Capítulo 29:
☆☆Setas
saltarinas☆☆
Al día siguiente Hogwarts se vio
inundado por un resplandeciente sol que llenaba de optimismo a Luna mientras
contemplaba el paisaje por la ventana de su dormitorio. Era sábado y, ya que no
podía ver a sus nuevos amigos, podría ir a dar una vuelta al bosque para ver a
sus adorados Thestrals, eso sí, llevaría junto a ella el diario nuevo por si
Draco le dejaba algún mensaje.
Todo el alumnado se hallaba
disfrutando en el patio de las pocas bocanadas de libertad que tenían. Aunque
era algo aburrido porque no podían utilizar las varitas.
La joven caminaba tranquilamente
pensando por primera vez en semanas en algo que conseguía distraerla de sus
problemas con Draco. Estaba cerca del
aula de Historia de la Magia cuando escuchó cómo se abría la puerta.
Siguió su camino.
-Señor Malow, espere –se escuchó desde dentro, Luna supuso
por el tono tan peculiar de voz que era el profesor Binns quien llamaba a un
alumno desde la pizarra.
-Es Malfoy, profesor –dijo Draco conteniendo el enfado de que
siempre se equivocase con los apellidos, estaba a punto de salir al pasillo. Al
escucharle, Luna decidió parar y darse la vuelta para observar desde una
esquina.
-Ah, sí claro, lo que yo he dicho. Recuerde, que no vuelva a
repetirse, adiós.
-Adiós –se despidió el joven cerrando la puerta de la clase-,
¡fantasmón demente! -refunfuñó.
Se disponía a bajar al patio junto a
sus amigos y al doblar la esquina se topó con Luna.
-¡Diablos! Qué susto Lu, Lovegood –exclamó el chico al verla
como si nada, estática, sosteniendo su característico bolso y mirándole un
tanto inexpresiva.
-Perdón, pero te he escuchado en clase y, ya que te he
encontrado, he pensado en entregarte los deberes que me pediste –decía mientras
sacaba los pergaminos.
-¿Ya los has terminado? –preguntó visiblemente sorprendido-,
¿cómo los has hecho tan rápido? Había ejercicios para torturarse el fin de
semana entero.
Luna se limitó a encogerse de hombros y mostrar una media
sonrisa.
-Toma –le dijo extendiendo el brazo con los deberes.
-Pues aún no se me han ocurrido más encargos.
-Mírate el brazo. A lo mejor la marca ha empezado a borrarse.
El chico lo hizo y, para sorpresa de
ambos, las letras habían tomado un color gris claro.
-Sí, han cambiado –dijo con pasmo y agrado- y debe de haber
sido ahora mismo porque esta mañana estaba igual que ayer.
-Bien –dijo Luna contenta, pegando un leve saltito-, eso
quiere decir que mi diario está cambiando a mejor.
-Aún así, esto sigue sin gustarme –volvió a su tono serio.
Luna, ignorándole, tomó la muñeca de
Draco con cuidado, pillando a éste por sorpresa, y le tocó el antebrazo para
comprobar si recibía algún calambre, el chico se la quedó mirando algo
incómodo, no pasó nada extraño.
-¿Te sigue doliendo o dando calambres? –preguntó la chica
observando las letras con detenimiento, como si de una enfermera y su paciente
se tratase.
-Ahora, es algo raro, siento un cosquilleo, pero no es tan
molesto como antes.
-Venga, Malfoy, piensa algo más para encargarme –dijo dejando
de fijarse en el antebrazo del muchacho, apartándose un poco-. Antes se te
ocurrían los planes más descabellados sin importarte el hecho de que me costase
cumplirlos.
“Porque antes todo era
distinto” –pensó el Slytherin apartando la mirada de
ella algo fastidiado mientras se bajaba las mangas del uniforme.
-Está bien, listilla -dijo intentando volver a una postura
más dura con ella-, lo tengo; irás al bosque prohibido a buscar Setas
Saltarinas para mi clase de Pociones.
-De acuerdo.
-Y tienes que hacerlo sin magia -señaló.
-Pero así voy a tardar más.
-¿Y qué? –preguntó con desdén-, si a mí me da igual que te
cueste cumplir mis encargos… Así será más entretenido.
-Vale –dijo riendo y encogiéndose de hombros-, te has
enfadado. Como quieras… -entornó los ojos sin ningún signo de enfado.
-Pues eso –contestó él mosqueado por su comportamiento tan
despreocupado “¿¡Se puede saber de qué se
ríe!?”-se preguntó.
