08 abril 2018

Cap8☆


Capítulo 8

Sí yo caigo, tú caerás conmigo

         Luna estaba sola en su habitación, sentada en su cama haciendo sus deberes y los de Draco. Debajo de su cama Amatis dormía plácidamente. La chica dejo un momento lo que estaba haciendo para echarle un ojo.

-Anda que, la que has armado en una sola tarde… -le dijo tiernamente lanzando un suspiro.
Empezó a recordar todo lo sucedió en la búsqueda de la refinada mascota de la directora la tarde anterior.

***

          Los jóvenes caminaban rápidamente por los pasillos buscando a Amatis que parecía haberse volatilizado en solo un segundo. Miraban en todas las aulas, por cualquier recoveco.

-Es más rápida de lo que parece -comento Luna mirando a todos lados siguiendo a Draco con dificultad, el chico era muy rápido.

-Verás con Umbridge como no aparezca. ¡La próxima vez, que no la deje con los estudiantes y que se encargue de ella! -gritaba por el pasillo el frustrado Slytherin.

-Deberías calmarte, Draco.

-Malfoy para ti, te digo –se giró la chica-. ¡¿Cómo voy a calmarme?! Has perdido a la mascota de la directora. Como no aparezca me castigará, me expulsará y me cerrará la entrada de cualquier colegio de magia cercano y antes de todo eso, ¡me inflará maldiciones imperdonables!

-Espera, ¿que yo la he perdido? –dijo Luna sorprendida, aunque seguía poseyendo parsimonia y sosiego en voz.

-Sí, tú la sacaste de su cesta. Por tu culpa yo pagaré el pato de todo esto.

-Bueno, ahora mejor dicho, el gato –rió Luna.

-Calla, Lunática. No tiene gracia. Ah, y sí yo caigo, tú caerás conmigo, pienso contarle lo del pacto a Umbridge, y se pondrá más de mi lado.

-¿Estás seguro de que se lo quieres contar? –dijo la chica algo más sería arqueando una ceja- Porque te recuerdo fue a ti expresamente a quien le confió su mascota. Según he entendido, no quería que nadie más la cuidase y tú al contárselo le darías a entender que has querido desentenderte del encargo.

         El chico reflexionaba y maldecía mientras recorría los pasillos apresurada mente, Luna tenía razón.

-De todas formas se me ocurrirá algo para que te castigue a ti también. Le diré que quisiste jugársela a la directora robando a la bola de pelo, y que me engañaste, o algo parecido.

-Pero si yo no he hecho nada –suspiró Luna empezando a cansarse del humor de su acompañante.

-¡Dejaste la puerta de la clase entreabierta y no cerraste la cesta de la bola de pelo!
Luna se paró en seco tomando a Draco del brazo para llamar su atención  que frenase la carrera.

-Digamos que ambos tenemos la culpa –dijo calmada-. Admítelo.
-¡Suéltame! –espetó el chico enfadado apartándola con un leve empujón- Hay que darse prisa.

***

-Traviesa –dijo ya de nuevo Luna metiendo una mano bajo la cama para acariciar a la gata.

        En ese momento llegaron sus compañeras de habitación.

-Hola –saludaron dos de ellas.

       Luna siguió a lo suyo pero no pudo evitar sobresaltarse de repente al oír un tremendo estornudo:

-Oh… No paro de estornudar desde ayer por la noche –se quejó una de sus compañeras sacando un pañuelo de su túnica. Era la chica de pelo rubio, Luna seguía haciéndose un lío con su nombre.

-Te habrás resfriado –dijo la morena llamada Sora.

-A ver si vas a tener alergia –dijo otra muchacha.

-No creo. Sólo soy alérgica a los gatos.

        Luna volvió a dar un respingo. Para mejorar su relación con sus compañeras de cuarto, mete debajo de su cama una gata para que le dé alergia a la chica con la que peor se lleva, eso era empezar con buen pie, pensaba ella. Debía sacar a Amatis de allí.

-Esto… –musitó Luna pensando con rapidez-, creo que la habitación se está llenando de Torposoplos y por eso estornudas.

-¿De qué? -dijo la rubia con alergia, volvió a estornudar –Uf. ¿De qué hablas, Lovegood?
Luna iba improvisando sobre la marcha. Fingió buscar algo de bajo de su cama, lo que hacía era empezar aguardar las cosas de la gata tapando muy bien su cesta.

-¡Ah! Aquí están –respondió al fin–. Aquí dentro tengo unos amuletos para repelerlos. Voy abajo a colgar algunos.

