Capítulo 31:
☆☆Prisión
y reencuentro☆☆
El tiempo… ese amigo que a la vez es enemigo. El que no respeta nada,
pero el que muchos dicen que ayuda a curar heridas. El que trae consigo un
futuro y nos deja tanto con los recuerdos más bellos como con los más dolorosos
de nuestros días pasados.
Se dice que no se puede olvidar el tiempo más que sirviéndose de él…
Luna Lovegood pensaba que la vida
era una aventura, un regalo. Por lo que atesoraba sus recuerdos más preciados
en su diario secreto; los recuerdos que la hicieron reír, los que la hicieron
aprender, llorar y enamorarse. Hubo un tiempo en el que estos últimos recuerdos
fueron una completa revolución para ella. Trastocaron su mundo debido a un
simple descuido que casi la hace perder su diario y le hicieron observar mejor
a cierta persona. Se sentía nostálgica, pues esos recuerdos quedaron ya tan
lejos, parecían un sueño… y dejó a esa persona tan distante… Pero sentía que le
sirvieron de mucho. Ella no era una chica corriente, le daba igual, y su diario
tampoco era un diario común, guardaba secretos que incluso ella misma desconocía
hasta cierto punto. Guardaba una vida y el continuo recuerdo del infinito amor
de la madre protectora a la que tanto añoraba.
Cómo pasaba el tiempo… Cómo había cambiado
todo…
*
* *
Bajo el cielo encapotado que
cubría el pequeño y mágico pueblo de Hogsmeade la mayoría de los alumnos del
Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería esperaban nerviosos formando un gran
tumulto frente al andén de la estación para regresar a sus casas por Navidad. El
expreso no tardaría en hacer entrar a sus pasajeros, éstos estaban más que
ansiosos de partir. Esta vez parecía que no iba a quedar nadie en el castillo.
Las fechas eran lo de menos, sólo buscaban alejarse de la nueva dirección de su
escuela, si podía seguir llamándose así.
Luna caminaba parsimoniosamente
sorteando a la multitud con su pesado baúl y una mochila en forma de saco,
bastante abultada y llamativa, a cuestas. Iba acompañada por una Ginny más
distraída y callada que de costumbre, tenía en su rostro una leve nota de
melancolía que intentaba disimular y que a veces sólo Luna notaba; y de Neville,
quien se ofreció a ayudarlas con el equipaje. Los tres jóvenes localizaron un
banco libre y decidieron esperar allí antes de que les fuera arrebatado.
La Ravenclaw miró al cielo con
los ojos muy abiertos pero relajados, presentía una tormenta. Se sentó junto a
Ginny a esperar. Ambas observaban el triste ambiente que las rodeaba; multitud
de alumnos cargados con sus baúles que iban de un lado para otro, multitud de
rostros decaídos, nerviosos, melancólicos y alguno que otro con cara de alivio,
seguramente pensando que al fin se reuniría con su familia en Navidad y estaría
a salvo. Se sentía la tensión y el miedo, y no solamente allí, sino por todo el
mundo mágico. Y es que todo era tan diferente, tan sombrío desde que
«El-Que-No-Debía-Ser-Nombrado» había vuelto a pronunciarse. Ahora había que andar
con los ojos bien abiertos y el corazón dispuesto a todo.
En el colegio había un incesante
control para con los alumnos, con severos e injustos castigos. Sin casi derecho
a nada, tanto profesores como estudiantes se veían obligados a guardar silencio
ante los ataques de los Carrow. Y Snape, como director, solo guarda silencio.
Se echaba mucho de menos a Dumbledore, daba la impresión de que, al haber
fallecido este espléndido director, la esencia del castillo se fue con él.
Ginny lanzó un suspiro y se puso
en pie. Las puertas de los vagones comenzaron a dejar paso libre a los
estudiantes. Los tres jóvenes se apresuraron para guardar su equipaje y buscar
un compartimento vacío. Lograron encontrar uno gracias a Seamus Finnigan.
-¡Neville, aquí! -les dijo señalando la
puerta del compartimento.
-Gracias, Seamus –le respondió el muchacho
dándole una leve palmada en el hombro como saludo.
Las chicas entraron primero, Luna
se sentó junto a la ventana, quedándola a mano izquierda, y comenzó a rebuscar
en su mochila. Ginny se sentó a su lado.
