Capítulo 20
☆☆ Castigo ☆☆
Era temprano, volvía a hacer frio. Luna despertaba poco a
poco en la mullida cama de la enfermería desarropándose e incorporándose con
lentitud para observar su tobillo. Tenía muy buen aspecto, todo gracias a un
dulce roce de magia la noche anterior, una noche llena de risa y emoción para ella;
una emoción que la hacía sentirse extrañamente cómoda porque pudo descubrir una
faceta distinta y extraña de Draco Malfoy, algo más solidaria, lo que
demostraba sus progresos en su nuevo propósito de llegar de alguna manera al
corazón del Slytherin. Intentó ponerse en pie. Con éxito, dio unos cuantos pasos
hacia el final de la cama y luego volvió a caminar hacia la mesilla de noche. Estaba
completamente recuperada, tal y como ella suponía.
Pensó que debía escribir a su padre para darle la estupenda
noticia lo antes posible, pero no estaba segura de contarle lo del tobillo, ya
que también le tendría que contar que le había picado una “Parvus Acromántula”,
y no quería preocuparle. Estaba dudando, tarde o temprano tendría que hacerlo… Decidió
volver a la cama, ya que sabía que si la enfermera la veía de pie la reñiría,
además, notar el helado suelo de piedra en sus pies descalzos la hizo
estremecerse.
El frío había vuelto para quedarse unos días más, era una
lástima. Tras las nevadas de la navidad pasada echaba de menos el roce
primaveral que parecía que había llegado en esas semanas. Era como si la
primavera no se decidiera a aparecer.
Recostada y pensativa, la rubia escuchó unos pasos y la voz
de la señora Pomfrey, quien, acto seguido, apareció con una bandeja.
-Buenos días, señorita Lovegood –dijo un poco seria. Luna
supuso que tras el numerito del sonambulismo era el momento de dar alguna
explicación a su rápida recuperación.
-Buenos días –dijo sonriente.
-¿Y ese tobillo? Porque menudo paseo se dio usted anoche.
-¿Paseo? –disimuló.
-Sí. De repente, me la encuentro sonámbula entrando por la
puerta de la enfermería tranquilamente y con el tobillo sin vendar. Me asusté
pensando que estaba en la cama. Ya la iba a regañar cuando vi que no abría los
ojos por lo que la traje hasta la cama de la mano.
-Ah, sí. Me pasa a menudo. Por eso duermo con zapatos.
-Déjeme ver el tobillo –dijo con de regañona pero preocupada-.
Con la caminata seguro que está más hinchado. Anoche se debería haber
despertado del dolor nada más plantarse en el suelo.
-Será que tengo el sueño profundo –dijo Luna bromista y la
enfermera frunció el ceño.
-Pero... -dijo sorprendida destapando la sábana- si la
hinchazón se ha bajado por completo… y ya tiene buen color… ¿Cómo es posible
que se haya curado tan rápido? La pomada era buena, sí, pero no creí que lo
fuera tanto…
-Que bien, ¿no? –sonrió la chica.
-Pues mejor que mejor, eso sí, pero no pensé que tuviera un
efecto tan rápido. Supongo que depende de la persona.
-Eso es que usted es muy buena enfermera –siguió Luna
sonriendo-. ¿Y ahora qué debo hacer?
-Ahora desayune aquí tranquila y luego podrá intentar caminar
un poco.
-Puedo probar ahora…
Luna se incorporó de nuevo con lentitud y comenzó a dar más
pasos con ayuda de la enfermera, quien observaba con detenimiento y tras hacer
una nueva revisión general a la chica, habló:
-Cuando termine de desayunar puede recoger sus cosas y
retomar las clases, pero si ve que se le vuelve a hinchar el pie o le duele
venga a verme.
-Está bien –asintió la chica-. Gracias por todo, señora
Pomfrey.
-De nada muchacha, me alegra verte mejor –dijo suspirando aún
sin entender del todo-. Por cierto, no vendría mal que en tu habitación
cerraras con pestillo por las noches por si vuelves a caminar sonámbula, no
vaya a ser que te hagas daño y tengamos otro susto.
-Lo tendré en cuenta –rió.
Al cabo de un, rato Luna terminó de desayunar y pensó en pasar
por su habitación para darse una ducha, dejar sus cosas y coger los libros de
ese día para retomar sus clases.
