejándose del pasillo.

-Qué raro –musitó Luna-, juraría que era Ginny…-la chica se encogió de hombros y siguió su camino hacia el comedor.

         Notaba algo raro en los amplios corredores, había más silencio que de costumbre, las miradas de los alumnos estaban más apagadas y malhumoradas, caminaban en grupos amplios sólo con gente de su misma casa. De pronto, recordó uno de los decretos nuevos de los que Draco le hablo la tarde anterior: ningún alumno podía hablar con gente ajena a su casa fuera de clase. Luna lo entendió, era una de las estratagemas de la Suma Inquisidora, casi directora, para descubrir posibles complots contra ella y su dictadura. El E.D, por suerte, se las estaba arreglando bien para esconderse por el momento.

          Ese pensamiento despertó en la chica una leve preocupación, ¿sería oportuno decirle algo a Draco sobre sus reuniones secretas? No, no lo era, al menos no de momento. Él era el jefe de la Brigada Inquisitorial dispuesto a destapar cualquier “amenaza” contra el mandato de Umbridge, del cual podía sacar muchos puntos para Slytherin y logros en sus notas, y Luna sabía a su pesar que Draco deseaba aprovechar cualquier oportunidad para chafar los planes de Harry Potter y verlo expulsado, algo que ella no veía justo, pero en las discusiones entre Harry y él no quería meterse. Aún así se encontraba en una extraña situación, Draco ahora era su novio y en el E.D estaban sus únicos y nuevos amigos con los que luchaba codo con codo por una causa justa y para saber defenderse como es debido. Pensaba que era demasiado pronto para decírselo, necesitaban confiar más el uno en el otro, por mucho que ambos se gustasen.

           Lanzó un suspiro y ocupó un sitio en la mesa de Ravenclaw, emocionada, se fijó en la mesa de Slytherin para divisar a Draco y, para su sorpresa, chocó con su intensa mirada. El chico ya posaba sus ojos en ella con interés desde que la vio entrar por la puerta del Gran Comedor. Ella le otorgó una pequeña sonrisa que consiguió que él le devolviese otra inconscientemente.

-¿Qué miras Draqui? –preguntó Pansy sacando al muchacho de sus dulces pensamientos con Luna.

-Nada –dijo con fastidió por que le interrumpiesen el contacto de miradas con Luna y por casi ser descubierto-, ¡déjame! ¿Es que no puedo desayunar tranquilo?

-Vale, vale –respondió la Slytherin mosqueada-, sigue atento a la mesa de Ravenclaw -dijo arqueando una ceja.

-¿Como sabes que miraba hacia allí? –preguntó esta vez Zabini mostrando una media sonrisa haciéndose una idea del motivo.

-Porque mira mucho a esa mesa últimamente -soltó con cierto tono de sospecha y arqueando una ceja mirando al rubio de reojo.

-¡Miro lo que me da la gana! –respondió Draco malhumorado ocultando su leve nerviosismo y volviendo a su desayuno.

      Pansy decidió callarse, aunque le mosqueara, no quería que Draco se enfadase de verdad con ella, por lo que decidió ignorar su extraño comportamiento en ese momento y hablar con el resto de sus compañeros dejándole tranquilo.

       En la mesa de Ravenclaw, Luna volvió a concentrarse en su desayuno al ver que Draco no la miraba más y salía de una conversación que al parecer no le puso de muy buen humor tras hablar un momento con Parkinson.

        Esa chica le daba malas vibraciones. No entendía por qué sentía el extraño impulso de mantenerse más alerta cuando la veía junto a Draco, pudo notar que él se encontraba más molesto con la compañía de su amiga Slytherin hacía ya unos días. Le daba igual que Pansy se burlase de ella, pero que se acercara a Draco violando por completo su espacio vital empezaba a molestarla bastante, tendría que controlarse, no se acostumbraba a eso nuevo de los celos.

        Al cabo de un rato, cuando estaba terminando su bol de copos de avena, el profesor Flitwick se acercó a la mesa de Ravenclaw ya muy vacía.

-Buenos días a todos –saludó de buen humor a la mesa en general recibiendo un saludo también de los pocos que quedaban en ella mientras se aproximaba al asiento de Luna-. Señorita Lovegood –la llamó.

-Buenos días, profesor –dijo ella dándose un poco la vuelta dejando su plato mirando sonriente a su tutor-, ¿se le ofrece algo?

-Aquí tengo lo que parece ser un paquete sorpresa para usted. Un familiar suyo me lo envió ayer y me pidió expresamente que, por favor, lo guardase hasta esta mañana –decía mientras que sacaba de su túnica un paquete azul con estrellas amarillas estampadas con un pergamino pegado.

-Muchas gracias, profesor –dijo Luna con emoción mostrando una gran sonrisa.

-No hay de qué, sólo guardé el paquete –dijo riendo contento de ver la cara de de entusiasmo de Luna-. Muchas felicidades señorita Lovegood, que pase un buen día.

-Igualmente -respondió mientras el profesor de encantamientos se disponía a continuar su camino, Luna se percató de que hacía mucho que no le veía sonreír desde que Umbridge empezó a hacerse cargo de cosas importantes en el colegio.

