20 abril 2018

Cap30☆


Capítulo 30:
Quiero que me beses

Esa noche el insomnio se había apoderado de la joven Luna Lovegood. Estaba tumbada de lado, abrazada a su mullida almohada, tapada con las sábanas hasta los hombros y con la mirada fija en la ventana de su dormitorio contemplando el mágico resplandor de la luna, como le gustaba hacer siempre antes de dormir, solía relajarla, pero esa noche no. Tenía demasiadas cosas en qué pensar y estaba impresionada por todas las emociones de ese día; sus discusiones con Draco, su excusión al bosque, el paseo en escoba en el que había podido contemplar la magia nocturna de Hogwarts en todo su esplendor, era el recuerdo más preciado para ella… Pero lo que más la impresionaba, lo que la angustiaba, lo que la hacía estar llena de dudas y lo que hacía a su corazón latir vertiginosamente era la última petición que le había hecho Draco.  Le había pedido un beso, según él, para dejar claro que ninguno de los dos sentía nada fuera de lo normal y que sólo estaban unidos por un pacto, así no se complicarían más las cosas después de todo lo sucedido.

Luna no entendía nada.

Pensaba que esa extraña petición debía de significar mucho más, algo importante para él. Sí, Draco debía de estar muy desesperado o tener demasiados Torposoplos en la cabeza para que tuviera que aclararse de esa manera.

Empezaba a preocuparse y se entristecía al pensar que posiblemente el muchacho tan sólo buscara volver a jugar con ella o hacerla rabiar. Una pequeña vocecita se lo recordaba, como una especie de advertencia, para no hacerse ilusiones. Ya la había decepcionado una vez, la voz le decía que al fin y al cabo era Draco Malfoy.

Pero la sola idea de volver a tener que rozar los labios del chico, esos labios que tanto la maravillaban, la hacía olvidar todo lo malo de esa petición, no había dificultad cuando recordaba los besos compartidos, las caricias que la estremecían y esa mirada tan especial que la hacía perderse. Las miradas más sinceras que había visto en Draco eran las que le parecían pedirla un nuevo beso. Cuando estaban a centímetros de distancia y notaban cada uno la respiración del otro, su calidez, y la sonreía Luna notaba que el chico la necesitaba de alguna manera especial, sentía que todo eso era sincero, no como él quiso hacerla creer diciéndola que era una estratagema para averiguar cosas de Harry.

Ahora le resultaría mucho más difícil apartarle de su corazón cuando todo terminase la noche siguiente. En cuanto diesen las doce en punto el pacto terminaría dando paso al lunes. Tenía la sensación de que ese extraño cuento que parecía vivir se desharía en ese mismo instante, como si todo hubiera sido una mera ilusión que la haría volver a la realidad con la última campanada de las doce.

La indecisión se apoderaba de ella.

A esas alturas conocía lo suficiente a Draco como para saber que nunca diría el verdadero motivo de su última petición, pero ella empezaba a cansarse. Tenía que sincerarse con él de una vez por todas. No sabía cómo, ni en qué momento se enamoró, pero sí el por qué, ya se lo confesó un tiempo atrás pero estaba dispuesta a poner las cartas sobre la mesa.

De repente Luna tuvo una idea para cumplir su último mandato y que a la vez Draco se sincerase con ella de una vez por todas. Sonrió para sí muy ilusionada e intentó conciliar el sueño.

A la mañana siguiente Draco se levantó tarde, también había estado pensado mucho en la noche anterior y esperaba con ansias a que Luna estuviese preparada para cumplir su mandato. No quería presionarla más, por lo que le dijo que le mandara un mensaje en uno de sus peculiares aviones de papel  cuando estuviera preparada para el beso.
Se sorprendía de sí mismo.

Tenía tantas ganas de volver a besarla...