Al salir dejó la puerta entre abierta.

-Ya os dije que era muy rara, hace honor a su apodo la Lunática.

-¿Y si lo de los “Torpo no-sé-qué” es verdad? –oyó a otra.

-No sé, pero cuando ha pasado con la caja me estaba empezando otro ataque de, de... –la joven no pudo terminar la frase pues se le vino encima otro sonoro estornudo.

           Luna bajaba corriendo las escaleras, no era tarde pero ya no había mucha gente en su sala común. Pasó desapercibida entre sus compañeros ya que cada uno estaba a lo suyo; algunos se estaban preparando para ir a dormir y otros repasaban o simplemente aprovechaban el rato que les quedaba para deambular fuera. Caminaba rápido yendo de esquina a esquina, escondiéndose de vez en cuando detrás de alguna armadura, procurando no molestar a Amatis para que no hiciese ruido en su cesta. Sentía frio y era normal, al estar ya lejos de su sala común se percató de que sólo llevaba un fino pantalón de pijama de color malva, una camiseta de tirantes blanca y los zapatos del uniforme, por si le daba por salir a caminar en plena noche debido a su sonambulismo. Ya no podía volver, estaba cerca del rincón de las serpientes. Se escondió en un hueco al pie de las escaleras que daban a las mazmorras. Debía entregarle la gata a Draco y se acordó de que le tocaba hacer ronda de prefecto, era una de las razones por las que el chico le dijo que no se podía quedar por las noches con la gata aparte de que le molestaba la presencia del felino. Para hacer su ronda el muchacho tendría pasar pronto cerca del escondite que Luna había elegido.

           En lo que esperaba a ver si el muchacho salía, se agachó para prevenirse de ser vista por otros prefectos. Empezó a recordar más cosas.

***

           Estaban en los jardines, separados el uno del otro porque había algunos estudiantes por ahí, intentando visualizar el mismo objetivo sin resultados. Tras recorrerse dos patios independientemente volvieron a reunirse en un extremo apartado de la vista de la gente.

-¿Ha habido suerte? -preguntó el chico ya muy exasperado miranod a su alrededor por si alguien venía.

-No… –respondió Luna desilusionada-. Vamos a pensar más detenidamente, Malfoy; Amatis es una gata refinada.

-Y arisca…

-Muy apegada a su dueña.

-Y pomposa...

-Oye, luego dices que no me tomo las cosas enserio, ahora eres tú el niño.

         Tras los argumentos que la chica le dio en los pasillos, la expresión de seriedad que en ese momento tenía y con la fuerza y seguridad con la que dijo eso último, el chico tuvo que callar ante la aplastante sinceridad de la rubia y se limitó a fruncir el ceño. Tenía razón, el asunto, como dijo él desde un principio, era serio. Empezaba a estar más que harto, Y odiaba que en el fondo ella acabara siempre llevando la razón.

-Continua –la dejó seguir.

-Gracias –dijo Luna sosegada-. Como ya he dicho, Amatis está muy apegada a Umbridge. 

           Es la primera vez que se separan, ¿no? Pues debe estar buscándola a ella. Vamos al despacho de Umbridge a ver si anda por ahí, seguro que busca cosas que le recuerden a ella.

-Sí –el chico vio la luz-, tienes razón, Lovegood. Buena idea -Draco salió despavorido hacia el aula de Defensa Contra las Artes Oscuras, seguido por Luna a una determinada distancia. En ese instante la chica tenía una expresión de alegría e incredulidad mezcladas:

-¿Me acaba de dar la razón? ¿Ha dicho buena idea sin esfuerzo? -pensaba-Esto es nuevo.

     Al llegar a la puerta del despacho vieron a Amatis en una ventana al lado de Crookshanks, el gato de Hermione Granger. Ambos felinos parecían estar algo encariñados el uno con el otro.

-¡Al fin! –exclamó Draco que se aproximaba a coger la gata. Fue detenido por Luna que le cogió la mano.

-Espera –susurró-, ve despacio que se puede volver a escapar.

-Está bien –se quedó algo extrañado al ver que estaban dados de la mano, no le desagradó para nada el contacto con las suaves manos de la chica y por eso tardó en soltarse inconscientemente mientras ambos miraban a los gatos.

-Vaya –dijo Luna contenta-, los dos parecen haberse cogido mucho cariño.

-Sí, alejémosles antes de que formen una camada.

Luna soltó una carcajada.