-¿Puedo preguntarte una cosa?
-¿Qué?
-¿Te ha llamado el profesor Binns por algo grave? ¿Quizás por
lo del tapiz?
-¿Y eso a ti que más te da? –preguntó cruzándose de brazos
mostrando una media sonrisa.
Luna no dijo nada. Simplemente
continuó mirándolo curiosa con la característica mirada de una niña pequeña.
-Es que –dijo-, después de todo lo que nos costó coserlo…
-No –respondió Draco quitando su sonrisa y entornando los
ojos-, al tapiz no le pasa nada.
Son mis notas –dijo algo resignado “No logro concentrarme por tu culpa”-quiso
decirlo en voz alta, pero rehusó.
-Mmm… -asintió lentamente- Está bien, iré al bosque. De todas
formas, es una suerte que me mandes eso, ahora mismo iba a ver a los Thestrals.
-¿Thestrals? ¡Ya estamos otra vez! No me tomes el pelo, esos
bichos no existen.
-Que no los veas no quiere decir que no existan.
-Ya, claro.
-¿Qué me dices de las luciérnagas o de las Parvus
Acromántulas? –preguntó en un tono algo melancólico y tímido.
El chico volvió a sentirse vencido.
Tuvo que guardar silencio y desviar la mirada al recordar la mágica noche en la
que ambos recorrieron los pasillos de Hogwarts e hicieron un gran
descubrimiento que aún no habían revelado a nadie, y la vez que a Luna le pico
la pequeña araña en el tobillo y terminaron abrazados casi toda la tarde.
-Será mejor que te pongas en marcha –dijo evadiendo el tema-,
se te va a hacer tarde.
Sin más, se marchó caminando
ágilmente para desaparecer por otra esquina del pasillo.
“Se ha puesto algo rojo…” –pensó Luna sonriente- “Será por furia”.
La chica se puso en marcha. Aunque
tuviera consigo su varita, el trato haría que la magia no funcionase a la hora
de atrapar las setas, por lo que decidió pasar por la cocina del colegio y
llevarse una pequeña merienda ya que la tarde se le iba a hacer muy larga. Al
llegar a la cocina fue ayudada por un elfina amiga suya.
-Espero que todo sea de tu gusto, Luna –le dijo la elfina
contenta de volver a verla–, ¿estás segura de que no quieres llevarte nada más?
-No, de verdad. Muchas gracias, Eima, tengo todo lo que
necesito.
-Ojalá pudieras pasarte más de vez en cuando por aquí. Eima
se aburre.
-Me gustaría –dijo triste-, pero con la nueva dirección del
colegio…
-Lo entiendo. No te preocupes. Anímate y sal a tomar el aire,
que estás muy pálida, muchacha.
-Está bien -rió.
-Y come más. Pareciera que padeces mal de amores; eres como
ellos, ni comes, ni duermes.
Luna evadió el último comentario.
-Adiós. Adiós a todos –dijo despidiéndose de todos los demás
elfos que trabajaban muy atareados.
-Adiós, señorita –dijeron todos al unísono mostrando una
sonrisa.
Esa soleada tarde de sábado fue muy
próspera; la orilla del lago estaba abarrotada de estudiantes, Hagrid trabajaba
a gusto en su huerto y en el campo de Quidditch los equipos se organizaban para
entrenar por turnos, todos menos la casa Slytherin, por lo que en ese sector
del castillo la paz duró poco. Justo en
el momento en el que le tocaba entrenar al equipo de Gryffindor, las serpientes
decidieron colarse, las discusiones entre ambas casas no se hicieron esperar
por lo que tuvo que intervenir uno de los profesores y, para la mala suerte de
los leones, fue Snape el que puso orden cediéndoles el turno a los Slytherins.
Draco no había faltado a su
entrenamiento ni había querido perderse la escena de cómo su profesor favorito
se quejaba de los Gryffindors y les expulsaba del campo de juego. El
entrenamiento fue largo y cansado. Al finalizar el chico se dirigió a los
vestuarios para darse una reconfortante ducha, se puso su uniforme, guardo su equipamiento de Quidditch en una
bolsa negra y cogió su escoba, fue de los últimos en salir.
El sol empezaba a esconderse, decidió
ir al Gran Comedor para encontrarse con sus amigos y cenar. Una vez fuera del
campo de Quidditch algo llamó su atención; en la lejanía del bosque prohibido
las hermosas luces del atardecer comenzaban a formar un juego de colores que
definían llamativamente los árboles más altos que Draco lograba ver desde ahí.