Salió de la enfermería con una nota de la señora Pomfrey para
los profesores que decía que estaba recuperada y capacitada para retomar sus
clases. Por el pasillo, aunque era temprano, ya empezaba a verse gente con cara
de sueño hablando moderadamente. Al entrar en su cuarto observó que sus
compañeras ya habían empezado a prepararse. Entró dando los buenos días con la
suave voz que la caracterizaba y sólo una de ellas le devolvió el saludo y le
preguntó cómo se encontraba. Ya aseada, con su uniforme limpio y sus libros,
bajó a la sala común y se encontró con Cho Chang que también la saludó y le
preguntó si ya se sentía mejor. Notaba que se estaba llevando mejor con ella
desde que comenzaron juntas en el E.D., pero no entendía por qué la mayoría de
las chicas la miraban mal, sobre todo Ginny, que a veces le fruncía mucho el
ceño, pensaba que quizás era porque su compañera Ravenclaw salía con Harry
Potter.
Bajando las escaleras cercanas al Gran Comedor escuchó a dos
personas discutir no muy agitadamente pero el tono de voz de una de ellas era
severo y alteraba la momentánea tranquilidad que solía haber a esas horas antes
de que la gran mayoría de los alumnos bajaran. Al doblar una esquina pudo
reconocer la escena; Ronald Weasley y Hermione Granger estaban discutiendo
sobre los desastrosos deberes del chico y de que su amiga le repitió la noche
anterior más de cien veces cómo se hacían y como él no los llegaba a entender,
se ofuscaba y ponía nerviosa a la chica, al menos eso fue lo que Luna pudo
llegar a captar de la conversación. Notó que empezaban a levantar el tono de
una manera agresiva. No entendía que ganaba la gente con discutir.
-Ni puedes hacer una chuleta ni voy a dejar que copies mis
deberes –decía Granger cruzándose de brazos.
-Si me lo explicaras con más tranquilidad –decía el muchacho.
-Y si tú prestaras más atención sin distraerte hasta con tu
sombra no perdería tanto la paciencia. Es que parece que no te interesa aprobar,
Ronald –le regañaba la chica Gryffindor como a un niño pequeño.
-Buenos días chicos –dijo Luna con naturalidad apareciendo
por detrás de la pared en la que ellos se hallaban. Éstos pararon su
conversación en seco y ladearon su cabeza para observar a la causante de la
interrupción con el ceño un poco fruncido y con un leve desconcierto-. Hace frío, ¿verdad?
-Hola, Luna –saludó Hermione recobrando la compostura frente
a ella.
-¿Vais a desayunar? –decía estática y erguida sosteniendo sus
libros y con el semblante muy alegre.
-Sí. Ginny me dijo que estabas en la enfermería.
-Me acaban de dar el alta. Me picó una tarántula pequeñita en
el tobillo.
-¿T-ta-tarántula? –escuchó musitar a Ron de un modo
quejumbroso.
-Ya estoy bien. Por suerte no era venenosa.
-Me alegro –asintió Hermione.
-Por cierto, ¿sabéis si Harry va a convocar una nueva reunión
para lo que vosotros ya sabéis? –preguntó con misterio bajando la voz y
abriendo los ojos como platos expectante de una repuesta, ese gesto hizo
estremecer un poco al chico de cabello pelirrojo.
-Pues… no. Quizás al terminar la semana. Es mejor no
comentarlo aquí.
-Tengo ganas de más clases –dijo poniéndose un dedo en la
barbilla y mirando al techo–. Es reconfortante aprender cosas. Bueno, que os
vaya bien. ¡Ah! Y cuidado con los Torposoplos, Ronald.
-¿Eh? –susurró el aludido al aire notando cómo la Ravenclaw
le daba unas leves palmaditas en el hombro al pasar a su lado.
-Nos vemos –dijo Luna doblando otra esquina.
-Lunática Lovegood… –dijo Ron en voz alta ladeando la cabeza
y lanzando un suspiro de exasperación.
-Sí… -musitó Hermione observando el pasillo por donde Luna
desapareció.
-¿De qué estábamos hablando?
-Ya no me acuerdo –se miraron confusos.
