Capítulo 30:
☆☆Quiero que me beses☆☆
Esa noche
el insomnio se había apoderado de la joven Luna Lovegood. Estaba tumbada de
lado, abrazada a su mullida almohada, tapada con las sábanas hasta los hombros
y con la mirada fija en la ventana de su dormitorio contemplando el mágico
resplandor de la luna, como le gustaba hacer siempre antes de dormir, solía
relajarla, pero esa noche no. Tenía demasiadas cosas en qué pensar y estaba
impresionada por todas las emociones de ese día; sus discusiones con Draco, su
excusión al bosque, el paseo en escoba en el que había podido contemplar la
magia nocturna de Hogwarts en todo su esplendor, era el recuerdo más preciado
para ella… Pero lo que más la impresionaba, lo que la angustiaba, lo que la
hacía estar llena de dudas y lo que hacía a su corazón latir vertiginosamente
era la última petición que le había hecho Draco. Le había pedido un beso, según él, para dejar claro que ninguno de los dos sentía
nada fuera de lo normal y que sólo estaban unidos por un pacto, así no se
complicarían más las cosas después de todo lo sucedido.
Luna no entendía nada.
Pensaba que
esa extraña petición debía de significar mucho más, algo importante para él.
Sí, Draco debía de estar muy desesperado o tener demasiados Torposoplos en la
cabeza para que tuviera que aclararse de esa manera.
Empezaba a
preocuparse y se entristecía al pensar que posiblemente el muchacho tan sólo
buscara volver a jugar con ella o hacerla rabiar. Una pequeña vocecita se lo
recordaba, como una especie de advertencia, para no hacerse ilusiones. Ya la
había decepcionado una vez, la voz le decía que al fin y al cabo era Draco Malfoy.
Pero la
sola idea de volver a tener que rozar los labios del chico, esos labios que
tanto la maravillaban, la hacía olvidar todo lo malo de esa petición, no había
dificultad cuando recordaba los besos compartidos, las caricias que la
estremecían y esa mirada tan especial que la hacía perderse. Las miradas más
sinceras que había visto en Draco eran las que le parecían pedirla un nuevo
beso. Cuando estaban a centímetros de distancia y notaban cada uno la
respiración del otro, su calidez, y la sonreía Luna notaba que el chico la
necesitaba de alguna manera especial, sentía que todo eso era sincero, no como
él quiso hacerla creer diciéndola que era una estratagema para averiguar cosas
de Harry.
Ahora le
resultaría mucho más difícil apartarle de su corazón cuando todo terminase la
noche siguiente. En cuanto diesen las doce en punto el pacto terminaría dando
paso al lunes. Tenía la sensación de que ese extraño cuento que parecía vivir
se desharía en ese mismo instante, como si todo hubiera sido una mera ilusión
que la haría volver a la realidad con la última campanada de las doce.
La indecisión se apoderaba de ella.
A esas
alturas conocía lo suficiente a Draco como para saber que nunca diría el
verdadero motivo de su última petición, pero ella empezaba a cansarse. Tenía
que sincerarse con él de una vez por todas. No sabía cómo, ni en qué momento se
enamoró, pero sí el por qué, ya se lo confesó un tiempo atrás pero estaba
dispuesta a poner las cartas sobre la mesa.
De repente
Luna tuvo una idea para cumplir su último mandato y que a la vez Draco se
sincerase con ella de una vez por todas. Sonrió para sí muy ilusionada e
intentó conciliar el sueño.
A la mañana
siguiente Draco se levantó tarde, también había estado pensado mucho en la
noche anterior y esperaba con ansias a que Luna estuviese preparada para
cumplir su mandato. No quería presionarla más, por lo que le dijo que le
mandara un mensaje en uno de sus peculiares aviones de papel cuando estuviera preparada para el beso.
Se sorprendía de sí mismo.
Tenía tantas ganas de volver a
besarla...