         Los pocos alumnos que había en la mesa se mostraron curiosos de ver a qué se debía el misterioso regalo y lo que había dicho Flitwick, ya que Luna estaba algo alejada de la mayoría, les resultaba raro que alguien fuese detallista con la Lunática de Ravenclaw.

          Luna comenzó a desplegar el pergamino y a leerlo, había recibido una carta bastante larga de su padre, ya se imaginaba que era de él al ser su único familiar vivo. Xenophilius Lovegood escribía a su querida hija deseándola un muy feliz cumpleaños; le preguntaba cómo estaba, qué tal le iba en los estudios y si estaba haciendo amigos ese curso. Junto a la carta, su padre le mandaba el último número de “El Quisquilloso”, tras ojearlo brevemente, posó su atención en el paquete rectangular que parecía bastante sólido, con emoción, lo abrió cuidadosamente. Pudo encontrar una reluciente caja plateada que contenía un fantástico set mágico de dibujo, novedoso y muy bien equipado: con acuarelas, témperas, brillantina, carboncillo, varios tipos de pinceles y un pequeño caballete portátil de madera con plantillas de dibujos con las que practicar y coger ideas, aunque a ella no le faltaban. A Luna le encantó, siempre la había encantado el dibujo, dibujaba a todas horas y por todas partes, los muros de su casa estaban cubiertos de sus obras creadas a través de sus mágicos brotes de imaginación, era un regalo fantástico. Le sorprendió, ya que su padre solía regalarle libros o dulces, en el tema de la moda no solía acertar y a Luna no parecía interesarle mucho, y por navidades ya le regaló dos libros. Todos los detalles que tenía su padre le encantaban, pero esa vez se había superado, nunca tuvo un set de dibujo, encima estaba muy completo, deseaba estrenarlo cuanto antes. Como era mágico, el papel aparecía solo en el caballete cuando lo necesitase, pero aún echaba de menos dibujar en las paredes de su redonda habitación.

         Una de sus compañeras de cuarto se levantaba para salir del comedor tras desayunar sin haber prestado atención a lo que a Luna se le había entregado, pasó cerca de su asiento y se fijó en los objetos que sostenía. Contemplando unas grandes letras encima de la carta que ponían “Feliz Cumpleaños” la chica se emocionó y no pudo evitar acercarse a ella para felicitarla.

-¡Luna, no nos habías dicho que era tu cumple! –dijo con rapidez haciendo que la aludida se sobresaltase muy levemente y mirase a su derecha-. ¡Muchas felicidades! –dijo mostrando una sonrisa.

-Gracias, Fiona –sonrió contenta y sorprendida de que por fin alguien de su casa la felicitase en todos los años que llevaba en Hogwarts.

-¿Qué te han regalado? –dijo sentándose a su lado.

-Pues un set de dibujo marca “Colors & Wishes”.

-Ah, ese es muy moderno –sonrió contemplándolo con verdadero interés en lo que le pasase a Luna-. Si lo llego a saber, te habría traído algo…-dijo algo a apenada.

-No te preocupes, no tienes por qué molestarte…Ya es un regalo tener compañeras como tú -sonrió.

Fiona sonrió alagada por el comentario.

-Bueno, Luna, espero que disfrutes de tu día –dijo dándola un abrazo que la cumpleañera devolvió sorprendida-, nos veremos más tarde –dijo levantándose.

-Que te vaya bien –respondió otorgándola una nueva sonrisa para después volver a posar sus ojos en la carta de su padre.

       Al cabo de un escaso instante, Draco fijo de nuevo la vista en Luna, la encontró concentrada en el pequeño pergamino de papel, lo cual hizo despertar la curiosidad del chico.

Seguramente será una felicitación –pensó-, pero ¿de quién? Quizás de su padre… Y yo no tengo un regalo decente… Espera, Draco, ¿le vas a hacer un regalo a alguien?... Esta chica sí que me está volviendo loco… -sonrió para sí mismo- Aunque, ya se lo dije en la nota…y ya lo tengo listo…y se lo merece…Eso y más… -la contemplaba con discreción observando cómo poco a poco, mientras la chica releía el pergamino, se le iba dibujando una sonrisa en los labios- ¿Qué pondrá?... Espero que no sea un mensaje de uno de los estúpidos Gryffindors amigos suyos –elucubraba arrugando la frente, mosqueado-, ese Longbottom…me da mala espina cuando está con ella. Si le ha mandado algo…

      En ese momento decidió que era hora de poner en marcha el regalo de Luna, la sorpresa iba a durar por lo que tendría que empezar a trabajar pronto en ella, tendría que esquivar a sus amigos y dirigirse a por el diario, pero para eso antes tendría que hablar con ella. Se levantó y rápidamente se dirigió hacia su sala común donde le mandaría uno de sus pequeños mensajes voladores.