-Os he estado esperando –dijo Seamus cerrando
la puerta.
-Ya, lo siento –dijo Neville sentándose al
otro lado de la ventana, enfrente de Luna-, nos entretuvimos con unos de
Slytherin.
-¿Qué ha pasado esta vez?
-Se metían con un chaval de primero y…
-Y te enzarzaste en la pelea –sentenció
Seamus arqueando una ceja sentándose al
lado de su amigo, frente a Ginny-, ¿verdad?
-A medias –intervino Ginny con voz algo
apagada mirando a Neville un poco severa-, si no llegamos
Luna y yo, es posible
que los Carrow le hubiesen castigado. Incluso
es posible que te hubieran impedido subir al tren.
-¿Tú crees? –preguntó el aludido.
-Con la manía que te han cogido, no me
extrañaría –afirmó el chico de pelo arenoso mostrando una media sonrisa-. Eres
de los pocos que les planta cara tan directamente.
-Eso les asusta –comentó Luna tranquilamente.
-No creo que Amycus se asuste tanto de mí
como cuando se tiene que mirar al espejo todas las mañanas –dijo Neville
haciendo que Luna y Seamus lanzaran sonoras carcajadas. Ginny, sin embargo,
esbozó una media sonrisa y se cruzó de brazos.
Tras eso, el expreso se puso por
fin en marcha y los cuatro jóvenes comenzaron una apagada conversación. Parecía
que el triste humor de los demás pasajeros se contagiaba.
El tiempo definitivamente tampoco
acompañaba, había empezado a chispear y la temperatura había bajado. Neville
sacó una manta del portaequipajes y se la dio a Luna, que la extendió por todo
el asiento para ella y para Ginny.
-Gracias, Nev –dijo esta última arropándose.
-Tan considerado como siempre –dijo Luna
esbozando una media sonrisa que el chico devolvió tímidamente.
La Ravenclaw apoyó la cabeza en
el cristal de la ventana y contempló un momento a su amigo. Con todo lo que
había pasado, a Neville se le notaba bastante cambiado en varios aspectos; físicamente
en ese momento se veía algo magullado al haber tenido que soportar tan injustos
y brutales castigos impuestos por sus nuevos “maestros”. Independientemente de
eso, el chico había adoptado unas fuertes dotes de liderazgo y entereza para
ayudar a sus amigas a sostener el E.D. en ausencia de Harry. Era más Gryffindor
de lo que antes aparentaba, había obtenido mucha seguridad en sí mismo. Luna
sabía que dentro de él había mucho, no dudó en ningún momento que algún día
sacaría toda esa valentía que tenía en su interior para defender lo que
valoraba. Aunque la chica debía admitir que se sorprendió un poco de que
hubiera mostrado toda esa personalidad con tanta rapidez. En el colegio Luna le
asemejaba a un auténtico guerrero dispuesto a defender a quienes no podían y a
luchar por la justicia y los derechos de sus compañeros y amigos, por eso la
mayor parte del tiempo le castigaban al ver que se negaba a participar en
tortuosas actividades contra los más pequeños. Tampoco dejaba de animarla a la
vez que a Ginny, que se deprimía y se angustiaba por la ausencia de Harry, de
su hermano y de una de sus mejores amigas, las intentaba hacer reír un poco
siempre que encontraba ocasión. Por todo ello, Luna se sentía orgullosa y feliz
de tener una amistad así a su lado.
Tras un buen rato de viaje, Ginny
se había quedado dormida en el hombro de su amiga. Seamus decidió ir a ver qué
hacían sus compañeros en el compartimento de al lado y Neville fue a buscar el
carrito de las golosinas.
Cuando se quedó sola, con cuidado
de no molestar a Ginny, Luna sacó despacio de su mochila un ejemplar de “El Quisquilloso” y se puso a leer.
Notaba que su padre se inspiraba cada vez más en hacer críticas contra Lord
Voldemort y su estilo de dictadura, Luna se sentía orgullosa de que “El Quisquilloso” ayudara a preservar la
verdad y a la vez sentía que hacía algo por Harry. En tiempos oscuros la gente
se ve cegada por el miedo, y a la chica le parecía que esas críticas y ánimos
al ahora fugitivo Harry Potter eran un modo de desatapar la venda de los ojos
de muchos y dar un rayo de esperanza, aunque a opinión de algunos la revista no
fuese muy popular, seria o de fuentes muy fidedignas. El mundo también se
cambiaba con actos pequeños de caridad altruista.