-Dejémoslo entonces –dijo él encogiéndose de hombros y empezando
a caminar con su amiga hacia el Gran Comedor.
Parece que
les gusta discutir -pensaba Luna mientras se dirigía a aula de su
primera clase.
Aún faltaba un poco para que los demás terminaran de
desayunar y ya comenzaba a oírse más ruido por los pasillos, por lo que se
sentó a repasar en su respectivo pupitre, el cual sólo ocupaba ella ya que los
demás no parecían muy a gusto sentándose a su lado.
Las clases de ese miércoles fueron apagadas, monótonas y
aburridas con la directora, como
siempre. Horas más tarde, acabando ya su última clase del día, la de Aritmancia
con los Hufflepuffs, la chica copiaba unas cosas de la pizarra tranquilamente
cuando se escuchó un fuerte estruendo y gran alboroto procedente de una clase
cercana. Unos cuantos compañeros de clase se asomaron para ver qué pasaba. Uno
de los que estaban pegados a la puerta dijo que el profesor Binns, estaba
regañando a un alumno de quinto por tirar una estantería encima de otros dos.
Al oír eso, los demás empezaron a murmurar incrédulos y entre risas.
-¿Una pelea?
-Por lo visto ha sido por un hechizo.
-¿Pero quién habrá sido el estúpido? –se oía por toda la
clase.
Luna sentía curiosidad pero siguió a lo suyo. Desde el
pasillo se escuchaba cómo el profesor regañaba a varias personas y luego les
decía que le acompañaran a ver a la directora. Mientras en la clase de Luna la
profesora Vector ponía orden diciendo a los de la puerta que no hicieran caso y
que la atendieran. Al acabar la clase, Luna fue directa al Gran Comedor y por
el camino se encontró con Ginny quien, sorprendida, corrió a saludarla con gran
efusividad.
-Luna –dijo sonriente dándole un abrazo-, me alegra que ya
estés mejor. ¡Qué recuperación tan rápida!
-Gracias, Ginny –respondió la rubia contenta-. Lo sé, estoy
igual de sorprendida. La pomada era efectiva –se encogió de hombros y rió.
-¿Te vienes a comer?
-Sí, me muero de hambre.
-Tengo que pasarte los deberes de ayer. Ah, -habló en voz
baja- y estate atenta a la moneda, puede que hoy tengamos una reunión.
-¡Bien! –sonrió mirándose un calcetín con la moneda mágica
dentro.
-Oye, ¿no has oído un estruendo a última hora?
-Sí, algunos de la clase han dicho que el profesor Binns
había castigado a un alumno por tirar una estantería o algo así.
-Por lo visto Harry ha vuelto a tener una pelea con el idiota
de Malfoy –pronunció el apellido con un tono que parecía de asco-, le ha hecho
rabiar aprovechando que el profesor había desaparecido un momento. El bobo ese
le iba a lanzar un hechizo a Harry a sus espaldas y en vez de darle a él, ha
rebotado contra una enorme fila de estanterías que han caído sobre un tapiz expuesto
en la clase de más de ciento ochenta y tres años de antigüedad al que el
profesor tenía mucho cariño. Cuando Binns entró a poner orden y vio en ese
momento cómo a Malfoy le fallaba el hechizo y el desastre de ver en pedacitos
rasgados el tapiz. Al parecer, se puso hecho una fiera, les ha reñido a los dos
por pelear, pero a Malfoy le pondrá un castigo más severo que a Harry por
destrozar material de la clase.
-Vaya… -dijo Luna con sorpresa.
-No sé qué le mandarán a ese memo, pero seguro que le llevará
varios días cumplir su castigo.
-Al menos ninguno resultó herido, ¿no?
-No, menos mal. Sólo a Malfoy se le ocurriría atacar por la
espalda, encima en un aula tan pequeña.
-Sí, ha sido muy imprudente por su parte.
-Ha sido algo estúpido, como él. Por su culpa ahora han
regañado a Harry, encima Umbridge le tiene en el punto de mira.
-Pero ha sido Binns quien los ha reñido.
-Eso le da igual. Si se entera de que Harry se ha visto involucrado
en algún lío se le ocurrirá algo a ella también. Con Malfoy no es dura, ¿no ves
que es su ojito derecho?