        Luna, por su parte, comenzaba a recoger sus regalos de la mesa cuando una flor grande de papel blanco, en forma de rosa pero del tamaño de una quaffle de Quidditch, llegó volando para posarse en sus rodillas, pensó que la mañana estaba siendo sorprendente. Cuando la flor paró de flotar y dar vueltas Luna la desplegó intuyendo que dentro había un mensaje. Esperaba que fuese de Draco, cuando miró hacia la mesa de Slytherin él ya no estaba, a lo mejor se fue por vergüenza de que viese su regalo. Dubitativa, lo abrió por completo y lo que encontró no era un mensaje de su novio, sino un dibujo en movimiento de una tarta con catorce velas bailando encima y en la parte de detrás del dibujo un poema:

¡¡Felicidades por tus catorce primaveras!!
Tenerte como amiga nuestra es una alegría.
De veras.
¡Si supieras!
Te esperamos entusiasmados en la cabaña del guarda para que abras tu regalo.
Pero date prisa, que Fang quiere tarta y si la toca, tendremos que darle un palo.
Tu cumple tenemos ganas de celebrar
No has de tardar.
Te queremos abrazar y felicitar.
Luna lunera,
la cumpleañera.
A las doce en la cabaña.
¡Corre, dale caña!

Ginny, Neville y Hagrid.

         Luna estaba a punto de sufrir un ataque de risa que, eufórica, pudo contener hasta que salió pitando del Gran Comedor hacia su sala común para dejar sus cosas y reunirse con sus amigos en la cabaña de Hagrid hasta que sin poderlo evitar echó a reír mientras caminaba a prisa por el pasillo contenta como una niña pequeña. Estaba más que ilusionada, esa mañana estaba siendo genial. Ginny se había acordado de ella. Recordó haberla comentado, hacía ya tiempo, que su cumpleaños era por esas fechas pero no cayó en la cuenta de que pudiesen congeniar tanto como para que Ginny guardara la fecha tan bien en su memoria. Se sintió alagada y afortunada de tener una amiga como ella al lado. Tampoco esperaba que Neville y Hagrid pusiesen tanto interés en ella, poco a poco Neville la sorprendía cada vez más.

         Abrumada, llegó a su cuarto vacío y dejó sus regalos y cartas a los pies de su mesita de noche. Cuando se incorporó notó cómo caía algo en su moño, al cogerlo pudo observar que se trataba de un avioncito de papel, muy conocido ya por ella. Su corazón dio un vuelco y se sentó en la cama para leer el mensaje. Draco le decía que quedasen en el mismo sitio que la tarde anterior. Seguramente querría pasar el día con ella, pero debía ir también a la cabaña de Hagrid ya que sus amigos se tomaron la molestia de organizarle ese detalle de la fiesta. Decidió ir a hablar un momento con Draco para que se pusiesen de acuerdo.

         Una vez cerca del lago, mientras caminaba por la verde explanada, Luna se dejó hipnotizar por la cálida brisa y el reluciente sol que esperaba con ansias desde que se levantó. Caminando absorta llegó hasta el pequeño escondite camuflado con el extraño árbol con grabados que daba mucha sombra y los densos arbustos. Extendió los brazos en cruz para conectar más con el ambiente que se le regalaba en ese instante. Cuando notó cómo la sujetaban con firmeza y cuidado de su delgada cintura se paralizó, sólo reaccionó cuando la persona que la sujetaba por detrás posó un beso en la nuca descubierta por su recogido de pelo. Se embriagó del olor y la voz de esa persona reconociéndola al instante y sonriendo tímidamente.

-Feliz cumpleaños –dijo Draco mientras ella se daba la vuelta lentamente para mirarle a la cara.

-Gracias –respondió dándole un beso en la mejilla mientras se acercaba más a él para abrazarle.

         Cuando estaban a punto de separarse del abrazo, Draco buscó los labios de la chica y compartieron un cálido y largo beso.

-Estás muy guapa –sonrió seductoramente aunque algo ruborizado mirando el peinado de Luna para no sentirse tan avergonzado si la miraba a los ojos. Sólo se ruborizaba con ella-. ¿Qué tal la mañana?

-Muy sorprendente –explicó abriendo mucho los ojos aún con los brazos entrelazados al cuello del joven, mientras él la sostenía por la cintura-, no esperaba que alguien de mi casa me felicitase, pero una de mis compañeras de cuarto lo ha hecho.

-¿Qué te han regalado? He visto algo de revuelo a tu alrededor.

-Sí, mi padre me ha regalo un set de dibujo mágico y me ha mandado una carta. Estoy tan… tan –intentaba explicar emocionada sintiéndose llena de alegría. Tenía amigos, un padre cariñoso que se acordaba de ella y a Draco que, de todos, resultó ser la gran sorpresa- eufórica, feliz…-se encogió de hombros y besó al chico con ganas, éste se mostró encantado y sorprendido de verla como si estuviese llena de adrenalina.

-Bien, pues que sepas que las sorpresas aún no han terminado.

      Él la contempló un momento, comprendiendo esa mirada en la joven, anhelaba el momento de ver a su madre. Volvió a besarla con suma delicadeza, una delicadeza que no había otorgado a ninguna otra, hasta encontrarse con la dulzura de Luna. Estaban absortos de todo lo demás.

        En ese momento Draco pensó que también había recibido un valioso regalo, Luna Lovegood empezaba a convertirse en un tesoro muy preciado para él. Toda ella era una caja de sorpresas, inocencia y excentricidad unidas formando una curiosa combinación de la que el chico solo había empezado a darse cuenta de lo especial que podía llegar a ser.