Draco ya había utilizado esa táctica para aclarar sus sentimientos con Luna la vez en la que estuvieron cosiendo el tapiz, la vez en la que compartieron su  auténtico primer beso, y le había ayudado bastante a aclararse. Pensaba que esta vez podría volver a surtir efecto. Al recordar esa noche le costaba creer que hubiera sido tan sincero y que se hubiera armado tanto de valor por ella. Solamente por ella. No se conocía a sí mismo.

Mientras se abrochaba la camisa del uniforme se miró el brazo hechizado por el pacto con fastidio, la señal aún no se borraba, pero por lo menos ya no le dolía ni le daban calambrazos. Eso era buena señal. Podría significar que Luna estaba dispuesta a besarle muy pronto.

Casi se arrepentía de haberla hecho tal petición, pero sentía que lo necesitaba. No podía explicarse, sólo quería actuar. Ya había pasado mucho tiempo desde que sus labios no se chocaban y fue por su culpa; por no aceptar a la joven por completo, por verla demasiado extraña para todo lo que solía rodearle, pero se negaba a alejarla. Se negaba a que Luna le apartase de sus pensamientos. Temía que pudiera reemplazarle, porque podía, ya que pensaba que la joven podría tener al chico que quisiese si mostraba bien sus encantos. Pero entendía que Luna en el fondo debía y tenía derecho a olvidarle después de haberla hecho creer que sólo jugaba con ella tan solo por el miedo al qué dirán.

Estaba frente a un gran espejo pensando en todo ello, con el semblante serio cuando su grupo de Slytherins le llamó para bajar todos juntos a desayunar. Una vez en el Gran Comedor dirigió su mirada hacia la mesa de las águilas, acto que había tomado como una costumbre incluso en las semanas que estuvo sin hablarse con Luna tras haber roto, pareció quedarse tranquilo al divisar una cabellera rubia y ondulada, por lo que se sentó en su mesa en medio de Pansy Parkinson y de Crabbe.

-¿Qué tal has dormido, Draquito? -preguntó la joven sonriente y melosa.

-Fatal –respondió secamente el aludido. Comenzó a servirse un zumo.

-Vaya, qué lástima, ¿una pesadilla? –Pansy se acercó más a él e intentó darle la mano pero Draco en ese momento la apartó para coger el tenedor.

-Sí, muy rara.

Mientras Pansy comenzaba a relatarle supersticiones sobre lo que podían producir las pesadillas y se burlaba de esos temas, todo ello únicamente para lograr entablar conversación, él iba lanzando miradas a la mesa de Ravenclaw.

-Dicen que si cuentas lo que has soñado no se cumple –decía Pansy.

En ese momento Draco se fijó en que Longbottom se dirigía con rapidez y disimulo hacia la mesa de Ravenclaw y le entregaba un papel a Luna, esta le sonrió y el muchacho se dirigió hacia la salida junto a la pequeña de las comadrejas Weasley.

-No se cumplirá –dijo Draco muy atento a lo que Luna hacía y mosqueado de que le sonriera tanto a Longbottom–. Ni hablar.

Aunque no hubiera soñado precisamente que Neville intentaba algo con Luna, aún en su cabeza revoloteaba la idea de que la chica se olvidase de él. Y Longbottom era una opción para ella y un rival como otro cualquiera en ese sentido.

El tiempo había mejorado, por lo que al acabar el desayuno los Slytherins decidieron salir al patio para disfrutar del domingo. Mientras Draco aparentaba entre charlas estar de mejor humor con sus amigos esperaba el mensaje de Luna, que no llegó hasta por la tarde: Estaba subido a un árbol mientras los demás permanecían sentados en el césped cuando un pequeño avión de papel aterrizó en el cuello de su camisa dando justo en su nuca y del pequeño choque el mensaje cayó al césped.

-¿Qué es eso? -señaló Pansy cogiendo el papel- Un mensaje –se disponía a abrirlo cuando…

-¡Dámelo! –respondió Draco bajando del árbol de un salto y arrebatándola el papel de las manos con liguera brusquedad.