No pudo evitar acordarse de Luna.
“¿Habrá terminado ya?” –se preguntó- “Se está haciendo de noche…” “No te preocupes más por ella, ella no se
preocupa por ti...” “Aunque de eso no estoy completamente seguro…” “Draco, te
estás liando” “¡Debes olvidarla!” “¡Pero no puedo!”
Absorto en su complicada maraña de
pensamientos iba dirigiéndose con lentitud hacia su sala común para guardar su
equipo de Quidditch.
Dentro del castillo, la cena había
dado comienzo y llegaba tarde, se asomó a la entrada del comedor y divisó a
todos sus amigos en su mesa, dio un vistazo más riguroso a la mesa de las
águilas y algo le chocó; el sitio que normalmente solía ocupar Luna estaba
vacío, no la encontraba por ningún lado.
“Quizás no tenga hambre
o habrá terminado ya”
-se decía siguiendo su camino a las mazmorras- “¿Por qué tendría que ocurrirle algo malo?” ”Bien pensado, ella es un
imán para que le pasen cosas…”
Decidido, retrocedió hacia el patio,
montó en su escoba y puso rumbo hacia el bosque prohibido dispuesto a echar una
rápida ojeada. Sí no veía nada raro, nada fuera de lo normal para él, siempre
podía escribir en el diario y preguntarle que dónde estaba, pero ¿y si no lo
miraba? El joven empezaba a agobiarse.
La noche comenzó a teñir el bosque
con su hechizante y sombrío color y el viento se agitaba. Ya llevaba un buen
rato sobrevolando el terreno dónde se suponía que Luna debía buscar las setas y
luego recordó que la chica quería ir a deambular buscando criaturas
fantásticas. Descendió un poco más, ese sitio le ponía nervioso, por lo que
quería guardar las distancias. Divisó un destello azulado en movimiento,
comenzó a seguirlo y al bajar un poco más hasta quedar a dos metros del suelo,
entendía de qué se trataba, era la luz de una varita, observó la silueta de una
persona tras la luz, una chica,
-¡Lovegood! –exclamó acercándose más a ella.
La chica, sorprendida, se dio la
vuelta pegando un brinco a la vez que daba un grito y apuntó la varita
encendida en alto hacia él en signo de defensa.
-¡Tranquila! -dijo levantando las manos como en un atraco.
-¡Qué susto! –dijo Luna abriendo los ojos como platos-
Pensaba que eras un vampiro dispuesto a atacar -intentaba recobrar el aliento
mientras se ponía una mano en el pecho y bajaba su varita.
-¿Un vampiro? –preguntó arqueando una ceja y bajando las
manos aún algo sobresaltado.
-Es que, como está tan oscuro y llevas la túnica del
uniforme…
-¿Aún no has conseguido lo que te pedí? –preguntó entornando
los ojos.
-Sí, hace horas –explicó despreocupada.
-Entonces, ¿qué haces aquí? Este lugar es peligroso –frunció
el ceño.
-Te dije que iba a ver a los Thestrals… Me he entretenido más
de la cuenta. Ya me iba.
-Está oscureciendo, te perderás.
-No, no me perderé –dijo dándose la vuelta, dispuesta a
seguir su camino.
-¡Espera! –el chico descendiendo un metro y voló más hacia
ella- Dame las setas, ya que estamos.
Luna volvió a girarse hacia él,
avanzó y quedaron más o menos frente a frente. Contemplaba cómo Draco levitaba
en la escoba esperando y le entró una duda, pero no se atrevió a preguntarle.
-Está bien –le dijo abriendo su bolso lleno de setas en
movimiento-. Ten cuidado, no paran quietas un segundo.
De repente, una de ellas salió
disparada hacia arriba dándole al chico en un ojo y haciéndole perder el
equilibrio, se cayó de la escoba hacia su derecha golpeándose la cabeza contra una piedra.
-¡Draco! –exclamó Luna asustada.
Cerró el bolso para que no saltasen
más setas a tiempo que corría hacia el muchacho y se arrodillaba frente a él.
El Slytherin tenía los ojos fuertemente cerrados y se movía con lentitud.
-¡Ay! –se quejó llevándose la mano a la frente- ¡Maldita sea!
- ¿Te has hecho mucho daño? –preguntó la joven visiblemente
preocupada- Ten cuidado al levantarte –dijo sosteniéndole del brazo mientras él
se incorporaba-. Quédate un momento sentado –el muchacho asintió sin decir
nada, sólo quejándose de dolor.