Draco ya
había utilizado esa táctica para aclarar sus sentimientos con Luna la vez en la
que estuvieron cosiendo el tapiz, la vez en la que compartieron su auténtico primer beso, y le había ayudado
bastante a aclararse. Pensaba que esta vez podría volver a surtir efecto. Al
recordar esa noche le costaba creer que hubiera sido tan sincero y que se
hubiera armado tanto de valor por ella. Solamente por ella. No se conocía a sí
mismo.
Mientras se
abrochaba la camisa del uniforme se miró el brazo hechizado por el pacto con
fastidio, la señal aún no se borraba, pero por lo menos ya no le dolía ni le
daban calambrazos. Eso era buena señal. Podría significar que Luna estaba
dispuesta a besarle muy pronto.
Casi se
arrepentía de haberla hecho tal petición, pero sentía que lo necesitaba. No
podía explicarse, sólo quería actuar. Ya había pasado mucho tiempo desde que sus
labios no se chocaban y fue por su culpa; por no aceptar a la joven por
completo, por verla demasiado extraña para todo lo que solía rodearle, pero se
negaba a alejarla. Se negaba a que Luna le apartase de sus pensamientos. Temía
que pudiera reemplazarle, porque podía, ya que pensaba que la joven podría
tener al chico que quisiese si mostraba bien sus encantos. Pero entendía que
Luna en el fondo debía y tenía derecho a olvidarle después de haberla hecho
creer que sólo jugaba con ella tan solo por el miedo al qué dirán.
Estaba
frente a un gran espejo pensando en todo ello, con el semblante serio cuando su
grupo de Slytherins le llamó para bajar todos juntos a desayunar. Una vez en el
Gran Comedor dirigió su mirada hacia la mesa de las águilas, acto que había
tomado como una costumbre incluso en las semanas que estuvo sin hablarse con
Luna tras haber roto, pareció quedarse tranquilo al divisar una cabellera rubia
y ondulada, por lo que se sentó en su mesa en medio de Pansy Parkinson y de
Crabbe.
-¿Qué tal has dormido, Draquito? -preguntó
la joven sonriente y melosa.
-Fatal –respondió secamente el
aludido. Comenzó a servirse un zumo.
-Vaya, qué lástima, ¿una pesadilla?
–Pansy se acercó más a él e intentó darle la mano pero Draco en ese momento la
apartó para coger el tenedor.
-Sí, muy rara.
Mientras
Pansy comenzaba a relatarle supersticiones sobre lo que podían producir las
pesadillas y se burlaba de esos temas, todo ello únicamente para lograr
entablar conversación, él iba lanzando miradas a la mesa de Ravenclaw.
-Dicen que si cuentas lo que has
soñado no se cumple –decía Pansy.
En ese
momento Draco se fijó en que Longbottom se dirigía con rapidez y disimulo hacia
la mesa de Ravenclaw y le entregaba un papel a Luna, esta le sonrió y el
muchacho se dirigió hacia la salida junto a la pequeña de las comadrejas
Weasley.
-No se cumplirá –dijo Draco muy
atento a lo que Luna hacía y mosqueado de que le sonriera tanto a Longbottom–.
Ni hablar.
Aunque no
hubiera soñado precisamente que Neville intentaba algo con Luna, aún en su
cabeza revoloteaba la idea de que la chica se olvidase de él. Y Longbottom era
una opción para ella y un rival como otro cualquiera en ese sentido.
El tiempo
había mejorado, por lo que al acabar el desayuno los Slytherins decidieron
salir al patio para disfrutar del domingo. Mientras Draco aparentaba entre
charlas estar de mejor humor con sus amigos esperaba el mensaje de Luna, que no
llegó hasta por la tarde: Estaba subido a un árbol mientras los demás
permanecían sentados en el césped cuando un pequeño avión de papel aterrizó en
el cuello de su camisa dando justo en su nuca y del pequeño choque el mensaje
cayó al césped.
-¿Qué es eso? -señaló Pansy cogiendo
el papel- Un mensaje –se disponía a abrirlo cuando…
-¡Dámelo! –respondió Draco bajando
del árbol de un salto y arrebatándola el papel de las manos con liguera
brusquedad.