Luna terminó de leer un artículo
y lanzó un suspiro. Echaba tanto de menos a su padre. No veía el momento de llegar
y comenzar ayudarle con la cena para después quedarse charlando hasta tarde al
lado de su pequeña chimenea comiendo dulces, de ayudarle con sus artículos e ir
juntos a su zona preferida del Callejón Diagón para curiosear y terminar el
regalo que le tenía preparado para
Navidad. Tenían tantos días por delante. Añoraba también su habitación. Y ya
había decidido cómo decorar el hueco que se dejó en la puerta del cuarto baño.
De paso también ayudaría a su padre con las tareas del hogar que peor se le
daban.
Al cabo de un buen rato, cuando
terminó de leer, volvió a guardar la revista en la mochila. En su interior se
topó con otro objeto, con su diario secreto, ya en perfectísimas condiciones.
Aun cuando no se usaba o cuando el cumpleaños de Luna estaba lejos, todavía
parecía irradiar una purpurea luz dorada. Era más cuidadosa que antes con el
objeto. Habían pasado tantas cosas que no le había faltado ni tiempo ni
anécdotas para escribir desde que le fue oficialmente devuelto tras finalizar su
pacto con Draco Malfoy.
-Draco… –susurró nostálgica la joven
esbozando una triste media sonrisa.
¿Qué estaría siendo de él en ese
momento? No había vuelto a verle desde… unos días antes de que Dumbledore muriera.
La muchacha se quedó pensativa
sosteniendo el regalo de su madre con ambas manos mirando la nada. En su mente
volvía a aparecer el rostro del muchacho que ocupaba sus pensamientos desde su cuarto
curso.
Le resultaba muy curioso cómo dos
almas podían haber llegado a tal conexión por un descuido tan simple. Si ella
no se hubiera dejado el diario en la biblioteca y si a Draco no le hubiera
podido la curiosidad y no se hubiera guiado por su carácter, tal vez, esa
conexión nunca se hubiera producido de otra forma. Ella daba gracias por que
las cosas pasasen como pasaron, sino, nunca habría descubierto a Draco Malfoy
en su totalidad. Y es que, él había sido el primero en regalarle un beso, el
primero que se sinceraba con ella. La hizo suspirar, reír, sentirse más
especial… Ese chico parecía ser la persona que más sufría con sus lágrimas, abrió
su duro corazón y por un momento dejó lo demás atrás para estar con ella, y eso
viniendo de Draco era mucho. Sin embargo, las diferencias y el temor terminaron
pudiendo más para él. Luna lograba comprenderle a medias, ya que ella aún
sentía algo y se negaba dejarlo atrás del todo. Pensaba que conservaban
recuerdos demasiado hermosos como para que fuesen dados de lado. Pensaba que la
experiencia la haría aprender. No podía engañarse a sí misma, a veces la
situación a la que habían llegado la entristecía. Seguía enamorada, pero
decidió que de Draco Malfoy sólo guardaría un sentimiento de “sana nostalgia”,
como ella lo calificaba.
Él no había
vuelto al colegio ese curso. Durante el año anterior volvieron a tratarse como
los desconocidos que eran antes de todo el lío con el diario. Nadie hubiera
sospechado jamás que algo pudo unirles. Sin embargo, las pocas miradas que se
dedicaron tras su último adiós les delataban. Por eso él, que era un experto en
ocultar sus sentimientos, decidió evitarla todavía más. Decidió evitar esos
ojos hechizantes tan parecidos a los suyos para no verse rendido ante ellos de
nuevo. Además, tenía otro oscuro motivo que Luna desconocía. Él sabía que en
ese tiempo no era el mejor momento para acercarse a ella. Draco tenía
demasiadas cosas en qué pensar, tenía una misión, si podía alejarse aún más de
ella, lo haría. Por lo que, a ojos de los demás, en la escuela todo era normal,
normalmente doloroso para los dos jóvenes.