Luna apartó un mechón de los ojos del
chico y vio un fino corte entre la ceja y la oreja que comenzaba a sangrar.
-Espera –comenzó a buscar en su bolso.
-¿Qué pasa? –preguntó preocupado, tocándose el corte-
¡Sangro! –dijo con fastidio mirándose los dedos.
-Sólo es una pequeña herida –le dijo ella, ya tan tranquila
como siempre, pasándole un pañuelo para quitar la poca sangre que había y
después ponerle una tirita.
Draco se sintió raro, sentía las
caricias de Luna al curarle. Estaba sorprendido de que la chica se asustase
tanto al verle caer al suelo, nunca la había oído chillar de esa manera, ni siquiera
cuando se pegaba un susto como el de hacía un rato pensando que la atacaban por
detrás, le gustó que se preocupase tanto por él, aunque ella siempre era así,
dulce y considerada por naturaleza, nada que ver con él. Pensaba que lo estaría
ayudando únicamente por compasión, después de todo lo que le había hecho a la
chica le costaba creer que fuera por algo más, pero podía ser que aún sintiera
algo por él, su reacción había sido tan extraña para él que no sabía cómo
interpretarla.
Draco le daba mil vueltas
a lo que la chica acababa de hacer mientras ella terminaba de curarle y le daba
las setas que había recogido en una bosa bien cerrada.
-Draco –dijo la chica moviendo una mano frente a él al ver
que no reaccionaba- ¿Estás ahí? Quizá el golpe haya sido demasiado fuerte –dijo
con preocupación.
-¿Eh? –levantó la cabeza de repente volviendo a la Tierra y
la miró- Ah. Ya, claro, las setas.
Se levantó con ayuda de Luna.
-¿Te mareas o algo? –preguntó ella observándole
detenidamente.
-No. Tranquila –se sacudió unas cuantas hojas del uniforme y
del pelo.
-Menos mal que te ha dado una pequeñita –comentó Luna mirando
al suelo, también sacudiéndose-, se ha escapado. ¿Necesitabas muchas?
-No –contestó mirándola detenidamente con el rostro sereno-
¿Por qué lo has hecho?
-¿El qué? –le miró inocente, sin entender la pregunta.
-Déjalo.
Su escoba aún seguía en el aire, la cogió y volvió a montar.
Ambos se miraron.
-Bueno –dijo Luna-, si no tienes nada más para encargarme, me
marcho.
-Espera a que se me ocurra algo…-dijo con rapidez.
Draco se negaba a que Luna caminase
sola por el bosque prohibido. Buscaría una excusa para que no se separasen.
“Soy imbécil” –se dijo.
-Sube –le dijo sin pensarlo más veces, aterrizando con la
escoba.
-¿Que suba? –abrió los ojos incrédula.
-Sí, Luna, que subas –dijo entornando los ojos.
-Tengo muchas preguntas –le dijo aún sin moverse mostrando
una media sonrisa.
-Yo también. La primera es: ¿puedes subir de una vez? Te lo
pido como encargo.
Al decir eso la chica se vio empujada
por una especie de fuerza invisible que le incitó a dar el paso que le faltaba
para montarse en la escoba.
-Vale, vale, ya voy –dijo caminando más rápido-, no hace
falta empujar.
-Imaginaba que el trato haría algo así –dijo Draco riendo por
la reacción de la chica.
-Pero iba a subir de todos modos –se colocó detrás de él.
-Sujétate –dijo algo ruborizado mirando al frente.
Luna pasó los brazos por la cintura
de Draco y entrelazó sus manos, tampoco pudo evitar ponerse colorada.
Ascendieron lentamente, esquivaron
diversas ramas y salieron de espesor de los árboles tomando velocidad. A Luna
le pareció un sueño todo lo que vló en ese momento; sobrevolaban el bosque
prohibido, la luna se presentaba como enorme y hermoso diamante y reflejada
sobre el agua del Lago Negro parecía bailar al compás de los sonidos de la
naturaleza y el viento junto a las estrellas también parecían confundirse con
las luces del castillo, como si se camuflaran. La emoción y la sorpresa
parecieron recorrer todo su cuerpo al contemplar todo ese paisaje nocturno,
cuando aceleraron no pudo evitar abrazarse más a Draco hasta apoyar la cabeza
en su espalda, eso al chico no le molestó en absoluto.