      Aún sumergidos en el beso, la chica le acarició la mejilla y el la abrazó más entrelazando los brazos a su fina cintura. Deseaba ser el único que estuviera con ella de esa forma, era su Luna, la chica que al principio le confundía, le irritaba, le descolocaba, la que le resultaba objeto perfecto de burla e insignificante pero que después resultó ser la que poco a poco ablandó su carácter. El muchacho se había autoproclamado dueño de sus labios y de sus tiernas caricias que tanto le embriagaban y le extasiaban, no deseaba a otra persona.

         Ese día especial no quería preocuparse de nada más que de ambos, los problemas y quebraderos de cabeza respecto al qué dirían los demás podrían esperar hasta el día siguiente.

       Cuando se separaron un poco Luna decidió hablar o, sí no, vería que se quedaría en las nubes con el joven, cosa que no le desagradaba pero había quedado.

-Draco, verás, mis amigos me han preparado una fiesta esta tarde en la cabaña de Hagrid –explicó observando una leve mueca en el rostro de su novio.

     Esa noticia molestó al Slytherin, quería pasar tiempo con ella, aprovechar esos momentos a escondidas, más siendo su cumpleaños, ya que era peligroso reunirse en el castillo, y, por otra parte, se imaginaba que la fiesta sería cosa de los Gryffindors, por lo que estaría Longbottom, se acercaría a ella y Merlín sabría qué intenciones tendría ése con su chica. Draco lo intuía, observaba las miradas que el Gryffindor pardillo lanzaba pero que Luna no percibía, lo cual no le preocupaba demasiado pero notaba sus intenciones y eso no lo permitiría, Luna era sólo suya debía marcar su territorio sin que nadie se diese cuenta. Y para más molestia, seguramente Potter también iría a la cabaña del guarda-bosques.

         Un impulso se apoderó de él, sería la excusa perfecta para que los castigasen a todos: una fiesta en los perímetros del castillo, sin autorización ni supervisión alguna de un profesor y encima incumpliendo el nuevo decreto por el que los alumnos no podían hablar con nadie que no fuese de su misma casa, pensaba que con eso, Potter o el memo de Longbottom estarían sufriendo los castigos de Umbridge hasta final de curso. Lo tenía a punto de caramelo…

-No se pueden hacer fiestas, Luna –se limitó a decir sin sonar muy molesto.

-Bueno, la fiesta no sería exactamente en el castillo –explicó reflexiva-. No estaríamos mucho tiempo, ni armaríamos jaleo y habrá poca gente. Sería como una visita a Hagrid solo que con tarta –rió mirando algo suplicante.

          Draco se limitó a fruncir un poco el ceño y mirar hacia otro lado, se separaron un poco más pero comenzaron a tomarse de las manos.

-Y estarías todo el día con ellos… -dijo mirándola de reojo con la expresión de un niño pequeño enfurruñado.

-También quiero estar contigo –dijo Luna enseguida-. Pero es la primera vez que celebro mi cumpleaños con amigos…y con alguien tan especial como tú –explicó su fino tono de voz mirándole fijamente haciendo que tras ese último comentario Draco se sonrojara un poco más- tendremos cuidado, será un rato. Y luego podría reunirme contigo al terminar. No le dirías nada a Umbridge, ¿verdad? Sé que no.

           El chico lo pensó de nuevo, sería perfecto chivarse si Luna no se viese implicada en nada de eso. Por otra parte, si la dejaba ir a la fiesta sin decir nada, tendría toda la tarde sin riesgo de que viese su sorpresa antes de tiempo, lo podría preparar todo con tranquilidad, por esa vez lo dejaría correr.

-Si os pillan, no quiero saber nada –respondió dirigiendo una mirada de derrota a la chica, observando cómo se empezaba a dibujar una sonrisa en su rostro –y luego tenemos que quedar enseguida –le advirtió.

-Sí, claro –dijo contenta en tono de que era obvio-. No seme ocurre una manera mejor de pasar mi cumpleaños –dijo acercándose más a él mirándole contenta, de nuevo irradiando inocencia en los ojos-. Gracias.

-Ya sabes, me debes la noche. Además e de darte el diario. ¿Y sí se abre de  sopetón en mi habitación?

-No lo hará así -rió-, no te lo puedo explicar como es debido hasta esta noche… Me encantará que lo presencies…

          Luna no terminaba de creer que Draco accediese a eso y que tuviese tan en mente las ganas que ella tenía de volver a ver a su madre. Sin pensar, dejándose llevar de nuevo por la emoción de esas sorpresas, le dio un apasionado y dulce beso que él, complacido, prolongó enseguida.

-Tengo que irme –dijo Luna en susurro.

-Espera –musitó él volviendo a atrapar sus labios.

-Pero… -se inundó en otro beso con el que casi pierden de nuevo la noción del tiempo.

-Escucha –dijo Draco cuando se separaron ya mucho más-, a las diez te espero en la torre de Astronomía. Sé puntual.