-Bueno, por lo que sé, le manda encargos algo raros –dijo
recordando a Madame Amatis-. Tampoco debe ser fácil.
-Claro que sí. Le mima mucho.
También lo
amenaza con castigarle… -pensó la rubia.
-No debe ser fácil ser su ojito derecho teniendo en cuenta
cómo es la suma inquisidora.
-Lo dices como si estuvieras atenta a ver qué le encarga
–comentó Ginny riendo.
-¿Yo? Atenta, no. Sólo observo e intento ponerme en el lugar
de Harry y de Dra... Malfoy.
-Ah... Bueno, vamos a comer.
-Luego nos vemos –dijo Luna sonriente dispuesta a irse a su
mesa..
-Sí, si quieres, después de las otras clases podemos ir a la
biblioteca antes de ir a la reunión y así te ayudo con los deberes.
-Vale.
Mientras Luna disfrutaba de una suculenta comida, Draco
pensaba furioso en lo ocurrido esa mañana con Harry Potter mientras miraba su
plato semivacío.
Estúpido
Potter,… Estúpido Binns,… ¡Estúpido tapiz!... ¡Estúpido Potter! Ahora tengo que
ponerme a coser por culpa suya… -pensaba mostrando una mirada
asesina intimidando un poco a un chico de primero que tenía sentado enfrente, Al
verlo con el tenedor en la mano con ganas de trinchar a alguien el niño arqueó
las cejas intimidado-. Encima la
directora no me ha podido quitar el castigo por estropear un “elemento
histórico” del colegio ¡Si aquí hasta las pelusas de debajo de las camas son
elementos históricos! –continuaba inmerso en sus pensamientos. Levantó su
mirada hacia el niño de enfrente que le seguía mirando algo extrañado.
-¿Qué miras imbécil? –le dijo. El niño frunció un poco el ceño
inseguro y bajó su cabeza hacia su plato.
Draco comenzó a analizar la sala y contempló que en la mesa
de Ravenclaw sobresalía una extensa mata de pelo rubio claro que no había visto
en varias comidas anteriores.
A Lovegood
le han dado el alta –comenzó a poner sus malos pensamientos a un lado y
recordó la noche pasada llena de rarezas y maravillas junto a Luna. Aun le costaba creer la magia que vieron sus
ojos. Esa chica le mostró un gran poder, difícil de pasar por alto y del que se
podría aprovechar. -No sería mala idea
coger a uno de esos bichos… Serian una mina… -aunque luego recordó lo que
la chica le explicó acerca de ellos, se estaban extinguiendo y no permanecían
en el mismo sitio, Pensó que los descubrimientos que hiciera con Luna mejor se
los guardaría para sí, por si a alguien le daba por investigar cómo había
obtenido esos conocimientos y se terminara descubriendo su “conexión” con Luna
Lovegood. No quería que nadie le relacionara con “La Lunática”.
En su interior había algo extraño respecto a ella; por una
parte la veía como siempre, como la chica extraña que le producía vergüenza
ajena y que estaba llena de locuras; pero, por otra parte, empezaba a ver que
sus locuras no eran tan malas, había otro lado opuesto en él que estaba
descubriendo las facetas de Luna Lovegood que ella no escondía para nada, pero poquísima
gente tenía la molestia de ver y él mismo empezaba a ser una de esas pocas
personas que se fijaban. Pero sólo lo hacía por interés… El diario era la única
razón por la que había una conexión entre ambos. Pero si todo era un trato, un
simple trámite de tres semanas, ¿por qué empezaba a sentirse tan extraño? ¿Por
qué le mostraba su interior a esa chica?... ¿Por qué accedió a esa amistad
temporal? No entendía eso ni tampoco el por qué cuando él navegada en ese
instante por sus extraños pensamiento observándola su corazón dio un respingo
al notar que Luna le devolvió la mirada con más calidez. Sorprendido, dejó de
posar sus ojos en ella y centrarse en escribir un mensaje.
En ese instante Luna vio su reacción y le dio por pensar que
quizá él muchacho estuviera enfadado con ella tras la excursión de la noche
anterior, pero luego consideró que no tendría por qué, ella le vio contento al
despedirse, así que asoció su reacción al castigo impuesto por el fantasma Binns.