-Vale –dijo la chica frunciendo el
ceño-, tampoco hay que ser tan bruto.
-Será de alguna de sus churris –dijo
Blaise haciendo reír a Crabbe y a Goyle.
-Vete al cuerno, Zabini –se limitó a
responder el joven Malfoy.
Para que
sus no sospechasen, abrió el mensaje, lo leyó y después lo rompió mostrando un
total desinterés. No estaba dispuesto a que sus amigos metieran las narices en
ese asunto, y menos Pansy, que era una celosa paranoica, o Zabini, a quien había
hecho creer que el pacto con la Ravenclaw había terminado hacía mucho, el
muchacho ya casi ni se acordaba de Luna.
-Sólo son garabatos de algún gracioso
que se aburre –dijo Draco sentándose en el césped guardando los pedazos del
papel con discreción.
Sin embargo Pansy dudaba.
-¿Y por qué te has alterado tanto
cuando has visto ese avión? –preguntó arqueando una ceja- ¿Acaso esperas
correspondencia?
-Eso a ti no te incumbe, querida
Pansy –respondió sosegado-. Estoy bastante
solicitado –dijo mostrado una media sonrisa, todos los chicos rieron
junto a él en forma de alabanza por su destreza con el sexo femenino.
-Ya, claro –la muchacha les miraba
despectivamente cruzada de brazos.
-Mis asuntos son mis asuntos, todos
lo sabéis.
Y su
reputación era su reputación, por eso en su interior sentía nervios e
inseguridad por ir en ese momento al lugar acordado con Luna. Debía quedar con
ella en la torre del reloj. Tan sólo tenía que seguir disimulando. Decidió
esperar un momento, si se iba en ese instante podrían sospechar.
Al cabo de unos minutos, entre todos
decidieron ir a su sala común.
-Id tirando vosotros –dijo Draco. Ese
era su momento. Sólo esperaba que la chica no hubiese tenido que esperar mucho,
él sabía que tenía paciencia de sobra, pero tratándose del tema para el que se
reunían tenía algo de miedo de que se echara para atrás.
¿Pero en qué estoy pensando? –se dijo a sí mismo- Sabe
que hoy puede terminar todo, arreglaríamos su diario, no se echará atrás…
Eso en
parte le parecía entristecerle. En tan solo unas horas el pacto por el que se
había quejado tanto, por el que le habían pasado tantas cosas y por el que
había podido mirar con otros ojos a Luna Lovegood terminaría. Si ella accedía a
su tarea, claro estaba.
La brisa no
era muy fría. Por el pasillo y los jardines podía encontrar a multitud de
alumnos en pequeños grupos. Por fin, al llegar a la torre, algo jadeante,
divisó a Luna de espaldas. Parecía estar embelesada con los colosales
engranajes del reloj, el sonido de la maquinaria parecía relajante si se sabía
escuchar, lo inundaba todo. Sin embargo ella notó su presencia.
-Hola –dijo dándose la vuelta.
-¿No había otro sitio para quedar?
–preguntó el muchacho avanzando con lentitud.
-Hoy todo el mundo está fuera
disfrutando del día –dijo mirando al exterior sonriente- o simplemente
deambulando por los pasillos. Supuse que no te haría mucha gracia que nos
vieran cruzar juntos ni siquiera un pasillo, y menos que alguien abriera un
aula y nos encontrara. He estado vigilando la torre antes de mandarte el
mensaje.
-Cada vez más precavida –señaló
arqueando una ceja-. Veo que se te han pegado cosas de mí -en parte se
arrepintió de decir eso.
Luna le miró y se encogió de hombros
como respuesta.
Draco se puso algo serio.
-Entonces estás lista.
-Si te soy sincera, no acabo de
entender por qué me has pedido esto.
-Creí explicarte que para dejar claro
que esto se acaba –dijo Draco escondiendo de nuevo de sus sentimientos-. No
quiero que después del pacto sigas detrás de mí –explicó mirando hacia otro
lado-. Y la única forma de que yo me crea que ya no sientes nada es esta.