Una noche,
Luna se dispuso a escribir en su diario el final de un ajetreado día cuando
notó que el objeto cobraba vida propia de nuevo y marcaba una página en especial
dando indicios a la chica de que debía leerla. Draco le había dejado un
mensaje, era más bien un profundo y misterioso desahogo, parecía que necesitaba
ser escuchado aunque fuese un instante de la manera que fuese, aunque luego el
mensaje no le fuera respondido. Luna al verlo se sintió eufórica, Draco se
había quedado con el diario gemelo, no había querido olvidarse de ella. Recordó
haberle escrito la noche del fin del pacto que si algún día necesitaba un
hombro donde apoyarse ahí estaría ella, tanto si la buscaba como amiga o… como
algo más. Lo hizo definitivamente. Luna, bajo su sorpresa, no pudo evitar
conmoverse por los sentimientos que Draco plasmaba en ese pequeño papel, no
dejaba claro cuáles eran sus tormentos, pero mostraba una gran frustración y tristeza
por algo que no deseaba hacer. La chica llegó incluso a pensar que se trataba
se algo relacionado con ella, pero no fue así. Sin estar muy segura de a qué se
refería Draco, intentó consolarlo de la manera que pudo. A él la pequeña
respuesta de la joven le dio resultado, sentía que Luna y esas palabras que
recibía eran un dulce bálsamo. Pero esas serían las últimas palabras que
tendrían el resto de ese año escolar. Eran las
últimas señales que Luna había tenido de Draco. Y ahora, un año después,
la chica regresaba a su casa esperando
despejarse de todo eso un poco más.
Había que
dar un paso hacia delante, ya que, al parecer, el muchacho lo había hecho, y no
había seguido el camino del bien, la justicia y la luz precisamente, pero daba
la impresión de que había pasado página. Ella también tenía derecho.
Miro por la
ventana. La lluvia parecía ser más abundante que cuando partieron. Volvió a
guardar sus cosas en la mochila. Ginny, buscando más comodidad, ladeó el cuerpo
ágilmente hacia su derecha destapándose las piernas. Luna al notar eso, se puso
en pie y la ayudo a tumbarse definitivamente en todo el asiento arropándola por
completo con mucha delicadeza. Últimamente Ginny no dormía bien con todo lo
sucedido, por lo que la Ravenclaw se alegró de verla en ese momento
aparentemente relajada.
Decidió salir a estirar las
piernas. Cogió su abrigo y su mochila por si acaso.
Al salir
del compartimento un grupo de Slytherins de varios cursos se cruzó en su
camino. Intentó ponerse de lado para lograr avanzar sin ser molestada y no estorbar a los Slytherins. Antes de comenzar
a andar recibió un leve golpe en hombro, había chocado con un chico alto, de
tez oscura y semblante serio y altivo. Pareció no haberse dado cuenta de la
presencia de Luna. A ella le sonaba de algo, intentó hacer memoria,
seguidamente, los Slytherins se alejaron por completo entrando a otro vagón.
Luna se dio la vuelta e intentó visualizar al muchacho con el que tropezó y al
volver a verle de espaldas chasqueó los dedos. Recordó que se trataba de Blaise
Zabini.
Ninguna de
las amistades de Draco y Luna hubiese dicho que ambos habían llegado a hablarse
alguna vez, quizá si afirmarían el hecho de que Malfoy se había metido con Luna
de vez en cuando, pero nada más. Tan solo Zabini lo podía confirmar. Y ahora daba
la impresión de que el muchacho pareció haber olvidado por completo todo asunto
que le relacionaba con ella, ya que después de haber sido su acompañante en la
fiesta que Draco organizó en Hogsmeade no había vuelto a reparar en ella.
La
Ravenclaw ya llevaba caminando un rato cuando encontró a Neville reunido con
Seamus, Lavender Brow, Chio Chang y las hermanas Patil. A la chica le gustaba
ver esa escena, todos charlaban, esbozaban leves sonrisas, se gastaban bromas…
Sentía al grupo más unido.
-Hola, Luna –saludó Padma.
-Hola, chicos –respondió la
aludida.
-¿Y Ginny? –preguntó Neville.
-Sigue durmiendo.
-Me alegra que al fin este
volviendo a dormir de un tirón -intervino Parvati-. Últimamente, era de las
últimas en subir a los dormitorios, y a veces, cuando madrugaba, me la
encontrarla sentada en las escaleras o en el sofá ojeando los periódicos.