-¿En la torre de Astronomía? Pero sí no se puede entrar si no hay clases.

-Ya verás –volvió a mirarla seductoramente-. Tan sólo ten cuidado.

-Está bien –sonrió y le dio un beso en la mejilla.

         Con lentitud y de forma distraída Luna se puso en marcha alejándose del escondido rincón del bosque mientras se daba la vuelta de vez en cuando para observar a Draco, que la contemplaba con el semblante relajado y una muy leve sonrisa, anhelando sus besos y aún pensando en lo que iba a consentir sólo por ella.

         Una vez que comprobó que Luna estaba lo suficientemente lejos del árbol decidió salir y ponerse en marcha. Aún estaba algo resentido por lo que pudiese pasar en la pequeña fiesta de los Gryffindors, pero confiaba en Luna, en sus ojos había total sinceridad, era una sensación extraña la que sentía al mirarla pero, sin entender bien por qué, él lo sabía, podía confiar en ella. Longbottom podría intentar “llevarse mejor” con ella, pero los besos de Luna no serían suyos.

         La dulce Ravenclaw por su parte ya cruzaba muy emocionada el huerto de Hagrid. Estaba tan contenta y sorprendida por que Draco se hubiese tomado bien el asunto de la fiesta con sus amigos, la había entendido y no se lo diría a nadie. Aunque intuía que, de no ser porque la fiesta era suya, Draco hubiese hecho algo para castigar a sus amigos, notaba que cada vez encontraba más sorpresas en él.

       Tocó dos veces a la puerta. Dentro no parecía oírse mucho movimiento. Volvió a llamar y la puerta se abrió sola lentamente haciendo un escalofriante sonido en la madera.

-¿Hagrid? –llamó observando que la única luz que había en la cabaña era la que entraba por la puerta, ya que las ventanas estaban tapadas y no divisaba velas.

        La joven se adentró en la cabaña intentando distinguir alguna figura más allá del umbral.

-¿Hay alguien?

          De repente, un chispazo de colores iluminó la chimenea y fue flotando dividiéndose en varias chispas más tomando forma de fuegos artificiales en miniatura levitando y estallando cerca del techo, una musiquilla comenzó a sonar. La puerta se cerró de golpe detrás de ella y la pequeña estancia se iluminó por completo dejando ver a Ginny, Neville y a Hagrid sosteniendo una pancarta que ponía “¡Feliz Cumpleaños!” con letras de colores que iban cambiando. Detrás de ellos había una mesa repleta de dulces y un pastel de cumpleaños.

-¡FELICIDADES, LUNA! –gritaron los tres a la vez en cuanto la puerta se cerró.

Luna se quedó mirándolos boquiabierta, todo era perfecto para ella.

-Oh, chicos… -musitó e hizo una pausa para después gritar a pleno pulmón- ¡Muchísimas gracias!

          Ginny corrió a darle un fuerte abrazo a su amiga. Después la imitaron Hagrid y por último Neville, el tierno chico, con el rostro tan rojo como el cabello de un Weasley, le entregó una caja envuelta en un papel color burdeos algo más pequeña comparada con el tamaño de la caja en la que venía el regalo de su padre.

-Espero que te guste –dijo sonriendo contento y nervioso.

-Es de parte de los tres –informó Ginny emocionada.

-Gracias –contestó Luna mirando la caja con atención tomándola en sus manos.

         Con cuidado, comenzó a desenvolverla ante la atenta mirada de los demás. La cajita se dividía en tres secciones: en la primera de la izquierda había un tintero con lo que parecía tinta plateada, en la de en medio un cuadro hecho a punto de cruz de el cielo nocturno con una media luna sonriente y en la de la derecha un libro de bolsillo titulado: “Insectos bellos y mágicos”.

-Vaya –atinó a decir contemplando los objetos-, ¿todo esto es para mí?

-Claro, Lu –dijo Ginny conduciéndola hasta la mesa repleta de delicias y ofreciéndola asiento. Sacó el primer objeto de la caja.

-Verás –explicó Neville-, eso es un bote tinta mágica, cambia a cualquier color que su poseedor desee en cualquier momento, espero que te guste –sonrió.

-Gracias Neville –respondió Luna mirándole maravillada dándole un abrazo.

-El cuadro lo ha hecho Ginny –dijo nervioso pero encantado sintiendo que a él también le habían dado un regalo en ese momento-, ella sola.

-¿En serio? –preguntó mirando a su amiga se parándose del chico.

-Sí -contestó Ginny contenta.

-Es fantástico, habrás tenido que poner mucho esfuerzo y paciencia.

-Ha sido fácil –se encogió de hombros-, me gusta que te guste -rió.

-Me tienes que enseñar a hacer punto de cruz –dijo entre risas también.

-Sí, cuando quieras. Si vienes a mi casa tengo más cuadros, mi madre me enseñó, estaré encantada.

-Espero que te guste el libro, Luna –dijo Hagrid también algo sonrojado pero no tanto como Neville- lo tenía por casa y pensé que estudiarlo te vendría muy bien. Como nos gustan tanto las criaturas mágicas, tendremos más temas de los que hablar. Y espero que te guste el pastel de manzana lo hemos hecho Ginny y yo…

-Me encanta el pastel de manzana. Estoy deseando leerlo, Hagrid –contesto Luna ojeándolo sin quitar la emoción y la sonrisa de su rostro.