-Saldrían unos gatos muy bonitos –comentó.

-Y Umbridge me crucificaría.

       Al cabo de un rato distrajeron a Crookshanks con un poco de comida de la cesta de Amatis para que se separaran y metieron a la felina en su cesta con éxito y se pusieron a caminar.

-Bueno, pues ya estamos fuera de peligro.

        Luna habló demasiado pronto, ya que cuando bajaban unas escaleras la chica tropezó. Draco, en un acto reflejo, la cogió haciendo malabares entre la cesta y la chica y ambos fueron rodando la mitad de las escaleras abajo con la cesta de un lado para otro. Al final del recorrido, Draco quedó encima de Luna y la cesta con la gata dentro maullando asustada a la izquierda de los chicos.

           A cualquiera que hubiera pasado en ese momento por allí y hubiera presenciado la caída le habría parecido propia de los dibujos animados, por suerte esa zona estaba desierta.

-¿E-e-estás bien? -preguntó Draco aún impresionado y algo rojo.

-Sí. ¿Te has hecho mucho daño? –dijo Luna medio jadeante e igual de impresionada por la caída.

            Se miraron con desconcierto. Draco observó la expresión de sorpresa de Luna en sus saltones ojos y un leve rubor en sus pálidas mejillas, nunca la observaba demasiado, era la primera vez que la veía así. El chico apoyaba ambas manos en el frío suelo de piedra al lado de los hombros de la  muchacha, que había un esfuerzo por incorporarse para quedar sentada y que el Slytherin se quitase de encima. El chico lo notó y se separó un poco más de ella flexionando los brazos. No sabían cómo seguir moviéndose. Sin saber por qué, empezaron acortar los pocos centímetros que les separaban, perdiéndose cada uno en la mirada del otro, y repentinamente sus labios se unieron por muy poquísimo tiempo haciendo que cerraran sus ojos por unos segundos. Fue algo efímero, suficientemente intenso como para que a ambos se les acelerara el  corazón de forma vertiginosa. Tras el dulce roce salieron de golpe del trance, evitaban mirarse a los ojos, y se incorporaron hasta quedar sentados en el suelo. Se produjo un incómodo silencio durante un rato. Se habían ido por unos segundos a otra dimensión.

           Luna parpadeó varias veces y decidió hablar.

-Gracias por cogerme… Me voy –con total tranquilidad, como si se dirigiera a alguien a quien le acabara de pedir la hora, aunque en su interior todo era desconcierto y se empezaba a formar una mar de dudas.

-Sí… Vale –musitó Draco aun sin creer lo que acababa de suceder, estaba en shock. Se levantaron rápidamente.

-Nos vemos mañana –volvió a despedirse la Ravenclaw, se giró, cogió la cesta de Amatis y empezó caminar.

           Draco recobró la compostura y asintió mostrando un semblante algo serio, y tras ese leve gesto ambos cogieron un camino distinto como si nada de eso hubiera pasado.

***

           Luna ya llevaba esperando un buen rato en el rincón enfrente de las escaleras que daban a las mazmorras. Empezaba a sentir mucho frío en los brazos. Amatis la miraba fijamente entre la rendija de la cesta y Luna le pasaba los dedos por la rendija para acariciarla los bigotes.

Lanzó un suspiro.

        Estuvo pensando mucho en lo ocurrido a lo largo de todo ese día. Su primer beso había sido con Draco Malfoy. Había durado poco, pero había sido muy agradable, le gustó lo poco que experimentó, ¿para qué engañarse? Fue una experiencia interesante, graciosa, y ¿por qué no? bonita. Aunque le pillara de sopetón. Pero estaba segura de que ambos se dejaron llevar por un impulso. Sí, fue eso, cayeron en el mismo impulso, se repetía intentando buscar una explicación. Él seguramente querría ignorar lo ocurrido y ella no pensaba forzarle a hablar de ello, no sentía nada por Malfoy. Tampoco se sentía ofendida por lo ocurrido. ¿Qué le iba a decir, si ella tampoco se resistió?

          ¿Pero si no sentía nada por qué tantos nervios? ¿Por vergüenza, quizás?

         Luna pensaba que debía ser por eso, pero cuando besó a Draco sintió una especie de nervios en la tripa y mucho calor en las mejillas. Cada vez que se acordaba de lo ocurrido soltaba un suspiro.

         ¿Qué era eso? ¿Vergüenza, simple atracción o aquello tan raro y complicado llamado amor?

Continuará



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