-Es comprensible –dijo Neville
bajando la cabeza-. Pero no os preocupéis, Harry volverá.
-Por supuesto –dijo Luna mostrando
una media sonrisa que denotaba esperanza y seguridad.
Cho miró hacia otro lado.
-Escribiréis estas Navidades, ¿no?
-Por supuesto, Nev –dijo Seamus.
-Tenemos que estar atentos a todo.
-Chicos aquí hace frío –comentó
Lavender frotándose los brazos y arrugando la cara- ¿Por qué no entramos a
algún compartimento? Además, las paredes oyen –dijo aludiendo a los curiosos
que podría haber alrededor a la hora de hablar sobre los planes tenían y sobre
el E.D.
-Tienes razón –dijo Parvati-. Pero
deberías haber sacado el abrigo.
-Por cierto, ¿dónde os sentáis?
–quiso saber Luna.
-Están a nuestro lado.
El grupo
fue charlando hasta llegar a ambos compartimentos. Desde fuera, Luna observó
que Ginny se desperezaba. Entró asomando primero la cabeza mostrando a su amiga
una mirada curiosa.
-¿Qué tal?
La pelirroja se encogió de hombros
a la vez que mostraba una media sonrisa.
-Neville y yo hemos comprado algo
de comer, ¿quieres? –preguntó la Ravenclaw mostrando una bolsa con pasteles de
calabaza y otra más pequeña con ranas de chocolate y varitas de regaliz.
-Bueno, vale.
Luna entró grácilmente y se sentó a
su lado abriendo las bolsas.
-¿Qué pasa ahí fuera? –preguntó
Ginny.
-Nada, estábamos charlando y
estirando las piernas y decidimos volver a nuestros asientos.
Ginny pudo
ver tras el cristal que Cho Chang charlaba con Seamus cuando repente sus
miradas chocaron. La Weasley frunció un poco el ceño pero intentó mostrarse
indiferente y bajó la cabeza para fijarse con simulado interés en la bolsa de
Luna, mientras que Chang se veía algo cortada por la mirada de la
pelirroja.
Pasados
unos minutos se escuchó un trueno. Ginny y Luna miraron hacia la ventana y
pudieron contemplar los destellos de los relámpagos en la lejanía. La ligera
lluvia se había transformado en una copiosa tormenta. Pero había algo raro en
el paisaje, daba la impresión de que el tren se estaba parando.
Ginny
decidió salir a averiguar, Luna asintiendo con la cabeza le dijo que la
esperaría allí, y nada más abrir la puerta de su compartimento pudo apreciar
que no era la única curiosa. Todos salían y miraban pos las ventanas tratando
de averiguar qué pasaba a la vez que notaban cómo el Expreso de Hogwarts aminoraba la marcha. Se asomó al compartimento
de al lado pero estaba vacío, por lo que decidió caminar un poco más adelante por
si lograba encontrar a alguien conocido.
-Neville –llamó la joven divisando
la cabellera de Gryffindor-, ¿qué ocurre? ¿Por qué estamos parando?
-No tengo ni idea –respondió el
muchacho acercándose a ella esquivando gente-. Me ha parecido escuchar que hay
algo en medio de la vía, o que hay personas en medio de la vía que quieren
subir al tren –explicaba extrañado,
-¿Subir?
De repente
los jóvenes fueron notando cómo los demás alumnos iban regresando a sus
respectivos asientos con cara de angustia.
-¡Chicos! –llamó Parvati acompañada
de Lavender y de Seamus.
-Hola –dijo Ginny-, iba a buscaros.
¿Sabéis qué pasa?
Los tres recién llegados parecían
serios a la vez que agitados.
-Al parecer –comenzó a explicar
Parvati- hemos oído que un… un grupo de Mortífagos ha parado el tren y que va a
entrar para buscar a alguien.
-Harry… –susurró Ginny preocupada.
-¿Se creen que está aquí? –preguntó
Neville arqueando una ceja. Hubo una pausa- Pues, sí es así, les diremos que
dejen de molestar –se puso serio.
-Creo que sería mejor que no nos
alejásemos –sugirió Lavender.
En ese momento Padma y Cho llegaban
a su encuentro a paso ligero.