-Pues yo tengo una teoría, aunque sé
que no querrás esclarecer mis dudas...
-No, no lo haré –dijo sin más-. Acabo
de explicártelo y es tu problema que te lo creas o no.
-Bien… pues –Luna dio unos pasos
hacia él mirándole fijamente a los ojos.
Draco le devolvía la mirada-… supongo que estoy lista…
No parecían
nerviosos, sabían fingir, aunque interiormente el frenesí empezaba a apoderarse
de ellos, sobre todo del chico. Luna comenzó a acercarse más, estaban a escasos
centímetros, Draco iba a entrecerrar los ojos cuando de repente la Ravenclaw
posó un rápido y dulce beso… en su mejilla izquierda.
-Ya está -dijo apartándose de él como
si nada.
-¿Cómo que ya está? –todo él era una
maraña de confusión.
-Me has pedido que te besara y lo he
hecho –dijo Luna aparentemente sin entender nada.
Hubo un momento de silencio en el que
Draco permaneció estático mirándola con incredulidad.
-¡No te hagas la tonta, Luna! –dijo
casi explotando- Sabías perfectamente qué y cómo te lo había pedido –dijo
frunciendo el ceño.
-Hablas como si yo fuese una camarera
y hubieras pedido un plato de comida y no te lo hubiese servido a tu gusto
–reía como una niña pequeña-. Pero tú no habías especificado… ¿Has sentido
algo?
-¿Cómo pretendes comprobar algo de
esa manera? Ni me he enterado.
-Yo sí… -ese comentario de dio a
entender a Draco que ella sí había sentido algo especial.
-¡Porque me has besado tú!
-Comprobemos cómo está tu brazo –dijo
cogiéndole de la muñeca. Él se arremangó mirándola aún sin comprenderla y sin
molestarse por ese acercamiento.
La señal
había desaparecido. Se quedó atónito. Por una parte estaba contento, se había
librado de la marca y del dolor, pero no entendía lo sucedido si él había
pedido otra clase de beso.
-Te lo he dicho –continuó la chica-,
has de saber ponerme los encargos, tienes que especificar. Yo he cumplido -Luna
le soltó riendo, iba a separarse pero él la cogió del brazo.
-Con que has cumplido, ¿eh? Aún quedan
horas para que esto acabe.
-¿Quieres pedirme algo más? –le miró
a los ojos, en ellos parecía entreverse una especie de ira o impaciencia- ¿De
verdad quieres alargar tanto todo esto? Porque entonces esa marca volverá… y mi
diario quedará destrozado.
El muchacho la soltó.
Luna mostró
una inocente media sonrisa, no parecía molesta. También tenía un plan y había
surtido efecto. Veía que el chico estaba al borde de la exasperación por lo que
decidió hablar.
-Tal y como me has explicado, pensé que
con ese simple gesto habría bastado para dejarlo todo claro. ¿No te basta?
-¡No!
-Pero si tú ya no quieres saber nada
de mí ni de este pacto que termina hoy, ¿qué más te da? ¿Qué más da cómo te
bese, si lo que buscas es que te olvide?
Eso era lo
que Luna quería esclarecer, quería que Draco le confesara de una vez por qué
hacía todo eso, sin andarse más por las ramas. Ya intuía el motivo y estaba eufórica
por haberlo descubierto; Draco la echaba de menos y quería descubrir si era
correspondido, pero Luna necesitaba que todo eso saliera de él. Él debía de
buscarla esta vez, tenía que ser él quien diera el primer paso, porque no
estaba dispuesta a poner su corazón en juego otra vez para nada.
-¿Qué intentas, Luna?
-¿Qué intentas tú?
-¡No empecemos como ayer!
-Yo he cumplido mi encargo. Deberías
estar conforme. Dime, ¿qué buscabas en realidad?