-Vale –dijo la chica frunciendo el ceño-, tampoco hay que ser tan bruto.

-Será de alguna de sus churris –dijo Blaise haciendo reír a Crabbe y a Goyle.

-Vete al cuerno, Zabini –se limitó a responder el joven Malfoy.

Para que sus no sospechasen, abrió el mensaje, lo leyó y después lo rompió mostrando un total desinterés. No estaba dispuesto a que sus amigos metieran las narices en ese asunto, y menos Pansy, que era una celosa paranoica, o Zabini, a quien había hecho creer que el pacto con la Ravenclaw había terminado hacía mucho, el muchacho ya casi ni se acordaba de Luna.

-Sólo son garabatos de algún gracioso que se aburre –dijo Draco sentándose en el césped guardando los pedazos del papel con discreción.

Sin embargo Pansy dudaba.

-¿Y por qué te has alterado tanto cuando has visto ese avión? –preguntó arqueando una ceja- ¿Acaso esperas correspondencia?

-Eso a ti no te incumbe, querida Pansy –respondió sosegado-. Estoy bastante  solicitado –dijo mostrado una media sonrisa, todos los chicos rieron junto a él en forma de alabanza por su destreza con el sexo femenino.

-Ya, claro –la muchacha les miraba despectivamente cruzada de brazos.

-Mis asuntos son mis asuntos, todos lo sabéis.

Y su reputación era su reputación, por eso en su interior sentía nervios e inseguridad por ir en ese momento al lugar acordado con Luna. Debía quedar con ella en la torre del reloj. Tan sólo tenía que seguir disimulando. Decidió esperar un momento, si se iba en ese instante podrían sospechar.

Al cabo de unos minutos, entre todos decidieron ir a su sala común.

-Id tirando vosotros –dijo Draco. Ese era su momento. Sólo esperaba que la chica no hubiese tenido que esperar mucho, él sabía que tenía paciencia de sobra, pero tratándose del tema para el que se reunían tenía algo de miedo de que se echara para atrás.

¿Pero en qué estoy pensando? –se dijo a sí mismo- Sabe que hoy puede terminar todo, arreglaríamos su diario, no se echará atrás…

Eso en parte le parecía entristecerle. En tan solo unas horas el pacto por el que se había quejado tanto, por el que le habían pasado tantas cosas y por el que había podido mirar con otros ojos a Luna Lovegood terminaría. Si ella accedía a su tarea, claro estaba.

La brisa no era muy fría. Por el pasillo y los jardines podía encontrar a multitud de alumnos en pequeños grupos. Por fin, al llegar a la torre, algo jadeante, divisó a Luna de espaldas. Parecía estar embelesada con los colosales engranajes del reloj, el sonido de la maquinaria parecía relajante si se sabía escuchar, lo inundaba todo. Sin embargo ella notó su presencia.

-Hola –dijo dándose la vuelta.

-¿No había otro sitio para quedar? –preguntó el muchacho avanzando con lentitud.

-Hoy todo el mundo está fuera disfrutando del día –dijo mirando al exterior sonriente- o simplemente deambulando por los pasillos. Supuse que no te haría mucha gracia que nos vieran cruzar juntos ni siquiera un pasillo, y menos que alguien abriera un aula y nos encontrara. He estado vigilando la torre antes de mandarte el mensaje.

-Cada vez más precavida –señaló arqueando una ceja-. Veo que se te han pegado cosas de mí -en parte se arrepintió de decir eso.

Luna le miró y se encogió de hombros como respuesta.

Draco se puso algo serio.

-Entonces estás lista.

-Si te soy sincera, no acabo de entender por qué me has pedido esto.

-Creí explicarte que para dejar claro que esto se acaba –dijo Draco escondiendo de nuevo de sus sentimientos-. No quiero que después del pacto sigas detrás de mí –explicó mirando hacia otro lado-. Y la única forma de que yo me crea que ya no sientes nada es esta.