-Está bien –dijo Ginny-. Avisemos a
Luna –dijo dirigiéndose a Neville, a lo que éste asintió.
Mientras
tanto Luna sólo escuchaba los pasos apresurados de la gente volviendo a su
sitio y ligeros cuchicheos. En un instante Ginny abrió la puerta dejando entrar
al resto, decidieron quedarse en el mismo compartimento.
-¿Sucede algo? –preguntó viendo
cómo tomaban asiento.
-Luna –comenzó la pelirroja
cerrando bien la puerta-, al parecer unos Mortífagos han parado el tren.
Creemos que buscan a Harry –su cara de preocupación se acentuaba.
-Entonces no pasa nada –respondió
Luna con tranquilidad-, Harry debe de estar muy lejos. Seguro que sabe lo que
hace, Gin –intentó tranquilizarla-.
Aunque a veces se estrese o se despiste, no está solo, ¿recuerdas?
Neville se mantuvo en pie pegado a
la puerta tratando de escuchar.
De repente
un extraño y molesto zumbido pareció inundar el tren, los chicos se taparon los
oídos por un momento. Alguien comenzó a hablar dejándose escuchar por todo el
expreso. Era una voz masculina.
-“Alumnos de Hogwarts, buscamos a un alumno en particular…”- se produjo
una breve pausa en la que Neville no dudo en abrir la puerta y decir en voz
firme y alta -¡Él no está aquí, inútiles!- “Queremos
que la joven llamada Luna Lovegood salga al pasillo sin oponer resistencia” –Todos
se quedaron petrificados y Luna, aparentemente inexpresiva, mirando la nada y
atenta a las palabras, sintió una punzada en el corazón. Los jóvenes la miraban
incrédulos y nerviosos, Ginny parecía
ser la que más, tomó fuertemente de la mano a su amiga, lo que hizo que Luna
reaccionara, le negaba con la cabeza que no saliera.
Neville
entraba despacio al compartimento sin apartar su mirada de Luna. Sentía
confusión, impotencia y rabia ¿Qué querían de ella? Su corazón comenzó a latir
vertiginosamente.
-Ni hablar -susurró-. No te muevas.
-“Si no sale por propia voluntad, comenzaremos a buscarla nosotros. Vagón
por vagón marcando a todo alumno que veamos y que intente esconderla”.
En ese momento Luna pareció
reaccionar y se puso en pie muy despacio.
-¡Qué haces! –Ginny profirió una
exclamación ahogada y la tomó del brazo con desesperación indicándola que se
sentara.
-Debo ir.
-No sabes qué quieren.
-Sí tardo más en salir será peor
para todos –dijo sin molestia alguna en la voz. Parecía resignada.
No hizo más
que rozar el manillar de la puerta cuando de repente, esta se abrió con rapidez pareciendo soltar un estallido,
lo que hizo que los jóvenes exclamaran y se hicieran para atrás al ver que de
la nada había aparecido Amycus Carrow acompañado por otros dos Mortífagos.
-Es ella –dijo el primero señalándola
despectivamente.
Todo pasó muy deprisa.
Neville,
que estaba al lado de la puerta, sacó su varita con rapidez pero antes de que
pudiese hacer algo fue aturdido. Cayó al suelo hacia el asiento de Seamus y las
otras chicas. Sin embargo no desistió y se puso en pie.
-Ahora vas a venir con nosotros,
niña –dijo uno de los Mortífafos con voz grave.
Ginny y los
demás intentaron imitar a Neville, les resultaba difícil ya que Luna estaba en
medio.
Hubo un
momento en el que las varitas de todos los presentes excepto la de Luna, que en
ningún momento oponía resistencia, se vieron alzadas y en tensión.
-¡Incarcerous! –exclamó uno de los
Mortífagos. De la nada y con rapidez Luna se vio envuelta en gruesas cuerdas
que la hicieron tambalearse. El Mortífago más robusto que se hallaba en el
medio la cogió apuntando con la varita a su cuello.
-¡Bajadlas! -les dijo a los jóvenes
que contemplaban la escena horrorizados e impotentes.
Luna y
Ginny se miraron a los ojos. En los de Luna no había un miedo exagerado sino
más bien nervios y tristeza por hacer que sus amigos se viesen en esa
situación. Ginny, sin embargo, estaba llena de furia y lágrimas a punto de
salir.