El chico
apretó los puños y lazó un suspiro esquivando su mirada. Luna al ver que no
tenía intención de hablar o de actuar decidió marcharse. Pasó por su lado
haciéndole reaccionar casi chocando con él. Su objetivo era coger sus cosas e
ir hacia la salida, pero no dio ni cinco pasos cuando notó cómo Draco volvía a
cogerla del brazo con algo de brusquedad haciendo que se diera la vuelta para
que le mirase de nuevo. No la dio tiempo a asimilar nada más, pues él la atrajo
para sí, tomándola por la cintura y terminó apresando sus labios de forma
brusca y desesperada al principio, moviéndose con destreza. Luna, aunque lo
ansiaba desde hacía tiempo, pareció quedarse un instante en shock, a punto de
infartar, con los ojos abiertos sintiendo el intenso beso, después los cerró
sucumbiendo y acompasando sus movimientos con los del chico, transformando el
beso en algo mucho más pasional y tierno.
Volvieron a
ese universo privado que tanto añoraban, se lo dijeron todo en un instante.
Algo ruborizados se separaron unos centímetros para tomar aire. Luna, casi
hipnotizada, entrelazó los brazos al cuello del muchacho, que no la soltaba y
de vez en cuando acariciaba su espalda. Evitaban abrir los ojos, temían que
todo fuese un sueño. No querían despertar.
-Ahí tienes la respuesta –susurró
Draco al oído de la chica haciendo que se estremeciera levemente.
-¿Ves como no hacía falta irse tanto
por las ramas? –respondió Luna de la misma forma aún sin abrir los ojos. Hubo
un momento de silencio, tomó aliento y preguntó: -¿Por qué, Draco? Te alejas
para después… buscarme, sabes lo que siento y que no me puedo resistir como
antes… ¿por qué?
-No puedo evitarlo… Te juro que lo he
intentado, pero no puedo. Ya te dije una vez lo que sentía…
-Pero el qué dirán es más fuerte que
tú.
El chico la soltó despacio con algo
entristecido y avergonzado.
-El día en que discutimos porque leí
tu diario y terminamos, sabías desde el principio que lo que te dije, lo de que
había intentado utilizarte para averiguar cosas de Potter era mentira...
¿verdad?
-Algo en mi interior me decía que no
podía ser cierto –respondió Luna asintiendo, volviendo a la realidad-, después
de cómo te habías sincerado y de cómo habías dejado esa máscara atrás me
resultaba muy raro.
-Pero algunas cosas eran ciertas
–dijo Draco con la voz apagada apartando las manos de la chica de su cuello sin
mirarla, sentía que no merecía esos abrazos ni esas caricias-, el pacto solo me
beneficiaba a mí en un principio, ya lo sabes, no he intentado conquistarte,
fuiste despertando cosas en mí, pero… somos demasiado diferentes, Luna –lo dijo
con dolor, con un dolor que no había sentido por nada ni por nadie, solo por ella.
-Eso es precisamente lo que nos une.
-Estoy cansado de irme por las ramas.
Ahora siento que no te merezco, no estoy preparado para más. Y lo que más me
fastidia es que no he tenido el valor para decírtelo a la cara, he tenido que
mentirte, he tenido que hacerte sufrir, para que me olvidases, pero…
-Yo no quiero olvidarte, nunca te
olvidaré, decidas lo que decidas, Draco –dijo con dulzura-. No podría aunque
quisiera. Has sido el primero en enseñarme a querer de esta manera. Debes
aclarar mejor tus sentimientos…
-Pero no sé…has conseguido descolocar
mis ideas, yo nunca le habría dicho esto a nadie –se encogió de hombros-… Ese
es el efecto que provocas en mí, me cambias.
-Yo también me siento cambiada.
Siempre haces que yo no sea yo…
-No quiero que te alejes de mí
–volvió a acercarla para sí.
Volvieron a
unir sus labios, esta vez el beso fue más lento, se recrearon en él. Hasta que
Luna le apartó con suavidad.