-Pues yo tengo una teoría, aunque sé que no querrás esclarecer mis dudas...

-No, no lo haré –dijo sin más-. Acabo de explicártelo y es tu problema que te lo creas o no.

-Bien… pues –Luna dio unos pasos hacia él mirándole fijamente a los ojos.  Draco le devolvía la mirada-… supongo que estoy lista…

No parecían nerviosos, sabían fingir, aunque interiormente el frenesí empezaba a apoderarse de ellos, sobre todo del chico. Luna comenzó a acercarse más, estaban a escasos centímetros, Draco iba a entrecerrar los ojos cuando de repente la Ravenclaw posó un rápido y dulce beso… en su mejilla izquierda.

-Ya está -dijo apartándose de él como si nada.

-¿Cómo que ya está? –todo él era una maraña de confusión.

-Me has pedido que te besara y lo he hecho –dijo Luna aparentemente sin entender nada.
Hubo un momento de silencio en el que Draco permaneció estático mirándola con incredulidad.

-¡No te hagas la tonta, Luna! –dijo casi explotando- Sabías perfectamente qué y cómo te lo había pedido –dijo frunciendo el ceño.

-Hablas como si yo fuese una camarera y hubieras pedido un plato de comida y no te lo hubiese servido a tu gusto –reía como una niña pequeña-. Pero tú no habías especificado… ¿Has sentido algo?

-¿Cómo pretendes comprobar algo de esa manera? Ni me he enterado.

-Yo sí… -ese comentario de dio a entender a Draco que ella sí había sentido algo especial.

-¡Porque me has besado tú!

-Comprobemos cómo está tu brazo –dijo cogiéndole de la muñeca. Él se arremangó mirándola aún sin comprenderla y sin molestarse por ese acercamiento.

La señal había desaparecido. Se quedó atónito. Por una parte estaba contento, se había librado de la marca y del dolor, pero no entendía lo sucedido si él había pedido otra clase de beso.

-Te lo he dicho –continuó la chica-, has de saber ponerme los encargos, tienes que especificar. Yo he cumplido -Luna le soltó riendo, iba a separarse pero él la cogió del brazo.

-Con que has cumplido, ¿eh? Aún quedan horas para que esto acabe.

-¿Quieres pedirme algo más? –le miró a los ojos, en ellos parecía entreverse una especie de ira o impaciencia- ¿De verdad quieres alargar tanto todo esto? Porque entonces esa marca volverá… y mi diario quedará destrozado.

El muchacho la soltó.

Luna mostró una inocente media sonrisa, no parecía molesta. También tenía un plan y había surtido efecto. Veía que el chico estaba al borde de la exasperación por lo que decidió hablar.

-Tal y como me has explicado, pensé que con ese simple gesto habría bastado para dejarlo todo claro. ¿No te basta?

-¡No!

-Pero si tú ya no quieres saber nada de mí ni de este pacto que termina hoy, ¿qué más te da? ¿Qué más da cómo te bese, si lo que buscas es que te olvide?

Eso era lo que Luna quería esclarecer, quería que Draco le confesara de una vez por qué hacía todo eso, sin andarse más por las ramas. Ya intuía el motivo y estaba eufórica por haberlo descubierto; Draco la echaba de menos y quería descubrir si era correspondido, pero Luna necesitaba que todo eso saliera de él. Él debía de buscarla esta vez, tenía que ser él quien diera el primer paso, porque no estaba dispuesta a poner su corazón en juego otra vez para nada.

-¿Qué intentas, Luna?

-¿Qué intentas tú?

-¡No empecemos como ayer!

-Yo he cumplido mi encargo. Deberías estar conforme. Dime, ¿qué buscabas en realidad?