Cuando se
enfada la paga con todo el mundo… -pensaba.
Horas más tarde, la Ravenclaw se reunió con Ginny en la
puerta del Gran Comedor para ir juntas a hacer los deberes. Ya en la biblioteca
escuchaban más de un bostezo a su alrededor. Los alumnos cada vez estaban más
apagados en la escuela.
-Es increíble que la biblioteca se haya convertido en el
sitio más divertido y concurrido de Hogwarts –comentó Ginny.
-Divertida es siempre, pero echo de menos los paseos por el
bosque.
-Ahora no te vendría bien salir, tal y como has tenido el
tobillo. Pero sí, estaría bien una salida a Hogsmeade.
Pasado un buen rato, las chicas estaban inmersas es sus
pergaminos y animadas charlando en voz baja cuando de repente algo aterrizó en
la mesa.
-Otro avioncito de papel –dijo la Gryffindor cogiéndolo de
uno de sus libros-. Pone que es para ti –se lo entregó extrañada a su amiga.
-Oh. Veamos entonces –respondió Luna extendiendo la mano
hacia el mensaje. Ya se imaginaba lo que era y quien lo mandaba.
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Lovegood,
si ya has escuchado a los cotillas del colegio ya sabes para qué requiero tus
servicios, y si no, te lo explico luego. Ahora reúnete conmigo en el aula de
Historia de la Magia ¡YA!… ¡ES URGENTE!
---
-¿Sucede algo? –preguntó Ginny al ver que Luna mostraba una
cara algo rara. Parecía divertida pero con cara de resignación.
-No es nada, Ginny, pero debo irme. Había olvidado que tengo
que ir a mi sala común a hacer un recado. Lo siento.
-No pasa nada –dijo la pelirroja encogiéndose de hombros
mostrando una media sonrisa-. Lo entiendo. Si estás ocupada, estás ocupada…
-Nos vemos luego, ¿vale? –dijo empezando a recoger sus cosas.
-Claro. Yo seguiré aquí con mis deberes.
-Puedes mirar mis apuntes si quieres, yo ya he acabado.
-Gracias –dijo la chica cogiendo los pergaminos que Luna le
entregaba.
-Me voy –dijo levantándose rápidamente y dirigiéndose a la
salida con sigilo para no molestar.
Mientras caminaba con paso ligero hacia el aula de Historia
de la Magia, Luna se iba preguntando qué tipo de castigo le habrían impuesto a
Malfoy, puesto que sólo había oído rumores; Unos decían que le obligarían a
limpiar los destrozos, otros que tendría que pagar el antiguo tapiz, otros que
tendría que limpiar al estilo muggle todas y cada una de las ventanas del
castillo mientras Binns le sermoneaba... De lo que estaba segura era de que
ella iba a terminar haciendo el trabajo. Ya en el pasillo de Historia de la
Magia divisó en la puerta del aula a un rubio Slytherin muy enfadado murmurando
lo que parecían maleficios y palabrotas a diestro y siniestro.
-¡Hasta que por fin apareces, Lunática! –dijo dirigiendo a la
muchacha una mirada severa mientras se apartaba de la puerta mirando a su
alrededor por si había alguien cerca.
-También me alegra verte, Malfoy.
-Calla y entra –dijo abriendo la puerta del aula.
En cuanto la chica puso un pie en la clase le pareció en
entrar en un universo paralelo lleno desorden y caos. Las estanterías que aún
estaban en pie estaban repletas de objetos revueltos y alrededor de los jóvenes
había todo tipo cosas que les obstruían el camino para avanzar a la mitad de la
clase, pero lo que más abundaba por todos lados eran los trozos del tapiz que
Draco había destrozado.
-Tengo que ordenar los desastres de otro terremoto, ¿verdad?
–dijo Luna poniendo los ojos como platos mirando a su alrededor.
-Ya has oído lo que ha pasado, ¿no? -dijo el chico en tono
amargo.
-Más o menos.
-Binns me ha dado toda la tarde para ordenar la clase con la
magia bloqueada y tú me vas a ayudar. No me puedo mover de aquí como me
gustaría porque puede que venga de visita para ver cómo voy, por lo que tenemos
que estar atentos por si viene el espectro –informó el chico de mala manera-.