Draco buscaba un patio vacío donde
aterrizar sin peligro a ser vistos. Cuando lo encontró, Luna bajó dando un salto
de alegría y le preguntó.
-¿No ha sido el paisaje más bonito que has visto en tu vida?
-No me he fijado bien, pero supongo que es como el de todas
las noches –se encogió de hombros y bajó de la escoba.
-Qué poco observador –dijo decepcionada-. Gracias por
traerme.
-Espera, he dicho que tengo preguntas.
-Sí, ¿pero estás dispuesto a escuchar las mías? –preguntó
incrédula.
-Sólo si resuelves las mías. Tenía pensado dejarlas de lado
pero... no puedo.
-Está bien –asintió más seria.
-¿Por qué me has ayudado con tanta preocupación cuando esa
estúpida seta me ha golpeado?
-Porque te habías caído –dijo sin más encogiéndose de
hombros-, no iba a dejarte ahí tirado, medio cegato por el golpe y con un
corte.
-Pero ¿por qué? –preguntó ésta vez más enfadado, casi sintiendo
que iba a estallar de inseguridad- ¡Sí me he comportado como un capullo
contigo! –frunció el ceño- ¿Por qué insistes en ser tan tú con alguien como yo?
Luna permaneció en silencio y volvió a contemplarle con su
mirada analítica.
-Porque –dijo seria- supongo que, como tú mismo dijiste una
vez, somos demasiado diferentes, quizás hasta en eso. Y seguro que todavía no
lo entiendes…
Él permaneció en silencio con el semblante enfadado.
-¿Puedes contestar ahora a mi pregunta?
Draco siguió sin decir nada.
-¿Por qué has ido a buscarme al bosque?
-Porque estabas tardando demasiado en cumplir con lo que te
pedí y tenía miedo de que –preparaba su respuesta muy inseguro, sobre la
marcha-… al ser tan incompetente, no lo cumplieses como es debido. Pensaba que
te sería demasiado complicado sin magia y no quería arriesgarme a ser el último
de la clase, simplemente fue eso.
-Entiendo –contesto Luna casi en susurró.
Draco notó más extraña aún la forma de contestar de la chica.
Algo le decía que se engañaban
mutuamente. Fue sumando todas las dudas que le surgieron desde que volvió a
hablar con ella el día anterior para rehacer el pacto, pensó en su
comportamiento semanas atrás intentando evitarse mutuamente, y decidió llevar a
cabo un descabellado experimento para terminar de estar seguro de qué sentía
Luna. Por una parte se decía a sí mismo que para qué iba a poner esa arriesgada
idea en práctica si lo que él buscaba era olvidarla, pero su corazón, que
buscaba lo contrario y al que hacía caso muy pocas veces, ansiaba saber los
sentimientos de la joven. Si resultaba que Luna le había olvidado, podría dejar
de desquiciarse y empezar a olvidarla por completo siguiendo con su vida de
siempre, la borraría de su vida; pero si resultaba que la chica no había
conseguido olvidarle y que tampoco quería, bueno, en ese aspecto Draco no tenía
tan claro qué hacer, pero al menos saldría de dudas. Decidió poner el
experimento en marcha:
-¿Qué? –preguntó con aire de altanería- ¿Acaso te estabas
haciendo ilusiones conmigo otra vez?
-¿Ilusiones? –Luna abrió mucho los ojos- No podría aunque
quisiera. Tú acabaste con todas de un golpe. De todas formas siempre fueron
eso, tan sólo ilusiones… –dijo despreocupada, dulce y a la vez triste.
-Entonces no sientes nada por mi –afirmó mostrando una media
sonrisa aparentando una total despreocupación.
-¿Por qué te interesa ahora lo que yo sienta?
-Porque me da que sigues siendo una mentirosa. Encima vas de
fría y despreocupada y esa fachada no te
acaba de quedar bien.
-¿Acaso tú sientes algo? –le miró curiosa y algo esperanzada
en su interior. En ese momento Draco le parecía bipolar, cambiaba de humor como
de camisa.
-¿Por qué evitas mis preguntas?
-¿Por qué evitas tú las mías?
-¿Ves? A eso me refiero. Voy a dejar claro de una vez por
todas que nosotros tan solo tenemos un trato, al que estamos más obligados a
cumplir que antes.
-¿Cómo lo harás?
-Nos queda tan solo el domingo y este calvario terminará.
Esta será mi última petición para ti.
-Te escucho –asintió aparentando seguridad y desinterés como podía.
-Quiero que me beses.

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