Sin más, los Mortífagos desaparecieron
con un “crack”.
-¡NOOOO! –chillaba Ginny tirándose
al suelo de rodillas- ¡LUNAAAAA! ¡No te vayas tú también! –explotó en llanto.
Padma se agachó a consolarla, los
demás volvieron a quedarse estáticos y
Neville apretaba los puños respirando agitadamente también al borde de
las lágrimas.
*
* *
Luna se vio
envuelta en un grisáceo remolino con destellos. La sensación no era agradable.
Sentía que tiraban de ella.
Tras
aparecerse junto con los dos Mortífagos sólo era capaz de ver leves destellos.
Se sentía mareada y dolorida al notar la presión de las cuerdas en sus brazos y
en el cuello que presionaban con más fuerza a cada leve movimiento que ésta
hacía. Perdió el equilibrio y cayó al suelo mojado.
Impaciente,
el Mortífago más grande y fuerte la zarandeó para que se pusiera en pie sin
mucho éxito, ya que Luna con el mareo sólo llegó a arrodillarse, por lo que el
Mortífago la cogió en brazos bruscamente para ir más rápido.
Luna
mantuvo los ojos cerrados todo el corto trayecto hasta conseguir reponerse un
poco. Mientras, notaba una brisa fría el sonido de las hojas de los árboles chocar, e intuía que tormenta en esa
zona era tan solo un leve chispear.
Se decidió
a abrir levemente los ojos y ladear la cabeza. Pudo ver el mismo cielo cubierto de nubes que en Hogsmeade. Comenzaba
a oscurecer. Veía filas de árboles a su alrededor y escuchaba apagados aleteos.
Notaba que allí los sonidos de la naturaleza eran más tristes.
De repente
le pareció escuchar el sonido de una gran verja abrirse. Movió un poco más la
cabeza para situar mejor los sonidos. Su portador no se fijaba en ella y
guardaba silencio igual que su compañero. Con los ojos entrecerrados pudo divisar unos robustos muros de piedra y
colosales setos y pinos alineados hasta llegar a un porche con columnas que
cubrían una gran puerta con finos detalles tallados y dos grandes aldabones.
Las puertas se abrieron lentamente introduciendo a la chica en un ambiente un
poco más cálido. Divisó una gran lámpara de araña en techo. Hasta que el
Mortífago que la portaba vio finalizado el trayecto y la dejó caer al suelo sin
cuidado ni respeto tirando aún de las cuerdas que la hacían prisionera.
Luna se
arrodilló con lentitud tras el impacto e intentó fijarse en todo lo que la
rodeaba sin perder el más mínimo detalle. Escuchó pasos ligeros y seguros,
descendían desde las grandes escaleras de piedra situadas en el centro. No
sabía dónde estaba. Aunque la sala en la que se encontraba le parecía el
interior de una mansión por los detalles y el espacio.
Todo a su alrededor
era una mar de confusión. Sin embargo intentaba estar tranquila y no decir
nada, sabía que si no sería peor.
Poco a
poco, para su sorpresa y temor, Bellatrix Lestrange bajaba las majestuosas pero
descuidadas escaleras de piedra con una sonrisa perversa y descarada en su
demacrado rostro.
- ¡Por fin de vuelta! –exclamó
satisfecha dirigiéndose a los dos Mortífagos- Y traéis el encargo antes de lo
previsto –dijo caminando más lentamente sacando su varita-. Así me gusta,
empezaba a pensar en diversas formas de torturaros para que aprendieseis de una
vez lo que significan puntualidad y discreción.
-Le prometimos que no fallaríamos
esta vez, señora –dijo el más flacucho con miedo en la voz.
Bellatrix
miró a Luna a los ojos por un instante. La joven recordó lo vivido en el
Departamento de Misterios en tan solo milésimas de segundo y bastó para que sus
nervios creciesen un poco más que antes. Sin embargo se mostraba inalterable.
De repente
la Mortífaga apuntó con la varita y despojó al Mortífago más grande de las
cuerdas de las que Luna era prisionera. Bellatrix las cogió y tiró de ellas con
mucha más brusquedad consiguiendo atraer a Luna más cerca.
- ¡Ponte en pie! –le ordeno a lo
que Luna obedeció sin resistencia- Largaos –les dijo a los otros dos que asintieron
y se fueron enseguida.