El chico apretó los puños y lazó un suspiro esquivando su mirada. Luna al ver que no tenía intención de hablar o de actuar decidió marcharse. Pasó por su lado haciéndole reaccionar casi chocando con él. Su objetivo era coger sus cosas e ir hacia la salida, pero no dio ni cinco pasos cuando notó cómo Draco volvía a cogerla del brazo con algo de brusquedad haciendo que se diera la vuelta para que le mirase de nuevo. No la dio tiempo a asimilar nada más, pues él la atrajo para sí, tomándola por la cintura y terminó apresando sus labios de forma brusca y desesperada al principio, moviéndose con destreza. Luna, aunque lo ansiaba desde hacía tiempo, pareció quedarse un instante en shock, a punto de infartar, con los ojos abiertos sintiendo el intenso beso, después los cerró sucumbiendo y acompasando sus movimientos con los del chico, transformando el beso en algo mucho más pasional y tierno.

Volvieron a ese universo privado que tanto añoraban, se lo dijeron todo en un instante. Algo ruborizados se separaron unos centímetros para tomar aire. Luna, casi hipnotizada, entrelazó los brazos al cuello del muchacho, que no la soltaba y de vez en cuando acariciaba su espalda. Evitaban abrir los ojos, temían que todo fuese un sueño. No querían despertar.

-Ahí tienes la respuesta –susurró Draco al oído de la chica haciendo que se estremeciera levemente.

-¿Ves como no hacía falta irse tanto por las ramas? –respondió Luna de la misma forma aún sin abrir los ojos. Hubo un momento de silencio, tomó aliento y preguntó: -¿Por qué, Draco? Te alejas para después… buscarme, sabes lo que siento y que no me puedo resistir como antes… ¿por qué?

-No puedo evitarlo… Te juro que lo he intentado, pero no puedo. Ya te dije una vez lo que sentía…

-Pero el qué dirán es más fuerte que tú.

El chico la soltó despacio con algo entristecido y avergonzado.

-El día en que discutimos porque leí tu diario y terminamos, sabías desde el principio que lo que te dije, lo de que había intentado utilizarte para averiguar cosas de Potter era mentira... ¿verdad?

-Algo en mi interior me decía que no podía ser cierto –respondió Luna asintiendo, volviendo a la realidad-, después de cómo te habías sincerado y de cómo habías dejado esa máscara atrás me resultaba muy raro.

-Pero algunas cosas eran ciertas –dijo Draco con la voz apagada apartando las manos de la chica de su cuello sin mirarla, sentía que no merecía esos abrazos ni esas caricias-, el pacto solo me beneficiaba a mí en un principio, ya lo sabes, no he intentado conquistarte, fuiste despertando cosas en mí, pero… somos demasiado diferentes, Luna –lo dijo con dolor, con un dolor que no había sentido por nada ni por nadie, solo por ella.

-Eso es precisamente lo que nos une.

-Estoy cansado de irme por las ramas. Ahora siento que no te merezco, no estoy preparado para más. Y lo que más me fastidia es que no he tenido el valor para decírtelo a la cara, he tenido que mentirte, he tenido que hacerte sufrir, para que me olvidases, pero…

-Yo no quiero olvidarte, nunca te olvidaré, decidas lo que decidas, Draco –dijo con dulzura-. No podría aunque quisiera. Has sido el primero en enseñarme a querer de esta manera. Debes aclarar mejor tus sentimientos…

-Pero no sé…has conseguido descolocar mis ideas, yo nunca le habría dicho esto a nadie –se encogió de hombros-… Ese es el efecto que provocas en mí, me cambias.

-Yo también me siento cambiada. Siempre haces que yo no sea yo…
-No quiero que te alejes de mí –volvió a acercarla para sí.

Volvieron a unir sus labios, esta vez el beso fue más lento, se recrearon en él. Hasta que Luna le apartó con suavidad.