Si aparece escóndete en ese armario para que me pille a mí solo trabajando
-señaló un mueble a su derecha de color caoba.
-¿Sólo te ha ordenado limpiar? Pues no creo que sea para que
te pongas así ya que el trabajo lo voy hacer yo.
-Deja que acabe. Te he dicho que me vas a ayudar, no lo vas a
hacer todo tú. Y no es eso lo único que me ha mandado… -dijo frunciendo el
ceño- Tengo que coser el tapiz.
Luna se sorprendió. Draco esta vez iba a poner de su parte,
eso era algo que no sucedía con frecuencia, a no ser que él obtuviera algo de
provecho. ¿Por qué lo haría? Podría sentarse tranquilamente en su pupitre y
simplemente observar cómo ella se deslomaba, no sería la primera vez que se
aprovechara de la situación, era Malfoy, después de todo, y en él era raro oír
que iba a trabajar así como así.
-¿Me estás escuchando, Lunática? –dijo de nuevo el chico al
ver que Luna estaba en otro mundo pensado.
-Ah. Sí –le contestó-. Pero con el tapiz te habrá dado más
tiempo, ¿no? Porque es enorme, no te dará tiempo a acabarlo en un día.
-Sí, me ha dado más tiempo. Ha dicho que debo arreglarlo sin
magia en el tiempo que necesite, pero rápido, porque también irá revisando si
lo arreglo o no. El espectro no es tonto del todo. Por lo que también me
ayudarás con eso. ¿Sabes coser, no?
-Sí, tranquilo. A veces diseño mi ropa –sonrió Luna-. Incluso
te puedo enseñar.
-Ni hablar. ¿Yo, cosiendo? Eso es para chicas. Bastante haré
hoy ayudándote a limpiar todo esto –habló con un tono de indignación mirando el
aula con asco-. Si mi padre se entera de que un Malfoy está haciendo un trabajo
de sirvientes… El espectro se encargará de informarle… Maldito… Venga,
Lovegood, a trabajar.
Los chicos se pusieron manos a la obra. Sin prisa pero sin
pausa. Casi en silencio ya que tan solo se escuchaba el fino y dulce tarareo de
la chica al trabajar que distraía al muchacho. Pasado un largo rato, Luna
tarareaba y Draco echaba de menos usar su varita para ordenar el aula y para
hacer que la muchacha se callara.
-Lovegood, o dejas de canturrear o cambias de soniquete. Vas
a volverme loco y ya estoy bastante estresado –dijo exasperado mientras
colocaba objetos en una estantería.
-¿No te gusta la música, Malfoy? –preguntó la chica que en
ese momento estaba clasificando unos libros.
-Depende de lo que entiendas por música. Los graznidos que
sueltas, no.
-Te noto más alterado que de costumbre –ella continuaba
impasible.
-¿Cómo no lo voy a estar si me han castigado por culpa del
estúpido de San Potter?
-Que yo sepa, nadie te obligó a lanzarle un hechizo.
-Me provocó.
-¿Cómo? Si se puede saber.
-En el largo rato en el que Binns dejó la clase, le escuché
hablar con la comadreja Weasley y la sangre sucia Granger de los Mortífagos
mientras leían un periódico y se atrevió a volver a involucrar a mi padre en
eso. Por lo que me cabreé y me metí con él empezamos a discutir y le lancé el
hechizo. Defendía lo mío y para mi mala suerte el conjuro rebotó con esas
estanterías de detrás de ti y chocaron con el tapiz mientras Binns veía todo el
desastre.
Luna se quedó seria y se dio la vuelta para seguir con lo
suyo.
-¿Qué? –preguntó el muchacho- ¿Ahora no me echarás un sermón?
–dijo desafiante viendo que la chica parecía ignorarlo.
-No serviría de nada. Tus problemas con Harry Potter son tus
problemas. No me escucharías.
Luna no quería meterse en el tema de las peleas entre Harry y
Draco ya que él no cambiaría de parecer y eso no le ayudaría a sacar la
verdadera faceta de Draco Malfoy que quería ver, la faceta con la que quería
llevarse bien el tiempo que finalizase su trato con el diario. Optó por cambiar
de tema.
-Necesito que busques más trozos del tapiz para coserlo –dijo
dándose de nuevo la vuelta para mirarle.