Eso a Luna
la alertó más. Bellatrix tiraba de ella sin piedad por los extensos pasillos
hasta que por fin abrió una puerta con un toque de su varita. En la nueva y oscura sala había una chimenea con
un fuego a punto de extinguirse y en el medio una gran mesa alargada con
numerosas sillas a juego. Pero lo que más le sorprendió a Luna en un principio
no era la decoración de la fúnebre sala, sino los que en ella se hallaban.
Analizó a
los presentes discretamente; había unos cuantos Mortifagos sentados alrededor
de la mesa que miraban a Luna como un animal mira a su siguiente presa, pero
ella ponía especial atención a un lado de la chimenea donde se encontraban
Lucius y, al parecer, Narcisa Malfoy, a quien nunca vio hasta ese momento, no
se veían en buenas condiciones, a decir verdad. Vio a alguien aparecer de entre
las sombras a su lado, era Draco que la miraba clavando sus ojos en ella con
intensidad, sorprendido a la vez que temeroso, parecía que intentaba volver a
hablarla con la mirada. Entonces sucedió, fue exactamente en ese momento cuando
el corazón de Luna comenzó a latir aceleradamente de verdadera emoción y temor incluso.
Con todo lo que había pasado desde que la sacaron del tren ese fue el instante
que más la descolocó.
-¡Cissy, Lucius, la visita ha
llegado! –dijo Bellatrix tirando más de Luna.
En ese
momento ambos jóvenes se vieron obligados a no prestarse tanta atención.
-¿Llamó al Lord? –preguntó Lucius
Malfoy arrastrando las palabras.
-No es necesario, tengo permiso
para encargarme de esta minucia –dijo ilusionada de poder liderar y torturar a
su gusto.
La familia
Malfoy ocupó un asiento y Bellatrix se quedó de pie poniendo a Luna en un
extremo de la mesa, ahora maniatada, lo que le permitió respirar mejor.
-A propósito, ¿cómo se llamaba la
muchacha? –la señora de Lestrange comenzaba a pasear alrededor de la mesa
jugueteando con su varita.
Uno de los
Mortífagos iba a responder, Luna en ese momento también se fijó en Draco, parecía querer hablar y no quitaba
esa cara de preocupación que no conseguía disimular del todo bien a ojos de
Luna.
-Luna Lovegood –respondió ella
misma sin que le temblase la voz para sorpresa de los presentes.
-¡LUNÁTICA! –Bellatrix estalló en
carcajadas acompañada por un par de Mortífagos.
En ese
momento la desquiciada Mortífaga ese acercó más a Luna a paso lento y comenzó a
hablar de nuevo.
- ¿Sabe por qué está aquí, señorita
Lovegood? –preguntó arrastrando las palabras en susurro, posando sus ojos muy
abiertos en Luna, que decidió guardar un prolongado silencio- Estás aquí porque
el loco y traidor de tu padre no sabe tener su sucia bocaza cerrada. Se cree
con derecho a escribir infamias en contra del «Señor Tenebroso» en ese
asqueroso intento de revista –Bellatrix cogió con delicadeza un mechón de pelo
de la chica que le salía del estropeado y mojado moño y lo deslizó entre sus
dedos-. Vamos a comprobar qué ocurre si hacemos llorar a su niña del alma. Queremos
ver si tiene tantas ganas de seguir escribiendo en nuestra contra cuando se
entere de que tú vas a ser nuestra huésped –tiró del mechón con fuerza y se
acercó más a ella clavándole la varita en el cuello. Luna se contuvo como
pudo-. Te advierto desde este momento que si no te portas bien… voy a hacer que
desees la más dolorosa de las muertes después de haber jugado contigo –finalizó
mostrando una sonrisa.
Luna
contuvo el llanto. Bellatrix la soltó alejándose un poco más, volvió a apuntar
con su varita y la joven cayó inconsciente en el suelo ante los ojos de los
demás presentes.
Draco contempló la escena
horrorizado. Se la llevaban al sótano. Se le pasaron tantas cosas por la
cabeza, pero en él predominaba la impotencia y la indecisión.
¿Qué sería de Luna? Se preguntaba.
El tiempo les separó y el
tiempo les volvió a unir... Solamente le quedaba esperar.

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