-Pero es cierto, nuestras diferencias nos separan y eso te perjudica –dijo con tristeza. Él bajó la mirada decepcionado-, puedo entenderlo. No pienso obligarte a nada, hemos pasado por mucho, nos hemos conocido. Me siento orgullosa de haber descubierto al verdadero Draco. Pero si no estás preparado no es sano poner nuestros corazones en juego de esta forma -una lágrima surcó su mejilla derecha, él la atrapó con delicadeza, sintiendo de nuevo una punzada en el pecho al verla llorar.

-Tienes razón…Lo siento, Luna… por mucho que me…maravilles… No puedo.

Ella movió la cabeza y mostró una amplia sonrisa.

-No lo sientas, Draco, sí yo no soy la indicada, aprende de lo vivido –le acarició la mejilla y se separó de él.

Él se limitaba a seguirla con la mirada. La veía dirigirse a la salida se dio la vuelta hacia él y se despidió.

-Hasta siempre, Draco Malfoy.

-Adiós…

Luna e marchó dejando a Draco en un mar de pensamientos e inseguridad.

Esa noche ambos estuvieron bien atentos al reloj, con cada campanada iba recordando cómo empezó todo.

Luna estaba en su habitación con el diario en sus manos, observando cómo iba retomando un mejor estado, la cubierta brillaba, las hojas se regeneraban y las fotos recuperaron su color. Algo la sorprendió, el otro diario comenzó a levitar, Luna, atónita, extendió despacio los brazos para cogerlo, lo examinó y pudo comprobar que en lomo del diario nuevo estaban escritas en dorado las palabras “propiedad de Draco Malfoy”.

-Entonces…has de ir con tu dueño  –se dijo algo triste pero sorprendida.

Cogió una pluma, abrió el diario nuevo, ahora perteneciente a Draco, y comenzó a escribir un mensaje.

En otra parte del castillo, concretamente en la sala común de Slytherin, se encontraba el rubio sentado en un sofá cercano a la chimenea, estaba solo, reflexivo, observando el fuego cuando, de repente, algo se materializó encima de la mesa delante de él, al reconocer el objeto lo cogió enseguida, nervioso y sin comprender. Era el diario de Luna. No entendía nada. Miró hacia los lados para comprobar que estaba completamente solo en la sala común y lo abrió. Por lo poco que había escrito, pudo reconocer que no era el diario original, tan solo estaban las conversaciones que tuvo con Luna, era la copia. Encontró una especie de dedicatoria. Era para él.


- - -
Hola.

Al parecer esto te pertenece desde este momento. Si no quieres conservarlo te agradeceré que me lo devuelvas, pero parece tener un hechizo que reconoce a su dueño… Sólo quiero decirte que si n.ecesitas hablar, un hombro en el que apoyarte… puedes escribirme… Sí quieres…
Siempre nos quedarán estos recuerdos.
Gracias Draco.

L. L
- - -


Los días pasaron, las miradas entre ambos se intercambiaban con frecuencia, cada uno se centró en sus amigos, en sus obligaciones.

Luna se topó con dos guerras personales; ayudó a Harry y a sus amigos en la batalla en el departamento de misterios y a la vez iba afrontando lo duro que era ver a Draco.

El curso terminaba con noticias desoladoras para Harry y sus amigos, Sirius Black había muerto y el regreso del Señor Tenebroso se hizo evidente.

Cuando Luna bajó del Expreso de Hogwarts, divisó a Draco en la lejanía, no habían vuelto a hablar desde su cita en la torre del reloj y, tras haber estado tan centrada en sus amigos el resto del curso, sintió un sentimiento de nostalgia. Él no la vio. En todo ese tiempo también habían ido disminuyendo las miradas hasta el punto de dar la impresión de que no existían el uno para el otro. Pero a Luna le extrañaba que Draco no le hubiese devuelto la copia de su diario, ¿había aceptado ser el dueño del diario gemelo o se habría deshecho de él sin más?

Solo el tiempo podría decir si volverían a cruzar sus caminos.

Continuará









No hay comentarios:

Publicar un comentario