-Bueno –dijo Neville-, sabemos que es poca cosa pero…

-Son de los mejores regalos del mundo –interrumpió-, porque son de vuestra parte, os habéis acordado y habéis preparado todo esto –dijo mirando a su alrededor- Vosotros ya sois un regalo.

       Ginny volvió a darla un fuerte abrazo, emocionada.

       La tarde fue muy agradable y pasó rápido entre las conversaciones, los aperitivos, las risas y los juegos. Las ventanas de la cabaña permanecieron tapadas para que nadie que caminase por la tarde cerca de allí en el domingo tan soleado que se había presentado viese qué pasaba y por qué había alumnos de diferentes casas juntos. 

-Gracias, otra vez, por dejarnos hacer la fiesta aquí, Hagrid –dijo Ginny.

         No hay de qué –dijo haciendo un gesto con la mano en señal de que no le diesen más importancia, mientras se acomodaba en un sillón-, tal y como están las cosas, una fiesta es lo que más se necesita para distraerse del mandato de ciertas brujas vestidas de rosa…-dijo enfatizando la palabra “brujas”.

Los tres jóvenes rieron.

-¿Qué hora es? –preguntó Luna.

-Ya son las ocho –informó Neville.

-Será mejor que recojamos y regresemos ya a cenar –dijo Ginny levantándose de su silla- aunque yo no podría comer nada más, creo que iré directa a la sala común. Todo estaba delicioso.

 -Sí, ni yo tampoco –decía Neville pasando una mano por su estómago lanzando un suspiro de cansancio.

Luna se levanto también para ayudar a sus amigos a recoger la mesa.

-No hace falta, Luna –dijo Ginny-, tú eres la cumpleañera.

-Me da igual, quiero ayudar –respondió tranquilamente cogiendo platos vacíos.

          Al cabo de un rato, los tres jóvenes se despidieron de Hagrid y salieron de la cabaña, caminando a paso ligero, con cuidado de no ser vistos por mucha gente y que reconocieran que hablaban con personas que no pertenecían a su misma casa, pero por suerte Luna no llevaba su uniforme, por lo que no llamaban la atención en ese sentido.

        El sol comenzaba a ocultarse formando un juego de luces cálidas en las aguas del lago negro y el viento comenzó a soplar ligeramente.

       Luna llevaba consigo su caja de regalos y un gran paquete de grajeas de todos los sabores que había quedado tras el festín y tras repartir el resto de dulces con los otros quienes también iban cargados con golosinas.

         Los tres estuvieron charlando animadamente hasta que llegaron al vestíbulo donde se despidieron.

-Ha sido un día genial chicos –dijo Luna.

-¿No entras al comedor? –preguntó Neville.

-Estoy algo cansada, creo que iré directa a la cama…-mintió pensando en su cita con Draco preguntándose qué habría estado haciendo el muchacho toda la tarde.

-Bueno, yo creo que haré lo mismo –dijo Ginny-, te acompaño hasta las torres Luna.

-Vale.

-Nos vemos mañana chicas –dijo Neville-, me alegra que lo hayas pasado bien Luna.

-El suspense mereció la pena –dijo sonriente-, llevabais unos días muy raros Ginny y tú. Creí que eran imaginaciones mías.

-No lo eran –explicó la pelirroja riendo-, pero no podíamos dejar que nos vieses con la pancarta y las chuches.

-Ha salido genial.

-Que descanséis –se despidió el muchacho dirigiéndose al Gran Comedor.

-Y tú -dijeron las chicas al unísono subiendo las escaleras.

      Luna notó a Neville menos nervioso y tímido que antes, estaban cogiendo más confianza y eso le gustaba.

        Una vez en su sala común, hizo un poco de tiempo hasta las diez, estaba emocionada e inquieta, a su manera porque cualquiera que la hubiese visto en ese momento diría que estaba serena, mirando las musarañas con los ojos bien abiertos, Luna se expresaba a su manera.

      Guardo en su baúl el set de dibujo junto con la tinta multicolor que Neville le había regalado, puso el cuadro hecho por Ginny en su mesita de noche y el libro de Hagrid junto a los ejemplares de El Quisquilloso.

        Decidió deshacerse el moño volviendo a su melena habitual.

         Bajó a la sala común, ya más llena que antes dispuesta a salir con discreción hacia la torre de Astronomía.

        En los pasillos la tranquila noche ya había invadido Hogwarts. Todos los alumnos se dirigían, con un silencio similar al de aquella mañana, hacia sus respectivas salas comunes.
Iba de columna en columna, de armadura en armadura procurando no ser vista, más de un momento se vio castigada cuando casi se topa dos veces con la Señora Norris. El recorrido le pareció eterno pero por fin llegó a la torre.

        Mientras subía las escaleras iba notando que el aire era cada vez más frío, comenzaba a divisar una cálida luz naranja y un olor a flores.