-Qué pereza –suspiró él.
Ambos se quitaron las túnicas del uniforme y se arremangaron
para trabajar mejor. Para evadir el aburrimiento Luna empezó a formular al
chico una serie de adivinanzas, algunas un tanto descabelladas pero
consiguieron distraerse un rato y el mal humor de Draco disminuyó.
-Venga, otra, que seguro que esta sí la aciertas –dijo Luna-.
“Doy al cielo resplandores, cuando deja de llover; abanicos de colores que
nunca podrá coger” –formuló.
-Esa está tirada –decía Draco levantando una estantería-, el
arcoíris.
-¡Muy bien! –exclamó ella aplaudiendo.
-Vale que por fin haya acertado una, pero no lo celebres como
si fuera un niño pequeño o estuviese retrasado.
La chica rió estrepitosamente.
Al cabo de un rato se acercaron a un pupitre a clasificar
libros mientras seguían su charla y su ronda de adivinanzas.
-¡Otra! –exclamó Luna-: “Te la digo y no me entiendes, te la
repito y no me comprendes”.
-Esa también es fácil, cualquiera de tus absurdas teorías.
-No, ya que la mayoría las entiendes, lo que pasa es que no
te interesa entenderlas todas, pero si abrieses más la mente las entenderías.
-¿Quién entiende a una lunática?
-Otro lunático, supongo –se encogió de hombros mostrando la
sonrisa de siempre. Esa que conseguía estremecer al chico sin que él entendiera
por qué.
Comenzaron a mirarse él con el semblante un poco más calmado
y ella con su sonrisa infantil y dulce.
-Supones bien. Aunque yo no veo a ningún otro loco por aquí, aparte
de ti –mostró una media sonrisa.
-Cada uno está loco a su manera, Malfoy. Y por cierto, la
respuesta a la adivinanza es: la tela –dijo riendo. Luna observó que Draco ya
estaba más relajado y distraído. Se sintió mejor al verlo así.
Una hora y media más tarde, trabajando en equipo, habían
conseguido que el aula recobrara su orden y limpieza.
-¿Ves que bien? -dijo la chica sacudiéndose las manos
satisfecha con el trabajo bien hecho- Y sin usar magia.
-Ya, ya… Tengo hambre, larguémonos de aquí.
Los chicos empezaron a recoger sus cosas.
-Malfoy…
-¿Qué?
-Verás, es que hay
algo que me ha extrañado de esta tarde… ¿Por qué te ha dado por ayudarme?
Podrías haberme dejado todo el trabajo a mí.
-Bueno, no podía salir de aquí, si Binns aparecía y te veía a
ti el castigo sería peor, y ya que íbamos a estar aquí un buen rato, si te
ayudaba acabaríamos antes este calvario. ¿Qué más te da? Mejor para ti, ¿no?
-Sí, eso es verdad –sonrió Luna-. ¿Ves, Draco Malfoy? Un trabajo
en equipo no es malo.
-No te hagas ilusiones, Lovegood. Sólo ha sido hoy. Aún
quedan días de encargos que deberás hacer tú. Ese era el trato.
-Ya. Hablando del trato… Hay algo que tengo que explicarte…
-¿El qué? –preguntó el chico arqueando una ceja- ¿Más
sorpresas?
-Bueno, más o menos es tan solo una simple aclaración para
que no te lleves una sorpresa con el diario. Creo que te mereces saberlo, ya
que vas a estar presente cuando me prestes el diario.
-Explícate entonces –cruzó los brazos.
-Verás, cuando te expliqué el vínculo que tenía con el diario
te dije que reaccionaba al acercarse mi cumpleaños, pues puede que ese día
sucedan cosas raras.
-Ya empezamos… -musitó Malfoy poniendo cara de preocupación.
-Bueno, puede que me quede en trance un rato…
-¿En trance? ¿Qué pasa? ¿Te vas a otro mundo a charlar con tu
madre?
-Algo así.
El muchacho se sorprendió ante tal respuesta ya que él estaba
de guasa.
-Te prevengo para que no te asustes.
-Ya, sí, mejor.
De repente empezaron a escuchar la grave voz del profesor
Binns aproximándose.