-Pero es cierto, nuestras diferencias
nos separan y eso te perjudica –dijo con tristeza. Él bajó la mirada
decepcionado-, puedo entenderlo. No pienso obligarte a nada, hemos pasado por
mucho, nos hemos conocido. Me siento orgullosa de haber descubierto al
verdadero Draco. Pero si no estás preparado no es sano poner nuestros corazones
en juego de esta forma -una lágrima surcó su mejilla derecha, él la atrapó con
delicadeza, sintiendo de nuevo una punzada en el pecho al verla llorar.
-Tienes razón…Lo siento, Luna… por
mucho que me…maravilles… No puedo.
Ella movió la cabeza y mostró una
amplia sonrisa.
-No lo sientas, Draco, sí yo no soy
la indicada, aprende de lo vivido –le acarició la mejilla y se separó de él.
Él se
limitaba a seguirla con la mirada. La veía dirigirse a la salida se dio la
vuelta hacia él y se despidió.
-Hasta siempre, Draco Malfoy.
-Adiós…
Luna e marchó dejando a Draco en un
mar de pensamientos e inseguridad.
Esa noche
ambos estuvieron bien atentos al reloj, con cada campanada iba recordando cómo
empezó todo.
Luna estaba
en su habitación con el diario en sus manos, observando cómo iba retomando un
mejor estado, la cubierta brillaba, las hojas se regeneraban y las fotos
recuperaron su color. Algo la sorprendió, el otro diario comenzó a levitar,
Luna, atónita, extendió despacio los brazos para cogerlo, lo examinó y pudo
comprobar que en lomo del diario nuevo estaban escritas en dorado las palabras
“propiedad de Draco Malfoy”.
-Entonces…has de ir con tu dueño –se dijo algo triste pero sorprendida.
Cogió una
pluma, abrió el diario nuevo, ahora perteneciente a Draco, y comenzó a escribir
un mensaje.
En otra
parte del castillo, concretamente en la sala común de Slytherin, se encontraba
el rubio sentado en un sofá cercano a la chimenea, estaba solo, reflexivo,
observando el fuego cuando, de repente, algo se materializó encima de la mesa
delante de él, al reconocer el objeto lo cogió enseguida, nervioso y sin
comprender. Era el diario de Luna. No entendía nada. Miró hacia los lados para
comprobar que estaba completamente solo en la sala común y lo abrió. Por lo
poco que había escrito, pudo reconocer que no era el diario original, tan solo
estaban las conversaciones que tuvo con Luna, era la copia. Encontró una
especie de dedicatoria. Era para él.
- - -
Hola.
Al parecer esto te pertenece desde este
momento. Si no quieres conservarlo te agradeceré que me lo devuelvas, pero
parece tener un hechizo que reconoce a su dueño… Sólo quiero decirte que si
n.ecesitas hablar, un hombro en el que apoyarte… puedes escribirme… Sí quieres…
Siempre
nos quedarán estos recuerdos.
Gracias
Draco.
L.
L
- - -
Los días
pasaron, las miradas entre ambos se intercambiaban con frecuencia, cada uno se
centró en sus amigos, en sus obligaciones.
Luna se
topó con dos guerras personales; ayudó a Harry y a sus amigos en la batalla en
el departamento de misterios y a la vez iba afrontando lo duro que era ver a
Draco.
El curso
terminaba con noticias desoladoras para Harry y sus amigos, Sirius Black había
muerto y el regreso del Señor Tenebroso se hizo evidente.
Cuando Luna
bajó del Expreso de Hogwarts, divisó a Draco en la lejanía, no habían vuelto a
hablar desde su cita en la torre del reloj y, tras haber estado tan centrada en
sus amigos el resto del curso, sintió un sentimiento de nostalgia. Él no la
vio. En todo ese tiempo también habían ido disminuyendo las miradas hasta el
punto de dar la impresión de que no existían el uno para el otro. Pero a Luna
le extrañaba que Draco no le hubiese devuelto la copia de su diario, ¿había
aceptado ser el dueño del diario gemelo o se habría deshecho de él sin más?
Solo el tiempo podría decir si
volverían a cruzar sus caminos.

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