           Asomó la cabeza levemente y lo que vio la dejó impactada; Todo el suelo de la planta más alta de la torre estaba cubierto de ramos de lirios amarillos y naranjas y tarros herméticamente cerrados que contenían llamas multicolores en su interior e iluminaban la estancia formando un camino hasta un atril de madera caoba donde un joven depositaba en ese momento un libro.

-Draco…-musitó sorprendida mirando a su alrededor.

            El aludido se dio la vuelta para mirarla sonriendo ante la expresión que la joven tenía estática en el último peldaño de las escaleras.

-Qué puntual –le dijo acercándose a ella.

-¿Draco, has hecho tú todo esto? –preguntó abriendo mucho los ojos.

-Claro, bueno, con la magia ya se sabe… -dijo encogiéndose de hombros- aunque sea mago, la imaginación no se me acaba…Y tú me inspiras en eso.

-Es…es perfecto…-dijo mostrando una amplísima sonrisa y dándole un abrazo.

-¿Ves como logras sacar otras cosas en mi? No sé qué has hecho Lovegood…pero me gusta… -tras decir eso la tomó de la barbilla suavemente y acercó a él para compartir un tierno beso.

¿Cuándo se supone que se tiene que abrir el diario?

-A las diez y media de la noche –dijo melancólica-, justo a la hora en que nací.-volvieron a besarse- Me encanta este regalo… -susurró- ¿Qué hora es?

-Faltan veinticinco minutos para que vengas al mundo –informó él bromista haciéndola reír-. Pero esto no es todo tu regalo…-dijo sacando su varita apuntando hacia uno de los tantos ramos que había en el suelo.

            Luna observó con sorpresa cómo uno de los lirios flotaba hacia ellos y cambiaba de tamaño.

          Draco lo cogió, era la misma flor sólo que la había transformado en un adorno de madera color naranja.

-Puedes añadirlo a tus amuletos –dijo cogiendo el collar de corchos de cerveza de Luna y enganchándolo con cuidado. Al darle la vuelta Luna observó que en adorno estaban grabados las letras “L&D”-. Sé que es una insignificancia pero…

           Antes de poder terminar la frase, Luna le había plantado un beso que casi les hace perder el equilibrio y la razón.

-Te quiero, Draco Malfoy –susurró ella mirándole fijamente a los ojos con los brazos entrelazados a su cuello.

            El chico se quedó más impactado que al recibir el beso de sopetón. Luna Lovegood le acababa de decir `te quiero´, se sintió muy extraño, esa frase le pilló desprevenido. La miró maravillándose de sus ojos resplandecientes en el contraste de la noche, era hermosa. ¿Qué le estaba pasando? El enamorado precisamente de esa chica extraña, jamás lo hubiese creído. Sabía que le gustaba, le atraía mucho, pero, ¿él la quería tanto como lo hacía ella? ¿Estaba en la misma medida?

-Y yo a ti, Luna –respondió mostrando una sonrisa, una sonrisa muy sincera, dándola un beso apasionado.

          Absortos del mundo, sólo separaron sus labios cuando escucharon un fuerte  chasquido proveniente del diario.

               El corazón de Luna dio un vuelco, posó sus ojos en el atril, imitada por Draco, algo extrañado.

-Es la hora –dijo Luna acercándose al atril seguida del muchacho.

           Cogió el diario y lo dejó en el suelo agachándose para marcar una especia de combinación invisible en la tapa. Una deslumbrante luz inundó la estancia. Luna se levantó dirigiéndose hacia Draco con una sonrisa dándole la mano, mientras que él no quitaba la mirada de lo que pasaba en el diario asombradísimo. 

             La figura dorada de una mujer empezaba a tomar forma mientras las páginas del diario se movían rápidamente. Tal y como Luna había soñado hacía poco, las chispas doradas dejaron ver a su madre levitando esta vez mirándola con ternura.

              Draco se asustó un poco cuando la figura tomó forma, pero después pensó que era un calco exacto de Luna, su mismo pelo, sus mismos ojos, su misma sonrisa… Era increíble lo que estaba presenciando.

-Luna –la voz de la mujer era tan cantarina y cálida como la de su hija.  

-Mamá –dijo Luna acercándose para abrazarla.

El chico tuvo que admitir que, además de asombroso, era emotivo.

         Luna miró a Draco sonriente y su madre la imitó, lo que hizo que el chico se sintiera algo extraño.

-Draco –le dijo su novia acercándose a él-, te presento a Calista Lovegood. Mi adorada madre.

-Ho-ho-hola –logró decir con dificultad.

-Casi no habla –le explicó Luna-, es una de las pegas del conjuro. Mamá, esté es Draco Malfoy, encontró mi diario tras haberlo extraviado, para agradecérselo, le estoy ayudando con algunas tareas –explicaba sonriente.

         Tras decir eso Draco se sintió muy mal, la conciencia volvía a decirle que estaba haciendo algo mal.

-Se ha convertido en alguien importante para mí –continuó explicando Luna con timidez.

La mujer asintió y siguió sonriendo.

-Creo que le caes bien –dijo Luna.

Draco arqueo una ceja medio sonriente.

-Luna –dijo Calista- quiero hacerte un regalo, pero veo que ya has conseguido uno maravilloso…-dijo observándolos a ambos-.Tienes el regalo del amor verdadero… Mis planes han cambiado –rió.