-¡Rápido! ¡Al armario! –dijo el chico cogiéndola del brazo y
escondiéndola.
Con suerte Draco tuvo tiempo de aparentar que terminaba de
recoger los trozos del tapiz en su pupitre cuando el profesor apareció
traspasando la pizarra:
-¿Ya ha terminado señor, Maloy? –preguntó serio.
-Sí señor… -contestó Draco con el ceño fruncido al ver que
nunca recordaba el apellido de nadie.
-Bien -comenzó a echar un vistazo por el aula-. Pues espero
que la próxima vez se contenga y que este castigo le ayude a hacerse responsable
de sus actos -hablaba con severidad dando vueltas por el aula-. Que sepa que quiero
el tapiz como nuevo. Tejido a mano y con cuidado.
-Sí, señor…
-¿Y eso de quién es? –dijo el profesor señalando un pupitre.
Draco se quedó estático al ver que lo que señalaba el
profesor era la túnica del uniforme de Luna que se había quitado como él para
trabajar con más comodidad.
-Eso… -dijo el chico tragando saliva- Me lo he encontrado
mientras recogía. Supongo que mañana alguien vendrá a buscarlo.
-Bien. Buen trabajo señor, Malfoy, que le sirva de
escarmiento. Puede irse. Y llévese los trozos del tapiz, lo quiero como nuevo,
se lo repito –dijo sin quitar el enfado.
-¿Y usted no se va? –preguntó notando que el profesor tenía
la intención de quedare en el aula, lo que sería un problema para Luna,
encerrada en un armario enfrente de su mesa.
-No, ¿por qué?
-Pues… Necesito que me ayude… Tengo una duda de cómo hacer el
tapiz de nuevo… No tendrá en su mesa un dibujo más detallado del patrón o algo,
¿verdad? –decía improvisando mirando de
reojo el armario caoba.
-¡No sea estúpido! Ese tapiz es antiquísimo, no hay dibujos
similares y lo puede arreglar si sigue los dibujos de los trozos, no necesita
ningún patrón específico –se cruzó de brazos.
-¿Seguro? Mire cómo estaba expuesto en la pared de la clase
–seguía mirando al armario con disimulo. Además necesitaré agujas o algo para
arreglarlo, ¿no?
-Espere aquí –dijo en un suspiro el profesor cruzando la
clase atravesando la pizarra malhumorado.
En ese momento Draco, tan veloz como un rayo, aprovechó para
sacar a Luna del aula abriendo el armario con sigilo, Luna salió con su ayuda
dándole la mano. La chica le señaló el pupitre y él inconscientemente la llevó
con él de la mano hasta el asiento para coger su túnica. En silencio fueron a
la salida con los nervios a flor de piel.
-Gracias –susurró Luna.
-Luego tenemos que vernos –susurró él también.
-Después de la cena. Adiós.
-Adiós.
Nervioso cerró la puerta y volvió a la posición en la que el
profesor le había dejado.
Luna salió corriendo a toda mecha con el corazón agitado y entre
risas, avanzaba por el pasillo sintiendo cómo una especie de mini adrenalina
corría por sus venas. Era una emoción extraña la que había sentido. El suspense
a ser descubierta y el calor que hacía en el armario. Ya en las escaleras
aminoró la marcha. Comprobó que no se hubiera olvidado de más cosas en el aula,
por suerte no era así. Se sentó en un banquito del pasillo y sacó la moneda
mágica de su calcetín. El E.D. se iba a reunir en media hora por lo que debería
darse prisa. Mientras se dirigía a la Sala de los Menesteres pensó en esa tarde
cumpliendo el castigo de Draco. Debía admitir que se lo pasó muy bien el rato
en el que el chico estuvo más calmado, y le gustó ver que la ayudó. Bueno, sí,
solo había sido por esa tarde pero él eligió ayudarla. La tregua estaba dando
sus frutos. Pero lo que más le gustó a Luna fue la última sonrisa que el chico
le dedicó antes de cerrar la puerta. Era
una bella sonrisa, que él pocas veces mostraba al mundo y le parecía sincera.
A lo mejor
sonrió por los nervios –pensaba-. Pero
sé que puedes sacar mejores sonrisas, Draco.
Estaba lista para su clase y para reunirse con él esa noche.

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