           Draco y Luna se miraron compartiendo una mirada profunda y llena de rubor, se cogieron más firmemente de la mano.

-Tu regalo es conseguir verte de nuevo, mamá –dijo Luna.

-Me queda poco tiempo querida –dijo Calista mirando al cielo estrellado-. Dile a tu padre que velo por vosotros, todo el tiempo –dijo mirando a Draco, éste sintió que era una indirecta. Era como un fantasma por lo que ¿a qué venía eso? Sería que Calista había conocido las primeras intenciones de Draco, no pudo evitar sentirse más incómodo, pero, sin embargo, la mujer sonreía-. Te quiero hija mía.

-Y yo a ti mamá –respondió Luna dejando escapar una lágrima.
Ambas se fundieron en un abrazo prolongado.

            Del mágico diario volvieron a salir destellos y multitud de chispas que comenzaron a rodearlas haciendo que Luna se apartase de su madre no sin antes darle un beso en la mejilla. Calista acarició la melena de su hija la observó con ojos tiernos. No había dejado nunca de sonreír.

-Me siento orgullosa de ti –le dijo acariciándola la mejilla antes de desvanecerse para volver al diario sellándolo de nuevo.

          Luna se quedó mirando al mágico libro estática y con el semblante triste.

        Draco sintió de nuevo una punzada en el corazón. Odiaba muchas cosas, y la única que le entristecía era ver a su madre llorar, ahora le pasaba lo mismo con Luna, no lo soportaba. Se aproximó hacia ella posando una mano en su hombro. Ella tardó en reaccionar, lanzó un suspiro y tomó la mano que el joven tenía en su hombro acariciando sus dedos.

          Él la hizo darse la vuelta despacio, le dio algo rabia ver cómo las lágrimas surcaban sus blanquecinas mejillas.

-Luna, no llores –le dijo-. Deberías estar contenta y sentirte más especial de lo que eres, nadie más tiene este privilegio –dijo mirando al diario un momento para después apartar las lágrimas de la joven con el pulgar despacio.

-Yo…-musitó- lo sé –se abalanzó a sus brazos.

          En ese momento Draco quería que se sintiese protegida, la estrechó con fuerza no quería dejarla escapar, quería transmitirle seguridad, aunque de los dos fuese él que estuviera más inseguro de todo.

          El sonido del viento y las hojas recorría los muros de la torre, tan solo ocupada por ellos, junto a las leves y frías brisas nocturnas, las estrellas brillaban con intensidad y la inmensa luna gobernaba el cielo con hermosura y majestuosidad.

          Para ellos esa noche no había terminado, parecía dar señal de que iba a suceder algo mágico. Y así fue. El diario pareció volver a cobrar vida.

Luna, extrañada se separó un poco de Draco ambos miraban expectantes.

-¿Y ahora qué pasa? –preguntó él.

-No lo sé…-dijo confusa.

         La magia del diario se mostró en todo su esplendor, el libro comenzó a levitar  mostrando de nuevo sus destellos dorados. Poco a poco iba flotando hacia Luna, parecía dividirse, y así era. Dio un diario gemelo que se aproximó a Draco, quien estaba con cara de asombro.

        Cada diario se posó en las manos de uno de los jóvenes, que se miraron asombrados.

-Esto nunca lo había hecho –dijo Luna observando el objeto.

        La chica puso de nuevo la combinación, lo abrió y comprobó que seguía siendo su diario, todo seguía escrito, nada había cambiado. Incluso las iniciales en el lomo seguían igual,

-¿Y entonces? –preguntó Draco observando el que tenía él en las manos. Por el contrario ese no llevaba iniciales algunas por fuera. Era en eso en lo único en lo que se diferenciaba por fuera.

         Luna probó a abrir el de Draco con la misma combinación mágica que tenía el suyo, se abrió y pudieron observare que estaba en blanco.

-Qué extraño…-dijo la chica observándolo detenidamente

-¿No será el regalo del que hablaba tu madre?

-Puede ser…

          Luna conjuró una pluma y escribió, observó con asombro que la letra que había escrito pasaba a escribirse también al otro diario.

-Vaya…-exclamó.

-¿Qué?

-Creo que ya sé lo que ha pasado –dijo sonriente-. Los diarios ahora son gemelos, si cogemos uno cada uno, podremos comunicarnos por aquí –dijo señalando las páginas de su diario.

-¿En serio? –se sorprendió el muchacho- Y… ¿por qué hace esto tu madre?

-Creo que… porque nos ha visto unidos…-dijo mirándole con dulzura haciendo que el chico se sonrojara de nuevo.

Él se la quedó mirando.

-¿No te gusta? –preguntó Luna de nuevo- Sé que no escribes diarios. Sí quieres, me los puedo quedar cuando el pacto termine…

-La verdad es que nos pueden venir muy bien…-la interrumpió poniendo un dedo en sus finos labios. Ella sonrió.

        Se aproximaron de nuevo para deleitarse con los labios del otro, con las estrellas como único testigo de lo ocurrido esa noche en la torre de Astronomía.

Continuará




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